25 LA LEY Y LA POLITICA EN EL NUEVO TESTAMENTO


"Si no se reconoce ninguna Ley divina superior a la Ley

del Estado, entonces la ley del hombre queda como

absoluta ante los ojos de los hombres - no hay Enton

ces ninguna barrera lógica al totalitarismo."


Los últimos años han producido un afán renovado entre los

cristianos reformados y evangélicos por una actitud y un plan-

teamiento distintivamente cristiano para todas las áreas de la vida

y conducta, incluso la ética socio política. Así que hemos pregun-

tado cual seria el estándar de aquella perspectiva distintiva del

cristiano que cree en la Biblia. en el Antiguo Testamento es

evidente que el pueblo escogido de Dios, Israel, había de gobernar

su activada política según la Ley revelada de Dios que le fue

entregada por medio de Moisés y expuesta por los profetas. Bajo

reexaminación, vimos que en la época del Antiguo Testamento

aun las naciones gentiles entorno a Israel eran responsables ante

Dios por la obediencia a Su Ley. La Ley de Dios tocaba todos los

aspectos de La vida, inclusive la justicia criminal, y aquella Ley

no era presentada por Su Dador como un estándar racista o tribal

del bien y el mal. Era el estándar divino de justicia universal y

eterna para la vida humana.

En un sentido, ya hemos ofrecido una respuesta implícita a

197



                                     198 He aquí el estándar
nuestra pregunta acerca del estándar para una perspectiva cris-

tiana distintiva sobre la ética política. En Su Ley Dios ha hablado

de los problemas de justicia social y la política gubernamental

pública respecto al crimen. Hay una perspectiva divina de la

política, y se ha expresado en la Ley del Antiguo Testamento. Hay

que decir dos cosas acerca de aquella Ley. Primero, como lo

hemos visto muchísimas veces en los capítulos anteriores conforme

a la Escritura ella sigue siendo hoy el estándar general de la

conducta ética. Segundo, la Ley del Antiguo Testamento no tenía

una validez moral limitada a la raza judía; debía ser el estándar

de conducta tanto fuera de la comunidad redimida como dentro

de ella. Consecuentemente, si la Ley del Antiguo Testamento

expresa (entre muchas otras cosas) la perspectiva de Dios acera

de la moralidad política, y si esa Ley tiene validez universal y

permanente, debiéramos esperar que la perspectiva del Nuevo

Testamento sobre la Ley y la política igualmente afirmaría el estándar

de la Ley de Dios para la política pública. Las diferencias en

tiempo y localidad, diferencias en dispensación y raza, diferen-

cias en cultura y posición redentora no demanda o implica dife-

rencias en los estándares morales.

Por lo tanto,

esperaríamos que el planteamiento distintiva-

mente cristiano para la ética política se definiría por la Palabra

integral de Dios, especialmente la Ley de Dios revelada por medio

de Moisés y expuesta por los profetas en el Antiguo Testamento,

Esto es precisamente lo que encontramos al dirigirnos al estudio

de los escritos mismos del Nuevo Testamento sobre esta pregunta.

Hay una continuidad definitiva entre la ética política del Nuevo

Testamento y la ética política del Antiguo Testamento. Hay una

armonía completa entre lo que Pablo dice acerca del Estado, por

ejemplo en Romanos 13, y lo que hemos encontrado que enseña

el Antiguo Testamento- a saber:

1. No se debe resistir a los gobernantes, ya que estos son

designados por Dios.

2. Los gobernantes ejecutan la ira divina llevando títulos re-

ligiosos.




                                           La Ley y la Política En el Nuevo Testamento 199
3. Los gobernantes deben pues detener la maldad gobernando

según la Ley de Dios.

Estos mismos puntos, señalados por el Antiguo Testamento

con respecto tanto a los magistrados judíos como gentiles (redimi-

dos y no redimidos), son expresados claramente por Pablo en

Romanos 13:1-6. Son así premisas sobre las cuales Se puede y

debe formular una actitud cristiana distintiva hacia la justicia

pública.

Romanos 13

Si se toma en serio cada uno de los tres puntos exhibidos,

entonces tal vez podemos evitar caer en los excesos desafortuna-

dos de dos enfoques interpretativos que están en conflicto con la

enseñanza de Romanos 13 acerca del Estado. Por una parte hay

intérpretes de la Biblia quienes sostienen que Romanos 13 se

debiera leer descriptivamente, de este modo acentúan casi exclusiva-

mente la exhortación práctica de Pablo a los cristianos. Es decir,

cuando Pablo dice que el magistrado civil "es servidor de Dios,

vengador para castigar al que hace lo malo" (v. 4), algunos

intérpretes toman a Pablo como dando una descripción verda-

dera de todos los gobernantes terrenales en su carácter y función.

Según esta perspectiva se llamaría a todos los hombres de Estado

servidores de Dios que vengan la ira sobre el elemento malo de

la sociedad — sin hacer caso de la calidad y conducta verdadera

del gobernante particular que uno tiene en mente. Aun Hitler e

Idi Amin pudieran entonces ser descritos como servidores genui-

nos de Dios. En ese caso, el objeto práctico de Pablo en Romanos

13 sería sencillamente instruir a los creyentes que elles deben

someterse obedientemente a cualquier magistrado que Dios ha

puesto sobre ellos en la sociedad (desde luego, con la estipulación

de que no pueden obedecer a los hombres cuando los goberna-

dores humanos les ordenen que desobedezcan a Dios: Hechos

5:29).

Por otra parte hay los intérpretes de la Biblia que sostienen

que Romanos 13 se debiera leer prescriptivamente; destacan que




                                      200 He aquí El estándar
Pablo estaba dando el estándar moral para los magistrados civiles

y de este modo indicaba a cuáles gobernantes el cristiano debe

rendir obediencia sumisa. Es decir, cuando Pablo dice que el

magistrado es "un servidor de Dios, vengador para castigar al que

hace lo malo" (v.4), algunos intérpretes entienden esto como una

prescripción moral para los gobernantes civiles — diciendo lo que

debieran ser. Los magistrados han de ser servidores de Dios que

vengan para castigar a los malos. Por ende, el enfoque prescńp-

tivo de Romanos 13 no destaca la sumisión práctica de parte del

creyente; mas bien evalúa a todos los magistrados, mostrando a

los Cristianos quiénes merecen su sumisión y obediencia. Ambas

interpretaciones han conducido a consecuencias prácticas que son

claramente inaceptables, dado el resto de lo que dicen las Escritu-

ras a los Cristianos acerca de la moralidad y la política. La perspec-

tiva descriptiva de Romanos 13 ha llevado a muchos creyentes a

través de la historia pasada a ser indiferentes a los defectos políticos

concretos y aun a consentir pasivamente con las injusticias de

tiranos políticos, como Hitler. Por otra parte, la perspectiva prescrip-

tiva de Romanos 13 ha sólido animar un espíritu rebelde hacia el

magistrado civil, induciendo que los creyentes tomen livianamente

los mandatos bíblicos contra la revolución o la desobediencia

civil.

Se puede decir en defensa de cada método que estas conse

cuencias prácticas son en realidad abusos de las respectivas pers-

pectivas

—abusos que no toman en cuenta las otras enseñanzas

bíblicas, modificaciones hechas, y el sentido del contexto entero.

Esto es posible, pero si uno tiene en cuenta el trasfondo del

Antiguo Testamento en la instrucción de Pablo acerca del magis-

trado civil en Romanos 13, es posible interpretar el pasaje de una

manera que hace justicia tanto a la necesidad cristiana de resistir

la injusticia política como la obligación cristiana de someterse a

las autoridades superiores.

Al decir Pablo que las autoridades gubernamentales son ser-

vidores de Dios para castigar los malos, él explica lo que deben —

ser los magistrados civiles y a la vez por qué los creyentes deben

mantener una actitud sumisa hacia ellos. Los tres puntos ya



La Ley y la Política En el Nuevo Testamento 201

bosquejados demuestran este doble papel aclarador de la enseñanza

de Pablo al resumir lo que el apóstol dice en Romanos 13. No

debe tener el cristiano una actitud rebelde hacia el magistrado

civil, porque el magistrado es designado por Dios. ¿Designados

con que propósito? Designados a ser vengadoras de la ira divina, en

cuyo caso los magistrados pueden llevar títulos religiosos como

"servidor de Dios."

Si esto es cierto, entonces los gobernantes deben honrar a los

buenos ciudadanos y detener la maldad castigando la parte crimi-

nal de la sociedad, usando el estándar de la Ley de Dios como su

guía (en cuanto el bien y el mal). Esto explica por qué los cris -

tíanos deben someterse casi siempre al gobernante civil: ese gober-

nante está obligado en su capacidad publica a servir al Señor del

cristiano, y por eso la lealtad al Señor requiere lealtad al rey. Sin

embargo, cuando tal servicio es repudiado por el rey (u otra

autorida reinate) y la Ley de Dios es trasnsgredida violenta y

persistentemente, tal que a los ciudadanos buenos los aterroriza

el gobernante y se toleran o exaltan a los hombres malos, el

cristiano no debe asentir con la política del tirano sino que debe

trabajar por una reforma en nombre del Señor y los principios

divinos de la justicia publicar

El hecho de que la Ley de Dios rige sobre los magistrados

civiles de hoy explica por que es cristiano debe evitar las actitudes

rebeldes hacia los gobernantes y no debe cooperar con los regímenes

injustos.

Es posible que sometimiento absoluto, no importa bajo

qué circunstancia, o la independencia absoluta del magistrado refe-

rente a todos las decisiones que él tome, sean posiciones sencillas

y fáciles de comprender o de seguir. Sin embargo la actitud mas

compleja de sumisión general por amor al Señor y la resistencia

cuando la Ley de Dios es violada descaradamente es mas fiel a

la enseñanza de las Escrituras y corresponde mejor a las reali-

dades políticas, Este es el planteamiento equilibrado que Pablo

presenta en Romanos 13 y el que está resumido en los tres puntos

anteriormente bosquejados.

Romanos 13:1-7 declara lo que Dios requiere de los creyentes

en cuanto a sus líderes civiles, y declara lo que Dios requiere de




                                       202 He aquí el estándar
los gobernantes referente a su función civil. La sumisión a los

superiores es esencial en ambas declaraciones de obligación. El

Señor espera que Su pueblo se someta obedientemente a sus

gobernantes, porque el Señor espera que los gobernantes se sometan

obedientemente a Su Ley. Por motivo de conciencia, entonces,

los cristianos pueden someterse a sus autoridades civiles, sabiendo

que indirectamente ellos están sometiéndose al orden moral del

mismo Dios.

1. No se debe resistir a los gobernantes por estar nombrados por Dios

.

Pablo comienza con la generalización de que el gobierno civil

es una institución divina: "no hay autoridad sino de parte de

Dios" (Romanos 13:1). Dios realmente ha "establecido" a los que

mandan. Entonces, es claro que la supremacía pertenece a Dios y

no al Estado, El respeto para los gobernantes del Estado nunca

debe convertirse en obediencia incuestionable la cual se debe

reservar sólo a Dios. Lo principal en la mente de Pablo es la

realidad que, aunque los cristianos están bajo las órdenes del

Estado, el Estado mismo está bajo las órdenes de Dios. Ya que

Dios ha establecido los magistrados que gobiernan el Estado, esos,

magistrados no sólo han sido puestos en autoridad sobre otros,

sino también bajo la autoridad de Dios. Los magistrados están

bajo la obligación moral de las prescripciones del Señor, Juan

Murray observó:

El magistrado civil no sólo es el medio decretado en la providen-

cia de Dios para el castigo de malhechores sino el instrumento

instiruído, autorizado, y prescrito de Dios para el mantenimiento

del orden y el castigo de los criminales que violan ese orden.

Cuando el magistrado civil por medio de sus agentes dicta un

juicio justo sobre el crimen, él esta cumpliendo no sólo la volun-

tad del decreto de Dios sino también la voluntad prescriptita de

Dios. y sería pecaminoso si se refrenase de hacerlo. 1

Puesto que todos los magistrados no tendrían poder si no se



1

. The Epistle to the Romans, 2 vols. (Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 1965), ll, pág, 149.




                                      La Ley y la Política En el Nuevo Testamento 203
les diera de lo alto—como Cristo declaró incluso ante Pilato

(Juan 19:11) —ellos son responsable de reverenciar y de obedecer al Dios

Altísimo. Si ellos, como Herodes, aceptan alabanzas como si fuesen

dios, caen bajo la ira terrible de Dios y pueden Ser destronados

del poder; "Y un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se

sentó en el tribunal y les arengó. Y el pueblo aclamaba gri-

tando: ¡Voz de Dios, y no de hombre! Al momento un ángel del

Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró

comido de gusanos" (Hechos 12:21-23).

El propósito correcto

de toda conducta ética es la gloria de Dios, y

los magistrados, designados por Dios para gobernar, no están

libres de la obligación moral de gobernar para la gloria de Dios.

Los que Dios nombra serán responsables ante Él por la clase de

gobierno que desempeñan en la sociedad. Esta es la doctrina del

Antiguo Testamento, ya sea que consideremos a los gobernantes

de Israel o a los gobernantes de las naciones gentiles alrededor

de Israel. La enseñanza de Pablo se basa en el Antiguo Testa-

mento, Así que, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento

comienzan su "filosofía de estado" con la supremacía de Dios, a

quien todos los gobernantes deben su reverencia y obediencia.

Sumisión y oración

Es en ese contexto

que Pablo insiste después que los gobernantes

civiles, siendo designados por Dios, no deben ser resistidos, "quien

se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los

que resisten, acarrean condenación para sí mismos" (Romanos

13:2). El trasfondo del Antiguo Testamento a esta declaración

de Pablo es el mejor comentario sobre el versículo. Se encuentran

declaraciones paralelas en el Nuevo Testamento en Tito 3:1

("Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades") y

1a de Pedro 2:13 ("someteos a toda institución humana"). A

través de la Escritura, vemos que Dios no aprueba el espíritu

rebelde, irrespetuoso, o desobediente referente a los que son desig-

nados por Dios para ser nuestros líderes civiles. Hay que pagar

honra a todo aquel que se le debe honra, dice Pablo (Romanos

13:7). Y ya que el Antiguo Testamento estipuló "No injuriarás a

204 He aquí el estándar

los jueces, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo

" (Éxodo 22:28),

Pablo mismo mostró un espíritu arrepentido cuando el había

hablado mal (sin saberlo) de un gobernante (Hechos 23:5).

Se exigía que los creyentes del Antiguo Testamento orasen por

sus gobernantes incrédulos, gentiles (Jeremías 29:7; Ezra 6:10);

Cuando cautivos en Babilonia, debían de buscar la paz de Ba-

blionia. Esto iba en contra de toda actitud de resistencia, Asimismo;

en el Nuevo Testamento, se exhorta al pueblo de Dios que ore

por los reyes y todos los que están en eminencia (1a a Timoteo

2:2), y Pedro escribe a los Cristianos en la "dispersión" (1a de

Pedro 1:1) que enfrentaban persecución inminente de las autori—

dades romanos (1:6; 4:12; 5:l0) que debieran imitar el modelo

piadoso de buscar la paz como se encuentra en Salmos 34:14 (1a

de Pedro 3:10-l4). Una y otra vez encontramos una continuidad

definitiva entre el Antiguo y el Nuevo Testamento referente a la

ética política. Esa continuidad es evidente aquí en que bajo tanto

el Viejo como Nuevo Pacto los santos tenían que respetar a los

gobernantes civiles como nombrados de Dios, orando por ellos, y

buscando la paz dentro de sus sociedades. El pueblo de Dios

siempre ha tenido la obligación de someterse a sus magistrados,

sabiendo que esos mismos gobernantes eran establecidos como

parte del reino moral de Dios sobre la creación. Como el gober-

nante está bajo la autoridad de Dios, los que profesan lealtad a

Dios deben respetar al gobernante. No es sólo por motivo de

conveniencia pragmática que el cristiano obedece a las autori-

dades civiles―"no solamente por razón del castigo" que ellos

pueden expresarse contra los disidentes (Romanos 13:5a). El cris-

tiano debe obedecer también "por causa de la conciencia" (Roma-

nos 13:5b). Es decir, por la consideración del Señor Mismo que

está sobre el magistrado civil, Su diputado, el cristiano debe some-

terse al gobernante―y haciendo esto se somete al Gobernante

supremo.

La conciencia

Debería ser obvio, a pesar de la miopía de algunos comen-

taristas, que la sumisión debida a los magistrados civiles tiene



La Ley y la Política En el Nuevo Testamento 205

que estar en el contexto del magistrado que administra por Dios,

porque esta sumisión está explícitamente prescrita por Pablo por

razón de conciencia. Pablo suele usar la palabra ‘conciencia,’ que

significa la conciencia hacia Dios (por ejemplo, Hechos 23:1; 2a a los

Corintios 4:2; 2a a Timoteo 1:3). "Solo Dios es Señor de la concien·

cia y siendo así, toda cosa que se hace de conciencia o por razón

de la conciencia se hace con un sentido de obligación a Dios"

(Juan Murray, Epistle to the Romans [Epístola a los Romanos], vol.

2, pág. 154). Además, Pablo siempre limitaba la obediencia que

se debe dar a los hombres como obediencia dada por fines piadosos - la

obediencia dada en el contexto es la de someterse primero y

principalmente a las demandas morales del mismo Dios.

Carlos Hodge expreso esta idea:

Además, Pablo exige todos los deberes relativos y sociales por

razones religiosas. Los hijos han de obedecer a sus padres porque

es justo en los ojos de Dios; y los siervos han de ser obedientes a

sus amos, como a Cristo, haciendo la voluntad de Dios de co-

razon

, Efesios 6:1, 5, 6. 2

Esto se ve bien claro en 1a de Pedro 2:13, donde leemos que

hay que ‛‘someterse a toda institución humana por amor del Señor."

En estos términos, los creyentes se someten al magistrado civil

por razón de conciencia —es decir, por causa del Señor precisa-

mente a causa de que El magistrado debe ser sumiso al Señor, bus-

cando Su gloria, y obedeciendo Sus mandamientos.

La conciencia no puede permitir un espíritu rebelde contra

el gobernante designado por el Señor, así como no puede permitir

asentimiento con los mandatos del gobernante que se burla de la

Ley del Señor. La enseñanza de Pablo siempre coloca a Cristo

como Señor sobre todo, tal como en el Primer Mandamiento del

Decálogo.

La supremacía de Dios

Por lo tanto, la supremacía de Dios es esencial para compren-

2

. A Commentary on Romans (London: Banner of Truth Trust, [1835], 1972). pág. 408.

206 He aquí el estándar


der correctamente la perspectiva del Estado presentado por Pablo

en Romanos l3:l-7. Tal como lo enseña el Antiguo Testamento,

Pablo Señala que los creyentes están bajo la obligación estricta

de obedecer al magistrado civil porque el Dios Altísimo, quien es

supremo sobre todos, ha ordenado la autoridad del magistrado.

Como el gobernante está bajo las órdenes de Dios quien lo de-

signó, el cristiano lo debe respetar, como una manera de mostrar

sumisión a Dios Mismo. Y como Dios es supremo sobre todas

las cosas y ha dado autoridad a los que ejercen el gobierno en la

sociedad, los magistrados civiles no son agentes autónomos, li-

bres para hacer lo que se les antoje, sin responsabilidad alguna.

Como diputados de Dios deben Servir a Sus propósitos. Siempre

y cuando desprecien la voluntad de Dios, actuando de manera

pecaminosa y satánica con su fuerza bruta, la "conciencia del cris-

tiano delante del Señor" no puede seguirlos.

El Señor es el juez supremo

y el cristiano no debe resistir a los

que son designados por Dios para administrar en Su lugar. Por

la misma razón, la sumisión que los cristianos dan a los gober-

nantes es limitada por su lealtad primaria al Señor, y por compren-

der que la sumisión al Estado es por amor al Señor cuya volun-

tad el magistrado debe tratar de seguir.

2. Los gobernantes son vengadores de la ira divina, gozando de títulos divinos.

La supremacía de Dios

como la presuposición precondiciona-

dora de Romanos 13:1-7 llega a tener expresión en los títulos que

Pablo asigna a los gobernantes civiles En el Israel del Antiguo

Testamento los hombres de Estado eran a veces designados "sacer-

dotes," y aun en las naciones gentiles alrededor de Israel los líderes

civiles eran llamados de vez en cuando por Dios "mi siervo," "mi

pastor," y "mi ungido (cristo)." Esta tendencia a ver al dignatario

del Estado categorizado como un oficial religioso — alguien respon-

sable ante Dios Todopoderoso — continúa en el Nuevo Testamento,

demostrando una vez mas la continuidad que existe entre el An-

tiguo y Nuevo Testamento referente a los que están en autoridad.

La idea del Estado secular, uno que aparta su autoridad y



La Ley y la Política En el Nuevo Testamento 207

principios de toda consideración religiosa acerca de Dios y Su

voluntad, es completamente contraria a la revelación bíblica. A

la verdad, era contraria a mucho del mundo antiguo en general.

Toda política es la expresión de una perspectiva moral, que a su

vez es una realización del concepto teológico del hombre, el

mundo, y Dios. El mundo moderno no es diferente; sus filosofías

políticas son simultáneamente teologías políticas, y sus gobernantes

civiles suelen ser vistos con un matiz religioso (aunque se evite el

vocabulario religioso).

Los magistrados como servidores

Conforme al Antiguo Testamento, Pablo tenía una idea o

comprensión religiosa del magistrado civil. En Romanos 13 catc-

gorizó dos veces al magistrado de la sociedad como un "Servidor

de Dios" (vs. 4, 6). Si se le pregunta al cristiano común de hoy

dónde puede uno encontrar al "ministro" de Dios, señalaría al

pastor de la iglesia local. Nunca pensaría en señalar al magistrado

municipal, estatal, o federal porque ha capitulado a la mentalidad

del secularismo humanista. Pablo no había hecho esto, aunque los

emperadores romanos de su tiempo estaban lejos de ser "religio

sos" en el sentido comendable del término. Sin importarle lo que

los cesares pensaban al respecto, Pablo los consideraban como

servidores de Dios. Eran los instrumentos prescritos de Dios para

mantener el orden y castigar a los malhechores según la voluntad

de Dios.

En Romanos 13:6 Pablo usó el titulo de "leitourgos" para

describir al magistrado como al "Servidor" de Dios. En el mundo

antiguo este término se usaba para el trabajo realizado para

promover el orden social, el trabajo hecho en servicio del Estado-

divino. Aquí Pablo usó la palabra con un cambio teológico. El

magistrado no es un ministro del Estado-divino, sino que el Estado

es el ministro del mismo Dios. En la traducción griega del Antiguo

Testamento (La Septuaginta), se usa este termino para describir

el ministerio de los ángeles, sacerdotes, y profetas y se usa

igualmente para el liderazgo civil.

En Romanos 13:4 el término de Pablo es "diakonos" o "dia―

208 He aquí el estándar

cono

." Fuera del Nuevo Testamento se usa el titulo, "diácono de la

ciudad

," un puesto que tenía el propósito de instruir en la buena

ciudadanía. Dentro del Nuevo Testamento el término está clara—

mente cargado con la connotación religiosa, que se aplica al "minis-

terio" de Cristo (Mateo 20:28), de Pablo (1a a Timoteo l:12), y

de un puesto dentro de la iglesia (Hechos 6:1-6). Tal como hay

diáconos dentro de la Iglesia, Pablo declaró que hay diáconos en

el Estado: a saber, los hombres nombrados por Dios para minis-

trar justicia en Su nombre.

Al utilizar estos dos términos para el concepto de "ministro,"

y al aclarar que el gobernante es un ministro de Dios, Pablo

enseña inequívocamente el carácter religioso del oficio del líder civil.

En la perspectiva del Nuevo Testamento, se debe considerar a los

magistrados como siervos de Dios. Su reinado es supremo, mien

tras que los de ellos son subordinados. Se debe entender que los

magistrados civiles son los diputados de Dios, no déspotas libres

e independientes que pueden hacer lo que se les antoje.

El ministerio de la espada

¿Que es lo que Dios requiere de Sus "servidores" ordenados

en el Estado? ¿Cómo deben ellos rendirle servicio? El poder del

magistrado civil, a diferencia de todas las demás autoridades (la

familia, la Iglesia, la escuela, etc.), es la fuerza de compulsión;

El magistrado civil tiene el derecho de castigar a los que no se

atienen a sus leyes, con aflicciones externas; multas económicas,

dolores corporales (trabajo o azotes), y aun la muerte.

Es posible que otros sectores de la sociedad impongan penas

en varias maneras a los transgresores, pero nunca la pena capital.

Los padres no pueden ajusticiar, los pastores no pueden ajusticiar,

los patronos no pueden ajusticiar— pero la autoridad del magis-

trado civil sobresale claramente como la autoridad para ajusticiar

a los criminales El poder del magistrado está en este caso simboli-

zado apropiadamente en el poder de la espada. La pena mas grave,

la pena capital ha sido puesta a disposición del magistrado civil.

Pablo habla del magistrado en Romanos 13:4 como el que "lleva

la espada." Para el Significado de este símbolo uno puede ver



La Ley y la Política En el Nuevo Testamento 209

Mateo 26:52; Hechos 12:2; Hebreos 11:37; Apocalipsis 13:10).

El magistrado civil, Según la enseñanza de Pablo, debe verse

como un ministro de Dios cuyas actividades incluyen el uso de la

espada en el castigo de los transgresores. Los gobernantes civiles

tienen un ministerio de la espada encomendado por Dios. Sin

embargo, ¿quiere decir esto que Dios echa Su manto de apro-

bación sobre cualquier uso de la espada por cualquier magis-

trado civil a través de la historia? ¡En ninguna manera! Segura-

mente han habido hombres que eran tiranos sangrientos, hombres

que abusaban del poder puesto en sus manos, hombres que ejecut-

aban la pena capital cuando era inmoral hacerlo. El poder, la

arrogancia, el soborno, la envidia, la lascivia, y el prejuicio han

corrompido el ministerio de la espada al ser empleado en el

gobierno de muchos magistrados en el curso de la historia.

Es aquí que hemos de prestar atención a las palabras de

Pablo en Romanos 13:4

. Él no describe cualquier uso de la espada

civil como un ministerio de Dios en la sociedad. Mas bien Pablo

distingue (implícitamente) entre el uso correcto e incorrecto de la

espada, cuando dice que "no en vano lleva la espada." Tal como el

sentido común y la experiencia histórica nos diría, algunos magis-

trados han manejado la espada en una forma que carece de valor

como ministerio para Dios. Algunos han usado la espada futil―

mente, uso que Dios nunca intentó que tuviese. Algunos han

llevado la espada en vano. A diferencia de los usos vanos de la

espada, Pablo describe en Romanos 13:4 el modelo del ministro

civil de Dios, uno que "no en vano lleva la espada"

La ira de Dios

¿Qué es lo que debe hacer según Pablo el "ministro de Dios"

que "no en vano la lleva la espada" en el servicio a Dios para el bien

de la sociedad? Pablo dice que él debe ser un "servidor de Dios,

vengador para castigar al que hace lo malo" (Romanos 13:4). ¿La

ira de quién debe vengar el magistrado? Seguramente no la propia,

porque es exactamente en tales manifestaciones auto―servidoras

de ira que se ha usarlo en vano la espada a través de la historia.

Mas bien, Pablo indica que el magistrado debe vengar la ira de



210 He aquí el estándar

Dios. En el párrafo precedente al que estamos discutiendo, Pablo

había exhortado a los creyentes que estuviesen en paz con los

hombres y no se vengen los unos a los otros de delitos cometidos.

Romanos 12:19 dice, "No os venguéis vosotros mismos, amados

míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es

la venganza, yo pagaré, dice el Señor" Dos palabras resaltan

aquí: venganza e ira. Dios Mismo vengara con ira a los transgre-

sores, por eso los creyentes no necesitan tomar su propia ven-

ganza. Pero ¿Cómo vengará Dios su ira contra los transgresores?

Romanos 13:1-7 contesta esa pregunta lógica. Dios ha ordenado

un ministerio de la espada en la sociedad. Los que Él ha colocado

en autoridad son "vengadores" de ira ― es decir, vengadores de la

ira divina en nombre de Aquel que declara que toda venganza

pertenece a Si Mismo. El ministro de Dios en el estado, el que no

en vano lleva la espada, obrará y vengara á la ira de Dios contra los

transgresores ― contra "el que hace lo malo" (Romanos 13:4). Esta

es una parte importante de la descripción del magistrado civil.

Él debeasegura que los ciudadanos buenos no tenga que tener

temor de su gobierno y que el elemento criminal de la sociedad

tenga mucho temor. Como dice Pablo, "Porque los magistrados

no están para infundir temor al que hace el bien, sitio al malo. .

es servidor de Dios para tu bien, Pero Si haces lo malo, teme"

(Romanos 13:3-4). El magistrado tiene la obligación de distin-

guir correctamente las actividades virtuosas y viciosas dentro de

la sociedad Él tiene que recompensar la una y castigar la otra.

Los que han de experimentar esta ira judicial bajo la mano

del magistrado quien lleva la espada en nombre de Dios son

descritos por Pablo

como "los que hacen lo malo" en Romanos

13:4. Si avanzamos hasta Romanos 13:10, leemos que el amor no

hace mal al prójimo. Es precisamente a esos ciudadanos—los que

sin amor transgreden los mandamientos de Dios diseñados para

proteger la vida, la libertad, y la propiedad del prójimo- a los

que hacen lo malo, que Pablo quería que el magistrado castigase,

aun con la muerte (cuando fuere apropiado). En la perspectiva

paulina, el magistrado civil hoy en día lleva títulos religiosos, siendo

llamado a ser un vengador de la ira divina contra los que quebran-



La Ley y la Política En el Nuevo Testamento 211

tan la Ley.

Los conceptos del Antiguo Testamentó

Resulta que la actitud del Nuevo Testamento hacia la Ley y

la política como se ve en Romano: 13:1-7 corresponde a grandes

razgos con la actitud del Antiguo Testamento, sea`en cuanto a los

magistrados judíos o a los gentiles. La idea principal de Pablo es

la supremacía de Dios sobre todas las cosas. Aceptando esto como

su punto de partida, Pablo podía representar a los gobernantes

como designados por Dios y por lo tanto no se los debía resistir,

Realmente, Pablo podía continuar repudiando toda noción secu-

larizada de gobierno civil llamando a los que gobiernan el estado,

los "servidores de Dios," designados por Dios para vengar Su ira

contra los transgresores que violan Sus leyes. Como Se ha visto

previamente, esta era precisamente la doctrina del Antiguo Testa-

mento. Según ella, uno puede formular una perspectiva Cristiana

distinta de la justicia pública. Pedro resume mucha de la enseñanza

del Antiguo y Nuevo Testamento referente al magistrado civil

cuando describe a los gobernantes como "por el enviados para

castigo de los malhechores" (1a de Pedro 2:11). Tal descripción

sólo puede llevar a una conclusión:

3. Los gobernadores deben detener la maldad gobernando según la Ley de Dios.

Hemos visto que esta conclusión es la consecuencia de la

enseñanza del Antiguo Testamento acerca de los gobernantes

civiles tanto dentro como fuera de Israel. Si los gobernantes civiles

son designados por Dios, si llevan títulos religiosos, si deben ser

vengadores de la ira de Dios, si deben castigar a los auténticos

malhechores, el único estándar correcto para su gobierno en la

sociedad — el único criterio correcto de justicia pública — tiene que

ser la Ley de Dios. Los que son ordenados por Dios deben obede-

cer Sus decretos, no los propios. Los que se llaman "servidores de

Dios" deben honrar tal título sirviendo a la voluntad de Dios. Los

que han de vengar la ira de Dios tienen que ser dirigidos por Dios

mismo para saber qué merece tal ira y cómo se la debe expresar.



212 He aquí el estándar

Los que deben castigar a los malhechores tienen que tener un

estándar seguro por el cual juzgar quién es un malhechor ante los

ojos de Dios y quién no lo es.

Así que todo apunta a la conclusión obvia de que el magis-

trado civil

, según Romanos 13:1-7 (como también del Antiguo

Testamento), tiene la obligación de obedecer las estipulaciones

de la Ley de Dios de manera que hable al liderazgo civil y a la

justicia pública. Dentro de su contexto literario (especialmente

l2:19 y 13:10), Romanos 13:4 enseña específicamente que la Ley

de Dios debe ser la guía para el magistrado que no en vano lleva

la espada. La Ley de Dios define quienes verdaderamente son

malhechores, e indica sobre quiénes debe caer la ira divina de

Dios.

¿Que mejor criterio?

Los que no favorecen la aceptación de la Ley de Dios como

el modelo principal para la moralidad civil y la justicia pública

se verán obligados a sustituirla con otro criterio del bien y el mal.

El magistrado civil no puede funcionar sin dirección ética, sin

algún estándar de bien y mal. Si ese estándar no es la Ley revelada

de Dios (que, debemos añadir, era dirigida específicamente a los

problemas pereces de la moralidad política), entonces ¿cual será?

En alguna forma o expresión tendrá que ser la Ley del hombre

(o de los hombres) — el estándar de auto-ley o autonomía. Y cuando

las leyes autónomas llegan a gobernar una nación, ciertamente en

vano se lleva la espada, porque representa sencillamente la fuerza

máxima de la voluntad de algunos hombres contra la voluntad

de otros hombres. "La justicia" entonces, se convierte en realidad

en una máscara verbal para cualquiera cosa que sirva a los interc-

ses de los mas fuertes en la sociedad (ya sea su fuerza de poder

material o de manipulación de los medios de comunicación),

O los hombres elegirán ser gobernados por Dios o serán gober-

nados por los tiranos.

A causa de la obra misericordiosa, res-

tringidora del Espíritu Santo en las Sociedades, no vemos en Cada

etapa de la historia que estas polaridades completas se efectúen; la

mayoría de las Sociedades hasta cierto punto lucharan para ate-

La Ley y la Política En el Nuevo Testamento 213

nerse a la Ley de Dios, aun cuando oficialmente la rechazan. Sin

embargo, en principio las alternativas son claramente entre la Ley

de Dios y la ley del hombre, entre la vida y la muerte para la

sociedad. Si no se reconoce ninguna Ley divina superior a la ley

del estado, entonces la ley del hombre ha llegado a ser absoluta

ante los ojos de los hombres - y no queda ninguna barrera lógica

al totalitarismo.

Cuando se deja a un lado la Ley de Dios, y la ley de los

políticos llega a dominar en su lugar, tenemos "la bestia" que el

apóstol Juan nos describe en Apocalipsis l3.

No importa cual sea

la perspectiva escatológica de uno, y a pesar de la estructura

interpretativa general que uno tenga del libro de Apocalipsis,

todos los lectores bíblicos deben coincidir en que "la bestia" es el

magistrado civil malo par excelencia. Es el opuesto mismo de lo que

Pablo describe en Romanos 13, y por eso no nos asombra que el

libro de Apocalipsis ensalza a los cristianos por resistir a los decre-

tos de la bestia—aunque Romanos 13 normalmente condena la

resistencia.

Resultará instructivo notar cómo Juan describe al magistrado

malo conocido como "la bestia." En Apocalipsis 13: 16-17 leemos

de "la marca de la bestia," que se debe poner en la frente y mano

para poder hacer compras en el mercado; la marca identifica el

nombre o carácter de la bestia misma. Para ver si uno es apto de

vivir en la sociedad, la bestia requiere que su nombre y autori-

dad — su ley—dirğa el pensamiento y conducta (cabeza y mano)

de todos los ciudadanos. Los que están familiarizados con el An-

tiguo Testamento captarán prontamente la alusión de Juan a

Deuteronomio 6:8, donde Dios dijo que Su Ley había de ser atada

sobre la frente y la mano de Su pueblo. Se presenta la bestia

como el que quita la Ley de Dios y la sustituye con su propia ley

humana. Manteniéndose en armonía con esta representación,

Pablo mismo describe la bestia en 2a a los Tesalonicenses 2 como

"el hombre de pecado."

El paradigma del líder político malo de la Biblia

, como hemos

visto, es uno que rechaza la Ley de Dios como el estándar de

justicia pública y recurre a un estándar autónomo en su lugar.



214 He aquí el estándar



juan establece muy claro en quién se puede confiar para resistir

a la bestia, ese hombre de pecado. Los que le resisten son descritos

en Apocalipsis 12:17 como los "que guardan los mandamientos de

Dios y tienen el testimonio de Jesucristo," y en 14:12 como los "que

guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús." La oposición

entre los santos y la bestia de esta manera claramente gira en

tomo a la Ley de Dios.

La moralidad política de Pablo

El magistrado que gana la aprobación de Pablo en Romanos

13 es el que es servidor de Dios "para el bien," pero un atemori-

zador para los que "hacen lo malo." Al decir tales cosas Pablo

claramente no se desviaba de su practica de definir el bien y el

mal según la Ley de Dios. Realmente, cuando Pablo protestó su

inocencia ante el sanhedrín de los judíos, él declaro que no había

hecho ningún mal (Hechos 23:9 y 25:11) ― nada contrario a la Ley

de Dios —o de otro modo el estaría bien dispuesto a aceptar la

justicia de su ejecución. Para Pablo, se debía evaluar la moralidad

política por la norma de la Ley revelada de Dios, Él no tenía una

actitud dispensaciónalista hacia la justicia social, que veía los prin·

cipios del Antiguo Testamento suspendidos en lo que toca a los

asuntos de la política pública, el crimen y el castigo, en la era del

Nuevo Testamento. Dios tiene un modelo inmutable del bien y

el mal, aun con respecto a la ética política.

En cuanto al modelo único para la moralidad política de Dios,

no es asombroso encontrar que la predica y los escritos del Nuevo

Testamento no eran apolíticos. Juan el Bautista predicó contra

la iniquidad del matrimonio de Herodes (Marcos 6:18), y Jesús

llamó a Herodes una "zorra" (Lucas 13:32), una denuncia cor-

tante. Juan habló a los soldados acerca de sus obligaciones para

con la Ley de Dios (Lucas 3:14), y Jesús requería que Zaqueo

hiciese restitución por recaudar fraudulentamente las con-

tribuciortes (Lucas 19:1-10). Pablo predicó "en contra de los de-

cretos de César, diciendo que hay otro Rey,— Jesús" (Hechos

17:7), por lo cual fue exiliado de Tesalónica. Al escribir luego a

la iglesia allí, él hizo alusión al antagonismo del concilio munici-

La Ley y la Política En el Nuevo Testamento 215

pal hacia el como un obstáculo de Satanás (1a a los Tesalonicenses

2:l8). En todos estos acontecimientos vemos que el Nuevo Testa-

mento no guarda silencio acerca de los agravios políticos, y que

examina estos agravios a luz de la Ley revelada de Dios. A nivel

mas práctico y aplicable, el modelo distintivo para la moralidad

política Cristiana se encontraba en los bien conocidos

mandamientos de Dios.

Conclusión

En los últimos años hemos sido testigos de un avivamiento

de interés en la política Cristiana. Sin embargo, no suele asociarse

ese avivamiento con un concepto claro, bíblico de la moralidad

socio—política. Se ha pasado por alto el estándar distintivo de la

política cristiana. Al estudiar el Antiguo Testamento referente a los

magistrados gentiles y al estudiar la revelación del Nuevo Testa-

mento referente a la Ley y la política, hemos descubierto una

armonía completa entre estos tres puntos esenciales:

l. No se debe resistir a los gobernantes porque son designados

por Dios.

2. Los gobernantes son vengadores de la ira divina por lo que

llevan títulos religiosos.

3. Los gobernantes deben detener la maldad gobernando según

la Ley de Dios,

Esto nos proporciona un fundamento para la participación

cristiana en la filosofía y práctica política cristiana. A partir de tal

fundamento se puede hacer una contribución distintiva.


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HE AQUI

EL ESTANDAR


La Autoridad de la Ley

de Dios para Hoy

por

Greg L. Bahnsen


Instituto para la Economía Cristiana


Tyler, Texas



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