Sermones
www.iglesiareformada.com
CUARTO SERMON SOBRE LA ASCENSION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Por Juan Calvino

En cuanto a los comentarios hechos por los Ángeles a los Discípulos y Apóstoles.
"Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y el recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Hechos 1:9-11).

Estamos por exponer lo que dice San Lucas aquí: que los apóstoles vieron a nuestro Señor subir al cielo. Ahora, no basta con que conozcamos el relato, sino que debemos notar que lo relata a modo de uno de los principales artículos de nuestra fe. Y es cierto que los artículos de nuestra fe no son inútiles, sino necesarios para nuestra salvación. Sin embargo, nunca aprovecharemos bien la ascensión de nuestro Señor a menos que sepamos que realmente ocurrió. Y por ese motivo San Lucas afirma que los apóstoles le vieron ascender. Y agrega que permanecieron allí hasta que fueron instruidos de que ya no era necesario seguir allí, y que debían volver a Jerusalén para cumplir con su deber tal como Jesús lo había mandado, y de hacerlo hasta su retorno el día final. Es por eso que nos habla de la Ascensión de nuestro Señor, como para no dejarla en duda. Ciertamente, escrito está: "Dichosos son los que creen sin haber visto." Por eso es más necesario que creamos en esta ascensión que el haberla visto. Porque, puesto que los apóstoles la han visto y nos lo relatan, nosotros no deberíamos dudar.
Ahora venimos a lo que San Lucas dice: "Una nube le ocultó de sus ojos. Aquí se podría hacer una pregunta, en cuanto a por qué no se abrió el cielo de manera que los apóstoles vieran la condición de nuestro Señor y su gloria. Pero no es sin causa que lo perdieran de vista por una nube. Porque nuestro Señor conoce el alcance de nuestra mente, y es suficientemente bondadoso para corregir la soberbia de nuestro espíritu, a efectos de que seamos refrenados. Porque aunque la vista de los apóstoles se hubiera extendido hasta los cielos, podríamos haber tomado eso como ocasión para exaltarnos a nosotros mismos, puesto que vemos que somos demasiado dados a ello. Estamos demasiado inclinados a ello, incluso de permitir que nuestra imaginación divague sin observar modestia, para querer conocer los secretos de Dios, incluso aquellos que él quiere ocultar de nosotros. Entonces, era necesaria la intervención de esta nube. Porque de esa manera se nos muestra que tenemos que humillarnos a nosotros mismos sin tener esta arrogancia de querer trascender los cielos para inquirir en los hechos de Dios. Esa es la instrucción que tenemos que tomar de este pasaje.
Ahora bien, dice que "aparecieron dos ángeles," pero San Lucas los llama "hombres," de acuerdo a la práctica común de la Escritura. Porque, puesto que por naturaleza los ángeles son espirituales, no podemos verlos a menos que se nos manifiesten en alguna forma visible. Es por eso que nuestro Señor quiso que desde el mismo principio ellos aparezcan en forma de hombres, pero también quiso que siempre hubiese alguna señal en ellos para reconocerlos como ángeles. Porque si solamente los recociéramos como hombres mortales, no les daríamos el honor que les corresponde, y ello menguaría el entendimiento que deberíamos tener a efectos de dar fe al mensaje de ellos. Por eso Dios siempre los ha mascado de manera que pudieran ser reconocidos. Es por eso que aquí se dice, que estaban vestidos con túnicas blancas, como también durante la resurrección de Jesucristo de los muertos, ellos aparecieron con vestiduras blancas. Con ello nuestro Señor quiso manifestar que los hombres tenían que recibirlos con reverencia, escuchando lo que anunciarían, sin albergar ninguna duda al respecto. Es por eso que San Lucas dice aquí que estaban vestidos con túnicas blancas. Pero tenemos que notar las circunstancias. Porque no existe circunstancia alguna, que Dios quiera que sea omitida, puesto que sabemos que su sabiduría se extiende por todas partes y que es infinita. Además, si los ángeles son majestuosos cuando aparecen a los hombres, ¿cómo será Dios cuando aparezca a los hombres? Porque el resplandor de la majestad de la gloria de Dios no es solamente como el resplandor del sol, sino mayor que el de cien mil soles, silos hubiera en el mundo. Así que, entonces, cuando vemos que los ángeles deberían sernos tan preciosos, y que deberíamos tenerlos en tan gran reverencia, tenemos que considerar que, si se nos menciona la majestad de Dios, si pensamos en ella, tenemos que tenerla en gran reverencia, y tenemos que reconocer que nosotros no somos nada, sino que toda la majestad está en él. Eso es lo que se nos indica cuando se nos menciona la majestad de los ángeles, a pesar de que ellos sólo se nos muestran en forma humana.
Ahora, en cuanto a lo que dicen: "Hombre de Galilea, ¿por qué están parados allí, mirando al cielo?" Normalmente se piensa que aquí los apóstoles son llamados galileos a modo de reproche, porque vemos que los galileos no eran de gran reputación entre los hombres. Entonces, conforme a la opinión de ellos, es como silos ángeles dijeran: "Pobres ustedes, testarudos como son, ¿acaso no se dan cuenta que así como ha ido al cielo, así va a volver?"  Pero no vemos probable que esto haya sido dicho con tal sentido. No obstante, reconozcamos que los ángeles llamaron galileos a los apóstoles porque esa era la reputación que tenían, así como también Jesucristo llevaba ese nombre. Cuando quisieron acusar a los discípulos de pertenecer a Jesucristo, les preguntaron: "Y ustedes, ¿acaso no son galileos también?" Nuevamente, después de la muerte de Jesucristo los malvados volvieron a utilizar esta palabra, puesto que un hombre malvado a quien llamado Julián el apóstata, estando a punto de morir dijo: "Me has conquistado, oh Galileo," maldiciendo allí a Jesucristo y desafiándolo, incluso sintiéndose conquistado por él. Así que, aquí los apóstoles son llamados galileos porque eran considerados como gente del campo.
Además, no es sin causa que aquí son reprendidos por los ángeles. Porque ellos sabían bien que Jesucristo tenía que subir al cielo, porque se lo había dicho muchas veces, e incluso les había dicho: "Es necesario que yo me vaya, porque si no me voy, no les enviaré el Consolador." Entonces ellos tienen que haberlo olvidado aunque seguían mirando así, hacia arriba, esperando ver qué pasaría. Porque, como he dicho, él les había indicado que le era preciso irse, y les había dicho que debía sentarse ante Dios su Padre a efectos de interceder por sus fieles. Sin embargo ellos demuestran que apenas habían recordado lo que les había sido mostrado tantas veces. Por eso, su ignorancia debería servirnos de advertencia. Porque aquello no se dijo solamente para ellos, sino también para nosotros. Notemos entonces lo que les es dicho por los ángeles como para reconocer el beneficio que recibimos de la ascensión de Jesucristo.
Cuando dice que él vendrá así como le vieron irse, es para mostrarnos que no necesitamos mirar a Jesucristo aquí abajo hasta tanto él venga para juzgar al mundo entero. Y ahora, cuando miramos a él tenemos que hacerlo por fe, sobrepasando toda inteligencia humana. Ese es el primer punto en este pasaje, que bien es digno de ser observado. Pues, ya que por naturaleza siempre estamos inclinados hacia cosas menores, es muy difícil para nosotros no inclinarnos hacia alguna superstición cuando se habla de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo. Realmente, aquí vemos lo que ocurrió. Si bien él ha subido al cielo, y está escrito que al volver a la tierra lo hará de manera similar a la que se le vio irse, todavía los que se dicen ser cristianos nunca han dejado de buscarlo aquí abajo. De esa manera ocurrió que buscaron a Jesucristo en el pan y el vino, y quieren ocultarlo en una caja, y quieren llevarlo de un lado a otro, y jugar con él como con una muñeca. ¿Cómo surgen tales supersticiones, si no fuera que nuestra naturaleza está tan dispuesta a hundir las cosas como una piedra? Y cuando digo que estamos inclinados a hundir las cosas, es porque quisiéramos constantemente bajar a Dios, con todo lo que sabemos de él, y quisiéramos que él fuera semejante a nosotros. Vemos entonces, por experiencia, que los hombres siempre han querido tener a Jesucristo con ellos en la carne, pero por otra parte vemos que los ángeles, queriendo librarnos de tales especulaciones, dijeron: "Hombres dc Galilea, ¿por qué están parados allí, mirando al cielo?" Es cierto que buscando a nuestro Señor es muy necesario que elevemos nuestros espíritus al cielo, pero no debemos buscarlo conforme a nuestros sentidos y a nuestro entendimiento, sino que ahora debe controlarnos la fe. ¿Acaso no sabemos que la fe sobrepasa toda sensibilidad humana? Porque no es una facultad que los hombres hayan heredado, sino una gracia que Dios les da al corregir su naturaleza. Entonces, tenemos que buscar a nuestro Señor, pero no con los ojos, ni con los oídos, ni con los pies, ni con las manos; si no que la fe tiene que proporcionarnos todo que nos hace falta. Así que, cuando hayamos oído este pasaje, estaremos suficientemente armados contra estos caprichos de los que está impregnado el papado entero, diciendo de un pedazo de pan: "Esto es Dios," y creyendo que pueden encerrarlo como a una muñeca. Digo que estaremos suficientemente armados para el encuentro con ellos sabiendo lo que dice aquí, que no debemos buscarlo conforme a los sentidos naturales del hombre, sino únicamente por fe. Además somos amonestados a no dar rienda suelta a nuestras supersticiones, y a no pensar que podemos tener corporalmente a Dios con nosotros. Puesto que este pecado ha estado siempre con el hombre, es tanto más necesario que en este caso seamos sabios. Sabemos que los judíos dijeron a Aarón: "Haznos dioses." Así es cómo los hombres quieren tener a Dios con ellos y manipularlo, y hacer con él lo que quieren. Entonces, recordemos siempre este pasaje para armarnos para el encuentro con este pecado. Porque si bien Jesucristo nos ha declarado estar con nosotros, y aunque el sea nuestro Hermano, no podemos tenerlo con nosotros sino por fe, y cuando él se presenta a sí mismo no tenemos que imaginárnoslo según nuestra fantasía.
Además, sabiendo que Jesucristo ha subido a esa gloria celestial notemos por qué está allí: En primer lugar, para recordamos de lo que está escrito, de que no ha entrado a un santuario hecho por la mano del hombre, sino que está en el cielo, y que allí arriba está intercediendo por nosotros delante de Dios su Padre. Y que, cuando pensamos orar a Dios, seremos rechazados a menos que Jesucristo esté allí en nuestro nombre. Puesto que está allí El es nuestro Intercesor, presentando allí nuestras oraciones y haciendo que sean contestadas, como si nosotros tuviéramos el privilegio de decir lo que tenemos que hacer y de derramar nuestro corazón delante de Dios. Esto es lo que hemos visto en la Epístola a los Hebreos, que así como el sumo sacerdote entraba al santuario en favor de todos los hombres, así también, puesto que Jesucristo está en los cielos, tenemos que tener la seguridad de que está allá para interceder por nosotros. Porque el sumo sacerdote, al entrar al lugar santo, llevaba en su cabeza (sic) los nombres de los hijos de Israel, y delante suyo llevaba doce piedras que significaban los doce linajes de la descendencia del pueblo a efectos de mostrar que, si bien entraba sólo, lo hacía en favor de todos. Además, puesto que Jesucristo ha entrado al cielo, y que nos lleva allí, a pesar de que somos bestias brutas, y que también lleva nuestros nombres delante de Dios mostrando que nos tiene en su corazón, no tenemos por qué dudar cuando oramos a Dios; podemos, en cambio, estar seguros de que nuestras oraciones siempre serán aceptables a él, puesto que oramos por medio de Jesucristo. Y si esto fuese bien entendido no habría tantas supersticiones en el papado. ¿Por qué tienen tantos patronos? ¿Por qué recurren a la virgen María? Porque nunca han entendido por qué Jesucristo fue así al cielo. Porque si hubieran entendido que subió para ser nuestro intercesor, nunca se habrían considerado indignos para ofrecer sus pedidos a Dios necesitando en consecuencia otros abogados. En cambio, podían haber entendido que, puesto que Jesucristo está allá en nombre nuestro, nosotros podemos tener acceso allá sin recurrir a patronos y abogados.
Además Jesús ha ascendido de tal manera que estando sentado a la diestra de Dios su Padre, pueda gobernar al mundo y pueda gobernarlo de tal manera de ayudar siempre a los que creen en él, y de los cuales tiene cuidado especial. Si Jesucristo hubiera seguido siempre con nosotros, además de que estaríamos más dados a la superstición, no tendría este poder mediante el cual todas las cosas le están sujetas. Es cierto que podría haberlo tenido, pero no hablamos de él sin seguir el orden que nos ha dado en su Evangelio. Y realmente, sería necio disputar si podría haber hecho esto o aquello de otra manera. Porque su poder es infinito. Así como después de su resurrección dijo que todo el poder le era dado por Dios, así también creemos que está sentado a la diestra de Dios el Padre todopoderoso. ¿Acaso ello significa que tiene un trono allí y que se limita a estar sentado allí? De ninguna manera. Si no que está allí a la diestra de Dios como el lugarteniente de Dios. Si osáramos estar allí ante esta gloriosa majestad de Dios, seríamos derribados y turbados, entonces, para tener acceso allí contamos con Jesucristo a quien están sujetas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra. Ahora bien, aunque Jesucristo tiene eternamente todo el poder, nosotros seguimos diciendo que está sentado a la diestra de Dios, habiendo afirmado que ha ascendido al cielo. Por eso, después de su Ascensión él tiene preeminencia en todo sentido.
Ahora bien, debemos notar que este reinado de Jesucristo es para nosotros, porque no había necesidad de hacerlo para sí mismo, puesto que está eternamente con el Padre. ¿Pero qué sigue entonces? El está a la diestra de Dios en esta naturaleza que ha asumido con nosotros. Esto es así para que estemos seguros de que, puesto que estamos bajo su protección, ningún mal puede ocurrirnos. Es cierto, él permitirá que seamos impedidos por nuestra carne, y rodeados de muchas miserias. ¿Pero qué de ello? El siempre está dispuesto a extendemos su mano, y tenemos que estar seguros de que, si bien sufrimos por un tiempo, el final de ello será para nuestra salvación. Eso es lo que se tiene que entender cuando se habla de su Ascensión. Consecuentemente, puesto que ha subido allí y está por nosotros en el cielo, notemos que no tenemos que tener miedo de estar en este mundo. Es cierto que estamos sujetos a tantas miserias que nuestra condición es digna de lástima, pero ello no tiene que asombramos, ni tenemos que limitar nuestra atención a nosotros mismos. Así que, miramos a nuestra Cabeza que ya está en el cielo, y decimos: "Aunque yo soy débil, allí está Jesucristo que es suficientemente poderoso para hacerme estar firme. Aunque yo soy débil allí está Jesucristo que es mi fuerza. Aunque yo estoy lleno de toda miseria, Jesucristo está en gloria inmortal y lo que él tiene algún día me será dado a mí, y seré partícipe de todos sus beneficios. Sí, el diablo es llamado príncipe de este mundo. ¿Pero que importa? Jesucristo lo tiene bajo control, porque él es el Rey del cielo y de la tierra. Hay diablos encima nosotros, en el aire, que luchan contra nosotros. ¿Pero qué importa? Encima de ellos reina Jesucristo teniendo completo control de la batalla. Así que, no tenemos que dudar que nos da la victoria. Aquí estoy sujeto a muchos cambios que pueden desanimarme. ¿Pero qué importa? El Hijo de Dios es mi Cabeza, y él está exento de todo cambio. Entonces tengo que tener confianza en él. Es así cómo tenemos que mirar su Ascensión, aplicando el beneficio a nosotros mismos.
Ahora prestemos atención a lo que dijeron los ángeles: Ustedes le verán venir del cielo así como le han visto ir allí," para significar que no tenemos que esperar en él excepto cuando él venga en el Día del Juicio. Todo esto no solamente debería quitar toda superstición de nosotros, sino que debería acercarnos a él en el cielo. Ya hemos dicho que debemos verlo únicamente por fe. Puesto que es así, consideremos lo que San Pablo dice a los colosenses: "Puesto que Jesucristo, que es vuestra Cabeza y en quien tienen toda su vida, está en el cielo, ustedes tienen que tener su corazón y su mente allá, aunque corporalmente ustedes estén aquí."  Sabiendo nosotros que Jesucristo está en las alturas, tenemos que aprender a renunciar al mundo, a efectos de ser unidos a él. Hay una gran distancia entre él y nosotros, y estaremos separados de él a menos que usemos los medios que nos da San Pablo, que consiste en despojamos de estos miembros terrenales, los que explica luego diciendo que son lujurias: Avaricia, glotonería, orgullo, envidia y toda cosa semejante.  Entonces, ¿queremos ser partícipes de esta Ascensión? No tenemos que estar separados de él. ¿Pero cómo seremos unidos a él? Tenemos que quitarnos estos miembros terrenales y cosas que nos retienen aquí abajo. Algunos están dados a la lujuria, otros a la venganza, otros a glotonería y otros a otros pecados. Aunque la fe nos eleva, nuestros sentimientos tienen que seguir para que podamos renunciar al mundo entero y a todas la cosas que podrían impedirnos ser unidos a nuestra Cabeza. Es por eso que dice que vendrá así como fue visto ir al cielo, para que aprendamos a unimos a él por medio del afecto de nuestro corazón. Por lo demás, los ángeles no pretenden hablar, ni de las túnicas de Jesucristo, ni de otras cosas; como muchos fanáticos que buscan cosas que no se requieren ni son útiles para la salvación, pero esto los ángeles lo dijeron para mostrar que él vendrá visiblemente. Como si hubieran dicho a los apóstoles: "Les parece mal que su Maestro les haya sido quitado de delante de sus ojos, pero esto no les hará daño en absoluto porque ustedes lo verán volver en esta gloriosa inmortalidad que ahora tiene." Los papistas tienen otras sutilezas de niñitos, diciendo que Dios está en su misa, y que lo tienen con ellos a efectos de jugar con él como quieren. Afirman que es cierto que Jesucristo vendrá en juicio visible y abierto, pero que ahora viene en forma privada y secreta. Es cierto que vienen todos los días a nosotros. No es sin motivo que la Escritura diga que somos visitados por Dios. Además bien decimos que el Evangelio nos es testimonio de su presencia. Pero debemos notar cómo es que habita con nosotros. San Pablo dice que es por fe. Entonces no tenemos que soñar despiertos, sino entender de lo que está hablando San Pablo diciendo: ¿No saben ustedes que son templos de Dios en los que él mora?  Así como Dios es, a través y en todas las cosas, invisible, Jesucristo se comunica con nosotros. Y cuando estamos unidos a él, nuestras almas son alimentadas por la sustancia de su cuerpo (aunque esté arriba en el cielo), pero esto es efectuado por el poder de la fe y por el Espíritu Santo. Porque Jesucristo no desciende corporalmente. Por lo cual los papistas son demasiado ignorantes diciendo que El viene privadamente,   y que se amolda debajo del pan y debajo del vino.
Puesto que sabemos lo que significa esta palabra, apliquémosla a nuestro uso. Hemos dicho que los ángeles prometieron a los apóstoles que, si bien lo habían visto ascender al cielo, él volvería. ¿De qué provecho sería para nosotros que él haya descendido para sufrir la muerte y pasión, si no tuviéramos la esperanza de volver a verlo nunca? Pero al tener la promesa de que tiene que volver para reunirnos y unimos a él, es en ello que debiéramos ser consolados. Entonces, esto no fue dicho únicamente para los apóstoles, sino que fue dicho para nosotros. Y nosotros tenemos que aprender a ser consolados en esto, que si bien estamos separados de él por una gran distancia, no obstante él aparecerá para nuestra redención. Así que debiéramos levantar nuestras cabezas y vencer así todas las molestias que nos podrían sobrevenir. En efecto, de esta manera podemos juzgar claramente si tenemos o no, fe en Jesucristo. Porque si, cuando se nos dice que él vuelve  nos regocijamos en ello, y en nuestro corazón experimentarnos un deseo por su venida, ello es señal de que tenemos verdadera fe en él. Contrariamente, si sentimos temor ante aquel día, y si pensamos que nos apartaríamos voluntariamente si ello fuera posible, ello es señal de nuestra incredulidad. Ahora bien se ve claramente que en todo el mundo la fe es muy escasa. Porque deberíamos sentirnos consolados cuando se nos habla de su venida, puesto que ese es el día de nuestra redención, como dice San Pablo en Romanos 8.  Pero se hace, muy poco al respecto. Entonces, si nos sentimos tristes cuando se nos menciona su venida, ¿será ello una señal de que no esperamos que Jesucristo sea nuestro Redentor? Es cierto que nuestra redención ha sido cumplida por su muerte, no obstante, cuando seamos despojados de este cuerpo, también seremos despojados de la servidumbre al pecado. Es por eso que la muerte debiera ser deseable para nosotros. Entonces, puesto que la redención universal no ocurrirá sino el día final, también tenemos que gemir como gimen todas las criaturas esperando ese día porque están sujetas a corrupción por culpa del pecado del hombre, y anhelan ser libradas de ello.
De modo entonces, los cielos y la tierra, y todas las criaturas desean que aparezca Jesucristo, a efectos de restaurar todas las cosas. ¿Acaso no sería una gran vergüenza para nosotros si no deseamos su venida más que las bestias insensibles? Porque no solamente hemos recibido el entendimiento que Dios nos ha dado como hombres mortales, sino que nos ha dado el espíritu para anhelar su advenimiento. Y, no desear absolutamente este día es una señal segura de incredulidad. Y si no levantarnos nuestras cabezas siempre y cada vez que nos habla esta palabra, demostramos suficientemente que no tenemos fe en Jesucristo. Además, aunque los creyentes reciban consuelo de esta sentencia, los malvados tienen que sentir temor en su interior ante la venida de Jesús. Y, aunque no hagan sino mofarse, no obstante les sobreviene un temor en el corazón, y porque en su juicio nuestro Señor puede rechazarlos. Y no es sin motivos que muchas personas entienden a Jesucristo únicamente como su Juez; es porque no quisieron recibirlo cuando Dios quiso ofrecérselo como Redentor. Es cierto que muchos no hacen sino reírse de ello. Tendrán que experimentar a aquel a quien han desafiado. Como también hay algunos que si hoy se les habla del juicio dirán: "Bien, tal vez. El tiempo lo revelará; que venga." Como. mis bufones, que vinieron el miércoles pasado a este lugar para burlarse, que no están satisfechos con ser indignos y con desafiar a Dios en las tabernas, sino que vienen aquí para comportarse como monstruos exhibiendo su impiedad e impudencia; y para mostrar que son tan desvergonzados como prostitutas, viniendo para burlarse de Dios y de su palabra incluso en este templo y en la presencia de sus fieles. Ahora bien, ¿de quién se mofan ahora? Digo que experimentarán a aquel a quien han desafiado. Porque él vendrá, él vendrá. Y Jesús no ha ascendido al cielo para soportar que los malvados se mofen sin tomar venganza. Sino que tiene su registro para anotar todas sus burlas. Y puesto que voluntariamente no quieren venir a cuentas, tendrán que recibir su juicio con los diablos, con sus padres y con sus hermanos. Ahora, ya que esta doctrina nos es dada para nuestra instrucción, aprendamos a humillarnos a tiempo, y a rendir homenaje a Jesucristo; puesto que él es el Príncipe de los ángeles, y éstos le obedecen, hagámosles compañía en esto. Y, teniendo esta seguridad de que por amor a nosotros está delante de Dios, no tengamos temor de orar a él. Además, consolémonos si actualmente soportamos mucho sufrimiento, y esperemos el día de Dios, en el cual el Señor Jesucristo ha prometido venir para unirnos a él.
Siguiendo esta santa enseñanza vamos a inclinamos en humilde reverencia ante el rostro de Dios.

***


.