SAGRADAS ESCRITURAS. LIBRO DE LOS SALMOS. CAPÍTULO 90

ETERNIDAD   DIVINA      VERSUS      DECADENCIA   HUMANA

por Rafael Correa V.

Si fuese posible para el ser humano alargar sus días para lograr sus cometidos lo haría,  so pretexto de  contribuir y servir a la sociedad. Y esto sin tener en cuenta a Dios so pena de caer en sus justos juicios.

La era del presente siglo se muestra desafiante y autosuficiente frente al auge mercantil que se cierne en los tiempos actuales. El hombre tecnológico y económico se impone y se promueve a sí mismo haciendo honor de sus alardes de progreso y postmodernidad; es decir, sin sentido de pertenencia por lo sacro, y menos por el bien común de los mortales. En consecuencia, el ser humano en sí y de por sí – por mucho que crezca en su desarrollo en todos los frentes    -  jamás podrá generar un futuro promisorio y estable para las presentes y próximas generaciones. Siempre ha reinado incertidumbre; si bien periodos de vacas gordas pero a la espera de las vacas flacas. Por qué entonces se ha paseado campante y rampante tal flagelo por siglos y siglos sin que persona alguna lo haya extirpado. La razón de razones es que los mortales han querido labrar la tierra sin la bendición y anuencia del dueño de la misma. Dios. De donde se  sigue que hay que volver a leer las Escrituras para reconocer que el Señor es eterno, sus obras son eternas; mientras que lo que puede hacer el hombre es vacío si no cuenta con la bendición de Él. Por eso es necesario que se inicie considerando El himno de Gloria número 90 de la Biblia.

          Siendo que el hombre del siglo XXI  procura renovar y desarrollar mundos sofisticados con el fin de mostrar sus logros y avances científicos,  aún no ha caído en la cuenta de que hay un Señor – Rey,  que gobierna, que dirige y que sostiene todas las cosas habidas en el campo de acción del ser humano. Precisa considerar que ha sido Dios  quien generación tras generación ha permitido que el hombre tecnológico de hoy  y rupestre de entonces haya conseguido avances para facilitar la mano labradora de las civilizaciones. En las primeras frases del Salmo 90 encontramos el dicho de Moisés inspirado por el Espíritu de Dios: “Señor, tú nos has sido refugio, de generación en generación”. De donde se sigue  que el líder israelita confesó que su Dios era quien le había acompañado en todas las hazañas que él había sido instrumento. No obstante, la capacitación humana que recibió este estadista en tierras egipcias cuando estuvo al píe de los faraones;  no fueron estas las que trajeron confianza y victoria en la  vida de este siervo eclesiástico,  político y pastoril del pueblo de Dios. Sea entonces un punto de referencia ese ejemplo para aquellos que promueven un progreso de la sociedad pero sin Dios. Dios es eterno, y antes que las cosas fueran Él es. “Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios”.

           Reconociendo al Creador antes de las criaturas, no cabe duda de que Dios se establece en una eternidad ilimitada, su registro de existencia tiene su causa en sí mismo, y Él es sin principio con respecto a Su propio Ser. Surge aquí un interrogante; y es, qué es el hombre para que  Dios tenga de él consideración. Pues, a decir verdad por sí mismo el hombre es un poco menos que el  viento, que un  sueño, que la hierba que por la mañana crece y por la tarde se seca, como el ocaso o como un suspiro que al parecer se oye pero vuelve a desaparecer. Así que, es pertinente que se declare este Salmo 90 a los cuatro vientos para que las generaciones entiendan y se aperciban de que sólo se pude avanzar con la ayuda del Señor. Cualquier progreso o desarrollo de las naciones sin la bendición de Dios es falacia y sofisma de distracción.  “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño”. (Salmo 127:1,2).

          Lo anterior,  y según la lectura del Salmo 90 nos permite inferir que, la temporalidad del ser humano frente a la eternidad de Dios ni se puede medir ni se puede comparar porque la una es incompatible con la otra. Y sin embargo, a Dios le ha placido relacionarse con las generaciones para que estas dependan en lo absoluto de Él, y de esa manera labren la tierra, forjen desarrollo con altura y sostenibilidad. No obstante, la experiencia ha sido otra, por eso la incertidumbre que se habló con anterioridad.  Por qué las cosas han venido mal desde los  prístinos tiempos; pues, porque la raza humana transgredió la ley de Dios en el mismo huerto del Edén (Rom. 5:12) de ahí que todo fruto de la sociedad es estéril si no está revestido de la gracia del Señor Jesucristo. (Juan 15:1-5). Es imprescindible que se comprenda que si se vive hoy con ciertas comodidades ha sido por la mano de Dios obrando a través de muchos personajes que Él ha querido usar en el desarrollo de Su mundo y de Su universo. (Salmo 24; Heb.11:3).

Hasta ahora se ha demostrado con creces que Dios es el único que puede promover un verdadero desarrollo para las naciones y particularmente para Su iglesia, que el hombre de por sí fracasa y que cualquier avance es cáscara verde por fuera y podrida por dentro. La razón es que sólo en  Dios las cosas subsisten y se sostienen.  Si se tiene en cuenta el principio original del Creador  establecido en Génesis 2: 15 “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”  lo cual nos permite concluir que el propósito de Dios es que las criaturas administren Su Creación para su honor y gloria. Lo nefasto y trágico del asunto es que el hombre está desprovisto de los bienes divinos y ello lo lleva a labrar sin el consentimiento del Hacedor de todas las cosas. Y claro, a causa de sus transgresiones  está siendo visto con la misma ira de Dios. Está siendo reducido como polvo por el Señor, sus días se marchan como el ocaso y nada podrá alcanzar si no vuelve a  Jesucristo.

            Si el hombre se preocupa por construir por sí mismo mundos sofisticados y duraderos como se indicó en el segundo párrafo, y fracasa en el tiempo; qué esperanza hay entonces para que haya una sociedad justa y próspera en los días sucesivos. Solamente volviendo a Jesucristo y ser  gobernado bajo el régimen del Mesías prometido (Isaías 11).  Además, reflexiónese a partir del siguiente consejo de Dios  “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. Vuélvete, oh Jehová; ¿hasta cuándo? Y aplácate para con tus siervos.  De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días.  Alégranos conforme a los días que nos afligiste, y los años en que vimos el mal. Aparezca en tus siervos tu obra, y tu gloria sobre sus hijos. Sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros, la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros; sí, la obra de nuestras manos confirma”. No queda entonces otro pensamiento para el ser humano sino  reconocer que Dios es eterno y las criaturas son temporales. Y que éstas  le deben toda dependencia y seguridad a Él. En consecuencia, cada día se debe presentar nuestro quehacer en sus manos para que lo bendiga y le dé el verdadero crecimiento.



Por,
Rafael Correa V.
Bogotá, octubre de 2010
hjoserafael7@hotmail.com

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