EXPERIENCIAS DE CONTRICIÓN Y EXALTACIÓN EN LA VIDA DE JONATHAN EDWARDS

“Muy seguido desde el avivamiento en este pueblo, he tenido visiones que me han afectado de mi propia pecaminosidad y vileza; muy frecuentemente a tal grado, de mantenerme llorando suavemente, algunas veces por un tiempo considerable, de tal manera que me he visto forzado a encerrarme. He tenido un vasto y muy grande sentido de mi propia iniquidad, y la maldad de mi corazón, más de lo que  lo había  tenido  antes de mi conversión. Me ha parecido muy seguido, que si Dios me culpara de iniquidad, yo aparecería como el peor de toda la humanidad; de todo lo que ha existido desde el principio de este mundo hasta este día; y que yo debería tener el lugar más bajo del infierno.  Cuando otros que han venido a hablar conmigo acerca de las preocupaciones de su alma, me han expresado la percepción que ellos tenían de su propia iniquidad, por decirlo así, que se les figuraba a ellos que eran tan malos como el mismo demonio; Yo creía que sus expresiones eran extraordinariamente  obscuras y débiles como para representar mi iniquidad.

Mi iniquidad, como la veo en mi mismo, hace mucho tiempo que me ha parecido perfectamente inefable, y  soportando todo pensamiento e imaginación; como un infinito diluvio , o montañas sobre mi cabeza. Yo no sé como expresar mejor como me parecen mis pecados a mí, que amontonando lo infinito sobre lo infinito, y multiplicando infinito por infinito. Frecuentemente, por todos estos años, estas expresiones han estado en mi mente y en mi boca, “infinito sobre infinito----Infinito sobre infinito!” Cuando veo dentro de mi corazón y  tengo una visión de mi iniquidad, se ve como un abismo, infinitamente más profundo que el infierno. Y pienso que si no fuera por la gracia gratuita, exaltada y levantada hasta las infinitas alturas de la plenitud y gloria del gran Jehová, y el brazo de su poder y gracia extendido en toda la majestad de su poder, y en toda la gloria de su soberanía, yo estaría hundido en mis pecados debajo del mismo infierno;  mucho muy lejos de la vista de cada cosa, excepto del ojo de la gracia soberana que puede perforar aún hasta tal profundidad. Y aún así, me parece que mi convicción de pecado es extraordinariamente pequeña y débil; esto es suficiente para sorprenderme de que no tenga yo una mayor percepción de mi pecado. Yo sé ciertamente que tengo un muy pequeño sentido de mi pecaminosidad. Cuando he estado teniendo turnos de lágrimas y llanto por mis pecados, he pensado que yo sabía en ese tiempo, que mi arrepentimiento era nada comparado con mi pecado. Yo he anhelado grandemente desde hace tiempo, el tener un corazón quebrantado, y de postrarme delante de Dios, y  cuando yo pido humildad,  no puedo soportar los pensamientos de no ser más humilde que otros Cristianos. Me parece que a pesar de que sus grados de humildad pueden ser adecuados para ellos, aún así, sería una vil auto-exaltación en mí, el no ser el más bajo en humildad de toda la humanidad. Otros hablan de sus anhelos, de ser “humillados hasta el polvo”; y  esa sería una expresión adecuada para ellos, pero yo siempre he pensado de mi mismo, que yo debería, y esta es una expresión que ha sido desde hace mucho tiempo, algo natural para mí el utilizarla en la oración, “morar infinitamente bajo delante de Dios.” Y esto es lastimoso pensar, cuán ignorante era yo, cuando era un Cristiano joven, de los abismos e infinitas profundidades de la iniquidad, orgullo, hipocresía, y engaño, que existían en mi corazón.

“Tengo un mucho mayor sentido de mi extraordinaria dependencia de la gracia y fortaleza de Dios y del simple y buen deleite de antaño que yo solía experimentar;  y he experimentado más de un aborrecimiento de mi propia justicia. El simple pensamiento de cualquier gozo elevándose en mí, o de cualquier consideración de mi propia amabilidad, acciones, o experiencias o de cualquier bondad de corazón o vida, es nauseabundo y detestable para mí. Y así, soy grandemente afligido con un orgullo y  un espíritu de justicia propia, mucho más sensiblemente de lo que solía serlo anteriormente. Veo esa serpiente levantándose y sacando su cabeza continuamente, en dondequiera, alrededor mío.

“Pienso que me parece, que en algunos aspectos yo era mucho mejor Cristiano, por dos o tres años después de mi primera conversión, de lo que soy ahora; y vivía en un más constante deleite y placer,  aun cuando en los últimos años, he tenido un mucho más completo y constante sentido de la absoluta soberanía de Dios, y un deleite en esa soberanía, y he tenido una mucho mayor percepción de la gloria de Cristo, como el Intercesor revelado en los evangelios. En la noche de un sábado en particular, yo tuve tal descubrimiento de la excelencia del evangelio muy por arriba de otras doctrinas, que no podía más que decirme a mí mismo, “Esta es mi luz escogida, mi doctrina escogida; y de Cristo: “Este es mi Profeta escogido”. Me parecía dulce, más allá de toda expresión, el seguir a Cristo, y el ser enseñado, y alumbrado, e instruido por él; aprender de  el, y vivir para el. Otro sábado por la noche (Junio de 1739), tuve tal sensación de cuán dulce y bendita cosa era el caminar en el camino del deber;  hacer aquello que era correcto y   encontrarlo apropiado para ser hecho, y agradable para la santa mente de Dios; que me ocasionó el quebrantarme en una especie de llanto  en voz alta, por algún tiempo, de manera que me vi obligado a encerrarme, y asegurar las puertas. Yo no podía hacer otra cosa que, clamar a gran voz “Cuan felices son ellos, los que hacen lo correcto a los ojos de Dios!  Ciertamente ellos son benditos, ellos son los felices! . Yo sentía al mismo tiempo, un tierno afecto,  cuán adecuado y  conveniente era que Dios deba gobernar el mundo, y ordenar todas las cosas de conformidad con su propio agrado; y me  regocijé en ello, que Dios reina y que su voluntad se hacía.”

Desde que vine a Northampton, he tenido frecuentemente, una dulce complacencia en Dios,  en la visión de su gloriosa perfección, y de la excelencia de Jesucristo. Dios se me ha manifestado  como un glorioso y amoroso Ser, principalmente en cuanto a su libertad. La santidad de Dios siempre me ha parecido el más hermoso de todos sus atributos. Las doctrinas de Dios una absoluta soberanía y gracia gratuita, al mostrar misericordia a quién El desea mostrarla; y  la absoluta dependencia del hombre para sus obras, del Espíritu Santo de Dios, me han parecido muy frecuentemente, unas dulces y gloriosas doctrinas.  Estas doctrinas han sido en gran manera mi delicia. La soberanía de Dios siempre me ha parecido como una gran parte de su gloria. Ha sido  mi deleite el acercarme a Dios y adorarlo como a un Dios soberano, y pedirle de su soberana misericordia.

“He amado las doctrinas del Evangelio; ellas han sido para mi alma como pastos verdes.  El evangelio me ha parecido el más rico tesoro; el tesoro que he deseado y anhelado que pueda morar ricamente en mí. El camino de salvación por Cristo ha sido para mi, de una manera general, glorioso y excelente, el  más agradable y más hermoso. Muy seguido me parecía que el podría en gran medida, arrebatar los cielos, para recibirlo en cualquier otra forma.  Ese texto ha sido muchas veces para mí  tierno y delicioso, Isaías 32:2 “Y será aquel varón como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión, et.c.”

Muy a menudo me ha parecido a mí, delicioso el estar unido a Cristo; tenerlo a el por mi Cabeza, y ser un miembro de su cuerpo;  también tener a Cristo por mi Maestro y Profeta. Yo seguido pienso con dulzura y anhelos y palpitaciones del alma, el ser un niño pequeño, agarrándose de Cristo para ser conducido por el a través del desierto de este mundo. Ese texto de Mateo 18:3 ha sido muy dulce frecuentemente para mí, el recibir la salvación de él, siendo yo pobre en espíritu, y estando bastante vacío en mi ser, humildemente exaltarlo a El únicamente;  cortado completamente de mi propia raíz, cambiar de dirección para crecer por dentro y fuera en Cristo; tener a Dios en Cristo para que sea el todo en todo; y vivir por fe en el Hijo de Dios, una vida de humildad, teniendo una genuina confianza en El. Esa escritura ha sido frecuentemente dulce para mí Salmo 115:1 “No a nosotros oh Jehová, no a nosotros, sino a tu Nombre da gloria por tu misericordia, por tu verdad.” Y esas palabras de Cristo que aparecen en Lucas 10:21 “En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu y dijo: Yo te alabo oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.”Esa soberanía de Dios, en la cual Cristo se regocija, me parece digna de tal gozo; y ese regocijarse me muestra la excelencia de Cristo y de qué Espíritu El era.

Algunas veces, el solo mencionar una simple palabra hace que mi corazón arda dentro de mí; o solamente con ver el nombre de Cristo, o el nombre de alguno de los atributos de Dios.  Y Dios se me ha manifestado  glorioso en cuanto a la Trinidad. El ha ocasionado en mí el tener pensamientos de exaltación a Dios, al pensar que El existe en tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.  Los más dulces gozos y deleites que yo he experimentado no han sido aquellos provenientes de una esperanza en mi propia condición, sino por la visión directa de las gloriosas cosas del evangelio. Cuando disfruto esta dulzura, parece como si me llevara más arriba de los pensamientos de mi propia condición o estado, me parece, en tales ocasiones, una pérdida que no puedo soportar, el quitar mis ojos del objeto que estoy contemplando y colocar mis ojos sobre mi mismo y sobre mi buena condición. “Mi corazón está muy pendiente del progreso del reino de Cristo en el mundo. Las historias del progreso en tiempos pasados, del reino de Cristo, han sido dulces para mí. Cuando he estado leyendo historias de las épocas pasadas, las cosas placenteras, en todas mis lecturas, han sido, el leer que el reino de Cristo ha estado siendo anunciado. Y estando expectante en mi lectura, de encontrarme con tal cosa, me he regocijado con esa perspectiva durante todo el tiempo de mi lectura. Y mi mente ha estado muy entretenida y deleitada con las promesas y profecías que aparecen en las Escrituras, y que relatan sobre el futuro glorioso del progreso del reino de Cristo sobre la tierra. He tenido en algunas ocasiones, una percepción de la excelente llenura de Cristo y de su aptitud y   conveniencia como Salvador  en donde el se ha manifestado a mi, por encima de todo, como el Capitán de diez mil. Su sangre y propiciación han sido dulces, y su justicia también dulce la cual estuvo siempre acompañada con ardor de espíritu; y de luchas interiores y suspiros, y gemidos que no se pueden describir,  para ser vaciado de mi mismo, y absorbido en Cristo.

“Una vez, en 1737, mientras yo cabalgaba por los bosques debido a mi salud, , habiéndome bajado de mi caballo en un lugar apartado, así como era mi costumbre,  de caminar en divina contemplación y oración, tuve una visión, que para mí fue extraordinaria, de la gloria del Hijo de Dios, como Mediador entre Dios y los hombres, y su hermosura, grandeza, plenitud, pura y dulce gracia y amor, y mansedumbre y gentil condescendencia. Esta gracia que se veía tan llena de paz y dulzura, aparecía también grande arriba de los cielos. La persona de Cristo parecía inefablemente excelente, con una excelencia suficientemente grande como para absorber todo pensamiento e imagen----la cual continuó tanto como yo puedo juzgar, por cerca de una hora, que me mantuvo la mayor parte del tiempo en un diluvio de lágrimas, y sollozando en voz alta. Yo sentía un anhelo en mi alma de ser, yo no sé otra forma de expresarlo, vaciado y aniquilado; postrado en el polvo, y estar lleno únicamente de Cristo; amarlo con un amor santo y puro ; vivir para El; servirle y seguirle a El; y ser completamente santificado y hecho puro, con una pureza divina y celestial. En varias ocasiones tuve visiones de la misma naturaleza, y las cuales han tenido también los mismos efectos.

He tenido muchas veces la visión de la gloria de la Tercera Persona de la Trinidad, y su oficio como Santificador, en sus santas operaciones, comunicando la luz divina y la vida al alma. Dios en los tratos de su Santo Espíritu, se ha manifestado como una infinita fuente de divina gloria y dulzura; estando lleno y siendo suficiente para satisfacer el alma; derramándose así mismo en dulces tratos; como el sol en su gloria, dulce y placenteramente difundiendo su luz y su vida. Y he tenido algunas veces una percepción de la excelencia de la palabra de Dios como una palabra de vida; como la luz de vida, una dulce, excelente, palabra dadora de vida, acompañada por una sed, después de que ha sido leída, de que ella more en abundancia en mi corazón.

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