Hermenéutica Reformada

por Claudio Garrido Sepúlveda

0. Abstracto
La hermenéutica sacra ha tenido un desarrollo análogo a las distintas tendencias teológicas que han surgido a lo largo de la historia. En este marco, naturalmente la Reforma protestante del siglo XVI desempeña un papel fundamental como momento en el cual la Escritura volvió a ser estudiada con la libertad debida. Para los cristianos del presente siglo que intentamos seguir con fidelidad el mensaje bíblico primigenio, nos resulta elemental rememorar el espíritu reformado que, con ayuda y dirección divina, logró recuperar los principios de interpretación bíblica que más se ajustan a las demandas del Libro de Dios.


1. La interpretación en tiempos apostólicos
Desde la conformación de la iglesia de Cristo en tiempos apostólicos, la enseñanza de la Palabra o kerigma comenzó a especializarse de acuerdo con los dones específicos que Dios dispuso: apóstol, profeta, pastor, doctor (o maestro) y evangelista. Cada cual estuvo encargado de transmitir la doctrina cristiana, con énfasis en distintos aspectos de la misma verdad: Jesús, el Hijo de Dios. Estos dones, en un primer momento, fueron poderosamente usados por el Espíritu Santo en la expansión del evangelio. En dicho momento, una de las enormes fortalezas de los primeros cristianos fue la resolución firme de permanecer fieles a la enseñanza apostólica: “y perseveraban en la doctrina de los apóstoles” (Hechos 2:42). No obstante, a medida que la enseñanza se distanciaba en tiempo de los sucesos fundacionales del cristianismo, la Palabra recibió los primeros embates, de aquellos falsos maestros que desvirtuaban el contenido evangélico en función de otros evangelios, distintos al de Cristo (Gálatas 1:8). De inmediato, Dios puso en el corazón de fieles cristianos la convicción de contender por la fe una vez dada a los santos (Judas 8). Dicha contienda disponía de un arma fundamental: la exégesis o interpretación adecuada de la Escritura. Esta actividad fue desarrollada por el mismo Maestro, al esclarecer el sentido de sus parábolas; fue practicada fielmente por los apóstoles al citar La Ley y los Profetas (Antiguo Testamento), cada vez que predicaban a Jesús como el Mesías prefigurado en las Escrituras y, asimismo, está muy bien atestiguada en las cartas apostólicas. La seria convicción de enseñar la Escritura conforme a una exégesis correcta es la que llevó a Pedro a escribir que “ninguna profecía es de particular interpretación” (2 Pedro 2:20). El mismo Pedro, refiriéndose a los escritos y enseñanzas de Pablo, advierte que “hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos é inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para perdición de sí mismos” (2 pedro 3:16). Como conclusión de estos planteamientos, resulta sumamente claro que Cristo y los apóstoles emplearon principios hermenéuticos adecuados. A medida que la iglesia crecía, algunos permanecieron fieles a estas pautas, pero otros torcieron las Escrituras y derivaron en falsas doctrinas.

2. El concepto de hermenéutica
Podemos denominar hermenéutica, en términos sencillos, a los principios y reglas que deben regir la correcta exégesis o interpretación. El término proviene del verbo griego hermeneuo usado en pasajes como Juan 9:7: “díjole: Ve, lávate en el estanque de Siloé (que significa, si lo interpretares, Enviado) […]”. La hermenéutica, así entendida, constituyó una herramienta importantísima que ayudó, a la iglesia cristiana primitiva, a disminuir las diferencias y ambigüedades existentes al momento de acercarse a la Escritura. Si fue útil en aquellos tiempos, cuánto más lo será en la actualidad, a quienes procuramos aproximarnos a la Biblia, el sagrado libro escrito en lenguas antiguas (dos de las cuales se extinguieron), en épocas remotas, en circunstancias culturales divergentes de las nuestras y por unos cuarenta escritores, todos muy diferentes entre sí. A modo de ejemplo, si leemos de manera atomista las palabras de Pablo en la primera carta a los Corintios (15:19): “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, los más miserables somos de todos los hombres”, fácilmente podríamos llegar a conclusiones equivocadas acerca de la fe en Jesús. La ambigüedad de esta expresión queda absolutamente clara al leer los versículos antecedentes y consecuentes al señalado, los cuales indican que la fe en un Jesús no resucitado es vana. Es decir, el versículo 19 se trata de una suposición irreal, introducida por el si condicional. Al proceder así, nos hemos apoyado en principios hermenéuticos valiosos, que nos libraron de torcer las Escrituras, concluyendo que efectivamente de nada aprovecha esperar en Jesús, lo cual es falso.

3. La hermenéutica pre-reformada: ese misterioso libro llamado “Biblia”
Una de las mayores problemáticas que se ha suscitado en cuanto a la interpretación bíblica ha sido la del sentido literal o figurado. El lenguaje bíblico es sumamente variado, hallamos una enorme diversidad de géneros literarios: poesía, drama, cantos, legislación, proverbios, fábulas, enigmas, narración histórica, etc. En una lectura simple, muchas veces podemos notar cuándo la Escritura desarrolla temas de manera literal o en modo figurado. Por ejemplo, cuando Jesús dijo que fuéramos como palomas (Mateo 10:16), no quiso decir que debíamos poner huevos, puesto que usa la paloma como figura de comparación para referirse a una determinada virtud: la sencillez. En palabras del mismo Señor, debemos ser sencillos como palomas. En dicho caso, el texto no representa mayor dificultad, no obstante existen pasajes un tanto más oscuros, de los cuales es más difícil precisar si su sentido equivale a uno literal o figurado. Esto sucede en pasajes como las descripciones de la Nueva Jerusalén y el Apocalipsis en general.
Ante esta dificultad, lo primero que debemos tener presente es que los extremos son malos. En el asunto tratado aquí, los extremos que debemos evitar son los siguientes: (1) interpretar toda la Biblia en sentido literal y (2) interpretar toda la Biblia en sentido alegórico o figurado. Este último extremo fue uno de los primeros errores que surgió entre los cristianos alejandrinos, quienes, por influencia de las tendencias filosóficas griegas, aplicaban una interpretación alegórica a toda clase de textos, incluso pasajes históricos o con significado literal. Si bien la mayoría de tales estudiosos no negaba el sentido literal, era sumamente común ponerlo muy por debajo del sentido alegórico. El peligro de este método radica en que pone alas a toda clase de fantasías y oscurece el significado original de las palabras. El método alegórico estuvo estrechamente vinculado al modo de interpretación místico de las Escrituras, que pretendía buscar múltiples profundidades y matices de sentido en cada palabra de la Biblia. A partir de la obra de Clemente y de Orígenes era común emplear un modo cuádruple de interpretación fuertemente especulativa denominada cuadriga medieval. Durante la Edad Media, la Iglesia Católica Romana empleó abusivamente de la cuadriga. Este método proponía que la Biblia debía entenderse en cuatro sentidos: literal (significado sencillo y evidente), moral (el que enseña a cómo comportarse), alegórico (el cual revela el contenido de la fe) y anagógico (que expresa la esperanza futura). Un ejemplo de este método cuádruple de interpretación corresponde a establecer cuatro sentidos para Jerusalén: (1) capital de Judea, (2) el alma del hombre, (3) la iglesia y (4) el cielo. Posteriormente, en la Reforma del siglo XVI, el mismo Lutero se opuso tenazmente a este método.
La mencionada inadecuación de acercarnos a la Biblia con un método de interpretación alegórico-mística no fue la única carencia existente durante el periodo pre-reformado. Durante el medioevo (especialmente en los silos XIV y XV), muchos cristianos, e incluso clérigos, vivieron ignorando completamente la Biblia, la cual era considerada un libro de misterios. El único modo de poder conocerla era mediante el acceso privilegiado de un grupo selecto a la Vulgata y a los escritos patrísticos. La obra de los Padres adquirió un valor superlativo en asuntos doctrinales dentro de los monasterios, de manera que la exégesis estuvo atada a la tradición y a la autoridad de la Iglesia.

4. Principios fundamentales de la hermenéutica reformada
El renacimiento incidió notablemente en el hecho de instaurar las bases de las primeras ediciones de los manuscritos bíblicos en lenguas originales y de las posteriores traducciones a las lenguas modernas. Por lo pronto, los reformadores hicieron énfasis en la necesidad de acudir al texto original, rompiendo así con la tradición católico-romana. Erasmo de Rotterdam facilitó esta nueva exégesis al publicar la primera edición del Nuevo Testamento en 1516. De este modo, el estudio bíblico que emprendieron los reformadores se robusteció lo suficiente como para que los fundamentos bíblicos de los postulados doctrinales esenciales prevalecieran incólumes, por voluntad de Dios, ante todas las embestidas y persecuciones por parte del Papado romano.
Además de escrutar el mensaje divino en su expresión lingüística original, los reformadores redescubrieron las pautas hermenéuticas que la misma Escritura enseña. Tales pautas quitaron el velo con el cual la tradición ocultó durante siglos la revelación de Dios para el hombre. Entre estos principios de exégesis reformada mencionaré los más esenciales:

4.1 Sola Scriptura
Los reformadores creyeron firmemente en la inspiración orgánica de las Escrituras y, conjuntamente, en su infalibilidad. Este fundamento los llevó a considerarla como la autoridad suprema en asuntos de fe y doctrina. Aun cuando la enseñanza bíblica apuntara en dirección contraria, para todos fue determinante que la Biblia debía estar por sobre la autoridad eclesiástica. A partir de entonces, comenzó una nueva era para el cristianismo: la era en que la Iglesia ya no determinaba la enseñanza, sino que la Palabra determinaba lo que la Iglesia debía enseñar.

4.2 Scriptura, Scripturae interpretes (La Escritura es su propio intérprete)
Esto quiere decir que la Escritura debe ser explicada por sí misma, puesto que habla por sí misma. El procedimiento adecuado no consiste en ir a la Biblia para establecer una idea preconcebida, sino al contrario, se trata de ir a la Escritura para hallar en ella la verdad. La errada tendencia pre-reformada se ilustra en la famosa frase de Hugo de San Víctor: “aprende primero lo que debes creer y después ve a la Biblia para hallarlo allí”. Nada más contrario a lo que la propia Palabra nos enseña: “acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1 Corintios 2:13), “Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de particular interpretación […]” (2 Pedro:20), “Porque yo protesto á cualquiera que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere á estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro” (Apocalipsis 22:18,19). Pasajes como éstos debieran impregnar en nuestras conciencias un temor reverencial que nos lleve a estudiar la Biblia de tal modo que no seamos nosotros los que añadamos al texto nuestras propias ideas preconcebidas, sino que sea la Palabra de Dios la que hable a través de nosotros. Esto queda bastante claro con las siguientes imágenes: en el caso incorrecto, la Biblia es un instrumento mediante el cual que el intérprete expone sus ideas; en el caso correcto (reformado) somos nosotros los meros instrumentos por medio de los cuales –y a los cuales- Dios, en Su Palabra, revelará sus verdades. Si tenemos en cuenta esto, nuestro estudio bíblico será enormemente usado por Dios.

4.3 Omnis intellectus ac expositio Scripturae sit analogia fidei (Toda exposición y comprensión de la Escritura esté en conformidad con la analogía de la fe)
Este principio plantea que la Biblia debe ser expuesta y comprendida conforme a la analogía de la fe. Lo que debemos entender por analogía de la fe es la uniforme enseñanza de las Escrituras, de modo que los pasajes difíciles y oscuros deben ser estudiados y entendidos a la luz de la enseñanza general que la Biblia presenta a lo largo de todas sus páginas. Para esto es oportuno recordar que el tema central en ella es Jesucristo (Gálatas 3:24), de manera que cada subtema tratado se relaciona de algún modo con ese gran tema que es nuestro Señor. Además del tema, también debemos fijarnos en su propósito central que consiste en revelar al ser humano el plan que Dios ha determinado para la salvación del pecador.

4.4 Derecho al juicio privado
Este principio indica que cada individuo tiene el derecho de investigar e interpretar por sí mismo las Escrituras. Los reformadores, si bien tuvieron la convicción de que Dios concedió a la iglesia el deber de preservar, interpretar y defender la Palabra de Dios, ellos rechazaron la idea de que la exégesis eclesiástica es infalible y e incuestionable. Puesto que las enseñanzas de la iglesia se justifican solo en la medida en que permanecen fundadas en la Palabra. Los reformadores postularon que cada ser humano es poseedor de este derecho a examinar el contenido bíblico libremente. La iglesia de Roma restringió esta libertad por la imposición de una sola traducción de la Biblia aprobada, por elevar la autoridad de la tradición a la altura de la Escritura, por sobrevalorar lo decretado en los concilios y por el infalible decreto del Papa. Por lo mismo, considerando que solo Dios es Señor de la conciencia, no es posible permitir que la iglesia la controle en materias de interpretación.
No obstante, esta libertad no debe confundirse con la licencia. Somos libres de toda autoridad externa, pero no somos libres de las pautas que la misma Palabra sugiere para su correcta interpretación. De manera que no somos libres para atribuir nuestros propios pensamientos a lo que quisieron decir los autores sagrados. (ver Berkhof, 1969:75-76).

5. Exégetas reformados
5.1 Lutero
Aparte de traducir la Biblia al alemán, destacó por defender el sentido literal y por oponerse al método de interpretación alegórico. Además alegó a favor del derecho al juicio privado; enfatizó la necesidad de considerar el contexto y las circunstancias históricas del pasaje estudiado; procuró interpretar cada porción de la Biblia en relación con Jesucristo y destacó la fe y visión espiritual que debe tener el exégeta.

5.2 Melanchton
Melanchton destacó por sus brillantes capacidades intelectuales. Su vasto dominio de la lengua hebrea y griega le permitió desarrollar una exégesis de calidad. Los dos principios que priorizó fueron los siguientes: (1) las Escrituras deben ser entendidas gramaticalmente primero antes que teológicamente y (2) la Escritura tiene tan solo un sentido simple y cierto.

5.3 Calvino
Calvino ha sido considerado como el más grande intérprete de la Reforma. A parte de su monumental obra teológica, se ha destacado por los comentarios que escribió de casi todos los libros de la Biblia. Al igual que Lutero, rechazó el método alegórico, pero a diferencia de éste, tuvo cuidado en no hallar apriorísticamente a Cristo en cada porción de la Biblia. Por lo mismo, redujo el número de salmos mesiánicos. También enfatizó la necesidad de considerar el contexto histórico en el que fueron escritos los libros y mostró gran celo en afirmar que la Biblia es su propio intérprete.

6. Actualidad de los principios hermenéuticos reformados
Los principios de interpretación bíblica que los reformadores emplearon continúan en vigencia en las iglesias que mantienen el genuino apego a la Biblia como suma  autoridad. Sin embargo, muchas sectas de actualidad e incluso iglesias protestantes han vuelto a sobrevalorar las tradiciones y a caer en una completa ignorancia de las verdades bíblicas. Muchos autodenominados cristianos se sienten cómodos con la idea de que un determinado credo religioso controle sus conciencias, sin acceder jamás por propia iniciativa a nutrirse del manjar sólido que nos propicia la continua dedicación al estudio e interpretación bíblica. El derecho al juicio privado, fue considerado entonces un derecho porque los reformadores estaban ávidos por escudriñar la Palabra de Dios, pero en nuestros días ya no puede ser tratado como un derecho, porque un derecho implica placer, gozo y deleite, del tipo de deleite que el salmista manifiesta exclamando “¡cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca” (Salmo 119:103). Hoy el derecho al juicio privado se ha transformado en un deber al juicio privado, pues se trata de una actividad desarrollada por mera obligación. Hay muchos quienes preferirían prescindir de la Palabra y, precisamente, a ello se debe el hecho de que la iglesia en nuestros días “descuida la palabra por servir a las mesas”, pues lo social pareciera constituir la única esencia del evangelio de Cristo.
A pesar del adverso panorama del evangelio en nuestros días, Dios continúa levantando a los fieles que se encargan de dar a la Escritura el lugar supremo que le corresponde, como revelación divina, inspirada, preservada e infalible. En este cuadro, la importancia de las pautas hermenéuticas reformadas continuarán siendo las más adecuadas para librarnos de añadir a la Biblia mandamientos de hombre. Recordemos que Jesús se opuso asiduamente a la interpretación frívola que los fariseos y escribas hacían de la ley. A éstos, el maestro reprendió por errar, ignorando las Escrituras y el poder de Dios (Mateo 22:29). Que no tenga que usar las mismas palabras para nosotros.

7. Bibliografía
-Berkhof, L. 1969. “Principios de interpretación bíblica”. Editorial CLIE.
-Lund, E. 1975. “Hermenéutica, introducción bíblica”. Editorial Vida
-MacArthur, J. 1996. “El redescubrimiento de la predicación expositiva”. Editorial Caribe.
-Martínez, J. M. 1984. “Hermenéutica bíblica”. Editorial CLIE
-Sproul, R. C. 2004. “Cómo estudiar e interpretar la Biblia”. Editorial UNILIT.
-Terry, M. S. 1990. “Hermenéutica”. Editorial CLIE.
-Trenchard, E. 1958. “Normas de interpretación bíblica”. Editorial Portavoz.

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