EL TRABAJO
por Martyn Lloyd Jones
Efesios 6:5-9

Parte 1
Parte 2

LAS COSAS QUE PERTENECEN A DIOS
Efesios 6:5-9

Aquí llegamos a otra aplicación del principio que el apóstol había establecido en el capítulo previo, especialmente en los versículos 18 y 21. Como añiles, el pensamiento central es, 'No os embriaguéis con vino, en lo cual hay (disolución; antes bien sed llenos del Espíritu'. Luego el principio general de la aplicación de esto se encuentra en el versículo 21: 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Dios’. Es de suprema importancia recordar que contra ese fondo estamos desarrollando nuestro estudio. Aquí estamos considerando la tercera de las ilustraciones que el apóstol nos da, es decir, cómo, siendo llenos del Espíritu, hemos de someternos unos a los otros.
Estas palabras no están dirigidas al mundo como tal. El mundo es incapaz de hacer lo que aquí se enseña. La obediencia conforme a la voluntad de Dios sólo es posible entre personas que son 'llenas del Espíritu'. Además, aquí se nos vuelve a recordar ciertas verdades importantes. Una es que nuestra fe cristiana debe abarcar nuestra vida en su totalidad y afectar cada una de nuestras relaciones. Nada de lo que hace el cristiano es igual a lo que hace la persona no cristiana. Quizá ésta haga cosas similares, pero siempre las hará en forma diferente. La fe cristiana no está limitada al domingo; es algo que se manifiesta en toda la vida. No hay nada más práctico en el mundo que la fe y la enseñanza cristiana. La forma en que el apóstol se preocupa por desarrollar este principio central, aplicado a estas diversas esferas de la vida, es una prueba en y por sí misma de ello. El no se conforma diciendo, "Ahora aquellos de ustedes que están llenos del Espíritu debieran someterse unos a otros", para dejar las cosas así. Como maestro muy sabio que es, conoce la necesidad de entrar en detalles desarrollando estos puntos uno por uno para luego aplicarlos a la práctica. Por lo tanto usa estos ejemplos, y son ejemplos muy típicos de la vida cotidiana, especialmente de aquella esfera donde las tensiones y los problemas de la vida tienden a manifestarse con mayor frecuencia. Obviamente esa fue la regla que debe haberlo guiado al escoger estas ilustraciones particulares. La más delicada de las relaciones es la relación matrimonial. Por ese mismo motivo las tensiones y presiones y conflictos pueden ser más agudos allí. Luego sigue la familia. Con ella tenemos otra relación muy delicada e íntima, y el diablo está constantemente ocupado en sus esfuerzos por dividir el hogar y su santidad.
La tercera relación es la que existe entre amos y siervos. Esta sigue a las otras dos como esfera donde las tensiones, presiones y conflictos puedan ser sentidos con particular agudeza. Las condiciones que actualmente prevalecen en el ámbito industrial son suficiente prueba de ello. Pero esta relación particular siempre ha causado muchos problemas a lo largo de la historia de la raza humana. El Antiguo Testamento y los libros de historia secular proveen abundantes ilustraciones. Hoy día sigue siendo uno de los problemas agudos que confronta a Gran Bretaña y a todos los países del mundo. Me atrevo a decir más aun; siempre será un gran problema. Mientras el hombre vive en pecado, y mientras, como resultado, sigue siendo principalmente egoísta y egocéntrico, necesariamente habrá tensiones en esta relación particular. Durante el presente siglo y aun durante la segunda mitad del siglo anterior hemos tenido un incremento de la maquinaria destinada a tratar este problema particular de una manera muy excepcional. Organizaciones, sociedades y sesiones del parlamento han tratado todo el problema laboral y la relación entre amos y siervos. A pesar de todo ello, esto sigue siendo uno de los principales problemas que confrontan a los empleadores y empleados, los políticos y muchos otros. Esto no debe sorprendernos porque el hombre que vive en pecado es esencialmente egoísta y egocéntrico. Y como esa verdad se aplica a todos, no importa cual sea su posición en la vida, inevitablemente habrá estos problemas, dificultades y tensiones. Nosotros somos afortunados de que el apóstol se tomó el trabajo de tratar este asunto y de hacerlo detalladamente.
Por cierto, este es un tema muy grande, complicado y difícil. Por lo tanto debemos enfocarlo con un cuidado especial. Propongo ofrecer una serie de puntos para su consideración. Recuerden que ninguno de ellos abarcará todo el tema, sino que cada uno será suplementado por el resto. La principal dificultad en relación con este problema es que tantas veces se lo considere a la luz de lemas que los hombres sueltan los unos a los otros. Pero los lemas no proveen una solución. Este asunto debe ser analizado racionalmente y considerado cuidadosamente a la plena luz de la enseñanza bíblica.
A la luz de lo que el apóstol nos dice aquí comienzo subrayando que existen ciertas características generales de la enseñanza cristiana que tienen que ver con este asunto en particular. La primera es que se trata de un asunto único. La enseñanza que estamos considerando no se encuentra en ninguna otra parte. Existen otras enseñanzas que aparentemente son similares por qué se han alimentado de ella. Existen muchos tipos de filósofos que han tomado sus ideas de la enseñanza cristiana. Si bien no son cristianos, han reconocido la excelencia de ciertos aspectos de la enseñanza cristiana, entonces los han tomado prestados y los han utilizado y adaptado a sus propios propósitos. De manera entonces que hay enseñanzas aparentemente cristianas pero que siempre dejan de lado el más vital de todos los asuntos. Así queda establecida la singularidad de esta enseñanza y su diferencia esencial respecto de todas las otras.
La segunda característica es que esta enseñanza presupone que por el hecho de ser cristianos, hemos experimentado un cambio profundo en el centro mismo de nuestras vidas. Ya he dicho que esta enseñanza no está dirigida al mundo. Sería totalmente inútil dirigir esta enseñanza a reuniones de gente obrera o empleados que no son cristianos. Hacerlo significaría no creer en la regeneración; significaría no creer que el hombre por naturaleza esté totalmente pervertido por el pecado; significaría que no estamos de acuerdo en que el hombre es esencialmente egoísta y egocéntrico. Sin embargo, toda la enseñanza bíblica está basada en esa presuposición. Por eso las presentes epístolas se dirigen solamente a iglesias, a los miembros de la iglesia cristiana. No son comparables a los artículos de los periódicos de la prensa cotidiana. En los días antiguos no existían los periódicos, pero si hubiesen existido, estas epístolas no habrían aparecido en ellos. Estas son epístolas para las iglesias, para los miembros de las iglesias, para los cristianos únicamente, en otras palabras, para personas que han nacido de nuevo, que tienen una nueva naturaleza, una nueva perspectiva, que son 'nuevas criaturas', personas en las cuales es cierto que 'las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas'.
En los primeros tres capítulos el apóstol ha recordado extensamente estas verdades a los efesios. Luego lo resumió todo en el capítulo cuatro, comenzando con el versículo 17 y especialmente en la frase "Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo". Luego, nuevamente en el 5:8: 'Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor'. Los efesios eran nuevas criaturas, y el apóstol basa su enseñanza en ese presupuesto.
En la actualidad este principio tiene particular significado. Hay personas cuyos nombres y declaraciones aparecen constantemente en la prensa. Se los considera expertos en el concepto cristiano de la industria y asuntos similares, pero sus declaraciones muchas veces son evidencias de que nunca han captado claramente el principio que acabo de enunciar. Creen que el cristianismo es una enseñanza que se puede ofrecer al mundo tal como es; por eso exhortan a la gente a ponerlo en práctica. De esa manera están negando el primer principio del cristianismo y derrochando en vano su energía. Sus esfuerzos nunca producen los resultados deseados. "Por cierto ellos ya tienen su recompensa", dice nuestro Señor refiriéndose a esas multitudes; y la recompensa es la publicidad que reciben; sin embargo, no cambia la situación; fracasan totalmente en su esfuerzo de lograr una diferencia en el curso de los acontecimientos. Pero, sobre todas las cosas, como digo, sus ideas son una negación total de todas las bases de la enseñanza cristiana. Esta presupone que las personas a quienes dirige sus exhortaciones han experimentado un cambio radical y tremendo.
Pero luego, en tercer lugar, la enseñanza del apóstol presupone algo más esto es que los cristianos tienen cierto conocimiento doctrinal y capacidad de desarrollar esas doctrinas. Ese conocimiento y capacidad son presupuestos de la enseñanza del Nuevo Testamento referida a la vida cristiana. El Nuevo Testamento no se nos acerca diciendo, "Como cristiano usted debe saber que tendrá ciertos problemas y ciertas dificultades. Usted querrá saber cómo comportarse en su carácter de empleado, o en su condición de empleados; qué hacer en cada caso. No se preocupe, lo único que debe hacer es 'llevar el problema al Señor', sencillamente orar por el asunto, y entonces él va a mostrarle qué hacer; en efecto, él lo hará por usted". Pero, de ninguna manera es ésa la enseñanza del Nuevo Testamento. En la enseñanza del Nuevo Testamento primero se nos da la doctrina, la enseñanza; luego se nos dice que debemos aplicarla a nuestras circunstancias personales. Obviamente si no conocemos la doctrina, no podemos aplicarla; si carecemos del entendimiento de la enseñanza, no podemos ponerla en práctica. En primer lugar tenemos la instrucción; debemos recibirla y entenderla; luego debemos decir, "ahora bien, a la luz de ello esto es lo que debo hacer". Esa es la doctrina neotestamentaria de la santificación; y lo que aquí tenemos es sólo un ejemplo práctico e ilustrativo de cómo mostrar con los hechos que hemos sido santificados. Esa es la vida santificada en este asunto de 'siervos y amos'. Pero, sin un conocimiento y sin fe en la doctrina, esto no puede hacerse.
La última observación general que ofrezco aquí es un comentario una vez más, sobre el equilibrio y la justicia de la enseñanza. Comienza con los siervos. Recuerda que el apóstol comienza en cada caso con aquellos que deben ejercer la sumisión—la esposa respecto del marido, los hijos respecto de los padres, y ahora los siervos frente a sus amos en la carne. Sin embargo ¡con cuánto cuidado presenta el apóstol ambas partes! Nunca hay injusticia, nunca hay desigualdad. A los maridos se les dice sus deberes, a los padres se les dice los suyos, y a los amos se les recuerda de esta manera sus responsabilidades: "Y vosotros, amos haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas". Les recuerdo el equilibrio que hay en esto, porque es una de las grandes glorias de esta enseñanza; ello lo convierte en algo tan singular. No existe otra enseñanza que haga esto como las Escrituras. Para mí es prueba suficiente en y por sí mismo de que ésta es la verdadera palabra de Dios. Desde arriba Dios nos mira a todos nosotros y a todas las divisiones y distinciones que tanta importancia tienen para nosotros; él las pone todas en su nivel correcto, él nos muestra la perspectiva justa y en esa perspectiva todas las cosas están bajo Dios.
De esta manera descubrimos que hemos sido introducidos al gran problema. 'Siervos', ¿cómo interpretamos esto? Aquí nuestras traducciones son un tanto desafortunadas; no nos transmiten el significado correcto de la palabra. La palabra realmente significa 'esclavos'. ¡Esclavos! Aquí el apóstol no estaba considerando el caso de siervos pagados; en el mundo civilizado de aquel entonces existían siervos pagados; existía el servicio doméstico que era contratado y al cual se le pagaba su salario. Sin embargo, el apóstol no se está refiriendo a ellos; se está refiriendo a esclavos. En aquel día la esclavitud era universal, y muchos de los primeros cristianos eran literalmente esclavos. La palabra utilizada por el apóstol es prueba suficiente de ello. El usa la palabra que siempre se usa para esclavos, no para siervos pagados; pero, por si quedase alguna duda, ésta es disipada por el versículo ocho: 'sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo', es decir esclavo 'o sea libre', es decir, hombre libre. De modo que el contraste es entre un esclavo y una persona libre. En otras palabras, aquí el apóstol está tratando en forma definitiva y específica el tema de la esclavitud y cómo debe conducirse el esclavo. De manera que no podemos exponer este párrafo sin encarar inmediatamente el problema de la esclavitud y particularmente la enseñanza bíblica referida a ella.
No necesito decir que estamos mirando un tema sumamente difícil y controversial. Ciertas personas afirman que su principal motivo por no ser cristianos es la actitud de la Biblia y particularmente del Nuevo Testamento hacia la esclavitud. Su argumento es que dicha actitud es suficiente para condenar al cristianismo y por lo tanto, ellos no pueden tener ninguna relación con él. Muchas veces sí esto ha sido causa de gran perplejidad para muchas personas cristianas. Imagínese la situación que se debe haber vivido cuando hace ciento sesenta años Wilberforce conducía su gran campaña para abolir la esclavitud en las colonias que Gran Bretaña tenía en el extranjero. Mentalmente también retrocedo a los años sesenta del último siglo, cuando en los Estados Unidos se libraba la guerra civil referida a este mismo tema. Allí se ve inmediatamente que es realmente sutil, difícil y complicado el problema. Y aún existe mucha confusión al respecto. Pero, quisiera subrayar que al mirar este tema, a la vez también estamos mirando una serie de problemas relacionados. Estamos considerando todo el problema de la relación entre el cristiano y el estado, la relación del cristiano con el comercio y los negocios de la actualidad y particularmente, al sindicalismo en el comercio. En realidad, estamos mirando todo el problema de la actitud del cristiano hacia las condiciones sociales, la política, reforma, e incluso posibles revoluciones y rebeliones. Todo está implícito aquí.
El Nuevo Testamento trata los grandes principios; el Nuevo Testamento nos obliga a pensar en ellos. Sería necio si alguno dijera, "Bien, si esto tiene que ver con la esclavitud, ¿qué tiene que ver conmigo?" La respuesta es que la esclavitud es sólo una de las posibles relaciones de hombre a hombre; y la preocupación del apóstol es el comportamiento, la conducta y la reacción de los cristianos que están en posiciones subalternas respecto de otros, de cristianos que están empleados en cualquier servicio. Es más, todos nosotros somos subalternos del estado, dependemos de las leyes y de las condiciones sociales. De manera que este tema, al considerarlo veraz y profundamente nos llevará a todos estos diferentes aspectos de la vida. Aquí el tema es la esclavitud y la pregunta que surge es, ¿cómo debe comportarse un esclavo cristiano? ¿Debe buscar de librarse a sí mismo? ¿Debe tratar de abolir la esclavitud? Y esto de inmediato nos lleva a todos los demás temas, a todas las formas concebibles de empleo, a todos los tipos de relaciones sociales y económicas. Este es otro motivo por el cual debemos dar gracias a Dios por las Escrituras. Existen personas que miran superficialmente estas cosas y dicen que el hecho de ser cristiano no ayuda a decidir si uno debe o no ser miembro de un sindicato, porque en la Biblia no se dice nada acerca de sindicatos, porque en los tiempos antiguos éstos no existían. Sin embargo, el principio que se aplica a este tema se encuentra aquí, en este preciso párrafo. Por lo tanto es nuestra responsabilidad entender el párrafo, captar el principio, y luego aplicarlo al aspecto particular del problema que nos tiene ocupados.
Sin lugar a dudas, la mejor forma de enfocar todo este complejo asunto es reunir todas las enseñanzas de la Biblia que sea pertinente. Existe un número de textos que trata con ello. Tómese por ejemplo Mateo 22:15-21 donde se nos dice que ciertos fariseos y herodianos fueron a ver a nuestro Señor y en forma de trampa, le presentaron la siguiente pregunta, "¿Debemos o no pagar tributo al César?" Nótese la respuesta de nuestro Señor: "Mostradme la moneda del tributo". El miró la moneda y luego dijo: "¿De quién es esta imagen, y la inscripción?"; ellos dijeron, "del César". Luego El les dio aquella respuesta decisiva: "Dad, pues, a César lo que es César, y a Dios lo que es de Dios". Se nos dice que "se maravillaron, y dejándolo se fueron". Podemos entender su consternación. Ellos se encontraron con algo que jamás habían imaginado; oyeron una enseñanza que jamás habían anticipado.
Otro ejemplo muy interesante de esto mismo es uno que muchas veces es pasado por alto; se encuentra en Mateo 17:24-26: "Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? El dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos o de los extraños? Pero le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques tómalo, y al abrirle la boca hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por tí".
Otra afirmación crucial es la que se encuentra en Romanos 13:1-3^'Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo". Luego tenemos la epístola a Filemón que trata directa y específicamente todo este tema de la esclavitud. Además hay una referencia al mismo asunto, al mismo principio en 1 Pedro 2:13: "Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien". Luego continúa diciendo: "como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios... Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar". Ahora bien, recuerden que estas instrucciones referidas a la obediencia a 'los poderes establecidos' fueron escritas cuando el emperador no era otro sino aquel cruel déspota llamado Nerón. Los cristianos fueron instruidos a sujetarse inclusive a él y a todos los poderes de esa clase.
Allí tenemos ejemplos de enseñanzas directas, pero además, hay también enseñanzas indirectas. Por ejemplo, en el libro de Daniel encontramos el relato de la conducta y comportamiento de Daniel especialmente en los capítulos tres y seis. Además, hay enseñanzas implícitas muy interesantes, por ejemplo, en Hechos 16, donde Pablo y Silas fueron arrestados, golpeados y heridos, y arrojados a la celda más apartada. Se nos dice luego que las autoridades iban a librarlos, pero el apóstol se rehusó diciendo que siendo ciudadanos romanos, los magistrados que los habían sometido injustamente a semejante trato y encarcelamiento, debían ellos mismos presentarse y dejarlos libres. Qué interesante es esta luz adicional que se arroja sobre nuestro tema. Y luego hay otro ejemplo en Hechos 25 donde el apóstol Pablo apela a César. Como ciudadano romano tenía derecho a hacerlo, y el apóstol ejerció dicho derecho.
Al mirar estos pasajes de las Escrituras me siento impulsado una vez más a hacer algunos comentarios generales. En primer lugar, ¿alguna vez se ha sentido afectado por el hecho de que es relativamente poca la enseñanza que las Escrituras ofrecen sobre este tema, tanto directa como específicamente? Se trata mayormente de enseñanzas generales y del establecimiento de principios que van a gobernar este asunto. Pero, ¿a qué se debe que la Biblia no preste mayor atención a tales problemas? ¿Por qué no nos ofrece enseñanzas mucho más directas referidas al problema que tenemos ante nosotros, referidas al problema que siglo tras siglo ha confrontado a la vida de la raza humana? ¿A qué se debe esta escasez de enseñanza? Sin duda, la respuesta es que la principal preocupación de la Biblia a lo largo de todo su contenido está centrada en la relación del hombre con Dios. Toda su atención, todo su énfasis es dado a ese problema, tal como lo vemos ilustrado en la respuesta de nuestro Señor a los fariseos y herodianos; y fue esa respuesta la que hizo tan significativo el incidente. Aquellas dos sectas eran en muchos sentidos ejemplos típicos del hombre moderno. Ellos preguntaban: '¿Es lícito dar tributo a César o no?'; hoy la pregunta es: "¿Qué dice la iglesia respecto a la segregación racial? ¿Qué dice la iglesia sobre asuntos económicos? ¿Qué dice la iglesia sobre la guerra?" Aunque los temas en sí puedan cambiar en cuanto a su forma, el principio detrás de estos interrogantes siempre sigue siendo el mismo. ¡Nunca se dice una palabra sobre la relación del hombre con Dios! El tema, con todas sus variaciones, siempre es el de la relación del hombre con el hombre—los derechos del hombre, el trato que el hombre recibe de sus semejantes, y así sucesivamente. La respuesta de nuestro Señor también sigue siendo la misma. Es aquí donde él introduce su 'Y'. Precisamente el elemento que habíamos olvidado y que nos pone en una situación tan incómoda respecto a estos problemas en particular. 'Y a Dios lo que es de Dios'. Ese es un perfecto ejemplo del énfasis típico de la Biblia. La Biblia está preocupada por la relación del hombre con Dios. Ese es su gran mensaje, ése es su primer mensaje.
Tómese otra ilustración. Un escriba se acercó a nuestro Señor y le preguntó: "¿Cuál es el gran mandamiento en la ley?" El también, igual que los fariseos y escribas, era una persona que pasaba mucho tiempo discutiendo los detalles de la ley, y la pregunta en sí era esta: ¿Cuál es el mayor de estos seiscientos trece mandamientos? Uno decía una cosa y otro decía otra; los argumentos no tenían fin. Entonces el hombre se acercó a nuestro Señor y le preguntó: "¿Cuál dices tú que es el mayor de los mandamientos?", y nuestro Señor respondió: "Amarás al Señor tu Dios con todo su corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo... "—sí, pero es sólo el segundo—"....es semejante: Amarás a tu prójimo como a tí mismo". El Señor no antepone el segundo al primero. Las relaciones humanas no tienen el primer lugar; en la Biblia nunca ocupan el primer lugar; en todos los casos la relación entre el hombre y Dios está primero. Nuestro Señor atraviesa toda esa tenebrosa actitud legalista. Afirma que el problema con los fariseos y escribas es que "diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley...”. "Recorréis mar y tierra para hacer un prosélito... pero habéis olvidado el amar a Dios". Estaban ignorando lo esencial, lo principal, lo céntrico, aquello que la Biblia acentúa en todas partes. Con estos pensamientos en mente vuelva a leer nuestro pasaje de Efesios 6: "Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios". El Señor eleva el tema a la esfera de Dios y nuestra relación con él. Y luego es cuidadoso en decir lo mismo a los amos: "sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas". Recuerden entonces esta regla invariable.
Mi segundo comentario es odiado por muchas personas que en la actualidad se precian de ser prácticas en los asuntos de la vida. La vida en este mundo siempre ocupa un segundo lugar en la Biblia; no es más que una peregrinación, un viaje. ¿Qué somos nosotros aquí? Pedro dice que somos 'extranjeros y peregrinos'. Encontramos este énfasis a lo largo de todo el Antiguo Testamento; Hebreos 11 lo resume espléndidamente en aquella galería de retratos de los santos y héroes de la fe. Se nos dice que estos hombres 'esperaban la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios'. Ellos mismos se consideraban como 'extranjeros y peregrinos' sobre la tierra. Eran hombres que estaban de paso. Por ese motivo Moisés, uno de ellos, 'tenía puesta la mirada en el galardón'. Prefirió soportar los vituperios con Cristo y con su pueblo antes que 'gozar de los deleites temporales del pecado'. Estos hombres de la Biblia no sentían gran estima por la vida en este mundo. No sintieron deseos de radicarse en este mundo, sabiendo que estaban hechos para un mundo mejor. Es aquel otro reino lo que importa, es aquel otro reino eternal lo que cuenta. Esta enseñanza se encuentra en todas partes del Nuevo Testamento. También abunda en las enseñanzas de nuestro Señor; y además la encuentra en las epístolas, como por ejemplo en estas palabras: "Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra' (Col. 3:2). Este es además el gran tema del libro de Apocalipsis.
Es de suprema importancia para nosotros recordarlo porque éste es el principio que controla la enseñanza bíblica sobre la esclavitud y todos estos otros asuntos. El principio rector es la relación del hombre con Dios y la idea de que la vida actual es algo pasajero, temporal y transitorio. Por supuesto, eso no significa que a esta vida y este mundo hay que pasarlos por alto; no significa que deben ser descartadas como si carecieran de toda importancia. Mucho menos aun significa que un cristiano debe tomar la decisión de convertirse en monje, o ermitaño o anacoreta, y apartarse del mundo. Eso por supuesto era una interpretación completamente errónea de la enseñanza. Lo que sí significa es que no debemos colocar a esta vida en primer lugar, no pensar solamente en este mundo. Este mundo sólo ha de considerarse y entenderse a la luz de aquel otro mundo. Somos peregrinos de la eternidad; somos 'una colonia celestial'; 'nuestra ciudadanía está en el cielo'; el cielo es el lugar al que pertenecemos (Fil. 3:20-21). Aún estamos viviendo en este mundo, pero nuestro verdadero hogar es aquel mundo; el centro de nuestros intereses está allí, el centro de nuestro gobierno se encuentra en el cielo. No conozco nada que en la actualidad sea de mayor importancia para nosotros que el hecho de captar este principio rector: el hombre en su relación con Dios, el hombre en su correcta relación con este mundo. Este mundo y el hombre con secundarios, y no ocupan el primer lugar. Dios está primero, el cielo está primero, 'la gloria' es primera. Esta vida es temporal, preparatoria, pasajera. Estamos en marcha. No descuidamos este mundo, no intentamos salir de este mundo; sin embargo, lo vemos en su posición correcta y subordinada. Es a la luz de un principio como éste y sólo de un principio como éste, que podemos entender la presente enseñanza.
Nuestra deducción de lo antedicho es que este énfasis particular siempre debe ser la característica principal de la iglesia y de su enseñanza. La misión de la iglesia es exponer las Escrituras; y éstos son los principios rectores que encontramos en ellas. Por lo tanto, éstos deben ser los principios rectores en la predicación y la enseñanza de la iglesia. La principal tarea de la iglesia no consiste en tratar las condiciones de este mundo, sino la relación de los cristianos con ellas y su conducta mientras vivan en medio de ella. Así como el principal énfasis de la Biblia siempre se dirige a la relación del hombre con Dios y a la relación temporal del hombre con este mundo pasajero, también la iglesia debe tener este énfasis.
La iglesia no debe dedicar su tiempo y energía a tratar las condiciones de este mundo como tales. No es ésa su principal tarea. Es interesante notar que durante los primeros siglos no consideró eso como tarea suya. En el Nuevo Testamento ni siquiera hay objeción a la esclavitud. Repito que la obligación de la iglesia no está referida a esa clase de condiciones, sino a la forma en que el cristiano debe trabajar en las condiciones existentes y a la forma en que debe conducirse y comportarse. Es algo que nunca debemos pasar por alto. Sugiero que el decaimiento de la iglesia actual se debe en gran medida al hecho de haberse olvidado este gran principio. No es mi intención ser controversial; simplemente expongo las Escrituras; pero no logro encontrar justificación alguna en las Escrituras que sostenga el concepto de los así llamados señores espirituales en la Cámara de los Lores. No encuentro bases en las Escrituras para que los obispos y arzobispos tomen asiento en la Cámara de los Lores participando en los debates políticos, los asuntos sociales y sus condiciones. Permítanme añadir inmediatamente esto. Tampoco existen fundamentos para que ministros de la Iglesia Libre o ministros no conformistas pasen su tiempo predicando sobre la política y asuntos económicos y sociales. Ambos grupos están equivocados; igualmente equivocados. La tarea de la iglesia consiste en recordar constantemente a los hombres de su relación con Dios, tal como lo hizo nuestro Señor. La gente se acerca a nosotros y nos trae sus preguntas y nuestra obligación es poner el énfasis en Dios y que su relación con Dios sea puesta en primer lugar, y que al mismo tiempo les enseñemos una actitud correcta hacia esta vida y este mundo. Actualmente la tragedia de la situación mundial se debe principalmente a que la mayoría de las personas no ve ni comprende que el mal del mundo se debe a su paganismo, su alejamiento de Dios, su carencia de religión. En Gran Bretaña y en muchos otros países, hombres y mujeres han olvidado a Dios, han olvidado su relación hacia Dios y su destino eterno. Y siendo esa la realidad, la iglesia dedica la mayor parte de su tiempo a tratar los asuntos secundarios, asuntos pasajeros, asuntos que sólo son considerados de paso en las Escrituras, y sólo a modo de ilustración de los grandes principios generales. ¿Acaso no es un hecho trágico que los así llamados líderes eclesiásticos se pasen el tiempo hablando de otros asuntos, asuntos que nuestro Señor puso en segundo lugar, mientras las grandes necesidades del hombre, sus necesidades primordiales, son ignoradas y defraudadas?
Aún hay otro aspecto general en este asunto que debemos mencionar antes de poder considerar la enseñanza en detalle. Existen aquellos que como cristianos han sido tentados a aislarse totalmente del mundo. Han existido y todavía existen aquellos que afirman que para un cristiano es incorrecto participar de una votación local o de las elecciones generales. Consideran que para un cristiano es pecado participar de la política ya sea a nivel local o nacional.
Semejante actitud, repito, es un completo malentendido de la enseñanza; es tan grave como los otros errores que he estado mencionando, porque se aparta del perfecto equilibrio de las Escrituras. No nos aislamos del mundo, no dejamos de ser ciudadanos de este mundo; y mientras estamos en este mundo debemos ejercer ciertas funciones como ciudadanos suyos. Es cierto, pero al mismo tiempo debemos conservar el lugar correcto, la posición correcta. Es siempre un asunto de prioridades, de énfasis, un asunto de distinguir entre lo primario y lo secundario.
¡Resumamos lo que hemos estado viendo! Este es un tema que está tan rodeado de dificultades y confusiones que la única forma segura de encararlo es estudiar cuidadosamente las Escrituras, reunir las Escrituras, comparar Escritura con Escritura y nunca forzar un texto fuera de su contexto. Cada una de las declaraciones debe ser tomada en su contexto, considerada como un todo, y luego reunida con todas las otras. Sólo de esa manera podremos descubrir los grandes principios de la enseñanza bíblica. También debemos examinarnos a nosotros mismos a la luz de la Palabra. Si no podemos decir que nuestra principal y suprema preocupación es nuestra relación con Dios, nuestras convicciones, cualesquiera que sean, respecto de estos diferentes asuntos son más o menos irrelevantes. Si no podemos afirmar que consideramos nuestra vida en este mundo como algo temporal, pasajero y transitorio, nuevamente digo que estamos equivocados. Si de alguna manera o en alguna forma mediante nuestro pensamiento o nuestra conversación damos la impresión de que este mundo y su vida son de primera importancia para nosotros y que este mundo y esta vida siempre deben estar en el centro de nuestras consideraciones, vuelvo a afirmar que ya no estamos en la posición del Nuevo Testamento. Los problemas existen y tenemos que hacer algo al respecto; debemos ser conscientes de nuestra relación para con ellos. Pero si no podemos hacerlo conforme a la enseñanza de la Biblia, si no podemos recordar que todo es pasajero y temporal, y que lo realmente importante es el hecho de pertenecer también a otro reino, si no logramos mantener esto en nuestras mentes, ya no estamos en la posición cristiana y en consecuencia, nuestras deducciones serán casi siempre equivocadas.
Ahora, habiendo dicho estas cosas, podemos continuar para considerar la enseñanza de las Escrituras en cuanto a la esclavitud. Por implicancia también consideramos cualquiera de estas otras posiciones en las cuales estamos envueltos con otras personas: el empleo, nuestra relación con el estado, o lo que fuere. Al mismo tiempo nunca debemos olvidar la pregunta sobre la rebelión: ¿existen o no circunstancias que la justifican? Estos problemas tuvieron que ser considerados por nuestros mayores en siglos pasados; y actualmente existen muchos en el mundo que con urgencia deben encarar estos problemas. El hecho de que estos problemas no sean tan agudos en Gran Bretaña no es motivo para no pensar en ellos. Debemos saber qué hacer en el caso de surgir una situación de tal naturaleza. Sea como fuere, debemos ser capaces de ayudar a otros. Quizás tenga parientes en otros países que le escriben preguntando "Tú eres cristiano, dime, ¿qué debo hacer?" Es nuestro deber conocer las enseñanzas de la Biblia de manera de poder aplicarles a nuestra propia vida y ayudar a otros a hacer lo mismo. ¡Quiera Dios darnos gracia para hacerlo así a la gloria de su santo nombre!


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LAS PRIORIDADES DEL CRISTIANO
Efesios 6:5-9

Habiendo tomado nota de los principios bíblicos envueltos en la obediencia de un cristiano hacia los amos, empleadores, gobiernos, y otros, seguidamente consideramos la aplicación práctica de los principios, recordando que la responsabilidad de la iglesia no consiste en considerar las condiciones políticas o sociales o económicas en sí. Pero algunas personas se oponen a este punto y dicen: "¿Pero qué de los profetas del Antiguo Testamento? ¿Acaso no trataban constantemente estos problemas y estas condiciones prácticas?" La respuesta a esa pregunta es muy simple. La nación de Israel era al mismo tiempo la iglesia. En aquel entonces no había división entre estado e iglesia; el estado y la iglesia eran una misma cosa. De modo que cuando los profetas dirigen sus mensajes a la nación, ellos se dirigen al pueblo de Dios, a los creyentes. La responsabilidad de la iglesia siempre consiste en tratar con las condiciones internas de la iglesia y puesto que en aquellos días la iglesia y el estado eran una sola cosa, la responsabilidad de la iglesia consistía en tratar esos asuntos políticos y otros. Pero tan pronto llegamos al Nuevo Testamento encontramos una situación totalmente distinta. Aquí la iglesia está separada del mundo, y reunida fuera de él. Por cierto, ella tiene su relación con el estado, pero ya no es una sola cosa con él. Es de vital importancia que observemos esta distinción. No hay contradicción entre el Antiguo y el Nuevo Testamento; la atención siempre está centrada en la iglesia, en el pueblo de Dios, en el pueblo de Dios en la relación con El en su condición de peregrinos de la eternidad.
La deducción que sacamos de esto es que la tarea de la iglesia consiste primordialmente en evangelizar, llevando a la gente a un conocimiento de Dios. Luego, habiendo cumplido con esto, ella debe enseñarle como vivir en los caminos de Dios y cómo ser pueblo suyo. El propósito de la iglesia no consiste en reformar al mundo porque el mundo no puede ser reformado. La tarea de la iglesia consiste en evangelizar, predicar el evangelio de salvación a los hombres que viven enceguecidos por el pecado y bajo el dominio y el poder del diablo. Tan pronto la iglesia comienza a introducirse en los detalles de la política y de la economía, ella hace algo que milita contra su tarea primordial de evangelizar.
Como ejemplo obvio considérese el caso de la iglesia y el comunismo. Mi argumento es que no corresponde a la iglesia cristiana estar denunciando el comunismo. En la actualidad está dedicando gran parte de su tiempo en hacer precisamente esto. Aquí la iglesia se equivoca porque la tarea primordial de la iglesia es evangelizar a los comunistas, abrir sus ojos, llevarlos a la convicción y conversión. Cualquiera sea la posición o concepto político de los hombres, sea que se trate de comunistas o capitalistas, o de cualquier otra cosa, nosotros debemos considerarlos como pecadores, como personas igualmente pecadoras. Todas ellas están perdidas, todas ellas están condenadas, todas ellas necesitan la conversión, todas ellas necesitan nacer de nuevo. Por eso la iglesia mira al mundo y a sus pueblos en forma completamente distinta a la forma de las personas no cristianas. Por lo tanto, si la iglesia dedica su tiempo a denunciar al comunismo, en mayor o menor medida está cerrando la puerta al evangelismo entre los comunistas; la cierra lo más firme posible. El comunista dice: "El cristianismo de ustedes no es sino anticomunismo y pro-capitalismo; no voy a prestar atención a ese mensaje". Por lo tanto no lo puede evangelizar. El propósito de la iglesia no consiste en tratar directamente situaciones políticas u otras condiciones; su tarea es predicar el evangelio a todo el mundo llevando a las personas al conocimiento de Cristo. Ella debe abstenerse de entrar en los detalles, porque de lo contrario será impedida en su tarea primordial de evangelismo, será obstaculizada, ella misma cerrará la puerta de aquello que debiera estar haciendo. Eso es lo que se deduce en términos generales de la enseñanza bíblica. Siempre hemos de hacer lo que el apóstol hace aquí, lo que hemos visto hacer al mismo Señor, y lo que hicieron todos los escritores y maestros de la Biblia, sean del Antiguo Testamento o del Nuevo.
Ahora bien, ¿cuáles son los principios más detallados que deducimos de todo esto?
El primer principio es el que cristianismo obviamente no elimina nuestra relación con las condiciones sociales, políticas y económicas existentes. Es preciso afirmar esto porque algunos creyentes de la iglesia primitiva se equivocaron en este punto y existen muchos que todavía lo hacen así. Todavía existen quienes piensan, tal como lo hicieron algunos cristianos de la antigüedad, que cuando una persona se ha convertido ya no está atada a su esposa si ella no es cristiana. Por lo tanto Pablo tuvo que escribir 1 Corintios 7. Era algo que ocurría en ambas partes. El hombre, por ejemplo, razonaría de esta manera: "Nos casamos cuando éramos paganos, en incredulidad; pero ahora yo soy cristiano y veo todas las cosas en forma diferente. Mi esposa no es cristiana, por lo tanto yo no sigo atado a ella, puesto que eso impediría mi vida cristiana". Lo mismo ocurría con la esposa. Las mujeres convertidas mostraban la tendencia de dejar a sus cónyuges no convertidos. Pero el aposto les escribe y les enseña no dejarlos. Había hijos que tenían la tendencia de hacer lo mismo. Se habían convertido en tanto sus padres seguían siendo paganos; por lo tanto decían: "Por supuesto nuestros padres ya no tienen control sobre nosotros. No entienden, son paganos, por lo tanto ya no debemos someternos a ellos ni a su dirección". Sin embargo, Pablo les enseñó de otra manera. Y lo mismo ocurría con este tema de los siervos en su relación con los amos. Incluso, en 2 Tesalonicenses 3, descubrimos que hubo algunos cristianos que abandonaron su trabajo. Afirmaban vivir en un nuevo reino y que debían pasar el tiempo esperando el regreso del Señor. Entonces abandonaron sus tareas diarias y se limitaban a mirar al cielo en espera de la aparición del Señor. El apóstol se vio obligado a decirles con toda claridad que '—si un hombre no trabaja, que tampoco coma'. Lo que ellos hacían se debía a una falta total de comprensión del cristianismo.
En el caso de la relación de siervos y amos, la tendencia era afirmar equivocadamente que ante los ojos del Señor todos somos iguales. Basados en ello decían: "¿Acaso el apóstol Pablo no enseña que 'ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer; sino que todos son uno en Cristo Jesús?'; ahora somos todos iguales. Ya no hay diferencia alguna entre hombres y mujeres, por lo tanto que las mujeres ministren el evangelio y prediquen; y siervos no están sujetos a sus amos. El hecho de ser cristianos ahora ha abolido las antiguas relaciones". Nuevamente, una forma totalmente equivocada de entender el cristianismo. Lo que el apóstol enseña es que no hay diferencia desde el punto de vista de la posibilidad de salvación. Pero eso no elimina el orden de la sociedad. Eso no elimina la diferencia inherente entre un hombre y una mujer o todas estas otras relaciones.
La historia de la iglesia cristiana demuestra que la gente siempre ha cometido este error. La secta que surgió en el siglo XVI, conocida como anabaptistas, actuó de esa manera afirmando que los cristianos nada tenían que ver con el estado. Ellos trataron de separarse del mundo, de segregarse del mundo en todo sentido. Todavía hay gente con la tendencia de ir en esa dirección; algunos piensan que está mal para un cristiano pagar cuotas e impuestos y otros sostienen que un cristiano no debe participar en la política. Se abstienen de votar en las elecciones. Entonces todo ello es el resultado de no ver este primer principio. El hecho de habernos convertido en cristianos no significa una disolución o abolición de nuestra relación con el estado ni con las situaciones sociales, políticas y económicas.
Aquí el apóstol incluso va al extremo de afirmar que el hecho de habernos convertido en cristianos no pone automáticamente un punto final a la esclavitud. No está diciendo a los-esclavos que por haberse convertido en cristianos las condiciones anteriores hayan quedado abolidas; en realidad está diciendo exactamente lo opuesto. Los esclavos debían seguir siendo lo que habían sido antes, pero con el nuevo punto de vista y con la nueva actitud que él enseña aquí. Es precisamente lo que enseña en su epístola a Filemón. Pero tal vez la afirmación más clara de todo esto se encuentra en 1 Corintios 7:20-24: "Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede. ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado; pero también, si puedes hacerte libre, procúralo más. Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo. Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres. Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca para con Dios". Esa es la afirmación clásica sobre todo este asunto. '¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado'; no permita que ese sea el punto más importante de su vida; no se deje angustiar por ello; no permita que ello ocupe toda su atención; no permita que ello ocupe el centro de su pensamiento. 'Pero también si puedes hacerte libre, procúralo más'. El hecho de convertirnos en cristianos no significa una abolición de nuestra relación con las condiciones sociales, políticas y económicas.
A primera vista, el segundo principio suena por demás asombroso. El cristianismo no solamente no cambia nuestra relación hacia estas cosas, ni aun condena tales cosas como la esclavitud afirmando directamente que es una condición pecaminosa. Para muchas personas esto ha sido una gran piedra de tropiezo, sobre todo durante el siglo pasado. Pero nuestra obligación consiste en exponer las Escrituras. La gente afirma que la esclavitud es algo obviamente equivocado y pecaminoso y por lo tanto el cristianismo debe necesariamente denunciarla. De la misma manera presentan sus argumentos referidos a diferentes cosas de la actualidad, como por ejemplo con respecto de salir a combatir y a hacer guerra. Ellos dicen lo siguiente: "Es obvio; todo el mundo puede ver que se trata de un error; incluso una persona no cristiana; todo aquel que tiene sentido de igualdad y justicia, y un concepto de la dignidad del hombre debe reconocer, a primera vista, que se trata de algo absolutamente equivocado". Pero, evidentemente, la Biblia no condena directamente la esclavitud; no la condena como tal. Si tuviese la intención de hacerlo, sin duda Pablo lo haría aquí; sin embargo, no lo hace. No lo hace cuando escribe a Filemón; en otras partes tampoco lo hace. Nuestro Señor no lo hizo.
Esto es algo que el hombre natural sencillamente no puede comprender; y los racionalistas y humanistas de la actualidad—los críticos del cristianismo —creen tener aquí un argumento inobjetable. Por supuesto, la forma más simple de responderles es afirmando que ni siquiera han comenzado a ver los dos grandes principios directrices que nosotros ya hemos establecido. No pueden ver que fundamentalmente, lo que importa es la relación del hombre con Dios; una vez que el hombre ha visto esto, todo lo demás se transforma ante sus ojos, inclusive la esclavitud. Aunque siga siendo esclavo, ya no considera esa condición como solía hacerlo antes; ahora 'liberto es del Señor'. Puesto que estos humanistas son ciegos para lo sobrenatural, ciegos para lo espiritual, puesto que no ven otra cosa sino este mundo, nada más que esta vida, debido a esa ceguera está viciado todo su pensamiento. El pensamiento cristiano es en todo sentido diferente al pensamiento del mundo. Por eso me resulta trágico ver personas que se consideran cristianas, uniéndose a racionalistas no cristianos de la actualidad y participando de sus actividades. Su enfoque entero, todo su modo de pensar es diferente. Notamos entonces que el cristianismo ni siquiera condena directamente la esclavitud; no la acusa de pecaminosa. Sin duda, por eso la esclavitud perduró por tantos siglos.
Continuando con nuestro tercer principio, notamos que si bien el cristianismo no condena la esclavitud, tampoco la justifica. Una vez más, aquí se ha demostrado mucha falta de comprensión. Han existido cristianos que entendieron el cristianismo como mera justificación del 'status quo'. Me asombra la ceguera de aquellos que actualmente caen en la trampa del catolicismo romano. El catolicismo romano combate el comunismo e invita a todos los protestantes, y a todos aquellos que se llaman cristianos, a unirse a ellos con ese propósito. Los que aceptan la invitación no ven que la principal preocupación del catolicismo romano es defender su propia forma particular de totalitarismo. Se trata sencillamente de un sistema totalitario contra otro; se trata de defender el 'status quo'. Eso es algo que el cristianismo nunca hace. El cristianismo no condena la esclavitud, pero tampoco la aprueba o justifica. Entonces, ¿cuál es su actitud? Ya lo he explicado: Lo que preocupa al cristianismo es el comportamiento de un esclavo cristiano ante su amo; y la conducta del amo ante su esclavo. El cristianismo no trata directamente con la esclavitud per se.
El problema de la actualidad es que muchos líderes de la iglesia cristiana dedican gran parte de su tiempo a considerar estos asuntos en forma directa. Están siempre predicando sobre ellos, enviando mensajes de protesta al gobierno, participando en los asuntos de estado. ¡Eso es acción directa! Pero eso es algo que la Biblia nunca hace; lo que sí le preocupa es cómo se comportan los cristianos a ambos lados del problema.
Esta enseñanza es tan vital que debo expresarla aun de otra forma. El cristianismo no está interesado en permitir prácticas tales como la esclavitud; su función aquí no es defender el 'status quo'. Actualmente oímos hablar tanto sobre la defensa de la civilización occidental ante diversas formas de ataque. ¡Todo ello es un error! Como cristiano mi primer interés no es en la civilización occidental; en cambio estoy interesado en el reino de Dios; estoy ansioso por ver que las personas detrás de la cortina de hierro sean salvadas, así como estoy ansioso por ver que la gente de este lado de la cortina sea salvada. No debemos asumir una actitud de antagonismo hacia aquellos que queremos ganar para Cristo. Si ocupamos todo el tiempo hablando contra ellos, jamás los ganaremos. Es por eso que nunca predico el así llamado sermón sobre la abstinencia. Quiero ver la conversión de los alcohólicos. Nuestra misión no consiste en denunciar la bebida; sino de lograr que el pobre ebrio crea en el Señor Jesucristo. Sólo eso podrá librarlo. Pero la iglesia constantemente actúa equivocadamente en cuanto a esta enseñanza, ocupándose detalladamente de estas cosas.
Otra forma de decir lo mismo es indicar que no corresponde a la iglesia cristiana predicar sobre los derechos divinos de los reyes. Hubo tiempos cuando la iglesia lo hacía. Santiago I era hombre muy astuto. Decía: "¡No hay obispo, no hay rey!" De esta manera él y la iglesia episcopal permanecían unidos. La iglesia se convirtió en defensa y baluarte de los derechos divinos del rey.* Afirmo pues, que el cristianismo, si bien no condena la esclavitud, tampoco la aprueba. Su actitud es más bien la de una presencia objetiva que observa y se ocupa de los principios fundamentales.
Esto nos conduce al cuarto principio. La preocupación de la Biblia, la preocupación del cristianismo es cómo debe reaccionar el cristiano ante estas cosas, cómo vivir en un mundo como este. Esa es la esencia de la enseñanza y la tenemos aquí ante nosotros. Cuando Pablo llega al tema: 'Siervos y amos', no comienza dándonos los conceptos que él como cristiano tiene de la esclavitud. 'Siervos', dice en cambio, 'obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo....'. En otras palabras, su única preocupación es cómo deben conducirse los cristianos en tal situación. Lo mismo vale para los amos. 'Y vosotros amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas'. No les dice que deben dejar libres a sus esclavos; sino que 'No les amenacen, no sean ásperos con ellos, no sean crueles, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas'.
Encontramos una enseñanza idéntica en 1Pedro 2: 'Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos'. Y nótese cómo sigue: 'no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar'. No manda a los esclavos a levantarse y rebelarse contra sus amos. La Biblia nunca lo hace. En cambio está muy preocupado por establecer que un cristiano jamás debe abusar de su posición. 'No como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo'. Ese es el peligro; que el cristiano use su posición como pretexto para la maldad que hay en su corazón. Es algo que ha ocurrido muchas veces; en el nombre del cristianismo se han cometido cosas que jamás se debían haber cometido. Esto ha causado indecible daño para el cristianismo. Ha ocurrido de ambos lados. Los problemas siempre fueron causados porque los hombres, siervos y amos, olvidaron que su primer deber es para con Dios, su Amo que está en el cielo.
Por hacer esto, ella hizo nula su posición y estaba siendo falsa a su enseñanza. La misión de la iglesia cristiana no es defender ningún sistema en particular—político, social o económico.
Podríamos fácilmente extendernos sobre estos problemas. Actualmente muchas personas afirman que las así llamadas masas obreras están fuera de la iglesia porque la iglesia de los días Victorianos fue mayormente una iglesia de amos. Vaya a cualquiera de las zonas mineras de Gran Bretaña y normalmente es esto lo que oirá. Recordarán que durante el siglo pasado ocurrió con demasiada frecuencia que el patrón en el trabajo también era el patrón en la iglesia. El presidente de los diáconos generalmente era el capaz en el trabajo. Ellos afirman que por ese motivo se han rebelado contra el cristianismo y la iglesia. Ciertamente fue eso lo que en gran medida ocurrió en Rusia. La monarquía en Rusia estaba bajo la influencia de la Iglesia Ruso-Ortodoxa. Y Rasputin, ese monje malvado, tenía la familia real bajo su control. En consecuencia, el pueblo ruso identificó ese horrible abuso con el cristianismo; el pueblo rechazó lo que creyeron que era la fe cristiana. Lo que hacían era rechazar una perversión, por demás horrenda, del cristianismo; de cristiana no tenía nada. Es algo que ha ocurrido muchas veces; ha ocurrido en ambos lados; y ello debido, en gran medida, a que tanto los siervos como los amos no han sabido implementar ni comprender el principio que el apóstol enuncia aquí. Nuestra misión es, en primer lugar, estar en correcta relación con la posición que ocupamos.
En Romanos 13 encontramos exactamente la misma enseñanza. Allí el apóstol manda a los cristianos: "Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos". Estas son palabras escritas a personas sometidas al poder del emperador Nerón. Y eso es lo que el cristiano debe hacer. Su preocupación primordial es ser un siervo de Dios y de Cristo. No importa cual sea su posición, ni cuales las circunstancias; sea amo o sea siervo, rey o súbdito. Todos ellos deben someterse y cuidar de comportarse en todo sentido como cristianos. Su primera preocupación no debe estar dedicada a las situaciones y condiciones en sí; su preocupación es ser 'peregrino de la eternidad', como 'extranjeros y peregrinos', su preocupación es ser fieles a su Maestro, preparándose para su hogar eterno.
Con todo esto prosigo a un quinto y último principio. Alguien podría preguntar: "Muy bien, ¿pero qué hay entonces respecto de mejorar las condiciones? Acaso, después de todo, ¿no está defendiendo usted el 'status quo'? Con sus palabras usted lo niega, pero en realidad es eso lo que está diciendo. Está diciendo que el cristiano no debe preocuparse por las condiciones en que vive, sino que viviendo en esas condiciones, centrar su atención en una conducta cristiana". La respuesta a esta pregunta es muy simple. La misión de la iglesia no consiste en mejorar las condiciones de vida; su misión es en todos los casos, establecer los principios que he estado exponiendo. Nunca debiera atacar en forma directa las condiciones y circunstancias imperantes. Pero, al mismo tiempo, eso no significa que el individuo cristiano, como ciudadano de un país, no va a preocuparse por mejorar su situación. Creo, según me parece, que allí está la línea divisoria. El cristiano individual nunca debe tomar la ley en sus propias manos, nunca debe actuar en forma individualista. Pero eso no significa que, como ciudadano del país al que pertenece, no tenga derecho de participar en todo aquello que mejore las condiciones y circunstancias en que él y otros viven.
Llevado a la práctica, esto opera de la siguiente manera: la preocupación primordial del mensaje cristiano consiste en producir cristianos. Predica el evangelio, convence a los hombres de pecado, los llama a la sangre de Cristo, los conduce a la Palabra que mediante el poder del Espíritu les puede dar el nuevo nacimiento; transforma a los hombres. Luego, habiéndolos cambiado de esa manera, prosigue enseñándoles estos grandes principios. Esa es la tarea directa, la responsabilidad de la iglesia. Pero en la medida en que la iglesia cumple esa función, indirectamente está haciendo algo más: obviamente está afectando a toda la personalidad de esos individuos, su mente, sus pensamientos, su entendimiento. Tan pronto ocurre esto en la vida de las personas, éstas comienzan a aplicar sus pensamientos a la vida cotidiana.
Una ilustración de lo que estoy diciendo se encuentra, por ejemplo, en el avivamiento evangélico ocurrido hace doscientos años. Antes de ese acontecimiento la mayoría de la gente común de este país era ignorante, analfabeta, de una vida pecaminosa y sucia. Los hechos se encuentran en los libros de historia secular. Había pocas escuelas; la gente vivía en un estado de ignorancia, analfabetismo, de grandes e inmundos pecados. ¿Por qué cambió tan radicalmente la situación en el siglo pasado, y aun más en éste? ¿Acaso era porque la iglesia condujo una gran campaña social y política? No es esa la explicación. Siempre hubo algunos líderes eclesiásticos que trataron de hacerlo; pero sus intenciones nunca dieron frutos de valor. El cambio fue operado por el evangelismo ardiente y apasionado de Jorge Whitefield, los Wesley y otros. Allí está la causa de los cambios en la situación. ¿Cuál fue su mensaje? ¿Qué predicaron Whitefield y los Wesley a las multitudes de mineros en las cercanías de Bristol? ¿Acaso les hablaban de las condiciones sociales, salarios y horas de trabajo? ¿Acaso los sublevaron para protestar contra sus miserias, y levantarse en rebelión? La respuesta se encuentra en sus diarios. Whitefield predicó un mensaje que les hizo ver su condición de pecadores en manos de un Dios furioso, quien, a pesar de todo, había provisto un camino para el perdón. Les predicó acerca de sus almas, no de sus cuerpos, no de sus circunstancias y condiciones de vida. La primera vez que Juan Wesley predicó en las calles del distrito más pobre de Newcastle-on-Tyne, su texto fue tomado de Isaías 53: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestro pecado; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados". Algo similar ocurría en las demás zonas. Los evangelistas siempre enfocaban al hombre como hombre, y el resultado de su predicación fue que la gente era cambiada y se convertía. Se convertían a la fe cristiana, nacían de nuevo. ¿Y cuáles fueron las consecuencias? Comenzaron a usar sus mentes. Eso fue algo que no habían hecho antes; habían vivido para beber, jugar y practicar competencias tan crueles como lo son las peleas de gallos; pero ahora, habiendo despertado espiritualmente, el hombre entero se despertaba. Descubrieron sus propias mentes. Lo primero que querían hacer fue leer la Biblia. Pero muchos de ellos no sabían leer. Entonces pidieron que les enseñaran. No fue para capacitarlos a establecer sociedades ni asociaciones políticas, sino para poder leer la Biblia. Entonces se les enseñó a leer. De esa manera fueron iluminados y despertados y entonces comenzaron a comprender la verdad acerca del hombre, de su personalidad y dignidad. Y habiendo llegado hasta allí, prosiguieron aun más. Comenzaron a observar las circunstancias y condiciones en que vivían. Comenzaron a cuestionar si dichas condiciones eran justas y equitativas y al llegar a la conclusión de que no era ese el caso, procedían a tomar medidas para cambiarlas.
Aquello fue correcto y estaba bien; estaba en total acuerdo con las Escrituras. Esa enseñanza no denuncia ni aprueba la esclavitud. No espera que los hombres se subleven y la cambien; tampoco se limita a mantener sencillamente el 'status quo'. Primero trata con el hombre como tal, y luego, bajo la influencia de esta enseñanza y con este nuevo entendimiento, el hombre mismo comienza a examinar y tratar su condición.
Podemos resumirlo todo de la siguiente manera. La iglesia no impone ninguno de estos cambios; nunca lo ha hecho. No hay una sola palabra en la Biblia ordenando a los hombres cristianos quienes finalmente causaron esa abolición. Y eso está en acuerdo total con la enseñanza bíblica. No hay mandamiento al respecto; estos son asuntos que la Biblia no enfoca directamente; sin embargo, cuando los hombres se convierten a la fe cristiana, comienzan a pensar. Les he dado un ejemplo de cómo los obreros comenzaron a pensar. Pero, por otra parte, consideren a William Wilberforce. Fue un hombre rico, nacido en el seno del lujo. ¿Por qué comenzó a preocuparle el tema de la esclavitud? La pregunta tiene una sola respuesta: por causa de su conversión. William Wilberforce experimentó una conversión tan radical como la de aquellos obreros mineros de Bristol. Su transformación fue total. Habiendo sido uno de los presumidos de la sociedad, llegó a ser un gran reformador; y a medida que sus pensamientos eran más y más cristianos, comenzó a mirar el tema de la esclavitud y ver que la misma era un gran error. No fue porque hubiese encontrado un mandamiento específico en la Biblia, sino porque sus pensamientos, en general, su perspectiva, ¡eran cristianos! Lo mismo se puede decir del conde de Shaftsbury, principal responsable de los hechos en las fábricas del siglo pasado. El fue otra persona, un aristócrata entre aristócratas, nacido en lujos y riquezas, que experimentó una conversión evangélica. Debido a la renovación de su mente en Cristo comenzó a ver todas las cosas en forma diferente; comenzó a preocuparse por las condiciones de vida en las fábricas y minas. Lo mismo ocurrió con el Dr. Barnardo, fundador de hogares para niños desamparados.
¡Así ha ocurrido siempre! La tarea de la iglesia no consiste en tratar directamente con estos problemas. La tragedia actual es que mientras la iglesia esté hablando de estos problemas específicos, y tratando directamente con las condiciones políticas, económicas y sociales, no se producen cristianos nuevos. Las condiciones empeoran y los problemas se agigantan. Cuando la iglesia produce cristianos es cuando cambia la situación; pero siempre ocurre en forma indirecta.
Quiero darles otra ilustración de esto. Recientemente leí algo en un artículo que no era nuevo para mí, pero que por algún motivo había escapado a mi memoria. Era referido al gran Carlos Simeón, un ministro anglicano en Cambridge desde 1782 a 1836. Este fue uno de los hombres más influyentes en la Iglesia Anglicana hasta aproximadamente 1860, y aun después de esa fecha. El artículo llamó mi atención por el siguiente hecho. Carlos Simeón predicó en Cambridge durante todo el periodo de la Revolución Francesa y de las Guerras Napoleónicas, es decir, desde 1790 hasta 1815. A lo largo de esos veinticinco años, y a pesar de todas las crisis y la alarma general, Carlos Simeón no predicó una sola vez con referencia a las guerras. ¡Ni una sola vez! Se le criticó amarga y severamente por ello. ¿Por qué no se refería a tales eventos? ¿Por qué no se refería a los asuntos de su tiempo, enfocándolos como se supone debe hacerlo un ministro religioso? Hubo muchos otros que lo hicieron, pero hace tiempo que fueron olvidados sus nombres. Aquellos predicadores que desarrollaban temas específicos fueron populares en su época, pero ahora nadie los recuerda, ni siquiera sus nombres. No ejercieron influencia sobre las condiciones de su época; no causaron la más leve diferencia, no afectaron a Napoleón ni a las guerras, ni a ningún otro asunto. ¡Pero sus nombres aparecían en los diarios y los encabezamientos! Sin embargo, no condujo a nada, todo fue un desperdicio de energía. El predicador anglicano que realmente afectó la vida de la nación fue Carlos Simeón; y lo hizo en la forma bíblica, es decir, en forma indirecta. Lo hizo predicando el evangelio y transformando a los hombres.
La iglesia no puede cambiar las condiciones de vida, y no es ese su propósito. Tan pronto intenta hacerlo, está cerrando de diversas maneras la puerta a las oportunidades evangelísticas. Si ataco al comunismo, inmediatamente los comunistas asumen una actitud defensiva y ya no prestarán atención a mi evangelio. Ni siquiera van a escucharlo. Debo evitar eso. No debo lanzar ataques directos a ninguno de estos asuntos, sean cuales fueran. Mi preocupación como predicador del evangelio está centrada en el alma de las personas; mi misión consiste en producir cristianos; y cuanto mayor el número de cristianos, mayor también el volumen de pensamiento cristiano.
Luego la misión de los cristianos individuales consiste en ir al Parlamento, como lo hiciera Wilberforce, o hablar en la Cámara de los Lores, como lo hizo el Conde de Shaftesbury, o buscar las elecciones en un concilio local y en general, actuar como buenos ciudadanos—compórtense como tales. No permitan que estas actividades absorban todo su tiempo; no dejen que ellas sean el centro de su vida. Muchas veces ha sido ese el error. Creo que el estado actual de las iglesias se debe en gran medida a ello. Tengo suficiente edad para recordar los tiempos de este país cuando la principal diferencia entre la Iglesia Anglicana y la Capilla no-conformista era la diferencia entre conservadores y liberales.
El conservador defendía el 'status quo' mientras que el no-conformista introducía reformas. Para los no-conformistas aquella fue la época de los predicadores políticos. Como ya lo he dicho, el predicador-político era tan reprensible como los obispos y arzobispos que muchas veces eran capellanes de la corte. Juntos muchas veces desviaron la atención de la gente del mensaje de la palabra de Dios. Ciertamente, no lograron producir cristianos y debido a la escasez de cristianos en el mundo actual, hoy prevalece la impiedad.
Hasta aquí, entonces hemos considerado los cinco principios bíblicos que controlan las relaciones entre gobernadores y gobernados, amos y siervos, empleadores y empleados. Pero debemos proseguir para descubrir qué otras instrucciones nos dan las Escrituras, inclusive sobre cómo implementar estos cinco principios. Necesitamos esta clase de instrucciones y, gracias a Dios, están aquí a nuestra disposición. Pero si no percibimos el énfasis principal, los principios centrales, toda otra consideración será una absoluta pérdida de tiempo.
La pregunta que quisiera plantear es la siguiente: ¿Cuál es nuestra preocupación? ¿Se encuentra ocupado en las condiciones sociales y políticas o en su relación con Dios y la eternidad? Si está obsesionado por sus condiciones actuales, si se agita, se apasiona y se amarga por su causa, si simplemente condena a las personas que están de un lado u otra, ya está fuera de la actitud del Nuevo Testamento. La preocupación ardiente del cristianismo es su relación con Dios y el cielo y la eternidad y por ese hecho considera todos los otros asuntos como secundarios. Mire fría y tranquilamente esos asuntos recordando que su misión principal como cristiano consiste en relacionarse a todo lo que tiene que ver con la vida.
El cristiano di¬fiere del no-cristiano. Recién cuando su espíritu está en esta condición correcta podrá comenzar a considerar si, como ciudadano de este mundo, debe intentar cambiar o mejorar o mantener esto o aquello, conforme a su punto de vista. Sin embargo, su preocupación final y vital siempre será ésta: 'Mi Señor está en el cielo'. Como siervo o amo, empleado o empleador, ¿estoy sometiéndome a mi Señor y viviendo para su gloria?


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SANTOS EN LA SOCIEDAD
Efesios 6:5-9

He estado subrayando que la responsabilidad de la iglesia de Dios consiste en predicar, no sobre política o reconstrucción social, sino sobre la plenitud del evangelio. Al mismo tiempo he sugerido que el individuo cristiano debe participar por legítimo derecho en la tarea de cambiar las malas condiciones de vida. Aquí alguien podrá objetar diciendo: "¿Y qué de los mártires? ¿Qué de los hombres que en el pasado fueron muertos por el estado, por ejemplo, los primeros cristianos? Aquellos mártires se rehusaron a reconocer a César como Señor y entonces fueron arrojados a la arena de Roma. ¿Que de los mártires protestantes del siglo XVI? ¿Qué de los mártires puritanos en Inglaterra, y de los cristianos en Escocia durante el siglo diecisiete?" Mi respuesta es que esos santos no fueron muertos por estar predicando política, o porque hicieran algo directamente contra el estado. Murieron por la verdad y por la fe. Los cristianos primitivos no atacaron el Imperio Romano. No eran agitadores políticos. Solamente querían predicar el evangelio y vivir la vida cristiana. Entonces, ¿por qué fueron muertos? La respuesta es que el estado se acercó a ellos tratando de obligarlos a decir: "César es el Señor". Ellos se rehusaron. ¿Por qué no podían decir esas palabras? Porque sabían que "Jesús es el Señor", y que no hay otro. Prefirieron morir antes que someterse. Ofrecieron resistencia pasiva, no activa. No tuvieron problemas por lo que hacían, sino por rehusarse a pecar, aun siendo esa la orden del estado. Lo mismo ocurrió con los mártires protestantes del siglo dieciséis y los otros cristianos del siglo diecisiete. Admito que a veces la línea divisoria entre lo espiritual y lo político era muy tenue; y, puesto que todos los hombres son humanos, a veces había una tendencia por introducir el elemento político. Pero hablando en términos generales, lo que he estado diciendo no es sino la simple verdad de la historia.
Este problema surgió muy agudamente en la guerra de 1939-1945 y actualmente se manifiesta en muchos países. Dios sabe que puede ocurrir lo mismo en cualquiera de nuestros países en un futuro no muy lejano. Ese es el motivo para asignar tanta importancia a estos asuntos. Considérese la situación de los cristianos en la Alemania antes de la guerra cuando Hitler y el Nazismo tenían el poder. ¿Qué debían hacer esos cristianos? En todo esto es muy difícil ser fieles a las Escrituras. Algunos de nosotros tendemos por naturaleza, a adorar a los héroes. Admiramos al hombre que está preparado a luchar a mantener ciertos principios; por eso es probable que nuestra opinión sea prejuiciado y en consecuencia, arribemos a una conclusión ajena a las Escrituras. Todos hemos oído de ciertos pastores y predicadores que antes de la guerra criticaron a su gobierno en Alemania. Como resultado fueron encarcelados y llevados a los campos de concentración. Nos quedamos admirados considerándolos hombres de valor y convicción. Pero, tal vez, después de todo, no sean ellos las personas que debemos estar admirando. Hubo muchos pastores desconocidos en Alemania y países similares cuyos nombres nunca oímos, que nunca fueron encarcelados ni llevados a los campos de concentración, pero que domingo tras domingo siguieron predicando fielmente el evangelio. Las personalidades bien conocidas que fueron castigadas, generalmente fueron condenadas por las autoridades porque predicaban política. Y si nuestra exposición es correcta, no debían haberlo hecho. Por supuesto, eso apela al hombre natural en términos de heroísmo. Pero debemos preguntarnos si su actitud era bíblica. El apóstol Pablo no se comportó de esa manera, ni ninguno de los apóstoles. Sin duda, aquellos hombres que fueron fieles al patrón de las Escrituras siguieron predicando domingo tras domingo, el evangelio de salvación, aumentando el número de personas cristianas, edificando a los santos, y ayudándoles a soportar la tiranía y a ajustarse a ella. Ellos fueron quienes hicieron la tarea realmente difícil y verdaderamente cristiana. Demos gracias a Dios y recordemos en nuestras oraciones muchos pastores similares, hombres humildes, que actualmente en muchos países, están haciendo lo mismo. En todas las circunstancias debemos ser muy cuidadosos de excluir el elemento netamente político o natural y asegurarnos de que nuestra conducta sea conforme a la luz de la enseñanza bíblica.
Esto nos lleva a otro tema o problema que ha sido muy discutido y que confunde a muchos. No pueden entender el atraso temporal tan evidente en la historia en este asunto de la esclavitud. Muchas veces el tema es presentado de la siguiente manera. Muchas personas dicen no poder entender que la iglesia y los cristianos aparentemente no objetaron a la esclavitud, sino hasta en el siglo dieciocho. Tal es el argumento común del racionalista moderno, del moderno intelectual que no es cristiano. Este es uno de sus alegatos para no ser cristiano. ¿Acaso no es obvio, a primera vista, que la esclavitud es un error? ¿Acaso no es un error fundamental de principios que un hombre posea a otros? Es algo tan obvio, afirma él, que actualmente todo el mundo lo ve con claridad y está de acuerdo al respecto. Sin embargo, el cristianismo había existido durante aproximadamente dieciocho siglos antes que se hiciera algo.
Si somos cristianos, ¿cómo podemos explicar ese atraso temporal? El interrogante es totalmente justo. Vamos a encontrarnos con él y debemos encararlo. Es un tema que muchas veces ocupa el centro de los pensamientos actuales, quizá no tanto respecto de la esclavitud como de ciertos otros temas a los que la gente aplica el mismo principio y enfoque. Actualmente, en revistas religiosas se destaca que la gran necesidad del momento es que podamos poner al día nuestra teología. Ciertos escritores piensan que muchos de los problemas pasados fueron resultado de una teología equivocada. Afirman que la iglesia, aferrándose a ciertos conceptos y enseñanzas falsas, ha sido un obstáculo al desarrollo de la raza humana. Afirman que en cierto sentido esto sigue siendo así. Nuestros descubrimientos y conocimientos en las esferas de la antropología y sociología y otras ciencias, sobre todo el campo del desarrollo humano, han arrojado nueva luz, pero la iglesia sigue manteniendo su reserva.
¿A qué se refieren? Es un tema desagradable pero dado que se lo presenta abiertamente y dado que el Parlamento toma resoluciones al respecto, me veo obligado a mencionarlo. Me refiero a lo que, por ejemplo, se dice respecto de perversiones sexuales. Lo mismo se dice sobre el tema de matrimonio y divorcio y también sobre el tema de ordenar mujeres al ministerio cristiano, permitiéndoles predicar en congregaciones mixtas. El argumento que presentan es así: En el pasado la iglesia solía ser inflexible en estos asuntos; ha denunciado la conducta homosexual como perversión y pecado, la ha tildado de maléfica y criminal. Ha afirmado que las mujeres por definición y naturaleza no debían ser ordenadas al ministerio cristiano y que debían abstenerse de predicar; y en cuanto al matrimonio, ha sostenido la insolubilidad del mismo. Pero ahora, afirman ellos, sabemos que tales actitudes han sido erróneas. Con nuestro nuevo conocimiento del hombre en términos de anatomía y fisiología, psicología y antropología, sabemos que lo que en el pasado siempre se consideraba una perversión, algo horrible y pecaminoso, para algunos es normal y natural y no debiera ser considerado un crimen. Ni siquiera debiera ser considerado como pecado; algunos incluso van al extremo de afirmar que se trata de algo bello. Afirman que aquel antiguo concepto equivocado estaba totalmente basado en la enseñanza bíblica. La conclusión entonces es ésta, y recientemente la leí en una publicación religiosa, que la gran necesidad del momento es poner 'al día' la teología de la iglesia, conformándola al conocimiento moderno.
En mi concepto ese es uno de los alejamientos más graves de la enseñanza bíblica que uno pueda imaginarse. Lo es por el siguiente motivo. Elimina totalmente el derecho que reclama la Biblia de ser la autoridad final en todos los asuntos de fe y conducta. La Biblia ya no es considerada una revelación de Dios, de su verdad, su voluntad y su mente. Pero, ¿cuál es la nueva autoridad? El conocimiento moderno.* De modo que en el pasado todo estuvo equivocado; sólo el hombre moderno está en lo cierto. Lógicamente ellos son ciegos para ver que, según la lógica que ellos mismos aplican, dentro de 50 años todo lo que ahora afirman dogmáticamente, habrá demostrado ser un error. Lógicamente, lo que reclaman conduce a la conclusión de que eventualmente no existe nada acertado. Vivimos según una escala cambiante. Lo correcto de hoy es el error de mañana. No existen valores absolutos.
Pero, en segundo lugar, tales argumentos pretenden que el conocimiento moderno siempre es acertado. Respondo que ningún conocimiento científico puede probar que estas horribles perversiones sean naturales. Hacerlo no es sino presentar afirmaciones dogmáticas. Lo mismo se aplica al tema de los predicadores femeninos, y también al tema del matrimonio. Nuestra posición sigue afirmando que la verdad fundamental solamente se halla en la Biblia; y que las modernas preocupaciones y problemas se deben a que el mundo no quiere aceptar sus enseñanzas. Son los conceptos modernos los que están equivocados. No se requieren cambios; lo que necesitamos es un retorno a la enseñanza de la Biblia. (La sociedad de hoy tiene una moral confundida debido a que hombres y mujeres se están desviando de la Biblia). Es por eso que las calles de Londres se tornan cada vez más peligrosas de noche. Y por eso existen cosas horribles que constituyen una alarmante desgracia para la comunidad.
Sin embargo, se nos dice que debemos poner a un lado la Biblia, o lograr que se conforme al conocimiento y entendimiento moderno. Esa es la última profundidad del pecado de la rebelión contra Dios y contra su santa ley. La gran necesidad consiste en volver a la Biblia. No estoy negando que en algunas épocas de la historia el pueblo cristiano haya interpretado equivocadamente a la Biblia. Considérese, por ejemplo, el famoso argumento que, según imaginan algunos, finalmente aclara el asunto. El argumento dice: "Como usted sabe, eran personas cristianas las que rechazaron el concepto moderno del cosmos, y sin embargo, se equivocaron tanto respecto de la astronomía. Afirmaban que la tierra era plana, e incluso cuadrangular; se resistieron a los avances hechos hace cuatrocientos años". La respuesta es muy simple. La Biblia no dice que la tierra sea plana. Algunas personas, por no conocer la naturaleza de los cuadros bíblicos y por seguir la filosofía griega, en el pasado llegaron a la conclusión de que la Biblia decía eso. Pero han malinterpretado las Escrituras introduciéndose en ellas sus propios conceptos equivocados. Pero eso no significa que la Biblia esté equivocada. Lo mismo vale también para otros asuntos. La enseñanza de la Biblia es fundamental, es la verdad de Dios. No hay contradicción entre la verdad de Dios y la verdadera ciencia; pero hay muchas contradicciones entre la verdad de Dios y las teorías humanas. Sin embargo, esas teorías no son verdadera ciencia; pertenecen a la filosofía y al reino de las especulaciones. No es ésta entonces la explicación para el atraso.
¿Cuál es entonces la explicación? En primer lugar es lo que hemos establecido desde el principio, es decir, el principal interés de la Biblia es el hombre en su relación con Dios y la eternidad. Pero existe una segunda explicación y es que el reino de Dios es comparado a la 'levadura'. También es comparado a la 'semilla que se siembra en la tierra', y a un árbol que crece. Por supuesto, el aspecto que destacan todas estas analogías es que el reino de Dios se extiende mediante un proceso de penetración, crecimiento y desarrollo que es muy lento. Esa es en todo el Nuevo Testamento la enseñanza de nuestro Señor. No transforma súbitamente todas las cosas, como por decisiones del parlamento o disposiciones similares. No es así con el reino de Dios; el reino de Dios es como la levadura; requiere tiempo; aparentemente es un proceso muy lento. Lo mismo se aplica al método de Dios en la naturaleza; a veces pensaría que no ocurre nada; sin embargo hay un desarrollo aunque sea invisible. Es como lo describió nuestro Señor en una parábola; un hombre siembra la semilla en la tierra, y se acuesta y se levanta y vuelve a acostarse una y otra vez. Aparentemente no ocurre nada. Pero antes que pase mucho tiempo se ve el resultado. El proceso ha sido gradual. Esa es la verdad acerca del reino de Dios. Si mira hacia el pasado, a la historia de los últimos dos milenios, verá esa verdad en operación.
Además, la fe cristiana nunca ha sostenido que su preocupación sea reformar y cambiar al mundo. No ha salido a conquistar ese objetivo, ése no es su propósito. Todos los cambios y avances en la civilización son resultados indirectos, no directos, del cristianismo. Y los resultados indirectos siempre requieren mucho más tiempo. En otras palabras, el atraso se debe a un solo motivo, es decir, al estado del mundo. La civilización siempre ha sido un proceso muy lento. La historia de la empresa misionera lo demuestra. Los predicadores han ido a países incivilizados y han predicado el evangelio. Han tenido conversiones; pero luego les ha llevado muchísimo tiempo persuadirlos a cambiar toda su manera de vivir.
Sin embargo, en muchos sentidos la razón más importante es que al principio el cristianismo realmente solucionó el problema de la esclavitud. Ese es el mensaje de la epístola a Filemón. Pablo dice: "Filemón, te estoy enviando a Onésimo, este esclavo fugitivo. Sucede que estuvo en la misma cárcel que yo, y se ha convertido y ahora es cristiano. Estoy enviándolo de vuelta no sólo como esclavo, sino, desde ahora, como hermano. Tú, Filemón, eres cristiano, y Onésimo también. El está regresando a ti para ocupar su antiguo lugar; pero, por supuesto, ahora es un hombre diferente. Por eso, si bien la situación actual, la relación externa, no ha cambiado, en el fondo todo ha cambiado. Ahora Onésimo es un hermano amado. Recíbelo como tal''. Aquí tenemos la verdadera solución al problema de la esclavitud; ambos hombres, el amo y el esclavo se han convertido. Pero nota que si bien 'resuelve' la esencia del problema, lo deja como problema político y social. Ese es el método del cristianismo.
¿Por qué es ese el método del cristianismo? A mi parecer, aquí está el verdadero secreto, la verdadera respuesta al problema. Si el cristianismo hubiera intentado alcanzar otra meta, cualquier cosa drástica en el sentido político o social, habría sido exterminada en su comienzo mismo. Imaginemos que la iglesia cristiana, además de predicar el evangelio hubiese comenzado a atacar toda la institución de la esclavitud. ¿Qué habría ocurrido? Sin duda alguna, todos los cristianos habrían sido muertos. El imperio romano habría aplastado al cristianismo. No se habría limitado a denunciarlo, lo habría exterminado. Los cristianos nunca interfirieron en asuntos políticos, sociales y económicos, sin embargo, la historia nos dice que todo fracaso en el imperio romano era cargado a la cuenta de los cristianos. Los libros de historia secular lo demuestran. Cada vez que algo iba mal en Roma, cuando se incendió, o cuando perdió una guerra, la gente decía que era porque los cristianos se rehusaban a adorar a los antiguos dioses. Los cristianos eran considerados ateos porque no creían en los diferentes dioses que, según las creencias, controlaban los elementos; por eso eran culpados por los terremotos y pestilencias. Miles de ellos fueron llevados a la muerte, no porque hubiesen hecho algo malo, sino porque se los culpaba falsamente de ser rebeldes y apoyar las insurrecciones. Y desde entonces muchas veces ha ocurrido lo mismo en la historia de la iglesia. Los antiguos metodistas fueron culpados falsa y maliciosamente de ser jacobitas. Entonces, si el cristianismo hubiera presentado al primer siglo un gran programa político y social, si hubiese sostenido que la esclavitud era algo incorrecto y si hubiera tratado de reformar todo el sistema social, sin duda habría sido inmediatamente exterminado.
En esto vemos entonces la sabiduría de Dios. Aunque el sistema de la esclavitud seguía en vigencia, hombres y mujeres se convertían por la predicación del evangelio. Aunque muchos seguían siendo esclavos, se 'regocijaban con gozo indecible y llenos de gloria', porque sabían que eran ciudadanos del cielo. Esto no justifica la esclavitud, pero nos ayuda a comprender el motivo del aludido atraso. Fue el mundo el que necesitó dieciocho siglos para reconocer el error de la esclavitud, no la enseñanza cristiana. La enseñanza cristiana comprende que no puede transformar a la sociedad como un todo; debe seguir confiando en que la enseñanza actuará gradualmente como levadura y que los hombres alcanzarán más y más discernimiento. El atraso no debe explicarse en términos de un fracaso de la enseñanza cristiana; debe ser explicada en términos de la ceguera del mundo para con la enseñanza cristiana. Los cristianos han recibido sabiduría de Dios y el poder de ser pacientes para esperar el momento de entrar en acción.
Estos son entonces nuestros principios fundamentales. Sin embargo, es preciso que yo desarrolle esto un poco más detalladamente. Es difícil; es complicado; algunos se preguntarán si realmente es necesario, puesto que no lo sienten como un problema personal. Pero como ya he indicado, en este mundo moderno es posible que de pronto un cristiano se vea en una situación de esta naturaleza. De todos modos, siempre debemos pensar en los demás. ¿Qué de los cristianos en nuestros días en China, y en algunas partes de Rusia, y en territorios similares? Debemos llevar 'los unos las cargas de los otros'. Debemos estar preparados para entender estas cosas a fin de ayudarnos mutuamente y ayudarnos a nosotros mismos. Todo el mundo cristiano podría, antes que pase mucho tiempo, encarar situaciones similares, porque los tiempos que vivimos son malos.
He aquí algunos de los detalles prácticos que los cristianos deben elaborar. Por supuesto, me refiero al cristiano individual. En primer lugar debe comprender que el estado, y el gobierno, que la ley y el orden en la sociedad han sido establecidos por Dios. Las autoridades 'que hay, por Dios han sido establecidas' (Ro. 13:1). Dios es quien ha ordenado a los magistrados, jueces y autoridades similares. Lo ha hecho con el propósito principal de evitar el mal. No fueron los hombres quienes inventaron al estado, no fueron ellos los inventores de los reyes y gobernadores, magistrados y poderes. Dios mismo los ha establecido para mantener al mal dentro de sus límites. Su propósito no va más allá; pero, ciertamente, su propósito tampoco es menos que eso. Si Dios no los hubiera establecido el mundo estaría en un estado de absoluta anarquía. Por sí solas las condiciones de vida son suficientemente malas, pero si no existiera la ley y el orden, las decisiones del Parlamento y la policía, la situación seria infinitamente peor. Todo esto es contribución de Dios para mantener el mal en sus limites, para evitar que se fortalezca y destruya la vida. Las autoridades existentes son un requisito básico. Cualesquiera sean las condiciones políticas en que nos encontremos como cristianos, y por muy adversas que nos resulten, debemos decir: "Y bien, después de todo, el estado y todos estos poderes han sido establecidos por Dios". No debemos decir "Salgamos a abolir este estado de cosas". No, debe haber orden, debe haber gobierno, debe haber un sistema. Ese es el designio de Dios.
En segundo lugar, es preciso comprender que ningún sistema es perfecto. El problema de tiempos pasados ha sido que algunos alentaron la idea de que su sistema político, y solamente el suyo, era perfecto. Algunos pensaron en una oligarquía, otros en una monarquía constitucional, otros creen en lo que llaman democracia, otros en el republicanismo, otros en el comunismo, otros creen en un estado sin clases, y así sucesivamente. Y el problema generalmente surge porque estos partisanos pretenden que sus ideas y su sistema es el único correcto, el único verdadero, el único perfecto; entonces luchan por esa causa.
El cristiano mira a todo esto y sabe que ninguna de estas ideologías es perfecta, ninguna de ellas. La Biblia no prescribe ni aboga por ninguna de ellas. Todo esto es un asunto de discusión, un asunto de opinión humana; y como ciudadanos del estado, los hombres deben investigar estas cosas.
Cuántas necedades se han dicho de ambas partes sobre todo esto. Algunos han defendido a la oligarquía o una monarquía absoluta, hablando de 'los derechos divinos de los reyes'. La Biblia nos muestra claramente que no existe tal cosa. Recordamos lo que Dios dijo a los hijos de Israel cuando por primera vez quisieron tener un rey. Pero luego, en el extremo opuesto, hay hombres que se levantan para decir: "Todos son iguales"; no debe haber división de funciones, ni de gobierno ni de orden. Ese ha sido el gran lema. Pero, sencillamente no es así. Ciertamente todos los hombres son iguales ante los ojos de Dios; eso es algo que la Biblia enseña. Sin embargo, no afirma que todos los hombres son iguales; esto es obvio. No hay dos personas que sean idénticas. No puede decir que todas las personas sean iguales cuando una de ellas es muy hábil en tanto la otra es apocada y estúpida. No puede decir que todas las personas tienen los mismos atributos, facultades y tendencias. Una persona tiene mente más brillante que otra; una posee un don de líder que la otra carece. Han nacido así y evidentemente no son iguales. La sabiduría común y general de la raza humana siempre ha comprendido que es preciso aceptar ciertas divisiones a fin de organizar la sociedad y facilitar la vida. Los lemas siempre son peligrosos.
Actualmente todo esto es demostrado en Rusia. Allí se cree en la teoría de una sociedad sin clases. Sin embargo, allí ya está naciendo una clase nueva, el comisario, el líder, el hombre que está en la burocracia, el funcionario civil. Se está desarrollando una clase administrativa. Pueden abolir las diferencias; podrán hacer el intento de ignorar todas las distinciones y divisiones naturales, sin embargo, finalmente volverán; es seguro que volverán, porque los hombres no son todos iguales. Un hombre hábil e inteligente ciertamente se adelanta, y en tiempos de crisis los otros le siguen naturalmente. Los abogados de la democracia también han sostenido grandes cosas. Los protagonistas de la revolución francesa proclamaban 'libertad, igualdad y fraternidad'; pero de pronto todo desembocó en una tiranía, en ateísmo y en muchas otras consecuencias malas.
Mi argumento es el siguiente: Cuando un individuo cristiano observa todas estas cosas, ve que ningún sistema es perfecto. Por eso no debo 'perder la cabeza'; no debo entregar la vida por la defensa de algún sistema en particular afirmando que es perfecto y que solucionará todos los problemas, por qué eso sencillamente no es verdad. En cualquier sistema imaginable siguen existiendo problemas y dificultades; y siempre será así. Esa es la forma en que el individuo cristiano debe mirar los problemas de la sociedad.
El siguiente paso es una consecuencia lógica. Al mismo tiempo que el cristiano reconoce que no hay sistema perfecto, busca tener lo mejor que sea posible y hacer lo que esté a su alcance para producir las mejores condiciones de vida posibles. El cristiano no 'pierde la cabeza' por ello; no sale fuera de sí, tal como lo han hecho muchos de nuestros antepasados. Durante el presente siglo muchos de nuestros padres no-conservadores olvidaron el evangelio y realmente creyeron que el partido liberal establecería mediante una legislación social el reino de los cielos en la tierra. El cristiano nunca debe ser culpable de semejante error. Creo que debe aspirar a lo mejor posible y debe estar dispuesto a trabajar hacia ese fin; y tal actitud está de acuerdo con la enseñanza bíblica.
Luego el cristiano da un último paso. Afirma que la tiranía, la opresión y la injusticia son ajenas a la enseñanza bíblica referida al estado y sus funciones. Por eso tiene derecho a oponerse a ellas. Al hacerlo así no se está levantando como agitador político; está diciendo que cuando el estado es culpable de tiranía y opresión, o de cometer injusticias, no se está ajustando a lo que el apóstol Pablo dice en Romanos capítulo 13. Entonces se une a otros para protestar ante tal situación y para intentar su transformación. El mismo apóstol asumió ese comportamiento al protestar por su injusto encarcelamiento en Filipos, tal como lo hemos visto. No se estaba rebelando contra la ley; solamente afirmaba que la ley debía ser cumplida y que debía ser cumplida correctamente. Como ciudadano estaba presentando una protesta legítima. No predicaba sobre estas cosas, pero en la práctica y como individuo insistía que la ley bajo la que él y otros vivían, debía ser administrada correctamente. En todos los casos ésa es una conducta correcta para el cristiano individual.
Entonces, un cristiano como individuo está en todo su derecho al intentar un cambio para obtener las mejores condiciones de vida posibles, tanto para él mismo como para otros. Yo incluso diría que si las circunstancias lo hicieran necesario, y si un gran sector de la opinión pública señala en esa dirección, el cristiano está en su derecho de participar en una rebelión o revolución. No debe hacerlo como lo hicieron en tiempos de la revolución francesa; no debe ir al extremo de adorar la 'Libertad, Igualdad, Fraternidad'; no debe apartarse de Dios diciendo 'Todos los hombres son iguales'. ¡Nunca! Nunca debe actuar por motivos egoístas o personales. Siempre debe aspirar a lo mejor para el estado y para la gente. En este sentido estoy pensando en la posición que asumieron algunos puritanos en el siglo XVII. Les resultaba difícil decidir qué hacer. ¿Debían participar de la guerra contra Carlos I, o no? Estoy tratando de justificar la posición de Cromwell y otros en esa rebelión. No estoy justificando todo lo que hizo cada individuo, pero afirmo que cuando un hombre siente que junto a otros es sometido a una tiranía y a injusticias, a situaciones que contradicen la enseñanza bíblica sobre el comportamiento de reyes y gobernantes, en ese caso tiene derecho de participar incluso en una rebelión o revolución. Pero tenga cuidado, la forma de hacerlo es esencial.
Y esto me conduce a mi palabra final. Obviamente, por ese motivo es totalmente correcto que un cristiano participe de cualquier movimiento o medida designada a producir las mejores condiciones posibles de vida para los seres humanos en tanto viven en este mundo. Un cristiano tiene todo derecho de participar en la política, entrar a su mundo, no limitarse a votar, sino llegar a ser concejal o miembro del Parlamento. Sobre el mismo principio también es totalmente correcto que el cristiano pertenezca a un sindicato, puesto que el estado reconoce los sindicatos. Una decisión del parlamento ha dado legitimidad a la unión de hombres para procurar el cumplimiento de sus derechos y un trato justo. También tienen un derecho legítimo de hacer huelgas y rehusarse a prestar sus servicios. La ley reconoce de igual modo las organizaciones similares formadas por empleados. Es legítimo, es correcto pertenecer a alguna de ellas.
Sin embargo, hay muchos cristianos que consideran pecado pertenecer a un sindicato; pero eso es una interpretación totalmente equivocada de la enseñanza bíblica. Pertenecer a un sindicato no es de manera alguna una contravención de la enseñanza apostólica sobre siervos y amos. Según esta enseñanza siempre debo ajustarme a las condiciones existentes, pero si legítimamente puedo cambiarlas, tengo el derecho de hacerlo. Tengo derecho de terminar con la esclavitud siempre y cuando esté en condiciones de hacerlo correcta y legítimamente. No debo hacerlo precipitadamente. Nunca debo desacreditar la causa cristiana. Pero si me conduzco en forma correcta y legítima estoy en todo mi derecho de votar, hablar, y organizar. De modo que el individuo cristiano puede pertenecer a estas diversas sociedades, organizaciones e instituciones. Su participación con ellas no implica violación de sus principios cristianos. Hay personas cristianas en los diversos partidos políticos; puede encontrarlos en diferentes grupos sociales e industriales. Y todas estas divisiones son totalmente compatibles con la fe cristiana.
Resta subrayar un asunto de extrema importancia. En su situación particular el cristiano debe cuidar de seguir una conducta totalmente cristiana. No debe dejarse confundir por estas cosas. Por el hecho de disentir con un sistema, no debe tomar la ley en sus propias manos a fin de oponerse al mismo. El apóstol nos exhorta diciendo que, como creyentes, siempre vivamos conforme a la ley, cualesquiera sean las circunstancias y condiciones. Si se puede mejorar una situación mediante acciones correctas y legítimas, somos libres de unirnos a otros a tal efecto. Pero no permitiremos que ello interfiera con nuestra conducta cristiana. Hubo cristianos que vivieron en el imperio romano, bajo aquel cruel déspota, el emperador Nerón. No se les mandó levantarse y rebelarse a fin de destituirlo. Se les mandó ser obedientes. Sin embargo, considerándolo en una perspectiva más extensa, como individuos cristianos debían sentirse libres para usar todos los medios y métodos legítimos para abolir tales tiranías e introducir las mejores formas imaginables de gobierno a este mundo pecador y malo.
Ahora hemos estudiado lo que, sin duda, es el aspecto más difícil del asunto. Proseguiremos considerándolo en una forma mucho más simple y directa. ¡Quiera Dios iluminarnos y enseñarnos cómo pensar cristianamente, y cómo apreciar todas las cosas a la luz de estos grandes principios que enuncia la Palabra de Dios! Quién sabe si no será su conducta corno siervo o como amo, que se tornará en el instrumento para cautivar y conquistar a alguien y despertarlo para ver este glorioso evangelio que cambia al hombre y todo su concepto de la vida. De modo que por el simple hecho de cumplir con su trabajo, cualquiera que sea, y cualquiera sea la esfera donde se desempeña, y quizá por el hecho de sufrir injusticias con un espíritu cristiano, se convierta en embajador de Cristo, en un evangelista del reino de Dios.
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