La Verdadera Religión

Miqueas

por Gabriel Otero

Pasamos a considerar el sexto libro de los llamados profetas menores según el orden bíblico: Miqueas. Dice así la Escritura en el Cap.1:1: "Palabra de Jehová que vino a Miqueas de Moreset en días de Jotam, Acaz, y Ezequías, reyes de Judá; lo que vio sobre Samaria y Jerusalén." Vemos que el autor de este libro profético es Miqueas. Este hombre era nativo de Moreset ciudad que se encontraba en territorio de Judá. Profetizó durante el reinado de Jotam, Acaz y Ezequías y fue contemporáneo de Isaías, según leemos al comparar con el Cap.1:1 de este profeta donde dice: "Visión de Isaías hijo de Amoz, la cual vio acerca de Judá y Jerusalén en días de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá." Solamente que Isaías comenzó su servicio profético un poco antes que Miqueas, ya que como hemos leído, Isaías comenzó en un reinado anterior, o sea el de Uzías.



El nombre Miqueas significa: "¿Quién es como Jehová?" Su vida se desarrolló en territorio de Judá, pero su mensaje fue simultáneamente a los dos reinos de Judá e Israel. En el Cap.3:8, encontramos el propósito por el cual él fue dedicado a su ministerio: "Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu de Jehová, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado." Es decir, el mensaje de Dios iba dirigido a denunciar la rebelión y el pecado en que habían caido los descendientes de Jacob y que componían las doce tribus ahora divididas en dos reinos.



Encontramos dentro de la sinopsis que podemos hacer de este libro, ciertos pasajes notables. Dentro de ellos el mensaje que nos habla de la definición de la verdadera religión. Asimismo en el libro encontramos perfectamente definido y anunciado el lugar de nacimiento de Cristo. También Miqueas nos habla de la disposición de Dios o dónde Dios pondrá los pecados de aquellos que son creyentes. Hemos tomado de todos estos notables pasajes uno de ellos, no obstante que haremos mención a otros, para comentar y poder apreciar este libro en su contenido. Creemos que el libro trata de algo muy práctico y que en estos días también nosotros tenemos que resolver: ¿Cuál es la verdadera religión? ¿Qué es lo que demanda la verdadera religión? ¿Dónde podemos encontrar la verdadera religión? ¿Qué es o qué compone una verdadera religión? Vamos a tratar de resolver este asunto porque tiene mucha importancia en la vida del hombre común, tiene mucha importancia en la vida de aquellos que profesamos ser hijos de Dios. Hemos elegido como tópico para nuestro estudio del libro de Miqueas: "La definición de la verdadera religión" Sobre la base del tópico que vamos a considerar en este ministerio de Miqueas, aplicaremos como título a nuestro estudio el siguiente: "La verdadera religión". Y he aquí en el Cap.6:8, lo que Miqueas entiende y nos va a comunicar lo que Dios demanda del individuo que posee la verdadera religión. Dice así: "Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios." Vamos a leer nuevamente este versículo, pues nos habla profundamente de algo muy severo y muy crítico: "Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti:..." ¿Qué es lo que demanda Jehová de aquel que es creyente? Tres cosas: Primeramente dice: "solamente hacer justicia", Dios pide que hagamos justicia. En segundo lugar, "amar la misericordia". Y en tercer lugar, "humillarse delante de Dios". Notamos entonces en este pasaje algo muy importante, que lo que Dios demanda es realmente necesario en la vida de aquellos que tienen o profesan la verdadera religión.



Lo primero que Miqueas nos comunica es que Dios demanda que hagamos justicia. Primeramente esa justicia que debemos hacer es para con Dios. Debemos encontrarnos justificados con Dios. En otra palabra, no debe haber ningún obstáculo entre nosotros como personas y Dios que habita en los cielos. El apóstol Pablo comunica esta verdad jurídica; a la iglesia de Roma. En la epístola a los Romanos Cap.5:1, él nos habla de esa justificación que Miques demanda para poder practicar la verdadera religión. Dice así: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;..." Notamos entonces que cuando Miqueas dice que lo que Dios demanda es hacer justicia, es que nosotros debemos de hacernos de esa juticia de Dios y así podremos hacer justicia con otros. "Justificados, pues, por la fe,..." dice Pablo. O sea que la paz con Dios se logra a través de una justificación que está hecha por medio de nuestro Señor Jesucristo. Jurídicamente, un individuo puede tener paz con Dios, puede tener una relación abierta, una relación perfecta con Dios, puede encontrarse santo y puro delante de Dios aun en su vida. Hay muchas personas que creen que la santificación es un proceso de canonización después de la muerte. Dios tiene una diferente idea de este concepto humano. La canonización, o la justificación de un individuo delante de Dios no se hace a través de una acción jurídica que hombres y mujeres puedan decretar o que una iglesia determinada pueda decretar, sino que la justificación de Dios es de cómo él nos ve a través de sus propias leyes jurídicas. Dios dice que hay una manera de presentarnos justificados con él. Hay una deuda que debemos pagar, y esa deuda es el pecado. Volviendo a la carta a los Romanos Cap.6:23, así nos habla el apóstol: "Porque la paga del pecado es muerte,..." Indudablemente todos nosotros debiéramos ser consumidos por Dios como resultado de nuestro pecado. Pero hay una manera de llegar a ser justificados ante él, hay una manera de poder alcanzar lo que nosotros llamamos en teología redención y lo que nosotros llamaríamos una restitución de nuestra posición jurídica delante de Dios. ¿Cuál es esa manera? ¿Pagar por nuestro pecado? Por cierto que sí, lo cual significa la muerte y la muerte eterna. Pero para no llegar al extremo de pagar con nuestra vida o sea la muerte, nos aferraremos al método que en teología se llama: Sustitución. Dios ha tomado en la persona de Cristo toda nuestra vida y él ha pagado por nuestro pecado cuando murió en la cruz del calvario. Es decir, Jesucristo ha pagado por el pecado de aquellos que creen en él, de aquellos que el Padre en los cielos ha elegido para una salvación eterna. Por lo cual nos encontramos en una posición que debemos analizar pues es bastante incómoda. Somos declarados culpables de un pecado que hemos heredado. Pero al mismo tiempo, Dios solamente por su amor como ya hemos leído, puede hacernos justicia aun en circunstancias difíciles, pues si nosotros aceptamos el pago de nuestra culpabilidad en la persona de Cristo jesús, entonces nos encontramos justificados con Dios. No hay obra humana que pueda pagar esa justificación. Las obras vienen después de la justificación y no antes, es decir, las obras humanas que podamos hacer son el resultado de nuestra justificación con Dios, y no por nuestra justificación en los cielos. Por eso Miqueas dice que Dios demanda que hagamos justicia y nos encontremos bien con él.



La verdadera religión de acuerdo al libro de Miqueas, comienza con un estado de justificación y con una obra de justificación en nuestra vida. No respondemos ya a una religión determinada, pero respondemos a un llamado determinado de Dios. Debemos encontrarnos con Dios en un estado de paz, y la única manera que ese estado de paz puede ser logrado, es por el medio jurídico que Dios ha provisto. Ese medio jurídico que Dios ha provisto, es simplemente por la convicción de creer en su Hijo, es decir, creer en Su obra de la cruz como el pago que él ha hecho por nuestro pecado. El, en la cruz del calvario, por tres días y tres noches, pagó indudablemente todo el precio de una eternidad en el infierno. Y su resurrección preciosa como dice Romanos Cap.5:10, nos da vida cuando creemos en la misma. Dios nos ha dado pruebas suficientemente verídicas para entender que hay una vida más allá de la vida presente. Dónde hemos de vivir en el futuro no depende de cuánto dinero tengamos o de cuántas veces vayamos a la iglesia; depende del estado de justificación que tengamos para con Dios. Ese es el primer punto de la verdadera religión.



En el mismo versículo del Cap.6:8, Miqueas prosigue diciendo: "...y amar misericordia,..." Realmente esto nos toca a todos nosotros. Muchas veces nos hacemos de un espíritu de soberbia, ¿verdad? Creemos que somos más aptos que otras personas, creemos que somos tan santos que no existe pecado en nosotros, o que sería imposible que nosotros pequemos. Pero debemos confesar que somos humanos y dentro de esta naturaleza humana habita un hombre o una mujer. ¿Cómo entonces nosotros que ya hemos sido justificados por Dios podemos mantener una relación limpia con él? Es por la misericordia de Dios que nosotros podemos mantener una relación íntima con él. Esto implica de que una vez que hemos sido justificados, debemos tener y amar la misericordia, es decir, mirar a otras personas y no determinar en nuestra mente un estado jurídico tal que declare a tales personas culpables, y como tal los borramos de nuestra mente. Poniendo esto en un lenguaje más simple, sería algo así como si nosotros nos pusiéramos por encima de los demás categóricamente al decir que no somos pecadores como tal o cual persona; o quizás sabemos de alguien ha pecado y entonces sin misericordia, es decir, sin tolerancia hablamos y criticamos a tal persona como si ya dicha persona no tuviera más oportunidad de poner su vida nuevamente recta delante de Dios.



En el libro de Lamentaciones, Jeremías nos declara algo muy específico y también de mucha información para todos aquellos que amamos la palabra de Dios. En el Cap.3:22-23 dice: "Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad." Amar la misericordia. Alguien podrá tener un mal día, alguien cometió algo muy malo hoy, pero recordemos, nueva es la misericordia de Dios mañana. Y qué hermoso es pensar que el cristiano es una persona con esperanza, es un hombre o una mujer en el cual el espiritu y el hálito de vida se prolonga día a día como resultado de la misericordia de Dios. Es importante que sepamos la definición de la palabra misericordia, ¿verdad? Misericordia significa que Dios retiene aquello que merecemos. Gracia, significa que Dios nos da aquello que no merecemos. Consecuentemente en ese estado de misericordia, Dios nos ve, nos perdona y nos vuelve a dar una nueva oportunidad, nos abre una página en blanco para vivir rectamente delante de él. Es por su misericordia, dice Jeremías, que no hemos sido consumidos. Cada día podemos encontrar faltas en nosotros mismo, y Dios también ve esas faltas. Pero en un estado de humillación cuando confesamos esas faltas, Dios entonces procede a ayudarnos, a darnos una nueva oportunidad de vivir rectamente delante de su presencia. La verdadera religión entonces incluye el perdón, el perdón que Dios ofrece, y el perdón que nosotros ofrecemos hacia aquellos que nos hacen mal.



En tercer lugar, y siguiendo el orden de este Cap.6:8, Miqueas nos dice: "...y humillarte delante de tu Dios." ¿Qué querrá decirnos con estas palabras? Miremos un poquito en la epístola de Santiago Cap.4:10, y vamos a analizar un versículo que nos ha de ayudar a entender esto de humillarse delante de Dios. Santiago dice: "Humillaos delante del Señor, y él os exaltará." Notamos que la palabra de Dios nos exhorta en forma firme a humillarnos delante de Dios. Humillaos, dice, delante de Dios y él os exaltará. ¿Cuál es la verdadera humillación? Muy bien, humillarse no significa ser pobre, humillarse no significa no tener dinero, humillarse no significa vivir probremente, no. Humillarse significa en una manera perfecta tener una mente tan clara y tan firme acerca de Dios que debemos sin lugar a dudas ciudarnos de no sobrepasar sus pensamientos. Humillarse delante de Dios significa simplemente obedecer su palabra, tener una conciencia tan clara de lo que Dios dice y de lo que Dios demanda, de que en todo tiempo respetamos esa su palabra. ¿Nos damos cuenta? Humillarse delante de Dios es creer en él y obedecerlo. La palabra de Dios demanda muchísimo de nosotros, muchas veces nos exhorta y otras nos reprende. Pero hagámonos ahora una pregunta: Cuando queremos hacer algo que es contrario a la palabra de Dios, ¿cuál es nuestra actitud? Si uno dice: "Bueno, yo deseo con todo mi corazón casarme de nuevo". Pero la palabra de Dios dice que si esa persona está casada no se puede casar de nuevo; innumerables citas bíblicas dicen esto. Supongamos que uno dice: "Bueno, ¿y qué pasa si desobedezco la Biblia? Volvamos al argumento: (si es una mujer) "Mi esposo me dejó y acá tengo un amigo que me anda atrás y quisiera casarme con él, pero yo se que la Biblia dice que no me puedo casar porque mientras mi esposo vive yo estoy atada a la ley. (si es un hombre) Mientras mi esposa vive no me puedo casar nuevamente. ¿Qué es lo que voy a hacer?" Continuemos con el argumento: Entonces uno dice: "Yo se lo que la Biblia dice, lo que la Biblia demanda, pero ¿qué pasa si desobedezco la Escritura?" Veamos la respuesta. En l.Corintios Cap.10:6-9, leemos: "Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil. Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes." Tentar a Dios es provocarle a ira. Aquellos que tientan a Dios han de terminar con sus vidas. Humillarse delante de Dios es buscar en las Escrituras la sabiduría que Dios tiene acerca de algo que nosotros vamos a hacer o emprender. Si tenemos dudas de algo que vamos a hacer, la palabra de Dios dice que actuar en dudas es pecado. No actuemos dudando, sino que por el contrario actuemos con la seguridad de que estamos sometiéndonos a la voluntad de Dios.



Tres cosas contiene la verdadera religión: Hacer justicia, es decir, estar justificados delante de Dios, amar la misericordia, relacionarnos los unos a los otros en un espíritu de perdón, y humillarnos a Dios, someternos a la única autoridad suprema de nuestra vida, la cual la encontramos en las Sagradas Escrituras, la Biblia. Nuestro hogar, nuestro matrimonio, nuestra relación con otros, deben estar basados exclusivamente por la ley de Dios. Quiera Dios bendecir nuestros corazones y provocar en cada uno de nosotros amar Su palabra.

www.iglesiareformada.com
Sermones