"Dios Nuestra Esperanza"

por Gabriel Otero

Zacarías



Entramos al penúltimo libro del Antiguo Testamento. Respecto a su autor nos dice el Cap.1:1: "En el octavo mes del año segundo de Darío, vino palabra de Jehová al profeta Zacarías hijo de Berequías, hijo de Iddo, diciendo:..." Se sabe poco de este profeta. Era contemporáneo de Hageo, y juntos llamaron la atención de los judíos en cuanto a reedificar el templo de Jerusalén de acuerdo a lo que Esdras nos dice en el Cap.6:14. Evidentemente, Zacarías era muy joven en el tiempo que escribió la profecía de acuerdo al Cap.2:4, donde leemos: "Corre, habla a este joven,..." La palabra hebrea aqui es: "Corré" y habla a este joven. La fecha en la cual podemos colocar la profecía de Zacarías es aproximadamente dos meses después de la profecía de Hageo, si comparamos a Hageo Cap.1:1, con Zacarías Cap.1:1, que dice: "En el octavo mes del año segundo de Darío,..." Ahora si vamos al libro de Hageo leemos: "En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto,..." Por lo tanto comprobamos que ambas profecías fueron escritas en el año segundo del rey Darío pero con dos meses de diferencia entre ambas.



El estilo de la profecía es figurativo, y el profeta nos habla de una visión profunda y extensiva en su profecía. Ahora bien, nosotros no queremos redundar en los aspectos históricos y gramáticos del libro, sino más bien en la parte práctica que el profeta Zacarías nos quiere convenir en su mensaje a nosotros. Vamos a titular el estudio de este libro: "Dios nuestra esperanza". Y entonces unidos con el entusiasmo que la palabra de Dios produce, vamos a mirar en este libro tres cosas fundamentales que realmente nos pueden convecer de que Dios es nuestra esperanza.



En primer lugar, consideraremos el secreto del suceso humano. El secreto del suceso en cada empresa de nuestra vida está declarado aquí en este libro en el Cap.4:6-10: "Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. ¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella. Vino palabra de Jehová a mí, diciendo: Las manos de Zorobabel echarán el cimiento de esta casa, y sus manos la acabarán; y conocerás que Jehová de los ejércitos me envió a vosotros. Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Estos siete son los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra." El secreto de todas las empresas humanas es de Dios. Vemos en este pasaje que aquí hay alguien que está hablando: "Y el ángel que hablaba conmigo respondió y me dijo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: No, señor mío." (Vr.5) Seguidamente el ángel sigue hablando con Zacarías y le dice: "Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos." (Vr.l6). Se necesitaba la reconstrucción del muro de Jerusalén; las ruinas estaban por doquier. Pero las ruinas que más dañaba al pueblo israelita no eran las ruinas de los muros alrededor de la ciudad, sino las ruinas que estaban dentro de su propio corazón. No era la situación física la que realmente ponía el pueblo de israel ante una situación sin límites y sin esperanza, sino que era la situación interna de su corazón. ¿Cómo podemos llevar a cabo tanta tarea con tan pocos elementos y con tan pocos recursos? Fue dentro de ese conglomerado de pensamientos, dentro de ese sinnúmero de preocupaciones del profeta, que el ángel le comunica el secreto del suceso en toda empresa humana. ¡Qué hermosas palabras para marcarlas en nuestras Biblias! Repetimos lo que el ángel de Dios le dice al profeta: "...No con ejército, -es decir, no con poder- ni con fuerza, -con valor- sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos." Es hora que comprobemos y entendamos que no es con nuestra sabiduría, sino con la sabiduría del Espíritu de Dios que vamos a discernir y solucionar los problemas de la vida. No es con nuestro dinero que vamos a soportar a nuestra familia, sino con la habilidad que el Espíritu Santo va a producir en nosotros y como resultado del trabajo del Espíritu Santo en un corazón sumiso, en un corazón dócil, en un corazón tierno, entonces el fruto del resultado del Espíritu de Dios ha de producir en nosotros el éxito en la vida humana. ¡Qué verdad maravillosa! Qué verdad que puede trascender las centurias y abrazarnos hoy y decirnos: ¿Estamos decaídos, estamos batallando con nuestros propios medios, estamos tratando de solucionar nuestros problemas a través de toda la sabiduría humana o de los medios que podemos obtener? Es hora que pensemos como el ángel que le habló a Zacarías: No con ejército, no con poder, no con fuerza, no con valor humano, pero sí con mi Espíritu dice el Señor. Y con "mi Espíritu" significa que debemos ir a la palabra de Dios y dejar que ella nos hable al corazón. Y cuando esta palabra de Dios se deposita en el corazón y se transfiere del intelecto a la voluntad, entonces habremos conseguido dominar la situación y tendremos suceso en nuestra vida. No es por tener miedo que obecemos a Dios, sino porque queremos obedecerle. No es que tenemos que obedecerle, sino que queremos obedecerle; he ahí el secreto de la victoria humana. Zacarías recibió entonces la llave del secreto para tener suceso en cualquier empresa en este mundo.


En segundo lugar, según leemos en el Cap.9:9-10, Zacarías recibió la noticia de la venidad del Príncipe de paz: "Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. Y de Efraín destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén, y los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra." Notamos que la palabra de Dios nos habla en forma directa de la venida del Príncipe de paz. Isaías claramente nos dice que el nombre de Jesús será "Príncipe de paz" (Isaías 9:6) Y es a este nombre al cual nosotros debemos referirnos; es respecto de este nombre que queremos compartir con el lector, para que juntos conozcamos y reconozcamos que la palabra de Dios nos habla de la única Persona que puede producir paz. Por eso como hemos dicho, Zacarías nos habla de algo sublime: Dios la única esperanza. ¿Podrá ser posible que esto sea una realidad en la vida humana? ¿Podrá ser posible de que Dios realmente sea nuestra esperanza? Simplemente conociendo que Dios nos está presentando al Príncipe de paz. ¿Y quién es ese Príncipe de paz? Ese Príncipe de paz es Cristo Jesús, pues en la epístola a los Romanos Cap.5:1, la Escritura nos habla claramente acerca de ese Príncipe de paz: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;..." Leamos nuevamente la noticia que nos da Zacarías: "Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna." ¡Qué hermoso es saber que estas palabras de la venida del Príncipe de paz se cumplieron cuando Jesús caminó desde Betania hasta Jerusalén e hizo su entrada triunfal montado en un asno! (Juan 12:12-15) Y aun con la profecía en la mano el pueblo israelita le crucificó en la cruz del calvario. La Escritura habla con precisión acerca de los años por venir; la Escritura puede decirnos sucesos tras sucesos, uno tras otro con la precisión matemática que nosotros podemos entender. Pero debemos comprender que estas cosas de las cuales estamos hablando, son cosas que están en el propósito de Dios. Y cuando Dios revela su plan al hombre, lo revela completo. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento tenemos el plan de Dios para el suceso humano. Dios es nuestra esperanza. No es nuestro poder, no es nuestra capacidad, no es lo que poseemos o hacemos, sino el Espíritu de Dios dentro del corazón del hombre.



Finalmente, en el Cap.13:1-2, encontramos dos versículos que nos hablan de algo muy importante, algo que necesitamos en un punto u otro de nuestra vida. Dicen: "En aquel tiempo -se refiere a la venida del Mesías- habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia. Y en aquel día, dice Jehová de los ejércitos, quitaré de la tierra los nombres de las imágenes, y nunca más serán recordados; y también haré cortar de la tierra a los profetas y al espíritu de inmundicia." Notamos entonces en forma simple pero muy clara, que en el tiempo de la venida del Mesías habrá una limpieza total. ¡Qué verdad digna de imitar! ¡Qué verdad digna de contemplar! ¡Qué verdad maravillosa que hemos experimentado aquellos que conocemos a Cristo Jesús! En la persona de Cristo somos limpios de toda maldad.



Fue cuando Cristo Jesús llegó al mundo que Juan el Bautista dijo: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." (Juan 1:20). Sabemos entonces sin lugar a dudas que tenemos en la persona de Juan el Bautista las palabras que nos iluminan ese versículo del Cap.13:1. Bien clarito el profeta dice: "En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén,..." En la carta a los Efesios Cap.2, la palabra de Dios nos habla acerca de una limpieza total, si así lo quisiéramos entender o acerca de una unión total. Dice: "...porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre." (Vr.18) Y luego agrega Pablo: "Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios." (Vr.19). Concluímos entonces que ahora pertenecemos a esa gran ciudad de Jerusalén, la Jerusalén de Dios. ¿Y cómo hemos llegado allí? Creemos que la respuesta la tenemos en el evangelio de Juan Cap.15:3. El Señor Jesús les aclara a los discípulos el derecho que ellos tienen de pertenecer al reino de Dios: "Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado." En el libro de Zacarías entonces la Escritura nos muestra que en el último tiempo habra una fuente, un manantial abierto para limpiar a aquellos que moran en Jerusalén.



Volvamos ahora al tópico de nuestro análisis. Mirando al libro de Zacarías hemos podido contemplar algo maravilloso, que tanto este profeta como su contemporáneo Hageo, tuvieron la misma visión, que se reedificara el muro de Jerusalén. Nosotros hablamos en Hageo de que el muro de Jerusalén pertenecía a la fortaleza de la ciudad. Zacarías estaba empeñado en esa misma tarea y entonces Dios le da el secreto del suceso en toda empresa que el hombre pueda emprender. Y la clave del suceso, volvemos a repetir, es la siguiente: "...No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu dice el Señor." El secreto a la corrección humana, el secreto a corregir nuestros hábitos, el secreto a avanzar en la vida espiritual, el secreto que cambiará la vida de todo ser humano, no es por su espíritu, no es por sus métodos, sino por algo más superior. ¿Cuál es el método? El método que nos está hablando el profeta es: El Espíritu de Dios. Y para llegar a esto hemos visto que Dios envió a su Hijo el cual muriendo en la cruz del calvario nos limpia de todo pecado. ¿Cómo puede ser esto posible? Repetimos lo que Jesús les dijo a sus discípulos: "Vosotros estáis limpios por mi palabra".



Quiera Dios bendecirnos para que cada uno de nosotros sepamos mantenernos limpios delante de Dios y juntamente con Zacarías podamos decir en nuestro corazón, Dios es nuestra esperanza. El secreto a la corrección humana, el secreto a corregir nuestros hábitos, el secreto a avanzar en la vida espiritual, el secreto que cambiará la vida de todo ser humano, no es por su espíritu, no es por sus métodos, sino por algo más superior. ¿Cuál es el método? El método que nos está hablando el profeta es: El Espíritu de Dios. Y para llegar a esto hemos visto que Dios envió a su Hijo el cual muriendo en la cruz del calvario nos limpia de todo pecado. ¿Cómo puede ser esto posible? Repetimos lo que Jesús les dijo a sus discípulos: "Vosotros estáis limpios por mi palabra".



Quiera Dios bendecirnos para que cada uno de nosotros sepamos mantenernos limpios delante de Dios y juntamente con Zacarías podamos decir en nuestro corazón, Dios es nuestra esperanza.

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