16: ¿ESTÁ EL GENERO HUMANO PERDIDO EN EL PECADO?


Hemos hablado del primer pecado del hombre, y también del problema, "y Qué es el pecado?" Ahora se suscita la pregunta de qué consecuencias ha tenido ese primer pecado del hombre para todos nosotros, para la humanidad.

Algunos piensan que tuvo consecuencias muy ligeras ﷓ caso de que piensen que ese primer pecado existió, en el sentido en que se describe en el capitulo tercero de Génesis.

Recuerdo que hace algunos años, cuando me dirigía en " automóvil hacia casa después de las vacaciones de verano pasé un domingo en una ciudad sin ninguna razón especial más que la de que no me gusta viajar en domingo. Como no conocía a nadie en dicha ciudad, entré en la que me pareció ser la iglesia principal del centro de la ciudad.

Lo que oí en esa iglesia es lo que se oye en muchas iglesias de nuestros días. Nada me llamó la atención. En realidad no sé ni por qué lo sigo recordando, ya que he oído lo mismo en muchos lugares y de muchas maneras.

Ese domingo los nuevos maestros de Escuela Dominical tomaban posesión de sus cargos. El pastor predicó un sermón adecuado para la ocasión . Hay dos ideas acerca de lo que hay que enseñar a los niños en la Iglesia, dijo. Según una, a loa niños hay que enseñarles que son pecadores y que necesitan un Salvador. Esta es la idea antigua, afirmó; en la Iglesia moderna ya se ha descartado. Según la otra idea, dijo, que es la que nosotros los modernos tenemos, al maestro le corresponde alimentar la tierna planta de la naturaleza religiosa del niño a fin de que produzca el fruto de una vida religiosa normal y saludable.
¿Tuvo razón ese predicador, o bien lo que él llamó idea antigua es la cierta? ¿Nacen los niños buenos o malos? ¿Necesitan, para crecer y convertirse en adultos cristianos, tan sólo servirse de los recursos con los que nacen o bien necesitan un nuevo nacimiento y un Salvador?

Se trata de un problema importante. Podemos resolverlo de una forma a otra, pero no creo que nadie pueda dudar de que se trata de algo muy importante. Ese predicado, en la iglesia de la que he hablado, reconocía la importancia del problema. Por esto me interesé en su sermón. Respondió a la pregunta que él mismo se planteó de una forma equivocada, pero por lo menos acertó en enfrentarse directamente con el problema.

En esta charla y en la siguiente, propongo que imitemos a ese predicador en enfrentarnos con el problema con claridad, aunque  nuestra conclusión quizá resulte ser diferente de la suya. ¿Nacen los niños buenos o malos? ¿Es el hombre dueño de su alma, capaz de dirigirse a si mismo, o bien está el género humano perdido en el pecado?

¿Cómo responder a estos interrogantes? Sólo encuentro una manera. Es la de preguntar sencillamente qué nos ha dicho Dios en su santa Palabra. ¿Enseña la Biblia que los niños vienen al mundo buenos (o por lo menos equilibrados entre maldad y bondad), o enseña que todos excepto uno nacen en pecado?

Cuando abrimos la Biblia con ese interrogante en mente, una cosa se presenta de inmediato con toda claridad. Es que la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis enseña que todos los hombres (con la única excepción de Jesucristo) son de hecho pecadores ante Dios. Cómo han llegado a ser pecadores es otro problema del que nos ocuparemos en la charla siguiente, pero lo que nos atañe ahora es observar que según la Biblia son de hecho pecadores.

En un gran pasaje, sobre todo, esa verdad, que todos los hombres son pecadores, es objeto de una exposición y prueba bien concretas. Ese pasaje se halla en Romanos 1:18﷓3:20. En él el apóstol Pablo, antes de pasar a proclamar el evangelio, proclama la necesidad absoluta y universal del evangelio. Todos necesitamos el evangelio, dice, porque todos sin excepción somos pecadores. Los gentiles son pecadores. Han desobedecido a la ley de Dios, aunque es verdad que no poseen esa ley en la forma clarísima en que le fue presentada al pueblo escogido de Dios por medio de Moisés. Por haber desobedecido a la ley de Dios, y como castigo por ello, se han hundido cada vez más en el abismo_ del pecado. También los judíos, dice Pablo, son pecadores. Tienen muchas ventajas; poseen una revelación especial de Dios; sobre todo han recibido una revelación sobrenatural de la ley de Dios. Pero no es el oír que existe la ley lo que hace que el hombre sea justo sino el cumplirla; y los judíos, por desgracia, aunque la habían oído, no la han cumplido. También ellos son transgresores.

Así que todos hemos pecado, según Pablo. Prueba esta verdad con una serie de citas del Antiguo Testamento comenzando con las palabras "Como está escrito; No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.

Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno."

Creo que no es decir demasiado afirmar que si esta enseñanza paulina acerca de la condición pecadora de todo el género. humano no es cierta, todo el resto de esa gloriosa Carta, la Carta a los Romanos, cae por los suelos. Imaginemos por un momento que Pablo admitiera que un hombre al menos desde la caída fuera justo ante Dios y que no necesitara, por tanto, la redención por la sangre preciosa de Cristo; se ve de inmediato que ese Pablo seria un Pablo del todo diferente del que habla en cada una de las páginas de la Carta a los Romanos y en todas las demás Cartas paulinas que figuran en el Nuevo Testamento. La .luz del evangelio, en la enseñanza de Pablo, destaca siempre en contraste con el tenebroso telón de Tondo de una raza perdida universalmente en el pecado.

¿Hay algo diferente en el resto de la Biblia? Bien, no tenemos tiempo de pasar revista a los sesenta y seis libros de la Biblia, pero si pensamos en ellos en conjunto, veremos, estoy seguro, que el carácter universal del pecado forma parte del alma, de la médula misma del mensaje que contienen. No me preocupa que vayan al Antiguo Testamento o al Nuevo. En los dos encontramos el mismo diagnóstico terrible de la enfermedad del género humano. La Biblia nos enseña a descartar las excusas y a vernos como Dios nos ve, y como consecuencia de ello a golpearnos el pecho y a clamar a Dios : "¡ Pecador, pecador !"

Sé que algunos sostienen que hay que hacer una excepción en este coro sombrío de los libros bíblicos. Pablo, dicen, creía que todos somos pecadores y necesitamos lavarnos los pecados en la sangre de una víctima santa, pero Jesús, afirman, recurrió con confianza a lo bueno que se encuentra en los corazones de los hombres.

Amigos míos, sepan que me sorprendo cuando oigo a la gente decir esto. No me sorprende porque con ello demuestran que no tienen conciencia de pecado. Por desgracia, la ausencia de conciencia de pecado es demasiado común entre aquellos cuyos corazones no han recibido nunca el contacto de la gracia salvadora del Espíritu Santo. Pero lo que sí me sorprende es que hombres cultos, que viven en el igualmente culto siglo veinte, tengan tan poco sentido histórico como para atribuir su propia confianza pagana en la humanidad a Jesús de Nazaret. No me sorprende que ellos tengan tanta confianza en el hombre, sino que me sorprende mucho que crean que Jesús la tuvo.

Desde luego que si lo creen deben descartar los cuatro Evangelios tal como han llegado a nosotros en el Nuevo Testamento. Esto está bien claro; porque en el cuarto Evangelio se dice en forma expresa que Jesús no confiaba en el hombre. "Estando en Jerusalén", dice el cuarto Evangelio, "en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre."  Por desgracia, Jesús sabía demasiado bien lo que había en el hombre. Otros, que se fijaban sólo en la apariencia exterior, podían haber confiado en la bondad del hombre; pero Jesús conocía las profundidades del corazón, y conociendo esas honduras no se decidía a confiar en los que parecían, al menos externamente, confiar en él.

Sin duda que este pasaje no significa que la opinión que Jesús tenía de todos los hombres era como la que le merecían los que fueron a él en esa primera pascua en Jerusalén. Significa más bien que dado su profundo conocimiento del corazón humano estaba en condiciones de distinguir entre los que merecían confianza y los que no; no necesitaba que nadie le dijera, "Ten cuidado de tal o cual hombre," sino que él mismo podía decir en quienes no se debía confiar.

De todos modos, ese pasaje nos presenta a un Jesús que no es ni de lejos el que nos presentan los que hacen de él un seguidor del credo moderno, "Creo en el hombre." Este Jesús del cuarto Evangelio no aboga por ese optimismo incorregible respecto a la naturaleza humana que tantos predicadores de hoy día consideran como una virtud.

En realidad, según el cuarto Evangelio, Jesús dijo a Nicodemo, "Es necesario nacer de nuevo," y "el que no. naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios."  Todo lo que los hombres llaman bondad, en otras palabras, de nada sirve ante la presencia de Dios. Deben antes nacer de nuevo si quiere ser recibido. La condición universal de pecado el género humano se enseña en esos pasajes con una claridad que es difícil superar.

Desde luego que los predicadores de la clase que he mencionado no aceptan el cuarto Evangelio. La mayoría de ellos no admiten que lo escribi6 Juan, el apóstol de Jesucristo, ni que ofrece un relato fiel de lo que Jesús realmente enseñó.

¿Qué hallamos, pues, en loa otros tres Evangelios? ¿Nos presentan una actitud de Jesús frente a las pretensiones humanas de bondad distinta de la que vimos en el Evangelio según Juan?

No, presentan exactamente la misma actitud. Examinémoslo con cuidado y sinceridad.

Antes de que Jesús comenzara el ministerio público, según los tres Evangelios sinópticos, había aparecido un profeta llamado Juan el Bautista.

Bien, pues, ¿qué predicó este gran profeta? Invitó al pueblo a que se bautizara para la remisión de pecados. Por ello el pueblo iba a él confesando que eran pecadores.

¿Invitó a algunas personas a que confesaran los pecados y se bautizaran o bien invitó a todos a que acudieran a él? La respuesta es simple. Sin duda que los invitaba a todos ﷓ a todos excepto al hombre sin pecado, a Jesús de Nazaret. Esto indica, pues, que consideraba que todos, excepto ese solo, eran pecadores.

En realidad, en este llamamiento universal al arrepentimiento Juan el Bautista ni siquiera se exceptuó a sí mismo. "Yo necesito ser bautizado por ti," le dijo a Jesús cuando éste fue a él para ser bautizado, "¿y tú vienes a mí?" ¡Qué testimonio tan claro de la condición pecadora universal el género humano ! Ni siquiera Juan el Bautista era una excepción. Predicaba la justicia; llamaba al pueblo al arrepentimiento. Pero antes de hacerlo se arrepentía él mismo. En la presencia de la santidad el Hijo de Dios Juan el Bautista, el mayor de los profetas, se confesaba pecador como los demás.

¿Fue la predicación de Jesús distinta de la de Juan el Bautista a este respecto? Juan el Bautista, enseñó la condición pecadora universal el género humano. ¿Repudió Jesús tal enseñanza?

También en este caso la respuesta es simple. Lejos de repudiar el ministerio de Juan el Bautista, Jesús le puso el sello inconfundible de w aprobación. "¡.Qué salisteis a ver al desierto?" preguntaba. "¿Una caña sacudida por el viento?... ¿Qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta . . . De cierto os digo : Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista...”   No cabe duda de que Jesús consideró al austero predicador de la justicia como a su verdadero precursor. La preparación necesaria para el ministerio de Jesús fue, según el mismo Jesús, el reconocimiento de la condición pecadora universal que Juan el Bautista proclamó con tanto vigor.

Pero no podemos detenernos ahí. Jesús no enseñó la condición pecadora universal del género humano (y la necesidad universal consiguiente del arrepentimiento) sólo como aprobación del Bautista que enseñó tales cosas. No, Jesús también lo enseñó. ¿Recuerdan cómo refiere el Evangelio de Mateo la predicación con la que Jesús llegó a Galilea después de que Juan el Bautista hubo sido encarcelado? Bien, la refiere con las mismas palabras que emplea para presentar la predicación del Bautista. "Arrepentíos," decía Jesús, "porque el reino de los cielos se ha acercado."  Esto es palabra por palabra lo que Juan el Bautista había dicho.  A1 igual que su precursor, Jesús llamaba al arrepentimiento del pecado.

¿Dirigió Jesús ese llamamiento a todo el pueblo o sólo a algunos? ¿Dijo : "Arrepentíos, los que sois pecadores, si bien algunos de entre vosotros no necesitan arrepentirse"?

Hay un dicho de Jesús en los Evangelios que, si lo tomamos aislado, y cerramos los ojos por completo al contexto en el que se dijo, nos podría llevar a decir que Jesús se hizo excepciones en ese llamamiento al arrepentimiento. "No he venido," dijo, "a llamar a justos, sino a pecadores."  Sin embargo, amigos ﷓ míos, cuando examinamos este texto en su contexto y en relación con toda la enseñanza de Jesús, vemos que precisamente aquellos de entre los oyentes de Jesús que se consideraban justos y que no necesitaban arrepentimiento, fueron los que Jesús consideró que necesitaban más que nadie arrepentirse.

"Dos hombres," dijo Jesús, "subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, lo doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo : Dios, sé propicio a mi, pecador."

¿Cuál de esos dos hombres recibió el favor de Dios mientras oraba en el templo ﷓ el que se creyó que era una excepción en cuanto al llamamiento de Dios al arrepentimiento o el que se golpeó el pecho y se confesó pecador? Jesús nos lo dice con toda claridad. El publicano y no el fariseo regresó a su case justificado.

Amigos míos, qué terrible es el reproche repetido de Jesús pare quienes se creen ser excepciones a la condición pecadora universal del género humano.

Un joven rico fue corriendo hacia Jesús un día, y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré pare heredar la vide eterna?" Jesús le mencionó una serie de mandamientos. El joven respondió, "Todo esto lo he guardado desde mi juventud." Jesús le dijo: "Una cosa lo falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres." El joven se alejó apenado.

¿Creen que era malo ese joven? No, era bueno ﷓ en cuanto el hombre puede serlo. Se nos dice expresamente que cuando Jesús lo miró lo amó. Pero le faltaba algo; no era bueno en el sentido en que Dios mire la bondad.

No creo que lo más importante del relato sea eso de lo que el joven carecía. El punto básico es que a todos los hombres nos falta algo. Nadie alcanza el nivel que Dios establece; nadie puede heredar el reino de Dios si depende de su propia obediencia a la ley de Dios.

¿Se fijaron alguna vez en el incidente que precede inmediatamente a este episodio del joven rico en los tres Sinópticos ﷓ Mateo, Marcos y Lucas? Es el episodio en el que conducen a Jesús a los .niños, cuando Jesús dijo a los discípulos, tal como refiere Marcos y también Lucas: "El que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él."  Hay una relación profunda entre estos dos incidentes, al igual que la hay entre los mismos y la parábola del fariseo y el publicano que en Lucas está inmediatamente antes.

Hace unos años oí un sermón acerca del episodio del joven rico. Supongo que en el curso de mi vida habré oído otros sermones acerca del mismo, pero los he olvidado por completo. ¿Cuáles son los sermones que son fáciles de recordar? Creo que hay sermones en que el predicador mismo no predica sino que explica el significado de algún gran pasaje de la Palabra de Dios. Después de haber oído un sermón así, cuando volvemos a tropezarnos con dicho pasaje en la lectura de la Biblia, pensamos en la forma cómo el mensajero de Dios nos aclaró el significado; y volvemos a dar gracias a Dios por ello.

El sermón en el que estoy pensando en estos momentos es uno que predicó hace algún tiempo en una iglesia de Filadelfia mi colega el profesor R. B. Kuiper. Tomó el incidente del joven rico junto con el de los niños que fueron conducidos a Jesús, y mostró cómo ambos enseñan la misma lección ﷓ la lección de la impotencia total del hombre pecador y la necesidad absoluta de la gracia gratuita de Dios. Para entrar en el reino de Dios no se puede depender de nada que uno haga o sea. Se debe ser pobre, se debe ser niño. Se debe ser completamente pobre para poder entrar, se debe ser tan impotente como un niño. No se puede confiar en la propia bondad, porque nadie es bueno. Sólo se puede confiar en ﷓la misteriosa gracia de Dios.

Debo decirles, amigos míos, que esa enseñanza no es algo que está en la periferia de la enseñanza de Jesús; forma parte del corazón mismo de su mensaje. El gran mensaje central de Jesucristo, más aún, también su obra básica del don de si mismo por los pecadores en la cruz, carecen por completo de significado a no ser que todos los hombres sin excepción merezcan la ira y maldición de Dios.

No, la enseñanza de Jesús no es en forma alguna una excepción a la enseñanza de la Biblia respecto a la condición pecadora universal del género humano. Según la Biblia toda, y en especial según Jesús, el género humano está perdido en el pecado.

La . Biblia no dice eso sólo en ciertos términos generales, lejanos. Lo dice de cada hombre. Lo dice de cada uno de nosotros. Según la Biblia, estamos perdidos en el pecado en estos momentos ﷓ a no ser que la gracia de Dios nos haya salvado.

Sí, nuestro propio corazón nos condena. Lo sabemos a no ser que tengamos la conciencia cauterizada como a fuego. Pero también hay otro que nos dice que todos somos pecadores. Nuestro propio corazón nos condena, pero Dios es mayor que nuestro corazón.  Dios ha dicho que somos pecadores; nos lo ha dicho en su Santa Palabra desde el principio hasta el fin. Por esto puede decir el apóstol Juan, ante la enseñanza general de la Biblia: "Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros."

Dios no miente, amigos míos. La Biblia tiene razón. Este mundo está perdido en el pecado, y también nosotros estamos perdidos en el pecado a no ser que el Espíritu Santo nos haya guiado o nos esté guiando en estos momentos a recurrir a la gracia de Dios que nos ha sido ofrecida libre y maravillosamente en Jesucristo nuestro Señor.

***

18: CONSECUENCIAS DE LA CAIDA DEL NOMBRE

En la charla anterior mencionamos que de acuerdo con la Biblia todos los hombres son pecadores observamos sobre todo que la enseñanza de Jesús no es una excepción respecto a esta condenación bíblica del género humano. Tanto en la enseñanza de Jesús como en el resto de la Biblia se nos dice que el género humano está perdido en el pecado.

Sin embargo, según Jesús, esa condición pecadora universal del género humano no es algo que sea propio del hombre por ser hombre. No es en forma alguna una parte necesaria de la naturaleza humana como tal.

Hay por lo menos dos maneras en que podemos demostrar por la enseñanza de Jesús que no lo es.

En primer lugar, Jesús manda a sus discípulos que sean perfectos como su Padre celestial es perfecto.  No les hubiera podido mandar que fueran algo que Dios nunca tuvo la intención que fueran. Por tanto el pecado no es una parte necesaria de la naturaleza humana.

En segundo lugar, Jesús mismo ofrece un ejemplo de hombre sin pecado ﷓ una persona que tiene la naturaleza humana y con todo no tiene pecado. Esto también demuestra con claridad que el pecado no pertenece por necesidad a la naturaleza humana como tal.

El ejemplo de un hombre sin pecado que Jesús ofrece es el de su propia vida. En las palabras de Jesús tal como figuran en los Evangelios no hay vestigio ninguno de conciencia de pecado. Jesús enseñó a sus discípulos a orar, "Perdónanos nuestras deudas,"  pero él no oró así. Dice a sus discípulos, "Pues si vosotros, siendo malos,"  pero no dijo, "Si nosotros, siendo malos." No se incluyó a sí mismo en esa condición pecadora que atribuye a otros hombres. Tenemos en esto sólo un ejemplo de algo muy extraño que se percibe a lo largo de todas las palabras de Jesús tal como se refiere en los Evangelios ﷓ a saber, la extraña separación que Jesús siempre mantiene entre sí mismo y sus oyentes en el asunto de la relación con Dios y en particular en el asunto del pecado. Jesús nunca dice "Padre nuestro" a Dios, poniéndose en el mismo nivel que sus discípulos con ese "nuestro," y desde luego que nunca se pone a sí mismo al nivel que los discípulos en ninguna confesión de pecado. Creo que a veces hemos fallado en no prestar atención suficiente a ese hecho estupendo. ¡Imaginemos a algún otro maestro que días a sus oyentes, "Pues si vosotros, siendo malos"! ¡Qué abominable parecería en otros labios que no fueran los de Jesús! Cualquier otro maestro religioso diría, "Si todos nosotros ﷓ vosotros y yo ﷓, siendo malos, sabemos dar buenas dádivas a nuestros hijos." Pero Jesús dice, "Pues si vosotros, siendo malos. "

En este caso como siempre, Jesús se disocia con claridad absoluta de la humanidad pecadora. Todo el género humano, enseña Jesús, está perdido en el pecado, pero él está sin pecado. No cabe duda de que es un hecho muy raro.

¿Será acaso porque Jesús ,no fue hombre? No, esa explicación es absurda. Los Evangelios en Codas sus partes presentan a Jesús como verdadero hombre, y Jesús también se presenta así. Bien, entonces, en Jesús tenemos a un hombre sin pecado. Esto muestra con claridad suma que el pecado no forma parte necesaria de la naturaleza humana. No es algo que constituya la naturaleza del hombre como tal.

Pero entonces se suscita un problema muy grave. Si el pecado no es parte necesaria de la naturaleza humana, ¿cómo puede ser que todo el género humano, con una sola excepción, esté compuesto de pecadores? ¿Cómo se puede explicar esta soberanía extrañamente uniforme del pecado?

El mismo problema se plantea por lo que hemos dicho en charlas anteriores de esta serie. Hemos observado que el hombre fue creado bueno. Dios creó al hombre a su imagen, en conocimiento, justicia y santidad. Bien, entonces, si Dios creó al hombre bueno, ¿cómo se explica que digamos ahora que todos los hombres son malos? ¿CÓmo entró el pecado en el género humano?

Este problema no es puramente teórico; no es algo que ,nazca de simple curiosidad. Por el contrario, es un asunto de la mayor importancia. De las respuestas equivocadas a esa pregunta de cómo los hombres se han vuelto pecadores nacen respuestas equivocadas a la pregunta de qué es el pecado y de respuestas equivocadas a la pregunta de qué es el pecado procede el continuar en el pecado y el apartarse de la gratis de Dios. Creo que es algo de suma importancia pare nuestras almas que aclaremos de una vez por todas este asunto en nuestras cabezas.

Repitamos .cuál es el problema. El hombre fue creado bueno. ¿Cómo se explica entonces que todos los hombres de la tierra sean ahora malos? ¿Qué produjo este cambio sorprendente de bondad a maldad?

Parece desde luego que deberíamos tener por lo menos un indicio de la respuesta adecuada en lo que hemos dicho en las charlas precedentes de esta serie. Hemos visto cómo entró el pecado en el mundo. Entró por el pecado de Adán. Si pues la Biblia nos dice que todos los hombres, que descienden de Adán por generación física normal, son pecadores, sin duda que es lógico que digamos que esa condición pecadora universal de los descendientes de Adán se debió al pecado de Adán. Es lógico que digamos que los descendientes de Adán no comienzan a vivir sin pecado como Adán comenzó, sino que comienzan la vida manchados en alguna forma a otra con el pecado que Adán cometió. Un efecto uniforme parece exigir una causa única.

En cuanto al modo exacto en que todo el género humano participa en el pecado de Adán, ha habido opiniones diferentes en la Iglesia. Algunos han sostenido que el género humano forma una unidad tan compacta que lo que Adán hizo lo hicieron en realidad todos los hombres. El género humano, afirman esas personas, estaba como concentrado en Adán, de modo que el acto de Adán fue el acto de cada uno de nosotros.

Es perfectamente evidente que esta idea contradice tanto el sentido común como la Biblia. El género humano, tanto según el sentido común como según la Biblia, está compuesto de infinidad de personas, no de una persona; por tanto no se puede decir que lo que Adán hizo lo hiciera de hecho cada uno de sus descendientes. Yo he cometido muchos errores en mi vida, pero desde luego que no comí el fruto prohibido en el huerto  del Edén. Eso no lo hice yo; lo hizo otra persona, Adán.

Cómo se explica, entonces, que todo el género humano y no tan sólo Adán esté implicado en el primer pecado de Adán?
Voy a citarles lo que dice el Catecismo Menor a este respecto, y luego les voy a preguntar si lo que el Catecismo dice está de acuerdo o no con la Biblia.

"¿Cayó todo el género humano en la primera trasgresión de Adán?" Esta es la pregunta . Veamos la respuesta. "Ya que el pacto fue hecho con Adán, no sólo en beneficio suyo sino de toda su descendencia, todo el género humano, que desciende de él por generación ordinaria, pecó en él, y cayó con él, en su primera trasgresión."

Recordarán qué significa la palabra pacto. Es el pacto de obras o de vida, que vimos contenía requisitos tan sencillos. Si Adán guardaba a la perfección los mandamientos de Dios ﷓ decía el pacto ﷓ viviría; si desobedecía, moriría.

Pero ahora el Catecismo Menor dice que el pacto se hizo con Adán no sólo en beneficio suyo sino en el de su posteridad. ¿Qué fundamento bíblico tiene para decirlo?

Creo que ya el libro de Génesis, en el que se refiere la caída de Adán, indica con bastante claridad que el Catecismo Menor tiene un buen fundamento bíblico. Si Adán transgredía, moriría. La muerte iba a ser el castigo de la desobediencia . Y transgredió. ¿Qué sucedió entonces? ¿Fue Adán el único que murió? ¿Comenzaron sus descendientes donde él comenzó? ¿Se puso ante ellos de nuevo la misma alternativa entre vida y muerte que Adán tuvo ante sí? En absoluto. El libro de Génesis indica lo contrario con suma claridad. No, los descendientes de Adán, antes de que decidieran nada en forma individual, ya habían recibido ese castigo de la muerte. El libro de Génesis parece considerar esto como un hecho obvio.

¿Qué significa, pues, esto? Significa que cuando se hizo ese pacto de vida con Adán se hizo con el que Dios había constituido representante de la raza humana. Si obedecía los mandamientos de Dios, todos sus descendientes vivirían; si desobedecía, toda la raza moriría. No veo cómo el relato, si se toma en conjunto, pueda significar algo distinto.

Esta forma de ver el hecho, que está implícita en el libro de Génesis, se vuelve más explícita en ciertos pasajes importantes del Nuevo Testamento. En la parte final del capítulo quinto de Romanos, sobre todo, el apóstol Pablo lo aclara bien. "Por la trasgresión de uno," dice, "vino la condenación a todos los hombres."  "Por la desobediencia de un hombre," dice en el versículo siguiente, "los muchos fueron constituidos pecadores."  En estas palabras y en todo este pasaje tenemos la gran doctrina de que cuando Adán pecó lo hizo como representante de la raza humane, de modo que es del todo correcto decir que todo el género humano pecó en él y cayó con él en esa su primera trasgresión.

Todo el género humano no pecó dé hecho cuando Adán pecó, porque el género humano todavía no existía. No podemos decir que los descendientes de Adán comieran el fruto prohibido con algún acto personal, porque cuando ese fruto fue comido no existían todavía ni sus voluntades ni sus personas. No se puede hablar, en sentido estricto, de una voluntad colectiva de la humanidad llevó a cabo ese acto pecaminoso.

¡Pero qué relativamente ligero es el error de los que afirman que sí existe una voluntad colectiva de la humanidad y que esa voluntad colectiva realizó ese acto pecaminoso en comparación con el error de los que dicen que la humanidad no participó en modo alguno en el pecado de Adán! Qué superficial es el error de los que dicen que todo el género humano pecó de hecho cuando Adán cayó en comparación con el error  de los que afirman que el género humano no pecó en absoluto, no pecó en ningún sentido, cuando Adán cayó! La Biblia enseña claramente que Adán pecó como representante de todo el género humano, y que las mismas consecuencias que ese pecado tuvo pare él las tuvo también pare toda su posteridad.

Adán fue el representante de todo el género humano por voluntad de Dios. No podemos comprender lo suficiente los consejos divinos como pare decir con exactitud por qué Dios lo quiso así, peso sí podemos ver que en ello hubo una conveniencia grande. Hay un vínculo profundo y misterioso entre el padre y el hijo. Así también hay un vínculo profundo y misterioso entre Adán y la raza toda de sus descendientes. Si hubiera sido hecho representante de los ángeles o de alguna otra clase de seres distintos, entonces sí resultaría difícil hallar alguna conveniencia en tal decisión. Pero que fuera hecho representante de sus propios descendientes, tiene una cierta analogía con otras cocas que Dios hace, y al considerarlo podemos descubrir algo de la sabiduría y armonía perfectas que se encuentran siempre en el trato de Dios con sus criaturas.

Cuando Adán pecó, pues, todo el género humano pecó en él y cayó con él. Todas las consecuencias que esa su primera trasgresión tuvo pare él las tuvo también pare su posteridad.

Es acertado, por tanto, que la siguiente pregunta del Catecismo Menor días no "¿En qué estado colocó la caída a Adán?" sino "¿En qué estado colocó la caída al género humano?" Debemos estudiar las consecuencias del primer pecado de Adán para toda la humanidad.

El Catecismo Menor dice en su respuesta a la pregunta que acabamos de citar que esas consecuencias del primer pecado de Adán se pueden sintetizar diciendo que la caída condujo al género humano a un estado de pecado y miseria.

¿En qué consiste, entonces, la condición pecaminosa de ese estado en el que la caída colocó al género humano?

La respuesta del Catecismo Menor a esa pregunta es una de las más importantes de esa maravillosa síntesis de la enseñanza bíblica. Confío en que me presten suma atención ahora; y luego si les quedan dificultades acerca de ello confío en que me permitirán intentar demostrarles en la próxima charla cómo, a pesar de esos interrogantes y dificultades, la enseñanza de la Biblia ar cerca de este tema supera con triunfo y majestad los ataques de las ideas contrarias. Deseo sobre todo que vean que estos problemas no son simples sutilezas teológicas, sino que son de gran importancia para todos y cada uno, hombres, mujeres y niños.

Tomemos como base de nuestra exposición esa importante respuesta del Catecismo Menor a la pregunta referente a la condición pecaminosa del estado en que la caída colocó al género humano. "La condición pecaminosa de ese estado en que los hombres cayeron," dice el Catecismo Menor, "consiste en la culpa del primer pecado de Adán, la carencia de justicia original, y la corrupción de toda su naturaleza, lo cual se suele llamar pecado original; además todas las transgresiones de hecho que proceden del mismo."

Lo primero que dice esa respuesta es que la culpa del primer pecado de Adán recayó sobre todos sus descendientes. Todo hombre que desciende de Adán por generación natural viene al mundo con la carga del terrible castigo que Dios lanz6 sobre la desobediencia.

Quizá algunos llenos de horror alcen las manos ante lo dicho. ¿Cómo, quizá digan, puede una persona llevar la culpa del pecado de otra? ¿Cómo se puede suponer que antes de que un niño haya hecho nada bueno o malo haya sido ya castigado por lo que Adán hizo hace tanto tiempo?

Bien, me gustaría indicarles que si es imposible por la naturaleza misma de las cosas que una persona lleve la culpa de los pecados de otra, entonces ninguno de nosotros tiene ni la más mínima esperanza de salvarse y el evangelio es todo él un engaño y una trampa. En la entraña misma del evangelio está la enseñanza de la Biblia de que Jesucristo, quien no tuvo pecado, llevó la culpa de nuestros pecados en la cruz. Si eso es verdad, entonces no podemos decir que sea imposible que una persona cargue con la culpa de los pecados .de otra.

El apóstol Pablo insiste en esta analogía en la parte final del capítulo quinto de Romanos. En esa parte de dicho capítulo hallamos la gran doctrina bíblica que se llama doctrina bíblica de la imputación.

Esa doctrina, si se toma tal como la Biblia en conjunto la proclama, implica tres grandes actos de imputación. Primero, el primer pecado de Adán se imputa a sus descendientes. Segundo, los pecados de los que son salvos se imputan a Cristo. Tercero, la justicia de Cristo se imputa a los que son salvos.

Cuando la Biblia enseña que los pecados de los que son salvos se imputan a Cristo, esto significa que Cristo en la cruz llevó el castigo que con razón pertenece a los que son salvos. Cristo no merecía la muerte; no había pecado. Con todo sufrió como si hubiera pecado. Dios lo trató como si hubiera pecado, si bien no era pecador. El pecado por el que murió no fue un pecado que él hubiera cometido; fue nuestro pecado el que se le imputó.

Así pues, cuando la Biblia enseña que la justicia de Cristo se impute a los que son salvos, esto no significa que los que son salvos Sean de hecho justos. Por el contrario, son pecadores. Pero reciben la recompense bendita de la vide que la justicia de Cristo mereció. La justicia de Cristo no es de hecho de ellos, sino que se lea impute.

Luego, por fin, cuando la Biblia enseña que la primera trasgresión de Adán se imputó a sus descendientes, esto no significa que esos descendientes hubieran cometido de hecho esa primera trasgresión. Pero el castigo que Dios impuso por ese pecado de Adán cayó sobre ellos. Adán cometió esa primera trasgresión como representante suyo. Tanto ellos como él llevaron el castigo.

Escuchemos la forma maravillosamente clara en que se enseña esto en el capitulo quinto de Romanos

"Así que, como por la trasgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno, los muchos serán constituidos justos. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos."

"Por la trasgresión de uno vino la condenación a todos los hombres . . . por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores" ﷓ aquí tenemos, expresada, con una claridad difícil de superar, la doctrina de la imputación del pecado de Adán a su posteridad. Todo el género humano, que desciende de Adán por generación ordinaria, llevó el castigo que Dios impuso por la primera trasgresión de Adán.

¿Significa, entonces, esa doctrina de la imputación del pecado de Adán a su posteridad que los descendientes de Adán, aunque sean buenos en sí mismos, con todo sufren el castigo del pecado de Adán? ¿Significa que las personas buenas, debido a lo que Adán hizo hace tanto tiempo, reciben de Dios el mismo trato que si fueran malas, sufriendo, aunque sean buenas, muchas desgracias en esta vida y los dolores del infierno para siempre?

No, no significa de ningún modo esto. Por el contrario, todo el que sufre el castigo del pecado de Adán es también malo en si. En realidad, la maldad va necesariamente implicada en ese mismo castigo.

Dios dijo a Adán que si desobedecía moriría. ¿Qué significado tiene esa muerte? Bien, incluye la muerte física; de esto no cabe duda. Pero, por desgracia, también incluye mucho más que la muerte física. Incluye la muerte espiritual; incluye la muerte del alma para lo que es bueno; incluye la muerte del alma para Dios. El terrible castigo de ese pecado de Adán fue que Adán y sus descendientes murieron en transgresiones y pecados.

Cuando digo esto, no quiero decir que Dios es el autor del pecado, ni del pecado que procede de otro pecado anterior ni de ninguna otra clase de pecado. Pero sí quiero decir que como justo castigo del pecado de Adán, Dios retiró su favor y las almas de todo el género humano quedaron espiritualmente muertas.

Esa muerte espiritual se describe en el Catecismo Menor en las palabras que siguen a las palabras, "la culpa del primer pecado de Adán," que hemos tratado de explicar. "La condición pecadora de ese estado en que el hombre cayó," dice el Catecismo Menor, "consiste en la culpa del primer pecado de Adán, la carencia de justicia original, y la corrupción de toda su naturaleza, lo cual se suele llamar pecado original; además todas las transgresiones de hecho que proceden del mismo." El deseo de justicia original y la corrupción de toda su naturaleza, en la que la caída colocó al género humano, constituyen la. muerte espiritual.

Esa carencia de justicia original, esa corrupción de toda la naturaleza del hombre, esa muerte espiritual, es en sí mismo pecado. No es sólo la base del pecado, el sustrato del pecado, la raíz de la que procede el pecado. Es, en verdad, todo esto. Todas las transgresiones de hecho. proceden de él. Pero es más que la base o sustrato del pecado. Es el pecado mismo. El alma que está espiritualmente muerta, el alma que está corrompida con esa corrupción horrenda, ya no es pecadora sólo por la culpa imputada de la primera transgresión de Adán. No, es pecadora por, derecho propio. No es culpable sólo por la culpa de Adán sino por la de su propio pecado. Merece castigo eterno porque ella misma es ahora pecadora.

Muchas preguntas brotan en la mente , de muchas personas respecto a esa doctrina Bíblica del pecado original. "¿Es el hombre realment6 responsable," preguntan, "de una corrupción de su naturaleza que no puede evitar, de una corrupción de la naturaleza con la que nació? ¿Se 1e puede en realidad mandar que haga algo que no tiene la capacidad de hacer? ¿Se le puede, en realidad mandar que sea algo que no puede ser?"

Si tales interrogantes brotan en su mente, les ruego que esperen a la próxima charla en la que trataremos de contestarlos.

***

19: ¿QUÉ ES EL PECADO ORIGINAL?

En la última charla hablamos de la forma en que todos los hombres vinieron a ser pecadores. Dios hizo un pacto con Adán. Si obedecía perfectamente los mandamientos de Dios, viviría. Si desobedecía, moriría. La muerte con la que. iba a morir era más que muerte física. Era también muerte espiritual. Significaba la muerte del alma a lo bueno y a Dios, una profunda corrupción de la naturaleza toda del hombre.

Ese pacto, dijimos también que se hizo con Adán no sólo para él sino para su posteridad. Fue hecho con Adán como representante de toda la raza humana, y lo que significó para Adán, lo significó por tanto también para todo el género humano. Si hubiera observado el pacto, no sólo él sino todo el género humano habría vivido. Ya no habría habido más pruebas; ya no habría habido más peligros. El género humano habría tenido no sólo la justicia que había sido suya cuando Adán fue creado, sino que habría poseído una justicia garantizada : la posibilidad misma habría sido eliminada.

De hecho, sin embargo, Adán no guardó el pacto : pecó contra Dios al comer del fruto prohibido. La consecuencia fue que no sólo él sino todo el género humano recibió el castigo terrible impuesto a la desobediencia. El castigo fue la muerte ﷓ la muerte física y además la mucho más terrible muerte espiritual, la muerte del alma a lo bueno, la muerte del alma a Dios.

Así pues todo el género humano por la caída se corrompió y quedó del todo incapacitado para agradar a Dios. Los pecados individuales que los hombres cometen no son sino manifestaciones de esa corrupción profunda de la naturaleza humana. El fruto está corrompido porque el árbol lo está.

En esto consiste, según el Catecismo Menor, y según la Biblia, la condición pecadora de ere estado en el qué el hombre cayó.

Pero el Catecismo Menor, siempre de acuerdo con la Biblia, dice que el estado en el que el hombre cayó fue un estado no sólo de pecado sino también de calamidad.

¿Cuál, pues, es la calamidad de ere estado en el que el hombre cayó? El Catecismo Menor responde con palabras que por lo menos son sumamente fáciles de entender. "Todo el género humano," dice, "con la caída, perdió la comunión con Dios, se encuentra bajo su ira y maldición, y se ha hecho vulnerable a todas las calamidades de esta vida, a la muerte misma, y a los tormentos del infierno para siempre."

¿Creen que es necesaria una exposición minuciosa para demostrar que era respuesta está de acuerdo con la Biblia? Me inclino a pensar que no, amigos míos. Basta repasar de memoria la Biblia para darse cuenta de que el Catecismo Menor acierta por completo.

"Todo el género humano con la caída, perdió la comunión con Dios." En el libro de Génesis tenemos una descripción muy vívida de esa pérdida:

"Y oyeron (Adán y Eva) la voz de Jehová que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto."  Habían pasado los días en que Dios conversaba con Adán como con un hijo; había desaparecido el gozo que Adán encontraba antes en la presencia de Dios. Ahora se escondía de Dios, y muy pronto una espada de fuego lo apartó del huerto en el que había gozado de comunión con su Padre celestial. La Biblia no pierde desde luego tiempo en dejar bien claro que todo el género humano por la caída perdió la comunión con Dios.

La Biblia deja igualmente claro que todo el género humano con la caída vino a colocarse bajo la ira y maldición de Dios. La doctrina de la ira de Dios no es popular, pero .no hay otra doctrina que esté tan omnipresente en la Biblia como ésta. Pablo le dedica una parte considerable de tres de los ocho capítulos de la gran Carta a los Romanos que consagra a la exposición ﷓del mensaje de salvación, y trata por todos los medios de demostrar que todos los hombres están bajo la ira de Dios a no ser que hayan sido salvos por su gracia. Pero en ese pasaje de los tres primeros capítulos de Romanos no hay nada que sea ajeno al resto de la Biblia. Dicho pasaje sólo expone en una forma exhaustiva lo que se presupone desde Génesis hasta Apocalipsis y está explícito en innumerables pasajes.

¿Constituye la enseñanza de Jesús una excepción a esa presencia constante de la ira de Dios en la Biblia? Bien, se podría creer que así es si escucháramos sólo lo que el sentimentalismo moderno dice acerca de Jesús de Nazaret. Los hombres del mundo, que no han nacido nunca de nuevo, que nunca han llegado a la, convicción de pecado, se han fabricado un Jesús que les conviene, un sentimental frágil que predicó; solo el amor de Dios y nada dijo acerca de la ira de Dios. Pero el Jesús real fue muy diferente; ese es el Jesús que encontramos en nuestras fuentes históricas de información. El Jesús real ciertamente proclamó . a un Dios que, como decía el Antiguo Testamento que él reverenciaba como Palabra de Dios, es "fuego consumidor."  Terrible fue también la ira de Jesús tal como la describen los Evangelios, una indignación honda y abrasadora contra el pecado; y terrible es en verdad la ira del Dios que predicó como Señor de cielos y tierra. No, no se puede eludir la enseñanza de la Biblia acerca de la ira de Dios apelando a Jesús de Nazaret. Las exposiciones más terribles de la Biblia acerca de la ira de Dios son las que se hallan en las palabras de nuestro bendito Salvador.

Por fin el Catecismo Menor dice que todo el género humano por la caída "se hizo vulnerable a todas las calamidades de esta vida, a la muerte misma, y a los tormentos del infierno para siempre." También en esto es perfectamente evidente la base bíblica, y en la entraña misma de esa base bíblica encontramos lo que Jesús dijo. ¿Dónde se encuentran las descripciones más terribles del infierno en toda la Biblia? En Apocalipsis, quizá digan. Bien, no estoy muy seguro. Por lo menos son igualmente terribles las que se encuentran en la enseñanza de Jesús. Jesús es quien habla del pecado que no será perdonado ni en este mundo ni el mundo venidero; Jesús es quien habla del gusano que no muere y del fuego que no se extingue;  Jesús es quien nos expone el relato del rico y de Lázaro  y del abismo que los separaba; Jesús es ~ quien dice que le es más provechoso al hombre entrar en la vida con un ojo, que parar con los dos al fuego del infierno.  Repasemos con la mente la enseñanza de Jesús, y creo que nos quedaremos realmente sorprendidos de ver lo omnipresente que está en su predicación el pensamiento del infierno. Aparece en el Sermón del Monte; aparece desde luego en el gran capítulo sobre el juicio; el veinticinco de Mateo; aparece en pasajes demasiado numerosos para mencionarlos todos. No es algo que esté en la periferia de su enseñanza, sino que está en la medula y entraña de la misma.

No creo que entendemos siempre con la debida claridad cuán grande es la divergencia a este respecto entre ﷓la enseñanza de Jesús y la predicación actual. A los hombres de hoy lea interesa este mundo. Han perdido la conciencia de pecado, y con ello han perdido el temor del infierno. Han tratado de hacer del Cristianismo una religión de este mundo. Han elaborado el llamado "evangelio social." Han venido a considerar al Cristianismo como un simple programa que ayuda a introducir las condiciones del reino de Dios en la tierra, y se muestran tremendamente impacientes cuando alguien lo considera como un medio para entrar en el cielo y evitar el infierno.

Lo extraño en esa manera de pensar no es que los hombres la adopten. El pensamiento del infierno desde luego que no es del agrado de hombres que no han nacido de nuevo; es una ofensa para el hombre natural. Pero lo que es realmente extraño es que en apoyo de esta forma mundana de pensar recurran a Jesús de Nazaret.

De hecho la enseñanza de Jesús se centra por completo en el pensamiento del cielo y del infierno

"No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde está vuestro tesoro, a11í también estará vuestro corazón."

"Mas os digo, amigos míos : No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada mas pueden hacer. Pero os enseñaré a quien debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed."

Estas palabras son típicas de la enseñanza de Jesús. La enseñanza de Jesús es sobre todo de otro mundo. Quien cree que es esencialmente un programa para este mundo no tiene ni un vislumbre de lo que significa. Que nadie que crea que el temor del infierno debiera excluirse de 1a mente de los no regenerados piense que entiende en lo más mínimo lo que Jesús vino a decir y a hacer a este mundo.
Pero por favor traten de entender con exactitud por qué me refiero ahora a este tema. No lo hago con la intención de exponer lo que la Biblia dice acerca de la vida futura. Esto formaría parte de otra serie de charlas. Mi propósito no es éste. He mencionado la enseñanza bíblica acerca del infierno simplemente porque es necesario para entender lo que la Biblia enseña acerca del pecado. Lo terrible del castigo del pecado muestra mejor que ninguna otra cosa lo odioso que es el pecado a los ojos de Dios.

He tratado de presentarles en simple síntesis algo así como el cuadro completo ﷓ la culpa del hombre por imputación de la culpa del primer pecado de Adán, el hombre que sufre por tanto la muerte como castigo de dicho pecado, no sólo muerte física sino también la muerte espiritual que consiste en la corrupción de toda la naturaleza del hombre y en su total incapacidad de agradar a Dios, el hombre que cae en transgresiones personales sin fin como consecuencia de la corrupción del corazón, el hombre que va camino del castigo eterno en el infierno. Ese es el cuadro que ofrece la Biblia. El género humano, según la Biblia, es una raza perdida, perdida en pecado; y el pecado no es sólo una desgracia, algo que clama el ardor de la divina indignación. Nada impuro puede resistir la terrible justicia de Dios; y el hombre es impuro, ha transgredido la santa ley de Dios, está sujeto a su horrendo castigo.

En esta presentación del cuadro completo; creo que tanto ustedes como yo hemos quedado impresionados con el hecho de que los hombres de hoy en su mayoría no aceptan nada del mismo. No admiten que todo el género humano esté perdido en el pecado. Recuerdo un culto al que asistí hace algunos años en una inglecita de un hermoso pueblo. El predicador se salía fuera de lo corriente tanto en cultura como en fervor moral. No recuerdo su sermón (excepto que fue una glorificación del hombre); pero si recuerdo algo que dijo en oración. Citó ese versículo de Jeremías que dice que el corazón del hombre es "engañoso... más que todas las cosas, y perverso,"  y luego dijo en la oración, más o menos esto: "Oh Señor, tú sabes que ya no aceptamos esta interpretación; sino que creemos que el hombre obra bien siempre que sabe cómo hacerlo." Bien, por lo menos era sincero. En estos tiempos tenemos muy buena opinión de nosotros mismos, y por tanto, ¿por qué no hacérselo saber al Señor? ¿Por qué seguiríamos citando con aire compungido confesiones de pecados de la Biblia si en realidad no creemos ni una sola palabra de las mismas? Creo que la oración de ese predicador fue equivocada ﷓ muy equivocada ﷓ pero también creo que quizá ,no fue tan equivocada como las de aquellos predicadores que han descartado el mensaje central de la Biblia tanto como aquel y con todo lo ocultan con el empleo del lenguaje tradicional. Por lo menos esa oración planteó con claridad la diferencia entre la idea bíblica de pecado y el paganismo del credo moderno: "Creo en el hombre."

En la raíz de todo lo que la Biblia dice está la triste verdad de que el género humano está perdido en el pecado.

Antes de pasar a hablar de la salvación del pecado quiero decirles algo más acerca de esa verdad.

La Biblia enseña, como dijimos, que todos los hombres vienen a este mundo como pecadores, con la naturaleza corrompida, de la cual proceden todas las transgresiones personales. Esta es la doctrina del pecado original. Los principales ataques modernos han silo precisamente contra esa doctrina del pecado original; y quiero decirles algo acerca de esos ataques a fin de que la doctrina bíblica atacada quede todavía más clara.

El ataque contra la doctrina del pecado original ha quedado vinculada al nombre de un monje británico que vivió hacia finales del siglo cuarto y principios del quinto después de Cristo. Su nombre fue Pelagio. De él ha recibido el nombre toda la familia de pelagianos. Hay millones de ellos hoy día, y la mayoría de los mismos ni siquiera saben que Pelagio existió.

Al igual que muchas otras personas que han perjudicado mucho a las almas de los hombres, Pelagio parece haber sido un hombre muy respetable. Su gran adversario tuvo cuidado en decir, creo, que reconocía lo atractivo de la vida de Pelagio en muchos sentidos y que nada personal tenía contra él.

El adversario de Pelagio fue uno de los hombres más importantes de toda la historia de la Iglesia. Su nombre fue Agustín. La controversia entre Agustín y Pelagio es una de las más famosas de la historia de la humanidad. Y con razón. En esa controversia pelagiana se discutió uno de los puntos neurálgicos de la Iglesia cristiana.

Por fortuna la historia de la controversia nos ha sido descrita por la pluma de uno de los grandes historiadores de la teología, el difunto profesor Benjamin Breckinridge Warfield, en un ensayo titulado "Agustín y la Controversia Pelagiana," con el que contribuyó en forma original a la Library of the Nicene and Post﷓Nicene Fathers y que ha sido editado en el volumen titulado Studies in Tertullian and Augustine de sus obras completas. Del Dr. Warfield he sacado mucho de lo que voy a decir acerca de Pelagio. Esto me conduce a reconocer en general con respecto a esta serie de charlas que no pretendo ser original, y que en la preparación de cada una de estas charlas me ha aprovechado mucho, por ejemplo, la lectura de la sección pertinente de la Teología Sistemática de Charles Hodge. Creo que es un gran error suponer que nadie antes de ahora haya entendido nada de lo que la Biblia enseña; y en cuanto a mi me produce gran gozo tratar de permanecer en la gran corriente de la Fe Reformada. Si consigo mostrarles algo de lo que contiene ese gran sistema doctrinal y algo de la base que tiene en la Palabra de Dios, el propósito de estas charlas se habrá alcanzado plenamente.

Pero ya es hora de que volvamos a Pelagio y a su ataque contra la doctrina Bíblica del pecado original.

Frente a esa doctrina ﷓ aunque desde luego, supuso, aunque equivocadamente, que su enseñanza estaba de acuerdo con la Biblia ﷓ Pelagio dijo que el hombre, lejos de nacer con una naturaleza corrompida, viene a la vida tal como era Adán al comenzar la suya, perfectamente capaz de escoger entre el bien y el mal. En realidad, decía, si el hombre no tuviera la capacidad para escoger entre el bien y el mal, no se lo podría considerar responsable de sus actos. No es de nada que no pueda evitar. Así que, si el hombre naciera ﷓ aunque no ha sido así, decía Pelagio ﷓con una naturaleza corrompida, esa corrupción no sería pecado. El pecado es algo propio de actos personales; sólo se da cuando el hombre puede escoger entre el bien y el mal y cuando de hecho escoge el mal.

Parece evidente que esa doctrina de Pelagio implica por lo menos dos cosas. En primer lugar, implica una idea determinada de lo que es el pecado; y en segundo lugar, implica una negación de cualquier efecto notable del pecado de Adán en su posteridad.

Consideremos por unos momentos estas dos cosas.

En primer lugar, consideremos esta noción pelagiana . de que el pecado sólo se da en actos pecaminosos y que al hombre no se le puede imputar una corrupción de la naturaleza que no puede evitar.

Cuando se considera, se ve que en realidad es del todo absurdo. Supongamos que alguien ha cometido un homicidio o un robo. Supongamos que somos lo suficientemente anticuados para decirle que creemos que no debería haberlo hecho. ¿Qué nos responde si, de acuerdo con la enseñanza de Pelagio, supone que no se le puede reprochar al hombre por esa corrupción de la naturaleza que forma el sustrato de sus actos personales?

Bien, nos dice que estamos muy equivocados en censurarlo. "¿Me censuran," dice, "por cometer ese homicidio o robo?" No deberían hacerlo. Admito que esos actos parecen malos; pero, comprendan que soy malo y por tanto no puedo evitar hacer estas cosas malas. Y si no lo puedo evitar, no se me puede censurar. No he hecho más que actuar de acuerdo con mi naturaleza. Si alguien bueno hiciera cosas malas lo podrían censurar, pero que las haga alguien malo es lo lógico; no hace más que actuar de acuerdo con su naturaleza, y nunca habría que censurarlo por ello."

Bien, quizá me impresione lo que me dice ese amigo asesino; pero a pesar de ello no me puedo quitar el sentir que el homicidio y el robo son reprensibles, y que nadie debería dedicarse a ello demasiado. Me digo, pues, que debería poder censurar a alguien por cometer homicidios y robos. Pero ese amigo asesino me ha dicho que se puede censurar a los buenos si cometen homicidios o robos. Salgo, pues, a buscar a tales personas. Pero entonces descubro algo sorprendente, a saber, que los buenos no cometen homicidios ni robos. Por tanto a nadie puedo censurar por esos actos. No puedo censurar a los malos, porque no pueden evitar cometer dichos actos; los cometen como consecuencia de su naturaleza mala. Ni puedo censurar a los buenos por cometerlos, porque los buenos no hacen tales cosas. Al parecer, pues, estaba equivocado en pensar que tales actos merezcan una censura moral. Al parecer después de todo ni el homicidio ni el robo merecen censura.

Quizá digan que tal conclusión es absurda. Quizá lo sea; pero es exactamente la conclusión que predomina en forma alarmante en la mentalidad actual. Multitud de personas niegan la noción misma de obligación moral; niegan que se pueda censurar a nadie por homicidio, robo, adulterio o cualquier otro pecado. y Por qué piensan así? Simplemente porque no aceptan ni la noción pelagiana ni la noción bíblica de pecado; y por ello simplemente niegan que exista el pecado.

No aceptan, en primer lugar, la noción pelagiana de que las acciones malas se deban simplemente a una elección mala de una voluntad que estaba en perfectas condiciones de escoger entre el mal o el bien. Los hechos desmienten esta noción pelagiana. El más elemental estudio de la criminología muestra que en la raíz de la acción mala está la naturaleza mala del criminal y, en realidad ﷓ aunque nos adelantamos a sugerir otro punto ﷓ la naturaleza mala con la que el criminal vino a este mundo.

Pero estas personas de las que estoy hablando también rechazan la doctrina bíblica. Rechazan la doctrina de que las acciones malas que proceden de una naturaleza mala, y en realidad la misma naturaleza mala, merezcan censura.

Bien, entonces, si las acciones malas que proceden de la naturaleza mala de los criminales no merecen condenación moral, y si la naturaleza mala misma tampoco es algo por lo que se pueda censurar al criminal, y si los buenos, los que tienen una naturaleza buena, no cometen acciones malas, se sigue que nada ni nadie merece condenación, y llegamos por tanto a la doctrina profundamente amoral de la criminología moderna de que no existe eso que se llama obligación moral y que el crimen es una enfermedad.

El único camino de salida del abismo de esa doctrina, que caso de predominar en forma permanente conduce a la ruina de la civilización, para no decir nada de lo que puede producir en la otra vida, es simplemente volver a la doctrina bíblica de que al hombre sí se lo puede condenar moralmente por lo que no puede evitar y sobre todo que si se lo puede condenar y Dios lo condena por la naturaleza pecadora con la que nació.

La Biblia enseña con claridad en primer lugar que las acciones pecaminosas proceden de la naturaleza corrompida del hombre que las comete, y en segundo lugar que esa misma corrupción de la naturaleza es pecado. Pero voy a pedirles que piense en esto en una forma un poco más completa al comienzo de la siguiente charla, a fin de que entonces, una vez hayamos hablado del pecado, podamos pasar a hablar de la salvación.


***

20: PECADORES SALVADOS POR LA GRACIA

En la conclusión de la charla anterior, hablamos del gran ataque que se ha lanzado contra lo doctrina bíblica del pecado original.

El ataque lo comenzó a comienzos del siglo primero Pelagio, el contrincante de Agustín, pero en una forma a otra ha proseguido a lo largo de la era cristiana, y hoy día reviste especial intensidad.

El pelagianismo, dijimos, implica una cierta idea, primero, de lo que es el pecado, y, segundo, de los efectos del pecado de Adán en su descendencia. Al final de la última charla les hablé del primero de estos dos temas ﷓ a saber, de la idea pelagiana ﷓de la naturaleza del pecado.

Según el concepto pelagiano, de acuerdo con la lógica de esa manera de pensar, el pecado es algo propio de los actos personales; no es algo como el estado permanente del alma. La voluntad, según Pelagio, tiene poder para decidir en todo momento, y el mal uso de ese poder de autodeterminación es lo que se llama pecado.

La responsabilidad moral, dicen los pelagianos, depende ﷓de ese poder de autodeterminación. El hombre, afirman, no puede ser considerado responsable de lo que no puede evitar. Por tanto si sus actos personales procedieran en forma inevitable del estado permanente de su naturaleza, no seria responsable ni de esos actos personales ni del estado permanente de su naturaleza del cual aquellos proceden. De hecho, sostienen los pelagianos, no existe tal estado de cosas, ya , que el hombre es perfectamente capaz de escoger en todo momento entre el bien y el mal.

Según la noción agustiniana del pecado, por el contrario, las decisiones personales equivocadas si proceden del estado permanente de la persona que las toma. La voluntad no es en modo alguno libre en el sentido de que pueda escoger lo que quiera sea cual fuere la naturaleza de la persona que toma la decisión.

Hasta aquí la idea agustiniana de pecado está de acuerdo, supongo, con lo que dicen la mayoría de los sicólogos y criminólogos de nuestros tiempos.

Pero difiere de lo que esos mismos sicólogos y criminólogos afirman cuando sostienen que el hombre es ciertamente responsable de las decisiones equivocadas, las cuales proceden de su naturaleza mala, y es también moralmente responsable de la naturaleza mala de la cual proceden dichas decisiones. El agustinismo difiere, en otras palabras, tanto del pelagianismo como de la sicología moderna en cuanto sostiene que el hombre es responsable de lo que no puede evitar. Si es malo, si posee una naturaleza mala, es responsable por esa naturaleza mala sea como fuere que haya llegado a ser malo. El pecado, según el agustinismo, no es una simple cuestión de actos personales; también es inherente al estado del que proceden los actos. Quien comete una acción mala no puede excusarse, según el agustinismo, basado en que es y ha sido siempre malo; por el contrario, el hombre malo. incluso prescindiendo de cualquier acción mala, está con razón sujeto a reprobación y aversión por parte del hombre y por parte de Dios. Tanto las acciones malas como también el estado de perversión del que proceden dichas acciones son, según Agustín, " pecado.

¿Es esta noción agustiniana la noción bíblica? Creo que con sólo plantear la pregunta ya queda contestada. Me voy a limitar a citar un pasaje y luego voy a preguntarles si ese pasaje sintetiza o no la enseñanza de la Biblia a este respecto. El pasaje que voy a citar está tomado no de las que a veces se consideran como las secciones más filosóficas o teológicas de la Biblia. Está tomado de la enseñanza de Jesús tal como figura en los Evangelios Sinópticos. Con todo es una negación completa de toda la idea pelagiana de  la libertad de la voluntad, de toda la noción pelagiana de que el pecado sólo se da en acciones personales; y niega toda esa idea de modo mucho más eficaz que volúmenes enteros de filosofía. Este es el pasaje al que me refiero:

O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol. ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.

A la luz de estas palabras de Jesús, tan sencillas y tan profundas, ¡qué completamente superficial parece ser toda la noción pelagiana de la voluntad y el pecado! Según Jesús, las acciones malas proceden de un corazón malo, y tanto las acciones como el corazón del que proceden son pecaminosos.

Esta idea es la idea de toda la Biblia. Desde el principio hasta el fin de la Biblia no hay ni la más mínima sombra de consuelo para la superficial noción de que el pecado sólo se da en las acciones personales y de que un hombre malo puede, sin ser cambiado por dentro, realizar de repente acciones buenas. No, la Biblia halla siempre las raíces del mal en el corazón, y por corazón entiende no sólo los sentimientos sino también toda la vida interior del hombre. El corazón del hombre, nos dice, es engañador por encima de todo y desesperadamente perverso, y debido a esto el hombre es pecador ante los ojos de Dios.

Quizá algunos de ustedes se pregunten, llegados a este punto, si tal idea no anula la libertad y responsabilidad personales.

¿Qué quiere decir libertad personal? ¿Queremos decir una libertad de la voluntad como un algo imprevisible que está dentro del hombre y que oscila de un lado a otro sin relación con el resto del hombre y sobre todo sin relación con el problema de si la naturaleza del hombre es buena o mala? Si queremos decir esto, queremos decir algo que no sólo es completamente absurdo sino que destruye también esa libertad personal que se quiere defender. Lo que hace que una acción sea personal es el hecho que proceda de la naturaleza toda del hombre que la realiza. Si la voluntad fuera realmente libre en el sentido de que nada tiene que ver con el ser del hombre que quiere, entonces, las decisiones que tomara no serían decisiones personales sino que sería como un péndulo que oscila sin sentido y al que guía sólo el destino ciego. De hecho, no existe 'tal voluntad como algo separado dentro del hombre. Lo que llamamos la voluntad es sólo "el﷓hombre﷓todo que quiere", al igual que lo que llamamos inteligencia es "el hombre﷓todo que piensa" y el sentimiento es "elhombre﷓todo que siente". Lo que deberíamos, por tanto, querer decir, cuando hablamos de la libertad dé la voluntad, es más bien la libertad del hombre. El hombre es libre y por ello moralmente responsable cuando sus acciones proceden de su propia naturaleza y cuando está consciente del hecho de que son sus propias acciones. Si, en realidad, el hombre se ve forzado, por impulso físico directo y real, a hacer algo, contra su voluntad, entonces eso no es un acto personal suyo y no es moralmente responsable por el mismo; pero si su voluntad está determinada por su propia naturaleza, entonces, por inevitable que sea lo que hace es desde luego un acto personal suyo y tiene una responsabilidad moral absoluta por ello. El hombre malo realiza inevitablemente acciones malas; esto es tan cierto como que el árbol podrido producirá frutos podridos. Pero el hombre malo realiza esas acciones malas porque quiere; son sus ,actos personales libres y es responsable por ellos ante Dios.

Esto es no sólo filosofía cabal y sentido común profundo, sino también la enseñanza evidente de la, Biblia desde Génesis a Apocalipsis.

Sin embargo, quizá quede todavía una objeción. ¿Se puede realmente censurar a alguien por lo que no puede evitar? ¿Se le puede censurar por una naturaleza humana que posee necesariamente y con la que nació?

Respecto a esta objeción me gustaría mencionar sólo esto ﷓ que si no se puede censurar a nadie por su naturaleza mala, entonces se sigue con lógica ineluctable que tampoco se le puede alabar por su naturaleza buena.

¿Dice alguien que no se puede condenar a una persona por una naturaleza que siempre ha tenido, una naturaleza que forma la base de sus actos personales? Bien, entonces, si ese principio es verdadero para la condena también lo es para la alabanza. ¿Se puede encomendar a alguien por una naturaleza que siempre ha tenido, por una naturaleza de la que él mismo no es responsable? ¿Dicen que no? Bien, entonces, ¿qué decir de Dios? Sus acciones buenas proceden ineluctablemente de su naturaleza infinitamente buena. ¿No merece entonces alabanza? Pregunten a las huestes celestiales que se complacen en cantar constantemente sus alabanzas ante su trono; pregunten a todos los santos que bendicen su nombre excelso. Así dice el último salmo

Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento.
Alabadle por sus proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza,,
Alabadle a son de bocina; alabadle con salterio y arpa.
Alabadle con pandero y danza; alabadle con cuerdas y flautas.
Alabadle con címbalos resonantes; alabadle con címbalos de júbilo.
Todo lo que respira alabe a Jah. Aleluya.

Según la teoría pelagiana ese coro de alabanza hubiera sido reducido al silencio. Dios no se hizo a si mismo bueno; siempre lo fue; sus acciones buenas proceden, con una certeza mayor que ninguna otra, de su naturaleza buena; por tanto, según la teoría pelagiana, ¡no se le alabe!

Pero quizá digan que la naturaleza de Dios es tan diferente de la nuestra que no se puede argumentar a base de lo que es cierto en el caso de Dios a lo que es cierto en nuestro caso. Bien, entonces, ¿qué hay que decir de los ángeles? Sus acciones buenas proceden ineluctablemente de la bondad de su naturaleza, y ellos no crearon su propia naturaleza, sino que Dios se la creó.

No hay que alabarlos entonces? ¿Qué decir del caso de los santos que han ido ya a recibir la re.~ compensa? Desde luego que ya no les es posible pecar; son tan perfectamente buenos como los ángeles; en su caso, al igual que en el de los ángeles, las acciones buenas proceden de la bondad de su naturaleza. Y en su caso también, a no ser que la Biblia esté del todo equivocada, la bondad de su naturaleza .no es producto de sus propios esfuerzos sino don de Dios. Se les dio en el nuevo nacimiento. Sin embargo no hay duda de que hay que considerarlos bienaventurados y gloriosamente libres.

¿No ven, amigos míos, lo absurda que es esta noción pelagiana de que no hay que tributar esa alabanza o censura moral a la naturaleza de las personas sino sólo a sus acciones personales? La situación real es que las acciones personales adquieren cualidad moral sobre todo debido a la conexión que tienen con la naturaleza de la persona que las realiza. Una persona es buena si su naturaleza lo es y mala si su naturaleza es mala, sea como fuere que haya llegado a ser mala. Por esto los hombres malos son pecadores a los ojos de Dios, y están sujetos a su justa ira y a su maldición, aunque hayan nacido malos.

Esto nos conduce a la segunda parte de la idea pelagiana. Si el pelagianismo tiene una noción superficial de lo que es el pecado, tiene una idea igualmente superficial del pecado de la naturaleza humana. Niega que el pecado de Adán tuviera ningún efecto considerable para su posteridad. Todo hombre, afirma, comienza la vida prácticamente donde Adán la comenzó, con completa capacidad para escoger entre el bien y el mal. Así pues, niega la doctrina del pecado original; niega la doctrina de que los hombres descendientes de Adán por generación ordinaria vienen al mundo con la naturaleza corrompida lo cual conduce inevitablemente a actos personales pecaminosos.

Desde luego que esa idea pelagiana se enfrenta con una dificultad obvia. Si todos los hombres que descienden de Adán por generación ordinaria vienen al mundo sin tener la naturaleza corrompida y con capacidad plena de escoger el bien antes que el mal, ¿cómo se explica que todos los hombres sin excepción escojan el mal, que todos los hombres sean pecadores? Si el problema de si los hombres son justos o pecadores depende de . la decisión de cada uno, y si todo hombre tiene capacidad plena de escoger lo que quiera, parece sumamente raro que todos los hombres hayan escogido el mismo camino. Las probabilidades según las leyes matemáticas de que esto suceda serían mucho más de cien billones de veces cien billones contra una.

No estoy seguro de si Pelagio respondió o no a esta objeción diciendo que de hecho algunos hombres han escogido el bien. No estoy muy seguro de si negó o no la condición pecadora universal del género humano. Si la negó, sin duda que se colocó claramente contra toda la Biblia, como ya hemos visto. Pero sea como fuere, el pelagianismo sólo puede explicar el predominio general del pecado por el ejemplo malo que Adán dio. Adán, según los pelagianos, dio un mal ejemplo a la raza humana; Cristo dio un buen ejemplo . Los hombres son perfectamente capaces de seguir ya el ejemplo de Adán ya el de Cristo. Es simplemente una cuestión de elección de la voluntad humana personal.

Estos son los limites a los que quedan reducidos tanto el pecado como la salvación según el sistema pelagiano.

¿Es necesario decir que dicho sistema es radicalmente contrario a la Biblia? La Biblia de principio a fin enseña que los pecados personales proceden de la naturaleza pecadora, y que la naturaleza del hombre es pecaminosa desde el nacimiento. "He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre" ﷓ estas palabras del salmo cincuenta y uno sintetizan, en el clamor de un pecador arrepentido, la doctrina del pecado que la Biblia enseña desde Génesis hasta Apocalipsis. De esta idea bíblica de pecado depende también la idea bíblica de salvación. ¿Enseña la Biblia que todo lo que Cristo hizo por nosotros fue darnos un buen ejemplo que somos perfectamente capaces de seguir sin necesidad de que cambie el corazón? Quien así piense es alguien que ni siquiera ha llegado al umbral de la gran verdad central de la Escritura. "Os es necesario nacer de nuevo," dijo Jesucristo.  El que cree que Jesús habló la verdad cuando dijo esto debe romper en forma clara con el pelagianismo en todas sus formas. No, amigos míos, a pesar de Pelagio y de sus millones de seguidores, no tenemos esperanza ninguna hasta que nazcamos de nuevo por medio de una acción que no es nuestra; no hay esperanza de que podamos escoger el bien hasta que hayamos pasado de muerte a vida por medio de la acción del Espíritu del Dios vivo. Para quien no vea esto la Biblia sigue siendo un libro cerrado. En la base misma de la enseñanza de la Biblia está la gran doctrina bíblica del pecado original.

Esta doctrina significa que todo el género humano, desde la caída, está totalmente corrompido y es del todo incapaz de agradar a Dios. Creo que deberíamos detenernos en esto por un par de minutos.

La doctrina que se llama' de la "depravación total" es uno de los cinco puntos básicos del Calvinismo. Pero no sólo esto. Es también una de las ideas en las que la Biblia insiste más. Creo que es muy importante que sepamos exactamente qué significa.

No significa que todos los hombres que no son cristianos sean en todo momento lo peores que pueden ser. Por el contrario está perfectamente en armonía con lo que también se enseña claramente en la Escritura ﷓ que el Espíritu de Dios, por medio de su gracia común, refrena, incluso a los no regenerados, de la manifestación plena del poder del mal que los domina. ¿Qué significa entonces la doctrina de la depravación total?

Significa, en primer lugar, que la corrupción del hombre caído afecta todas y. cada una de las partes de su naturaleza. Sus facultades subsisten, es cierto; sigue siendo hombre, y por serlo es también responsable. Pero todas sus facultades, todas las partes de su naturaleza, están minadas por la corrupción en la que ha caído. El pecado .no reside tan sólo en el cuerpo; ni reside tan sólo en los sentimientos, ni en la inteligencia, ni en lo que a veces por error se ha separado del resto de la naturaleza humana bajo el nombre de la voluntad. Reside en todo esto. Toda la <vida del hombre, y no solamente una parte de la misma, está corrompida.

En segundo lugar, la doctrina bíblica de la depravación total significa que nada de lo que el hombre caído y no regenerado haga es realmente agradable a Dios. Muchas cosas de las que hace pueden agradarnos a nosotros, con nuestras normal imperfectas, pero nada de lo que hace puede agradar a Dios; nada de lo que hace puede resistir la luz escrutadora de su tribunal. Algunas de sus acciones pueden ser relativamente. buenas, pero ninguna de ellas es realmente buena. A todas ellas las afecta la honda depravación de la naturaleza humana caída de la que proceden.

Esta doctrina puede parecer dura, pero se enseña con claridad en la Palabra de Dios. Además, la aceptan de corazón los santos más auténticos. Pregunten a los de vida realmente santa en la historia de la Iglesia cristiana, y les dirán al recordar sus vidas antes de hacerse cristianos ﷓ incluso en casos en que esas vidas han parecido a los demás buenas y sacrificadas ﷓ que todo lo que parecía bondad no era más que desperdicio ante los ojos de Dios. No, amigos míos, el género humano, hasta que la acción misteriosa del Espíritu Santo lo regenera, es incapaz de vivir ni siquiera por un instante en forma agradable a Dios.

Esto nos conduce a otro aspecto de la gran doctrina bíblica de la depravación total. Es la incapacidad total del hombre caído para salir de esa condición. El hombre caído, según la Biblia, es incapaz de contribuir en lo más mínimo al gran cambio por medio del cual pasa de la muerte a la vida. Todo aquel en quien ese cambio se produce tiene desde luego fe en Jesucristo; por medio de ese acto personal de fe se une al Señor Jesucristo. Pero el detalle está en que esa fe la produce en él el Espíritu Santo de Dios. Los hombres que están muertos en transgresiones y pecados son del todo incapaces de tener fe salvadora, tan incapaces como lo es el muerto que yace en la tumba de contribuir en lo más mínimo a su resurrección. Cuando uno nace de nuevo, el Espíritu Santo pone la fe en él, y su contribución personal a este resultado maravilloso es .nula. Después de que ha nacido de nuevo, sí coopera con el Espíritu de Dios en la lucha cotidiana contra el pecado; después de que Dios le ha dado la vida, pasa a demostrar que está vivo con la realización de buenas obras; pero hasta que recibe la vida nada realmente bueno puede hacer; y la acción del Espíritu de Dios por la que recibe la vida es un acto soberano a irresistible.

Esto es tan fundamental en la Biblia, la Biblia insiste tanto en ello, que parece en verdad extraño que personas que creen en la Biblia lo nieguen. De hecho, sin embargo, en la historia de la Iglesia ha hecho su aparición en muchas formas diferentes el semipelagianismo, el cual asigna al hombre un papel en la consecución de la salvación.

Recordarán sin duda qué es el pelagianismo puro. Según el pelagianismo sin tapujos, el hombre no necesita que cambie su naturaleza para poder comprender el evangelio, aceptarlo y salvarse; de hecho, el evangelio no es en realidad del todo necesario para la salvación; simplemente agrega una cierta persuasión a fin de inducir al hombre a hacer lo que es justo, y éste es perfectamente capaz de hacer lo bueno según la libertad de su propia voluntad.

La idea semipelagiana es una especie de Vía Media entre el pelagianismo estricto y la idea agustiniana que se enseña tan claramente en la Biblia. Según la idea semipelagiana,. la naturaleza del hombre ha quedado debilitada con la caída; y si bien ese debilitamiento que el hombre sufre como consecuencia de la caída de Adán no es pecado en si conduce inevitablemente al pecado a no ser que la gracia de Dios intervenga.

Luego, además de este semipelagianismo, ha habido una gran cantidad de pelagianismo en un cincuenta por ciento, pelagianismo en un cuarenta por ciento y pelagianismo en todas las proporciones imaginables. Algunos han sostenido que si bien el hombre caído no puede hacer nada positivo para salvarse, si puede escoger entre resistir y aceptar la gracia que Dios le ofrece. De este modo el hombre sí tiene una parte que desempeñar, aunque sólo sea negativa, en la obra de salvación.
Frente a codas estas Vías Medias la Biblia enseña con claridad meridiana la doctrina de la incapacidad total del hombre caído y la absoluta de la gracia divina. El hombre, según la Biblia, no está tan sólo enfermo en sus transgresiones y pecados; no está tan sólo en una condición de debilitamiento de modo que necesita la ayuda divina; está realmente muerto en sus transgresiones y pecados. No puede hacer absolutamente nada para salvarse, y Dios lo salva con el acto gratuito y soberano del nuevo nacimiento. La Biblia es un libro sumamente intransigente en este asunto del pecado del hombre y de la gracia de Dios.

La doctrina bíblica de la gracia de Dios no significa, como a veces la han caricaturizado, que alguien se salve contra su voluntad. No, significa que .la voluntad misma del hombre es renovada. El acto de fe por el cual se une al Señor Jesucristo es un acto suyo propio. Lo realiza con gozo, y está seguro de que nunca estuvo tan libre como cuando lo realizó. Pero la capacidad para realizarlo le viene simplemente de la acción gratuita y soberana del Espíritu de Dios.

Amigos míos, 1 qué preciosa es esa doctrina de la gracia de Dios! No armoniza con el orgullo humano. No es una doctrina que nosotros los hombres hubiéramos sido jamás capaces de producir. Pero cuando la Palabra de Dios la revela, los corazones de los redimidos exclaman, Amén. A los pecadores salvos por gracia les place tributar no sólo un poco sino toda la alabanza a Dios.

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