6: OBJECIONES A LA PREDESTINACIÓN

Antes de pasar al tema siguiente en esta breve serie de charlas, creo que debería decir unas cuantas palabras más para explicar la gran doctrina bíblica de la predestinación, acerca de la cual he hablado en las dos últimas charlas.

Esta doctrina, dijimos, es la aplicación de la doctrina de los decretos de Dios a la esfera específica de la salvación. Como Dios, en su propósito eterno de acuerdo con el consejo de su voluntad, hace que sucedan todas las cosas, así pace también que de acuerdo con el consejo de su voluntad suceda que algunos hombres se salven y otros sean castigados por sus pecados. La salvación, por tanto, no depende en último término de ningún acto de la voluntad humana, ni siquiera del acto de fe en Jesucristo. La fe misma se produce, en aquellos que son salvos de acuerdo con el propósito eterno de Dios. No están predestinados a salvarse porque creen, sino que pueden creer porque están predestinados.

Vimos cómo esta doctrina penetra por completo la Biblia entera. Se enseña en forma implícita en el Antiguo Testamento, y de mono plenamente explícito en el Nuevo Testamento.

Pero por clara y completa que sea la enseñanza de la Biblia respecto a esta gran doctrina, muchas personas ﷓ incluso muchos cristianos ﷓la encuentran muy difícil.

¿De dónde procede tal dificultad?

Bien, en parte, sin duda de que la doctrina contradice en forma tan directa muchas de nuestras ideas preconcebidas. Hace a Dios demasiado grande y al hombre demasiado pequeño para agradar al orgullo humano. Estamos demasiado dispuestos a hacer depender la salvación del hombre de algo que esté en el hombre mismo.
Con todo me parece que sería una equivocación dar con esto por zanjadas las dificultades de tantos. Algunas, aunque no todas, de las dificultades que las personas experimentan ante la doctrina de la predestinación se deben al hecho de que la gente no la entiende bien. Creen que significa lo que no significa, y por ello la descartan con un horror que la doctrina genuina no merece en absoluto.

Por esto deseo, en esta charla, especificar un par de cosas que la doctrina de la predestinación no significa.

No significa, en primer lugar, que el que Dios elija a algunos para que se salven mientras pasa por alto a otros se deba a pura casualidad o sea algo arbitrario.

En realidad no conocemos la razón de la elección de Dios. Sólo sabemos que sea cual fuere la razón, no se encuentra en una receptividad superior al evangelio por parte de los elegidos; no se halla en el reconocimiento por parte de Dios de una capacidad superior de estas personas para creer en Jesucristo. Por el contrario los que se salvan merecen la muerte eterna tanto como los que se pierden, y, al igual que éstos, son del todo incapaces de creer en Cristo hasta que no nacen de nuevo por un acto que es exclusivo de Dios. Incluso la fe que tienen es fruto del Espíritu Santo de acuerdo con la elección que Dios ha hecho de ellos desde la eternidad. Así pues su salvación no se debe a nada que haya en ellos. Es fruto de sólo la gracia.

Pero porque no sepamos cuál sea la razón de que Dios elija a unos y no a otros, esto no significa que no exista ninguna razón. De hecho, hay sin duda una razón absolutamente buena y suficiente. De esto podemos estar del todo seguros. Dios nunca actúa en forma arbitraria; siempre lo hace de acuerdo con su sabiduría infinita; todos sus actos se encaminan a fines infinitamente elevados y dignos. Y debido a esto debemos confiar en El. No sabemos por qué Dios ha obrado de esta manera y no de la otra, pero conocemos al que sabe y descansamos en su justicia, bondad y sabiduría infinitas.

Me parece que el cristiano se precia en su ignorancia de los consejos de Dios en este caso. Se regocija de no saber. Los himnos de la iglesia evangélica están llenos de alabanzas de la maravilla de la gracia de Dios. Es tan extraño, tan absolutamente misterioso que Dios haya tenido misericordia de pecador es como nosotros. No merecíamos sino su ira y maldición. Hubiera sido del todo justo que nos hubiéramos perdido como otros; es una maravilla inigualable que seamos salvos. No podemos ver por qué; ni podríamos siquiera creerlo a no ser que estuviera escrito con tanta claridad en la Palabra de Dios. No nos queda más que descansar en este misterio supremo de gracia.

En segundo lugar, la doctrina de la predestinación no quiere decir que Dios se alegre de la muerte del pecador. La Biblia afirma con suma claridad lo contrario. Escuchen este gran versículo del capítulo treinta y tres de Ezequiel: "Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva."

Lo mismo se enseña en la primera Carta a Timoteo, donde se dice: "E1 cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad."

Este último versículo no puede significar que Dios ha determinado con un acto de su voluntad que todos los hombres se salven. De hecho no todos los hombres son salvos. La Biblia lo afirma con suma claridad; de lo contrario todas las solemnes advertencias que contiene serían una burla. Pero si, cuando de hecho no todos los hombres son salvos, Dios hubiera determinado que todos se salvaran, entonces ello significaría que el decreto de Dios no se ha cumplido y que su voluntad ha sido conculcada. En este caso Dios dejaría simplemente de ser Dios.

El versículo debe significar algo completamente diferente de eso tan blasfemo. Esto está claro. Pero ¿qué significa? Me inclino a pensar que significa lo mismo que el gran pasaje de Ezequiel; me inclino a pensar que significa simplemente que Dios se complace en la salvación de los pecadores y que no se complace en el castigo de los no salvos.

En realidad algunos han sostenido otro punto de vista. Se ha sugerido que la expresión "todos los hombres" en este versículo de 1 Timoteo significa "toda clase de hombres," y que el versículo está escrito contra los que limitaban la salvación a los judíos en contraposición a los gentiles o a los sabios en contraposición a los necios. El contexto en el cual se encuentra este versículo favorece en cierto modo este punto de vista. Pero me inclino más bien a pensar que la expresión "todos los hombres" ha de tomarse en forma más literal, y que el versículo significa que Dios se complace en la salvación de los salvos, y no se complace en el castigo de los que se pierden, de tal modo que por lo que se refiere al agrado en lo que sucede El desea que todos los hombres sean salvos.

Sea como fuere, éste es sin duda el significado del pasaje de Ezequiel, prescindiendo de lo que signifique el de I Timoteo y es en verdad un significado precioso. El castigo de los pecadores ﷓ su castigo justo por el pecado ﷓ ocupa, como hemos visto, un lugar en el plan de Dios. Pero la Biblia dice bien claro que Dios no se complace en ello. Es necesario para que se cumplan fines elevados y dignos, por misteriosos que estos fines nos resulten; ocupa un lugar en el plan de Dios. Pero en sí no es algo en lo que Dios se complazca. Dios es bueno. Se complace no en la muerte de los malos sino en la salvación de los que son salvos por su gracia.
En tercer lugar, la doctrina de la predestinación no significa que los hombres se salven contra su voluntad o que sean condenados al castigo eterno cuando desean creer en Cristo y ser salvos.

Creo que de este malentendido nace en realidad en la mente de tantas personas, la objeción básica a la gran doctrina que hemos expuesto.

Tienen una especie de idea de que la doctrina de la predestinación significa que algunos, antes de decidir si van a creer en Cristo o no, pueden saber de antemano si están predestinados a salvarse o a ser destruidos.

Imaginan que alguien dice ﷓ en el supuesto de que la doctrina de la predestinación sea cierta : "He escuchado el evangelio; me conmueve algo; no me costaría aceptarlo : pero para qué serviría; de todos modos ya ha sido determinado de antemano si voy a salvarme a perderme; ¿qué importa, por tanto, que decida yo?" 0 bien – lo cual parece todavía más horrible ﷓ imaginan que alguien dice, siempre en el supuesto de que la doctrina de la predestinación sea verdadera : "He escuchado el evangelio; ojalá fuera uno de los que lo aceptan; pero, éstos están predestinados a ser salvos, figuran entre los elegidos de Dios; yo, en cambio, he sido predestinado a la destrucción, de modo que, aunque luche, no me queda ninguna esperanza."

0 ﷓ para tomar otro ejemplo ﷓ imaginan que alguien dice, siempre en el supuesto de que la doctrina de la predestinación sea verdadera : "Yo formo parte de los elegidos de Dios; desprecio a los que no están entre los elegidos; y como he sido elegido puedo vivir como me plazca, con la seguridad de que en último término el plan de Dios se realizará y entraré en la bienaventuranza cuando muera."

Estos tres ejemplos horribles, y muchos más semejantes a ellos, se basan en una noción completamente equivocada de lo que significa la doctrina de la predestinación.

Esta doctrina no significa que los que están predestinados a la vida eterna lean salvos contra su voluntad. Por el contrario, sólo los que están dispuestos a aceptar a Jesucristo tal como se nos ofrece en el evangelio son salvos. Supongan que alguien dice : "He decidido no creer en Jesucristo." ¿Puede un hombre así consolarse pensando que quizá después de todo está ya predestinado para la vida eterna? Cierto que no, con tal de que la decisión de no creer en Cristo sea su última palabra. Nadie que no tenga voluntariamente fe en Cristo es salvo. Esto está bien claro.

Pero cuando alguien confía voluntariamente en Cristo, ¿está ese acto de la voluntad del hombre fuera del propósito de Dios? Esto es lo que la Biblia niega en forma radical. No, no está fuera del propósito de Dios. Nadie se salva contra su voluntad. Esto es evidente. Pero su voluntad misma está determinada de acuerdo con el plan eterno de Dios.

Me parece que puedo aclarar en forma precisa qué quiero decir con un ejemplo bien sencillo de la Biblia misma.

Cuando Pablo se hallaba a bordo del barco de Alejandría que lo conducía prisionero a Roma, dijo a los asustados marineros y pasajeros: "No habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave."  Dijo esto como profeta, bajo inspiración espiritual, tal como indicó expresamente a los que estaban con él. El plan eterno de Dios le había sido revelado en parte. Estaba predestinado en el propósito de Dios que nadie de a bordo perdiera la vida. La preservación de los que estaban en el barco era absolutamente segura antes de que se cumpliera.

Bien, entonces. De momento todo está bien. Pero ¿qué leemos un poco más adelante? ¿Qué dijo Pablo a los que estaban con él en el barco un poco después? Lo siguiente : "Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros." Los marineros, a saber, habían estado a punto de huir del barco en un bote. Para detenerlos Pablo dijo al centurión y a los soldados: "Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros."

Antes había dicho a los del barco que nadie perdería la vida. Así lo había dispuesto la autoridad de Dios; era absolutamente seguro; estaba predestinado. Con todo ahora les dice que lo que era tan cierto no ocurriría a no ser que se cumpliera cierta condición. No ocurriría a no ser que los marineros permanecieran en el barco.

¿Acaso el poner dicha condición destruyó la certeza del cumplimiento del plan de Dios de acuerdo con la profecía anterior? Ni un ápice. ¿Por qué no? Sencillamente por que Dios proveyó el cumplimiento de la condición cuando proveyó la realización del resultado final para el cual la condición era necesaria.

Sí, era ciertamente seguro que los que iban en el barco no se salvarían a no ser que los marineros permanecieran a bordo. Pero esto no hizo que el plan de Dios corriera el riesgo de no cumplirse. De hecho, los marineros permanecieron a bordo, y la profecía se cumplió.

Esos marineros no permanecieron en el barco por casualidad. No, se hallaban, aunque no lo sabían, bajo la mano rectora de Dios. El centurión y los soldados que los retuvieron en el barco fueron los instrumentos de Dios para la realización final del plan de Dios.

Con este ejemplo tan sencillo aprendemos una gran verdad. Es simplemente esto ﷓ que cuando el resultado final está predeterminado por Dios todos los pasos que se dan hacia la consecución del mismo también están predeterminados. El cumplimiento del plan de Dios se lleva a cabo por medio de la aparentemente confusa historia humana.

Apliquemos esto a la cuestión de la fe y la salvación, y creo que algunas de las dificultades acerca de la doctrina de la predestinación desaparecerán. Dios ha predestinado que algunos hombres se salven, del mismo modo que predestinó la preservación de las vidas de los que navegaban en aquel barco. Pero en ambos casos el cumplimiento de una condición fue necesario para la realización del resultado final. Los hombres del barco estaban todos predestinados para llegar a puerto a salvo; pero no hubieran llegado a salvo a no ser que el centurión hubiera retenido a los marineros a bordo. Así también los elegidos de Dios están todos predestinados para la salvación eterna; pero no la alcanzarán a no ser que crean en el Señor Jesucristo.

¿Acaso la presencia de una condición necesaria hace que la realización final del plan de Dios sea en cierto modo no segura? Ni en lo más mínimo. En ninguno de los dos casos. No en el caso sencillo de la preservación de los que iban en el barco de Alejandría, y tampoco en el caso de la salvación de los elegidos de Dios. En ambos casos Dios proveyó que se cumplan las condiciones así como ha provisto que se cumpla el fin último.

¿Pero es acaso nuestro sentido de la libertad de la voluntad en cierto modo incompatible con la certeza absoluta del plan de Dios para nuestras vidas? Bien, en cuanto a esto voy a apelar a aquellos de entre los que me escuchan que están conscientes del momento en que nacieron de nuevo. No todos los cristianos están conscientes del momento en que renacieron. Todos han nacido de nuevo, pero no todos saben cuándo fueron salvos. Pero algunos pueden mencionar el momento mismo en que lo fueron. A éstos apelo en estos momentos.

Nacieron de nuevo en ese preciso momento, ¿verdad, hermanos míos? ¿Fue un acto suyo o de Dios? La Biblia les dice que fue un acto de Dios --"los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios." Y su experiencia confirma lo que dice la Biblia, ¿no es cierto? Saben en lo más profundo del alma que fue un acto de Dios. Estaban ciegos y Dios les hizo ver. Dios lo hizo, no ustedes. Están tan seguros de ello como de lo más seguro de este mundo.

Ahora, en el momento en que nacieron de nuevo creyeron en Cristo. Ese fue el signo inmediato de que nacieron de nuevo, y se debió exclusivamente al poder maravilloso y regenerador del Espíritu de Dios. Bien, hermanos, ¿violentó acaso ese acto maravilloso de Dios la voluntad de ustedes como personas? ¿Les pareció que la fe adquirida que tenían en el Señor Jesucristo fuera en cierto modo menos un acto suyo ﷓ una decisión libre de su voluntad﷓ porque se debiera al acto regenerador a irresistible del Espíritu de Dios? No creo, hermanos míos. Creo que más bien estarían inclinados a decir que nunca se sintieron tan libres como en ese momento bendito en que en una forma absolutamente irresistible el Espíritu Santo de Dios peso la fe en ustedes y ustedes se volvieron al Señor Jesucristo como a su Salvador y Señor.

No, en realidad, el plan eterno de Dios a incluso la ejecución de ese plan en el acto sobrenatural de la regeneración o el nuevo nacimiento no son en lo más mínimo incompatibles con nuestra libertad y nuestra responsabilidad como seres personales.

Qué equivocación tan grande es, pues, pensar que la doctrina de la predestinación se opone al ofrecimiento libre de la salvación a todos. Desde luego que el ofrecimiento se hace a todos. Desde luego que sigue siendo cierto en el sentido más pleno y abundante que cualquiera que quiera puede. Nadie que quiera confiar en Cristo queda excluido. Nadie, digo, nadie, sin excepción de ninguna clase.

Nunca tenemos derecho ninguno de presumir que alguna persona o algún grupo de personas que podemos mencionar se hallen fuera del plan de salvación de Dios; nunca tenemos derecho ninguno de presumir que alguien se halle fuera del alcance de la gracia de Dios; nunca tenemos derecho ninguno de rehusar el Evangelio a nadie en absoluto.

Pero cuando proclamamos el Evangelio, ¡qué consuelo es la doctrina de la predestinación! ¡Qué consuelo es saber que la salvación depende sólo de la gracia misteriosa de Dios! Todos nosotros merecemos perecer en nuestros pecados, y lo mismo merecen todos aquellos a quienes predicamos. Pero la gracia de Dios es maravillosa. Dios time en su plan eterno un pueblo escogido para sí. Dichosos somos si somos los instrumentos de Dios en conducir a su reino a algunos de los que desde toda la eternidad le pertenecen.

***

7: LA CREACIÓN Y LA PROVIDENCIA DE DIOS

Una vez tratado el tema de los decretos de Dios, paso ahora a hablar de la forma en que Dios ejecuta sus decretos.
Pero ¿hay que distinguir la ejecución por parte de Dios de sus decretos de los decretos mismos? Ha habido, creo, quienes han dicho, "No." En Dios, afirman, planear es lo mismo que obrar; las criaturas finitas planean primero y actúan después, pero el plan de Dios y la acción de Dios son la misma cosa. En realidad, algunos de los que adoptan esta forma de pensar me parece que van más lejos. Según ellos nosotros podemos pensar una cosa y no hacerla, pero para Dios pensar una cosa es determinar que se realice, y determinar que se realice es lo mismo que hacer que se realice. La vastedad del universo, dicen, no es más que la manifestación de los pensamientos de Dios. Pero quienes así piensan están equivocados; han caído en un error muy grave.

Ciertamente es verdad que para Dios no hay obstáculos externos para que se realicen sus pensamientos. Tiene poder infinito, y todo lo que piensa lo puede hacer.

Pero porque pueda hacer todo lo que piensa, no se sigue que haga todo lo que piensa. Lo que en realidad hace es lo que con sabiduría infinita ha escogido de entre una infinidad de cosas que decide no hacer. Nunca habría que confundir los pensamientos de Dios con sus propósitos.

En realidad, si caemos en esa confusión corremos el peligro de confundir la verdadera naturaleza de la personalidad de Dios. Si Dios determina todo lo que piensa, si en sus propósitos no hay selección de entre todo lo que considera, entonces casi se podría decir que los propósitos de Dios se llaman así por equivocación y se convierten más bien en la manifestación involuntaria de un proceso dialéctico impersonal.

Pero si los propósitos de Dios deben distinguirse de sus pensamientos, hay que hacer todavía otra distinción. Del mismo modo que los propósitos de Dios deben distinguirse de sus pensamientos, así también sus acciones deben distinguirse de sus propósitos. Existe una verdadera distinción entre los decretos de Dios y la ejecución de sus decretos.

Pasar por alto esta distinción es también pervertir la verdad.

Es perfectamente cierto que todo lo que Dios propone se cumple en forma ineluctable. Nosotros proponemos muchas cosas que no se realizan, pero ,no es así en el caso de Dios. Lo que propone, lo hace.

Es perfectamente cierto también que en Dios no hay ni antes ni después. Está más allá del tiempo; es infinito y eterno; no tiene que esperar, como nosotros, un momento en el tiempo, independiente de El, en el que pueda poner en ejecución sus decretos. Para El todo está eternamente presente. Podría parecer, por tanto, como si en su caso no hubiera sucesión temporal y en realidad no se distinguiera un decreto de su ejecución, propósito y acto.

Esta forma de razonar, sin embargo, es falaz y peligrosa. Aunque no podamos aplicar conceptos temporales a la villa de Dios, aunque por consiguiente para él no haya sucesión temporal, en el sentido ordinario, entre propósito y acto, con todo hay una distinción importante entre ambos. Es importante recordar no sólo que Dios es infinitamente sabio en sus planes, sino también que es infinitamente poderoso en sus actor.

¿Pero es cierto que no hay sucesión temporal entre los propósitos de Dios y sus actor, entre sus decretos y la realización de los mismos? Creo que no es sino verdad a medias.

Es cierto que Dios, siendo eterno, está más allá del tiempo. Pero esto no quiere decir que el tiempo no tenga existencia real; no quiere decir que el tiempo tal como lo conocemos no sea más que una simple apariencia. No, lo que deberíamos decir, como me parece haberle oído decir a uno de mis profesores años atrás, es que Dios creó el tiempo cuando creó las cocas finitas. Dios creó realmente el tiempo, y nosotros vivimos realmente en una secuencia temporal. Por tanto no decimos algo falso cuando afirmamos que Dios propuso hace mucho lo que hace que suceda ahora. Todo lo que sucede estaba en el propósito de Dios desde la eternidad, pero El mismo hace que suceda en momentos sucesivos del tiempo que El en su sabiduría infinita ha fijado. Nosotros que, como criaturas finitas, vivimos en un orden temporal observamos la manifestación gradual de la ejecución del plan eterno de Dios; y al observar era manifestación gradual, al observar la forma en que, sin premuras sino con seguridad absoluta, los propósitos de Dios se realizan, por unimos en la alabanza de aquel para quien mil años son como un ayer cuando ya han pasado y como una vigilia nocturna, en alabanza de aquel cuyos caminos no son nuestros caminos y cuyos pensamientos no son nuestros pensamientos, quien en su sabiduría infinita ha planeado todas las cosas desde el principio y hace que sucedan de acuerdo con su propósito eterno y en el momento adecuado. De este modo todas las criaturas finitas y el mismo orden temporal sirven al propósito eterno para el que fueron creados, que es la gloria de Dios.

Con esta idea por tanto de que existe una distinción verdadera entre los decretos de Dios y la ejecución de los mismos, estamos en condiciones de preguntarnos cómo ejecuta Dios estos decretos. El Catecismo Menor dice, en respuesta a esta pregunta: "Dios ejecuta sus decretos en las obras de la creación y de la providencia."

Deseo decir unas palabras acerca de la obra de Dios de la creación y de la obra de Dios de la providencia.

Con respecto a la obra de la creación, el Catecismo Menor dice que Dios hace todas las cocas de la nada.

Me parece que deberíamos detenernos unos momentos para preguntarnos qué significa esto.

La respuesta en general no resulta difícil. Contemplemos el vasto universo en el que vivimos. ¿Cómo comenzó a existir? Se han dado muchas respuestas distintas, pero la que da la Biblia es sencilla. El universo comenzó a existir, dice la Biblia, por el acto de un Dios personal; comenzó a existir porque Dios 1o hizo. Esto time por lo menos el mérito de ser fácil de entender.

Pero ¿qué significan las palabras "de la nada" en era definición? ¿Qué se quiere decir cuando se afirma que Dios hizo todas las cocas "de la nada"? Se quieren decir por lo menos dos cocas.

En primer lugar, no se quiere decir que Dios no hizo las cosas de algo; no hizo el universo de algo material que ya existía.

Mucha gente ha sostenido que cuando Dios hizo el universo empleó algo material que ya existía. Moldeó dicho material, dicen; le dio forma; lo cambió de caótico en ordenado; pero el material ya existía.

Entonces surge la pregunta : "¿De dónde procedía ese material ya existente?

Cuan do contemplamos el mundo tal cu al es, nos preguntamos espontáneamente cómo comenzó a existir. Podemos descubrir el proceso que siguió hasta un cierto punto. Todo, decimos, time una causa. Esto sucedió porque eso otro sucedió antes; y eso a su vez sucedió porque aquello otro había sucedido todavía antes. Así vamos razonando de efecto a causa a lo largo de una serie prolongada. Pero a no ser que la serie sea realmente infinita, al final venimos a dar con el comienzo de la misma. Todas las causas que hemos visto en el mundo alrededor nuestro fueron a la vez causadas por otras causas; pero al comienzo de la serie debe haber una Causa Primera, una causa que no es causada por ninguna otra.

¿Cuál es esa Causa Primera? El simple cristiano, con la Biblia ante los ojos, time la respuesta. La Causa Primera es Dios. El universo comenzó a existir, dice, por un acto voluntario de una Persona infinita y eterna.

Esta respuesta time el mérito de ser sencilla. Hay algo en ella que es maravillosamente satisfactorio. No comete la equivocación en la que caen tantas filosofías de dar a lo que es inferior en honor que parecería pertenecer en justicia a lo que es superior.

Sin terror afirmo que una vez que al hombre le ha caído la venda de los ojos, de forma que pueda pensar en Dios como en un Dios personal, como en un Dios vivo, como en la Causa Primera única y suficiente de todas las cosas, se sorprende de su ceguera anterior y compadece de todo corazón a los que todavía no entienden.

Cuán tristemente esta sencilla respuesta al rompecabezas el universo se frustra o más bien se destruye a manos de los que dicen que cuando Dios hizo al universo lo hizo de algo ! Si Dios hizo al universo de algo, entonces ese algo ya existía, y existía en forma independiente de Dios, cuando fue hecho el universo.

En este caso, ¿a dónde llegamos cuando comenzamos a buscar una Causa Primera, a dónde llegamos cuando buscamos las causas de que lo que existe ahora, y las causas de esas causas que antes eran efectos, hasta llegar a la causa que no fue producida por ninguna otra causa, en otras palabras la Causa Primera? Porque, según la teoría que nos ocupa no tenemos una sino dos Causas Primeras ﷓ Dios y la materia que empleó cuando hizo al mundo. Pero de las dos causas hay una que está de más. Una doctrina así nunca ofrecerá una idea satisfactoria del mundo. Nos da una materia inerte y ciega que en modo alguno se puede considerar como Causa Primera, y nos da un Dios que no es tal Dios. Nos da un Dios que no es realmente infinito sino que se ve limitado en su acción por algo que no le debe el ser a El.

De tal dualismo ﷓ y perdónenme que emplee una palabra algo técnica ﷓ pasamos con alivio al elevado teísmo de la Biblia. Nuestro Dios, et Dios de la Biblia, no es un simple artesano que utiliza lo mejor posible la materia que halla disponible, sino que es el gran iniciador de todo lo que existe. No hay dos Causas Primeras -﷓Dios y la materia que Dios empleó﷓ sino una Causa Primera, Dios y sólo Dios.

Esto es lo primero que queremos decir cuando afirmamos que Dios hizo todas las cocas de la nada. Queremos  decir que no hizo las cosas de algo; queremos decir que no hizo las cosas de una materia ya existente.

Pero queremos decir otra coca cuando afirmamos que Dios lo hizo todo de la nada. Queremos decir que no hizo las cosas de la sustancia de su propio ser.

Si hubiera hecho todas las cocas de la sustancia de su propio ser, entonces todo sería parte de Dios, y entonces tendríamos un error semejante al fatal error panteísta.

Muchos han caído en tal error. El mundo, afirman, es una emanación de la vida de Dios; es una manifestación de su ser; su sustancia es la sustancia de la que Dios mismo está compuesto.

Este error, como muchos otros de los que hemos hablado, es la corrupción de una gran verdad. Es del todo cierto que el universo tuvo en Dios su causa. Cuando la Biblia nos enseña que todo fue hecho de la nada, esto no quiere decir que todo comenzara a existir sin una causa. Por el contrario, todo comenzó a existir por una causa absolutamente adecuada ﷓ a saber, Dios.

Es perfectamente cierto, además, que cuando Dios creó al universo no lo hizo sin referencia a su propia naturaleza. Por el contrario, obró de acuerdo con su propia sabiduría infinita. La creación del mundo no fue un acto arbitrario, sino que sirvió fines elevados y dignos, y estos fines estuvieron de acuerdo con la bondad y sabiduría infinitas del Creador.

Pero, al decir todo esto, no decimos en modo alguno que el universo procedió del ser de Dios por cierto proceso de emanación. No, sino que fue creado por un acto de la voluntad de Dios. Dios no debía a nadie crear al mundo, y la creación del mundo no fue necesaria para completar su propia vida. Dios se basta a sí mismo; era Dios completo antes de que el mundo fuera creado, ,y la existencia presente del mundo no es necesaria para su vida divina. "Antes que naciesen los montes y formasen la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios."  Siendo Dios desde toda la eternidad, determinó formar el universo para sus propios fines elevados y dignos. Ante la sabiduría y poder infinitos del Creador sólo el terror y respeto son adecuados.

Por ello es sumamente importante que subrayemos estas palabras "de la nada," en esa definición del Catecismo Menor. Dios no hizo las cocas de algo preexistente, y no sacó las cocas de la sustancia de su ser; sino que hizo todas las cocas de la nada.

Pero si esas palabras "de la nada" han de subrayarse en esa definición, no por ello habría que olvidar la palabra "todo." No deberíamos olvidar el hecho de que en la obra de Dios de la creación fueron creadas las "cocas."

Muchos lo han negado. Dicen que no existe ese que llamamos mundo exterior. Cuando contemplo un árbol, dicen, todo lo que en realidad conozco es la idea del árbol en mi mente. Pero ¿hay otras mentes? Nunca he podido comprender cómo quienes piensan de este modo tengan derecho a sostener que las hay. El idealista consecuente, me inclino a pensar, debería sostener que ni siquiera otras mentes existen a no ser como idea de su propia mente. Pero consecuentemente o no machos idealistas sí sostienen que hay una mente suprema, y que el universo existe sólo en esa mente suprema, la mente de Dios.

Frente a semejante filosofía el cristianismo, con la Biblia ante los ojos, debería creer en la existencia de un mundo exterior.

Y el cristiano ciertamente debería sostener que nuestras mentes y la materia de la que se componen nuestros cuerpos y este universo todo al que pertenecen nuestros cuerpos y nuestras mentes fueron realmente creados por un acto del Dios que todo lo sabe y todo lo puede.

¿Qué clase de universo es éste que comenzó a existir de este modo por un acto del Dios todopoderoso? ¿Es un universo bueno o malo? Los pesimistas han dicho que es un mundo malo. De hecho, algunos han dicho que es el peor universo que pudo ser creado. ¿Qué dice el cristiano?

La Biblia da una respuesta muy sencilla : "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera."  No, este universo no es malo. Nada de lo que Dios hace es malo. No es un universo malo sino bueno.

En realidad, es el universo mejor que pudo haber creado. Dios nunca se contenta con mediocridades. Su sabiduría y poder no conocen límites. Nada de lo que hace se aparta ni un milímetro de lo que es absolutamente lo mejor.

Cuando decimos que el universo es el mejor que pudo haber sido creado no queremos decir, desde luego, que es el mejor para nuestros fines, y no queremos necesariamente decir que es el universo que mejor satisface nuestros gustos. Antes al contrario nos vemos obligados, antes o después, a aprender la difícil lección de que el universo no fue hecho para nuestro disfrute tan sólo. Tenemos que aprender a tomar el universo tal como es.

Aceptar el universo es la idea matriz de un libro salido de la pluma de escéptico moderno, brillante y maduro ﷓ Preface lo Morals de Walter Lippmann, que fue un "best seller" hace unos años. E1 niño, dice Lippmann, cree que el universo sólo está para su propio provecho; lo único que time que hacer es alargar la manita y todo le será dado para que satisfaga sus deseos. Pero luego, a medida que se va haciendo mayor, aprende que muy a menudo time que retirar la mano que ha quedado vacía; aprende que existe un vasto mundo exterior que es indiferente a sus deseos. Cuando ha aprendido esto, ha madurado.

Muchos, dice Walter Lippmann, nunca llegan a madurar, nunca crecen, nunca superan la noción de que el universo o es o debería ser para su propio provecho. A fin de superar esta noción, dice, no es suficiente que el hombre conozca tan sólo los detalles del universo. Un muchacho puede mencionarle una gran cantidad de hechos referentes a las estrellas pero a no ser que "sienta la vasta indiferencia del universo en cuanto a su propio destino, y se haya colocado en la perspectiva del espacio frío a ilimitado, no ha contemplado con madurez los cielos."

Bien, podemos estar en parte de acuerda con Walter Lippmann. Podemos estar de acuerdo con lo que dice en cuanto al lado negativo. Podemos estar de acuerdo en sostener que el universo no existe para nuestro bien particular, y que somos peor que niños petulantes si nos quejamos por ello.

Pero diferimos de él en forma radical en lo que trata de poner en lugar de esa petulancia infantil. Trata de sustituirla con lo que llama "desinterés" ﷓ reconocimiento y aceptación del hecho de que el universo sea indiferente a nuestro destino. Nosotros la sustituimos con el convencimiento de que el universo fue creado para la gloria de Dios.

Para este fin, la gloria de Dios, aunque no para los fines que a nosotros nos podrían agradar, este universo es el mejor universo que pudo haber sido creado. A ese fin contribuyen en lo que les corresponde esos cielos estrellados de los que habla Walter Lippmann. Cuando contemplamos su vastedad quedamos abrumados ante nuestra propia insignificancia. Hasta ahí estamos de acuerdo con Walter Lippmann. Pero a diferencia de él, no nos detenemos ahí. Para nosotros las estrellas no contienen un mensaje meramente negativo; no nos dicen sólo lo que no somos. También nos dicen lo que Dios es:

"Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos."  El fin para el cual fue hecho el universo no es nuestra satisfacción. Pero esto no quiere decir que no sepamos nada en cuanto al fin que time. El fin, nos dice la Biblia, es la gloria de Dios. Y ese fin el universo lo alcanza en la manera que Dios quiere.

Pero esos cielos estrellados, ese vasto tejido de la naturaleza, ¿son realmente indiferentes a nuestro destino? La Biblia time algo que decir también respecto a esto. "Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados."  Pero los que pueden recibir el consuelo de este texto no son los que se consideran, de manera infantil, como el fin de la creación, sino los que han recibido el poder de encontrar la verdadera bienaventuranza y el verdadero propósito del mundo todo, en el canto de alabanza del Creador.

***
8: LA PROVIDENCIA DE DIOS


En la charla anterior les hablé acerca de la obra de Dios en la creación. Es un tema lleno de misterios, si bien la enseñanza de la Biblia acerca del mismo es, en líneas generales, clara. ¿Cómo comenzó a existir este vasto universo? La respuesta de la Biblia es muy sencilla. Dios lo hizo. No lo hizo de algo material que ya existiera, ni tampoco lo extrajo de su propio ser; lo hizo de la nada. Con este acto creador de Dios, lo que no era vino a ser.

Una vez Dios hubo creado el universo, ¿en qué relación estuvo con lo creado? No hubo ninguna relación, decían los deístas de hace ciento cincuenta años. El creador, decían, permitió que el universo procediera por sí mismo como una máquina inmensa, y es inútil tratar de encontrar interferencia ninguna por parte del gran artífice.

Esta teoría deísta ya ha pasado de moda. No creo que haya muchos que la sostengan en nuestro tiempo ﷓ por lo menos entre la gente culta. Pero otros errores, igualmente graves, han venido a ocupar su lugar.

Algunos han dicho que .no existe eso que consideramos existencia ininterrumpida del universo, sino que Dios lo crea de nuevo segundo tras segundo. El gobierno del mundo por parte de Dios se considera entonces como obra creadora; la obra de la creación se considera como la única obra en la que Dios ejecuta sus decretos.

Esta teoría a primera vista parecería glorificar a Dios. Le niega al mundo una existencia continuada, y ve en la actividad creadora de Dios la única continuidad que existe. Pero de hecho esa teoría no honra a Dios sino que pone en grave peligro nuestro sentido de distinción entre Dios y el mundo. Si el mundo no posee una existencia continuada, entonces es difícil de ver con exactitud cómo Dios .se puede considerar como distinto del mundo. Pero la distinción entre Dios y el mundo que El ha creado forma parte de la esencia misma de lo que la Biblia nos enseña acerca de Dios.

También se puede mostrar por otros medios que esta teoría de una creación continuada se opone a la Palabra de Dios. La Biblia enseña claramente la existencia real del mundo; la continuidad del universo no es, según la Biblia, una simple apariencia. Cuando Dios creó el universo creó un verdadero orden de la naturaleza que se desenvuelve según leyes que el mismo creador fijó. La Biblia distingue en forma bien destacada entre la creación del universo por parte de Dios y el gobierno de este mundo ya creado por parte del mismo Dios.

No tienen razón, pues, ni los que afirman que el universo ya creado sigue existiendo sin intervención de Dios, ni los que dicen que la continuidad que el mundo parece poseer .no es más que la continuidad de un acto creador constantemente repetido. ¿Dónde está, pues, la verdad?

La verdad la encontramos en la doctrina bíblica de la providencia. Esta doctrina está sintetizada así en el Catecismo Menor: La providencia de Dios es su obra más santa, sabia y poderosa, por la cual preserva y gobierna a todas sus criaturas y las acciones de las mismas.

Adviértase en primer lugar que en esta definición se dice que Dios preserva a todas sus criaturas. ¿Qué significa esto? Significa que según la Biblia nada en el universo seguiría existiendo ni por una fracción de segundo sin Dios. Hemos dicho que el universo tiene existencia real; su continuidad no es simple apariencia. Pero esto no significa que exista independientemente de la actividad constante de Dios. Por el contrario, dejaría de existir si Dios no lo preservara con su mano.
En segundo lugar, el Catecismo Menor dice que la obra de la providencia de Dios gobierna todas las criaturas y sus actividades. La acción de Dios en el universo que ha hecho no se limita a impedir que sea destruido. También actúa en él en forma positiva, haciendo que todo suceda según su plan eterno.

Hablamos de esto cuando tratamos de los decretos de Dios. Todo lo que sucede en el universo entero entra, dijimos, en el propósito de Dios; nada de lo que sucede sorprende a Dios. Ahora, sin embargo, hablamos de la forma en que Dios realiza su propósito, de la forma en que lleva a cabo su plan. Una forma de realizar su propósito se halla en la obra de su providencia.

Cuando Dios realiza su propósito por medio de la providencia, ¿es Dios quien actúa o son las fuerzas y las personas que E1 creó?

Algunos han dicho que son sólo las fuerzas y las personas que El creó. Quienes dicen esto son los deístas, de quienes ya hemos hablado. Sostienen que la actividad de Dios en el universo se limitó a la obra inicial de la creación, y que una vez creado, el universo funciona por sí mismo como una máquina, sin que Dios intervenga. Es evidente que esta teoría deísta es contraria a la Biblia.

Otros han dicho que sólo Dios actúa, y que las fuerzas y personas que Dios creó no actúan para nada. Todo lo que sucede, dicen, es obra inmediata de Dios. Dios, afirman, es la única causa y sólo en apariencia se puede decir que en el mundo una cosa causa otra.

Así pues, según esta teoría, cuando vemos que una bala perfora una vidriera y preguntamos qué lo causó y llegamos a la conclusión de que se debió a que alguien disparó un arma de fuego desde el otro lado de la calle, no tenemos razón en habla así. No tenemos razón en decir que la perforación se debió a que la bala atravesó la vidriera, y que lo que hizo que la bala perforara la vidriera fue el disparo de un arma de fuego, y que el disparo del arma de fuego la causó el apretar el gatillo, y que el apretar el gatillo lo causó la acción del hombre que sostenía el arma de fuego. De ninguna manera, dicen los que piensan en la forma que decimos; esta idea de causa en el curso del mundo es simple ilusión. Lo que llamamos causa no es más que la sucesión de hechos que observamos. La perforación de la vidriera vino después del disparo del arma, pero no podemos decir que esto la, causó : la bala salió del arma después de detonar la pólvora en el cartucho, pero no podemos decir que fuera por causa de ello. No, lo que solemos considerar como relación de causa y efecto entre distintas cosas en el curso del mundo, afirman, no es en realidad más que la acción de Dios que observamos. Dios, dicen, es la única causa.

Es correcta esta manera de pensar? ¿Dónde encontraremos respuesta para tal argumentación? Desde luego que no la encontraremos entre los científicos. No suelen poder ofrecernos ayuda a este respecto. Su función, nos dicen, es observar lo que sucede, no explicar cómo sucede. Se contentan ﷓ por lo menos muchos de ellos ﷓ con dejar en manos de filósofos y teólogos todo el problema de qué queremos decir cuando afirmamos que una cosa causa otra.

No voy a decir si esta discreción por parte de los científicos es o no adecuada. Es posible que no lo sea. Es posible que, al quedar al margen del problema de si las llamadas fuerzas naturales existen de verdad o bien son simples apariencias, los científicos hayan despojado a la ciencia de su verdadera dignidad y fundamento, y que a la larga la ciencia vaya a sufrir los efectos perniciosos de tal corrupción. Es posible, en otras palabras, que sea de importancia para la ciencia, al igual que para cualquier otra rama de las actividades humanas, estar basada en una filosofía sana. No cabe duda de que es mejor que los científicos se abstengan de toda opinión filosófica que no hagan lo que tan a menudo han hecho ﷓ a saber, querer endosarnos una filosofía completamente tosca como si eso fuera ciencia. Pero lo mejor que podrían hacer sería tener una filosofía. Es mejor no tener ninguna filosofía que seguir una mala, pero es todavía mejor tener una buena.

Sea como fuere, sean cuales fueren los efectos en el campo de lo que en sentido estricto se llama ciencia, es evidente que sostener que Dios es la única causa y que nada en el universo se puede decir que sea la causa de otra cosa es completamente nocivo para la vida moral dcl hombre y para la idea que se forma de Dios.

Este punto de vista implica lógicamente la negación completa de la responsabilidad humana. Si el disparar esa arma no es la causa de que la bala perfore la vidriera, entonces no se puede decir que el hombre que la disparó sea responsable del daño que la bala haya causado ni de la muerte que pueda haber producido.

Esta teoría también implica una negación total de la santidad de Dios. Si sólo Dios actúa y las fuerzas naturales que al parecer operan en el mundo no encubren más que la actuación de Dios sin que ellas mismas intervengan, entonces lo que llamamos universo no es más que una fase de la vida de Dios, y la distinción entre Dios y el mundo desaparece. Sin embargo, esta distinción entre Dios y el mundo es básica para una idea adecuada y elevada de Dios. Conlleva lo que la Biblia llama la santidad de Dios. Destruirla resulta en verdad desastroso.

La Biblia no justifica en modo alguno semejante teoría, sino que enseña con suma claridad que hay fuerzas que actúan realmente en el mundo. Los teólogos hablan de esas fuerzas que actúan en el mundo como de "causas secundarias." Dios es la Causa Primera, y las fuerzas de la naturaleza y las acciones libres de los seres personales que Dios ha creado son causas secundarias; es sumamente importante, si queremos ser fieles a la Biblia, que no se niegue la existencia de las causas secundarias.

Así pues, cuando se pregunta si cuando algo sucede en el curso de la naturaleza es una fuerza natural o Dios lo que lo causa, la verdadera respuesta es, "ambos." Eso que sucede lo causan una fuerza que actúa en el mundo y Dios.

Con todo, es muy importante advertir que esas dos causas no actúan en el mismo plano. No son coordinadas, sino que una está subordinada a la otra. En todo lo que sucede en el mundo natural Dios realiza lo que quiere que se lleve a cabo. Ni las fuerzas de la naturaleza ni las acciones libres de sus criaturas lo limitan en modo alguno. Aunque actúan, lo hacen sólo en la forma que Dios ha determinado. La forma correcta de expresar, por tanto. la relación entre las causas secundarias y Dios, la gran Causa Primera, es decir que Dios utiliza causas segundas para llevar a cabo lo que en su propósito eterno ha determinado. Las causas secundarias no son fuerzas independientes cuya cooperación necesite, sino que son medios que El emplea según su voluntad.

Esto quiere decir el Catecismo Menor cuando afirma que "la providencia de Dios es su obra más santa, sabia y poderosa, que preserva y gobierna a todas sus criaturas y las acciones de las mismas."

Debe insistirse en la palabra "todas." No hay acción ninguna de lo creado que caiga fuera del ámbito de la providencia de Dios. Por medio de ellas hace Dios que suceda todo lo que ha determinado en su plan eterno.

¡Qué penetrante es el gobierno de Dios! Incluye, en primer lugar, los fenómenos ordinarios de la naturaleza ﷓ lluvia, nieve, granizo, sol, la germinación de las semillas, la maduración del grano. Con qué belleza inigualable se proclama este aspecto del cuidado que Dios tiene de sus criaturas en el salmo ciento cuatro:

Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos; van entre los montes;
Dan de beber a todas las bestias del campo; Mitigan su sed los asnos monteses.
A sus orillas habitan las aves de los cielos; cantan entre las ramas.
E1 riega los montes desde sus aposentos; del fruto de sus obras se sacia la tierra.

El hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre, sacando el pan de la tierra,
Y el vino que alegra el corazón de hombre, el aceite que hace brillar el rostro, y el pan que
sustenta la vida del hombre.
Se llenan de savia los árboles de Jehová, los cedros del Líbano que él plantó.
Allí anidan las ayes; en las hayas hace su casa la cigüeña.

Los montes altos para las cabras monteses; las peñas, madrigueras para los conejos.
Hizo la tuna para los tiempos; el sol conoce su ocaso.
Pones las tinieblas, y es la noche; en ella corretean todas las bestias de la selva.
Los leoncillos rugen tras la presa, y para buscar de Dios su comida.
Sale el sol, se recogen, y se echan en sus cuevas.

Sale el hombre a su labor, y a su labranza hasta la tarde.
¡Cuán innumerables son tus obras, OH Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios.
He allí el grande y anchuroso mar, en donde se mueven seres innumerables, seres pequeños y grandes.

Allí andan las naves; allí está leviatán que hiciste para que jugase en él.
Todos ellos esperan en tí, para que les des su comida a su tiempo.
Les das, recogen; abres tu mano, se sacian de bien.
Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo.
Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra.

¿Hemos superado ya este maravilloso pasaje; hemos superado la convicción de que Dios alimenta a los leones que rugen en busca de la presa por la noche, de que les da refugio a los pájaros del cielo, de que todas sus criaturas, pequeñas y grandes, espesan que les suministre alimento cuando lo necesitan? ¿Hemos dejado ya atrás las palabras del Señor Jesús cuando dijo que Dios vistió de tal modo a los lirios del campo que ni Salomón en el apogeo de la gloria llegó a vestir como ellos? ¿Hemos dejado ya atrás la convicción de Jesús de que ni un gorrión cae sin la intervención de Dios, y de que Dios los alimenta día tras día?

¿Acaso el estudio científico de la agricultura, de la botánica o la zoología ha superado eras explicaciones? ¿Acaso con nuestros abundantes conocimientos hemos dejado atrás ese sencillo convencimiento de Jesús y del salmista de que toda criatura recibe el alimento de Dios?

Bien, amigos míos, si es así, si todo esto ha pasado de verdad de moda, entonces hemos perdido mucho más que lo que hemos ganado. Hemos ganado conocimientos en cierta dirección, peso hemos perdido un conocimiento que es mucho más importante que todo lo que hemos venido a conocer.

No le reprochemos a la ciencia esta pérdida. Nada hay en la ciencia moderna que contradiga la enseñanza de la Biblia respecto al cuidado que Dios time de sus criaturas; al contrario, contiene muchas cosas que la confirman maravillosamente, sólo con que tengamos ojos para quererlas ver. Algo que no es precisamente verdadera ciencia ha perturbado y oscurecido la visión del hombre.

¿Cuándo recuperaremos la sencillez y profundidad perdidas? Sólo cuando Dios con su gracia sobrenatural elimine la ceguera del pecado a fin de que los hombres puedan volver a ver. Cuando ese día glorioso llegue, los hombres volverán a contemplar las maravillas del mundo con la sencillez profunda del salmista, y descubrirán en todos los procesos de la naturaleza no el frío funcionamiento de una fuerza mecánica sino la mano misteriosa a infinitamente discernidora del Dios vivo.

Se limita entonces la acción de la providencia de Dios a ese empleo de las fuerzas impersonales de la naturaleza? ¿Hay acaso una zona de resistencia a su voluntad en media de este su mundo ﷓ una zona de resistencia en la forma de las acciones libres de seres personales? ¿Acaso estas acciones están fuera de su gobierno? ¿Acaso ha abdicado Dios su poder en cuanto a ellas?

Vimos al tratar de los decretos de Dios que algunos han respondido afirmativamente a estos interrogantes. Pero vimos también que la Biblia dice que no. La Biblia enseña claramente que Dios realiza su voluntad con la misma certeza por medio de las acciones libres de seres personales incluyendo al hombre que lo hace por medio del curso de los cuerpos celestiales o del madurar silencioso de la mies.

No necesito volver a repetir la prueba que di de ello. Se encuentra revelado en la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis. Dios, según la Biblia, es el dueño del corazón del hombre del mismo modo que lo es de las fuerzas impersonales de la naturaleza, y las acciones del hombre nacen en su corazón.

Incluso las acciones malas de los hombres sirven los propósitos de Dios y estas acciones malas las permite por la acción de su providencia.

Basta con que repasen, amigos míos, la historia de los tiempos bíblicos. Nación tras nación van apareciendo en el escenario de la historia ﷓Egipto, Siria, Babilonia, Persia, Roma. Fueron naciones perversas ﷓ crueles, violentas y orgullosas. Pero ¿cómo las presenta la Biblia? ¿Cómo presenta la Biblia incluso las matanzas violentas que realizaron en medio del pueblo de Dios? ¿Como derrotas del propósito eterno de Dios, como contravenciones de su gobierno del mundo? No, amigos míos, la Biblia presenta a estas naciones malas como instrumentos inconscientes de la mano todopoderosa de Dios.

Vean también las acciones malas no de las naciones sino de hombres en concreto. ¿Se llevaron a cabo fuera de la providencia de Dios; violaron el gobierno del mundo por parte de Dios? La Biblia non dice que no. "Vosotros pensasteis mal contra mí," dijo José a aun perversos hermanos, "mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo."  Incluso el crimen supremo de todos los tiempos, la crucifixión de Jesús nuestro Señor, no se llevó a cabo a espaldas de la providencia de Dios. "Porque verdaderamente," dice el libro de Hechos, "se unieron en esta ciudad contra lo Santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y lo consejo habían antes determinado que sucediera."

No, amigos míos, en esto no hay excepciones. Todo lo que se lleva a cabo en el curso todo del mundo ﷓ por medio de las fuerzas de la naturaleza o de las acciones libres de hombres buenos y malos ﷓ todo time a Dios como a Causa Primera.

Pero aunque Dios hace que sucedan todas estas cosas, lo hace en formas muy diferentes. No hace que se realicen las acciones libres de los seres personales de la misma manera en que hace que la mies madure. Las acciones de los seres personales hace que sucedan en una forma que resguarde del todo su libertad y responsabilidad.

¿Hay que considerar que esto es imposible? Convencemos a nuestros semejantes los hombres, y con todo siguen siendo libres cuando hacen lo que les hemos dicho. ¿Acaso Dios no será capaz de conseguir con certeza absoluta lo que nosotros conseguimos a medias con un poder tan limitado como el nuestro? ¿Acaso Dios que creo el alma del hombre no sabe cómo persuadirla de acuerdo con la naturaleza de la misma de modo que quede a salvo su libertad?

Acaso no será capaz incluso de servirse de las acciones malas de los hombres para sus propios propósitos santos? La Biblia nos dice con absoluta claridad que sí se sirve de este modo de las acciones malas. Ni siquiera éstas quedan al margen de la dirección suya como Causa Primera. Pero la Biblia nos dice con la misma claridad que Dios no es el autor del pecado sino que el pecado es siempre odioso a sus ojos. Por qué permitió que el pecado entrara en el mundo es el misterio de los misterios, pero se nos dice con claridad meridiana que así fue y que lo hizo por un fin elevado y santo.
Así pues toda la naturaleza, incluyendo la del hombre, es un instrumento maravilloso de muchas cuerdas, afinadas para que respondan a la voluntad de Dios y en las que El toca con mano de virtuoso. Pero todas estas metáforas no dicen mucho; llega un momento en que resultan inexpresivas. La relación de Dios con el curso de la naturaleza es inmensamente más íntima que la del músico con el instrumento con el que toca. El músico es externo al instrumento del mismo modo que el ingeniero está al exterior de la máquina que controla y dirige. Pero Dios penetra el curso de la naturaleza. No hay recovecos en ella que estén al margen de Dios; El lo llena todo. Infinitamente separados, y con todo entrañablemente cerca ﷓ este es el gran misterio de la inmanencia y trascendencia de Dios.

¿Es esto todo? ¿Acaso Dios, ahora que el curso de la naturaleza ya ha sido fijado, actúa sólo en él y por medio de él? ¿O actúa y ha actuado Dios en una forma que excede a la naturaleza?;.Son sus obras de providencia sus únicas obras ahora, o actúa ﷓ o ha actuado siempre ﷓en una forma creadora en medio del curso del mundo al igual que lo hizo cuando dio la existencia al mundo sacándolo de la nada con su primera palabra creadora?

De este problema ﷓ el problema de lo sobrenatural ﷓ trataremos en la próxima charla.

***

9: LOS MILAGROS

En las dos últimas charlas les hablé, primero, acerca de la obra de Dios en la creación, y segundo, de las obras de Dios en la providencia. La distinción entre ambas es importante, porque de ella depende nuestra creencia en la existencia real del mundo. Si la obra de Dios en la preservación y gobierno del universo, es lo mismo que su obra en la creación de ese mismo universo, si la creación tiene que renovarse sin cesar segundo tras segundo, entonces se sigue con lógica inevitable que lo que se crea en cada segundo no sigue existiendo.
Esta idea, dijimos, es completamente contraria a la Biblia. La Biblia enseña con claridad absoluta la existencia real del universo creado.
Dios creó el universo con la obra de la creación; y luego lo preserva y gobierna con su providencia.
Pero, ¿tuvo lugar la obra de la creación en un solo acto al comienzo mismo, de modo que después de ese acto inicial la acción de Dios en el universo es sólo providencia y ya no obra creadora? Después de haber creado el mundo, ¿actúa Dios sólo por medio del curso de la naturaleza que El creo? ¿O acaso actúa alguna que otra vez en forma directa, sin instrumentos o medios, como cuando creó por primera vez con su fíat?
No veo por qué deberíamos presumir, sin antes investigarlo, que la alternativa acertada es la primera. No veo nada inicialmente improbable en la segunda alternativa. ¿Por qué habría de ser increíble que Dios, quien una vez creó el mundo de la nada volviera a utilizar su poder creador? ¿Por qué debería parecer increíble que quien una vez actuó sin recurrir a medio ninguno decidiera actuar de nuevo de la misma manera? ¿Por qué habría de pensarse que es necesario que Dios, una vez que hubo creado el curso de la naturaleza, debiera limitarse a servirse del mismo sin poder nunca más volver a actuar en forma independiente de la naturaleza y por encima de la misma?
Estos interrogantes, según creo, ,no tienen respuesta. No existe razón ninguna por la que alguien que cree realmente en la creación haya de considerar imposible que Dios interfiera en forma directa en ese mundo con su poder creador. Lo que Dios hizo una vez puede sin duda volver a hacerlo. Actuó en forma independiente del curso de la naturaleza cuando creó dicho curso por primera vez. Puede, por tanto, actuar con semejante independencia del curso de la naturaleza cuantas veces lo quiera.
Un acto así de Dios, independiente del curso de la naturaleza, recibiría el nombre de "sobrenatural." No sería contrario a la naturaleza; nunca un acto de Dios puede oponerse a otro; pero sí sería "sobre la naturaleza." Nadie que realmente crea en el acto creador inicial de Dios puede negar la posibilidad de actos sobrenaturales de Dios que entren a formar parte del curso de la naturaleza.
Pero aunque estos actos sobrenaturales de Dios que entran a formar parte del curso del mundo sean perfectamente posibles, ¿existen? Dios podría realizarlos, pero ¿los realiza verdaderamente?
Esta pregunta sólo se puede contestar con un examen del relato de los actos de Dios que se encuentra en la Biblia. Y cuando se examina dicho relato, la respuesta que da parece perfectamente clara. La Biblia refiere con claridad actos de Dios que no son naturales sino sobrenaturales.
Estos actos sobrenaturales de Dios, esos sucesos sobrenaturales que la Biblia refiere, son de dos clases. Algunos ocurren en el mundo exterior. Estos son los sucesos que se vieron con los ojos del cuerpo o que por lo menos se podrían haber visto con los ojos corporales. Otros son sucesos que ocurren en la esfera oculta del alma.
No me parece que esta distinción vaya a la raíz misma de las cosas. Debemos precavernos de pensar que un acto sobrenatural que tenga lugar en el alma del hombre sea menos sobrenatural que el suceso sobrenatural que ocurre en el mundo exterior, Por el contrario, deberíamos pensar que es tan sobrenatural como maravilloso. También debemos precavernos de pensar que el suceso sobrenatural que ocurre en el alma del hombre no tenga efectos en el mundo externo. Cuando se produce en el alma del hombre un cambio sobrenatural, las acciones de dicho hombre cambian. Los efectos del cambio sobrenatural son bien visibles y tangibles. Al buen observador no se le escapan; forman parte del mundo externo.
Sin embargo, la distinción de la que estamos hablando, aunque no debería exagerarse en cuanto a importancia, sí es importante. No deberíamos hacer caso omiso de la misma. No deberíamos prescindir del hecho de que los sucesos sobrenaturales que se refieren en la Biblia son de dos clases. Algunos de ellos son externos y otros no.
Los que pertenecen a la primera clase, los que son externos, se llaman milagros.
La Biblia contiene muchos relatos de milagros, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Entre los milagros del Nuevo Testamento están, por ejemplo, el dar de comer a cinco mil, el andar del Señor sobre las aguas, la resurrección de Lázaro, y la resurrección del Señor mismo.
Pero ¿qué es un milagro? ¿Cómo se puede definir la palabra "milagro"? Ya hemos dado la respuesta en lo que acabamos de decir. "Milagro es un suceso externo producido en forma inmediata por el poder de Dios." No veo por qué modificar esta definición, que aprendí de uno de mis profesores hace ya muchos años.
Al decir que milagro es un suceso que procede en forma inmediata del poder de Dios, no quiero decir que les milagros son actos de Dios, pero otros sucesos no. Por el contrario los sucesos ordinarios son tan actos de Dios como los milagros. Sólo que, en el caso de los sucesos ordinarios Dios se sirve de medios, utiliza el orden de la naturaleza que ha creado para hacer que dichos sucesos ocurran. En cambio, en el caso de los milagros no emplea medio ninguno sino que actúa con su poder creador lo mismo que cuando creó todas las cosas de la nada.
Se han propuesto otras definiciones de milagro. Se ha dicho a veces que milagro es un suceso extraordinario cuya causa, por nuestra ignorancia, no conocemos. Tiene explicación natural, dicen, pero la desconocemos. Si alguna vez llegáramos a conocer dicha explicación natural, dicho suceso dejaría de ser milagro. Por ello, continúan, muchos sucesos que en otro tiempo se consideraron como milagros ahora ya no se tienen por tales. El progreso de la ciencia, afirman, los ha sacado de la categoría de milagros.
Es perfectamente evidente que esta definición de milagro en realidad destruye la genuina distinción entre milagros y otros sucesos. La única distinción que queda según dicha definición se halla en nuestra ignorancia. El milagro se define como algo cuya causa de momento desconocemos. Bien, en ese caso no se distingue en realidad de cualquier otro suceso. Dicha definición de hecho niega el carácter distintivo de lo que se define. Los que la proponen vienen a negar, implícitamente, que haya acontecimientos que se salgan del curso de la naturaleza. Todo lo que sucede, afirman, tiene una explicación natural, si bien en algunos casos no sabemos cuál sea dicha explicación.
Parecida es la definición que algunas personas muy religiosas proponen, en el sentido de que milagro es algo que ocurre según ciertas leyes naturales más elevadas que las que conocemos. Tomemos un milagro como el dar de comer a cinco mil, por ejemplo. A primera vista parece que no se pueda explicar según las leyes naturales. Según las que conocemos, cinco panes y dos peces no hubieran podido multiplicarse de repente como para bastar para dar de comer a cinco mil. Entonces, ¿deberemos decir que con tal hecho Dios dejó de lado las leyes de la naturaleza que El mismo estableció? De ningún modo, dicen quienes a-bogan por la definición que estamos exponiendo. Dios no dejó de lado dichas leyes. No, sino que se ha complacido en revelarnos.
He dicho que esta definición de milagro se parece a la que expusimos antes. Hubiera debido decir que no sólo se le parece, sino que son idénticas, a excepción del hecho de que quienes proponen esta segunda definición a menudo tratan de mantener una cierta prerrogativa especial de Dios en el caso de los sucesos llamados milagros. Me parece que más bien se inclinan a decir no sólo que desconocemos las leyes que intervinieron en los sucesos que llamamos milagros sino que nunca las conoceremos. Son leyes misteriosas que Dios ha querido ocultarnos.
Pero incluso así esta definición niega el carácter distintivo del milagro. Al igual que cualquier otro suceso, milagro, según esta definición, es algo que ocurre dentro del orden de la naturaleza y según las leyes de la misma.
¿Por qué habría que defender una definición así? ¿Por qué algunas personas — incluso personas religiosas — parecen temer tanto admitir el simple hecho de que Dios haya escogido de vez en cuando actuar en forma creadora en el curso del mundo, no según las leyes de la naturaleza que El mismo estableció sino con la palabra de su poder al igual que cuando creó el mundo de la nada?
Me parece que estas personas creen que a no ser que Dios actúe siempre de acuerdo con las leyes de la naturaleza que ha establecido introduce un elemento de desorden y arbitrariedad en el curso del mundo. ¿Acaso Dios quebrantaría sus propias leyes? preguntan indignados. Si lo hiciera, ¿no sería esto una especie de confusión de que sus propias leyes son imperfectas e injustas? ¿No vendría casi a significar que Dios nos traiciona? Dios nos ha colocado en este curso de la naturaleza. Nos ha hecho depender de la operación regular de sus leyes; nos ha hecho confiar en que el sol saldrá por la mañana y se pondrá por la tarde, que la primavera viene después del invierno y el verano después de la primavera. ¿Cómo puede entonces sin algo como mala fe perturbar en forma arbitraria este curso ordenado del universo que ha creado? Si lo hiciera, ¿acaso no destruiría la seguridad que nos ha hecho tener al colocarnos bajo la égida de la ley natural?
En respuesta a dicha objeción, sólo les pido que piensen en si el simple hecho de que nos hallemos bajo el gobierno de una ley natural es lo que nos da seguridad. ¿Es este universo un lugar tan seguro donde vivir después de todo? Existen algunas fuerzas sumamente destructoras en la naturaleza; y el hombre, quien es parte de dicha naturaleza, se sirve de ellas para la destrucción de la humanidad. Alguna que otra vez leemos relatos imaginarios acerca de rayos o vuelos letales sobre Europa o cosas parecidas. Aunque imaginarias, estas cosas no dejan de tener un buen fundamento científico. No cabe duda de que en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se progresó mucho en la fabricación de aviones de bombardeo y de gases venenosos. Y desde la guerra se ha progresado todavía más. Los científicos nos dicen que el átomo, aunque diminuto, contiene energía acumulada en cantidades incalculables. ¿Qué puede suceder ahora que el hombre ha descubierto cómo liberar dicha energía? ¿Que seguridad nos queda?
También son infinitas las posibilidades astronómicas de destrucción. Grandes estrellas quedan aniquiladas, y nuestra tierra es un simple satélite diminuto que da vueltas alrededor de una de las estrellas más pequeñas, que llamamos sol. La destrucción de un fragmento tan pequeño no causaría mucha perturbación en la vastísima estructura del universo.
Hay, además, posibilidades en el curso de la naturaleza mucho más aterradoras que la destrucción repentina de la raza humana y de la tierra en la que habita. Hay la posibilidad que nace de la tiranía del hombre sobre el hombre. Ante nosotros se yergue hoy día la amenaza creciente del espectro de la tiranía de los expertos — tiranía ante la que palidecen todas las tiranías del pasado — tiranía que pondría la vida toda hasta sus más mínimos detalles bajo control y haría que los sueños de libertad y gloria del género humano se convirtieran en cosas del pasado. Tiranías así se han abierto ya paso en Alemania y Rusia. Y también aquí en América es una amenaza. Amenaza a los hombres en todas partes. Si llega a dominar a la raza humana, mucho mejor hubiera sido que el hombre nunca hubiera aparecido sobre la tierra.
A veces me siento tentado de horrorizarme cuando pienso en estas cosas. Contemplo todo lo hermoso y bueno que hay en el universo, y luego pienso en lo frágil que es lo que lo sostiene. Si pensamos en lo que sabemos de la naturaleza humana y de esa parte de la naturaleza que es lo que llamamos el hombre, casi podemos decir que la misma existencia de la humanidad cuelga de un hilo.
¿Dónde encontrar, pues, la seguridad, caso de que se pueda encontrar? Se lo voy a decir. No se halla en la naturaleza; mucho menos se halla en esa parte de la naturaleza que llamamos hombre. Les diré donde se puede encontrar. Se encuentra sólo en Dios.
¿Qué garantía tengo de que alguien no va a inventar un gas venenoso que barra con ciudades enteras con una sola bomba? ¿Qué garantía tengo de que el secreto de la energía atómica no vaya a emplearse para la destrucción de la humanidad? ¿Qué garantía tengo de que todas las grandes aspiraciones de la humanidad no acabarán en una forma brutal y absurda?
No hallo tal garantía en la naturaleza; ni tampoco en el hombre. Nada hay en la composición del universo, en cuanto yo sepa, que excluya la posibilidad de estas cosas.
¿Cómo, pues, mantener la ecuanimidad ante las aterradoras posibilidades que la ciencia moderna nos descubre? ¿Cómo sé que sea cual fuere el fin de la raza humana en la tierra, no será brutal ni absurdo, sino tal que sea la realización de un propósito elevado y santo?
De una manera y sólo de una — por medio de la fe en Dios. En la naturaleza hay fuerzas destructoras. Hay para aterrarse si se piensa en que estas fuerzas se pueden desencadenar sobre nosotros. Hay para aterrarse todavía más si se piensa en que estas fuerzas están cada vez más bajo el control de expertos científicos; porque la tiranía de los expertos es la tiranía más angustiosa que se pueda imaginar.
Hay una manera y sólo una de dominar este terror. Es recordar que todas las fuerzas destructoras de la naturaleza, e incluso los expertos científicos y seudo científicos que amenazan de tal modo la libertad, son instrumentos en las manos de un Dios que todo lo sabe. Podemos mirar cara a cara los rayos letales y las cantidades inconmensurables de energía destructora almacenada en el átomo, y la amenaza del poder tiránico que está en manos de los siquiatras y de otros expertos de, a veces, muy bajo nivel moral, sin perder la esperanza — podemos mirar cara a cara tales cosas por una razón y sólo una — porque tenemos fe en Dios. A la raza humana le pueden ocurrir cosas aterradoras, pero no la destrucción brutal y sin sentido que podría parecer tan inminente en nuestros días. Podemos confiar en Dios en cuanto a esto. Dios tiene sus propósitos; nos ha revelado parte de los mismos en la Biblia; y podemos confiar en que los llevará a cabo. Nuestra confianza   no   descansa   en   la   naturaleza   sino    en Dios.
Pero si nuestra confianza descansa en Dios, no hay diferencia esencial en cómo decide Dios que se lleven a cabo sus consejos. Lo hace en parte por medio del curso Se la naturaleza; gobierna todo lo de la naturaleza con su providencia. Pero si decide hacerlo en parte en una forma independiente de la naturaleza, esto no destruye en lo más mínimo nuestra confianza en su sabiduría, bondad y poder.
Los milagros, en otras palabras, no son sucesos arbitrarios. No introducen el más mínimo desorden en el curso de la naturaleza. Están por encima de la naturaleza, pero proceden de la fuente de todo el orden que la naturaleza contiene — a saber, del decreto sapientísimo y santísimo del Dios vivo.
Hasta cierto punto nos es posible percibir la razón de los milagros. Los milagros de la Biblia se deben — en su mayor parte, digamos, para proceder con cautela — al hecho del pecado. Cuando Dios creó el mundo todo él era bueno. Pero luego entró el pecado. No sabemos por qué lo permitió Dios. Este es el misterio de los misterios. Pero que lo permitió para fines elevados y santos es seguro. El pecado introdujo un trastorno terrible en el curso de la naturaleza. Para corregir dicho trastorno Dios puso en ejercicio su poder creador en los milagros de la Biblia, en especial los grandes milagros de la encarnación y resurrección de Jesucristo nuestro Señor. ¿Destruyen estos milagros benditos nuestra confianza en la regularidad de las leyes de la naturaleza? Desde luego que no. ¿Por qué no? La respuesta es evidente. Simplemente porque son actos del mismo Dios al que se deben las leyes de la naturaleza. Dios no se contradice.
Los milagros hoy día han cesado. Creo que hay una cierta confusión a este respecto entre los cristianos. ¿Acaso no hemos sido testigos de milagros, algunos de nosotros?, dicen. Un ser querido ha caído enfermo de gravedad. Los médicos lo han considerado un caso perdido y nos han advertido que no hay que abrigar esperanzas. Pero entonces los cristianos han orado; han presentado el caso del ser querido a Dios en oración. Dios ha escuchado la oración, y el ser amado se ha recuperado. ¿No es eso un milagro?
A esto respondemos que no. Es una obra maravillosa de Dios, pero no es un milagro. Cuando pedimos a Dios la recuperación de la persona amada no pedimos a Dios que realizara un milagro como la curación del ciego Bartimeo o como la resurrección de Lázaro. No, le pedimos que usara los recursos de la naturaleza para la curación de nuestro ser querido.
A menudo pedimos a un médico humano que haga lo mismo. Una persona se ve víctima de un ataque. Si no se llama con urgencia al médico la persona se muere. Pero el médico acude y la persona se salva. ¿Cómo ha conseguido tal cosa el médico? No con un milagro, sino con el uso hábil de los remedios que la naturaleza ofrece.
¿Y por qué no habría que pedir a Dios que haga lo que a una persona finita se le pide que haga? Su poder es mucho mayor que el del médico. ¿Por qué no se le puede pedir que use esos vastos recursos de la naturaleza, que El, a diferencia del médico humano, tiene a mano?
O veamos eso de orar por la lluvia. ¿Se debe pedir que llueva? se nos pregunta con frecuencia. Si decimos, sí, los escépticos modernos levantan las manos horrorizados. ¿Es posible, dicen, que todavía subsista tal oscurantismo en el siglo veinte? La lluvia y el sol, afirman, se regulan por leyes meteorológicas. ¿Quieren ustedes decir, nos preguntan, que esas leyes pueden ser dejadas de lado por medio de la oración?
Bien, amigos míos, les aseguro que no veo cómo orar por la lluvia implique pedir a Dios que deje de lado las leyes meteorológicas. No es descabellado pensar que incluso el hombre puede llegar a poder utilizar esas leyes para producir la lluvia a voluntad. De vez en cuando se oye hablar de tal posibilidad. Si se convierte en realidad, podemos pensar que el Centro de Control Metereológico Climatérico recibirá numerosas peticiones para que por favor envíe la clase de tiempo que uno desee en un lugar determinado.
En cuanto a mí, espero que nunca llegaremos a esto. Espero — a pesar de las sequías y de las tempestades de arena que nunca lleguemos a poder controlar el tiempo; porque si se llegara a ello me temo que habrá muchas discusiones a-cerca de la clase de tiempo que nos conviene, de modo que lo que ahora es el único tema seguro de conversación se va a convertir en una causa de guerra civil. Pero cuando menos sí se puede decir que el control del tiempo no está en modo alguno más allá de las posibilidades del hombre ¿Por qué entonces no podemos pedir a Dios que haga lo que podríamos pedir a un hombre que hiciera? ¿Por qué no podemos pedir a Dios que use los recursos de la naturaleza cara enviarnos una lluvia refrescante? Dios gobierna el curso de la naturaleza. Puede muy bien ser su voluntad emplear ese curso de la naturaleza e incluso nuestra humilde oración para enviar alivio a una región sedienta.
Hay una ventaja en el pedir a Dios la lluvia, en comparación con pedirlo a algún burócrata de Washington. Podemos estar completamente seguros en el caso de Dios, y no en el del burócrata de Washington, que no nos concederá lo que pedimos si no conviene o puede perjudicar a alguien.
Que Dios ordene de este modo los recursos de la naturaleza, no es un milagro. Y repito lo que ya he dicho, que en nuestro tiempo ya no hay milagros.
No han cesado para siempre; pero de momento sí. Y hay una explicación muy atinada de porqué han cesado. (x) Pero aunque los milagros han cesado otros actos sobrenaturales de Dios se producen a diario, cuando hombres y mujeres nacen de nuevo por la misteriosa acción del Espíritu Santo que la Biblia llama nuevo nacimiento. Esperamos decir algo acerca de esos actos sobrenaturales de Dios antes de concluir esta breve serie de charlas.

***
10. ¿CREÓ DIOS AL HOMBRE?

Hemos venido hablando de las formas en que Dios actúa, las formas en que ejecuta sus decretos. Los ejecuta, dijimos, primero con la obra de la creación, y, segundo, con las obras de su providencia.
Luego, en la última charla, hablamos del problema de si la obra creadora de Dios cesó por completo después de que comenzaran las obras de la providencia. ¿Realizó Dios su obra creadora en una sola vez, y después de ello se limitó ya a utilizar el orden de la naturaleza que había creado ; o interfiere de vez en cuando en el orden de la naturaleza en una forma sobrenatural, sin emplear medio ninguno sino con su poder creador inmediato ?

Vimos que la respuesta correcta es la segunda. La Biblia contiene el relato no sólo de las obras providenciales de Dios, sino también de ciertos sucesos que Dios produjo sin emplear medios sino con el ejercicio inmediato de su poder. Estos sucesos, si ocurrieron en el mundo exterior, en contraposición a los que como el nuevo ,nacimiento ocurren en la esfera oculta del alma, se llaman milagros.

Los milagros que la Biblia refiere son ﷓ en su mayor parte al menos, para ser cautelosos ﷓ sucesos que ocurrieron en conexión con la obra que Dios realizó para salvar a su pueblo del pecado. Creo que esto es cierto tanto de los milagros del Nuevo Testamento como de los del Antiguo. Por medio de ciertos milagros del Antiguo Testamento Dios defendió a su pueblo escogido y refrendó la comisión conferida a sus siervos, los profetas. Pero la elección de un pueblo de entre todos los pueblos de la tierra, y la necesidad de enviar profetas con mensajes específicos se debió a la entrada del pecado en el mundo.

Entonces, sin embargo, se plantea la cuestión de si no hubo más actos sobrenaturales de Dios después de la obra inicial de la creación, actos tan básicos par a la constitución misma del mundo tal como la conocemos que nos los imaginamos más como actos creadores que producen el curso de la naturaleza que como milagros que interfieren en el curso natural ya establecido.

En otras palabras, ¿fue la creación algo realizado de una sola vez, o tuvo lugar en varios actos sucesivos de Dios ?

Supongo que el primer impulso de la mayaría de los cristianos, al leer el primer capítulo de Génesis, es preferir la segunda respuesta a la cuestión. El libro de Génesis parece dividir la obra de la creación en seis fases o pasos sucesivos. Desde luego que no es necesario pensar que los seis días de los que habla el primer capítulo de Génesis fueran seis días de veinticuatro horas cada uno. Podemos concebirlos más bien como períodos de tiempo muy largos. Pero ¿acaso no indican seis actos bien distintos en la creación, más que simplemente seis períodos en los que Dios dio forma al mundo ya creado por medio de actos providenciales ?

No es tan fácil contestar a este interrogante como a primera vista podría parecer. John Hurray, quien está al frente del Departamento de Teología Sistemática en el Seminario Westminster, a quien mucho le debo en la preparación de esta serie de charlas, me ha llamado la atención, por ejemplo, a un interesante artículo de B. B. Warfield ﷓ publicado ahora en sus obras completas ﷓ sobre "La Doctrina de Calvino acerca de la Creación. "  En él el Dr. Warfield señala que Calvino prefería reservar el término "creación" al acto inicial de Dios por el que hizo las cosas de la nada, y evitaba emplear dicha palabra para designar los actos posteriores de Dios que se mencionan en conexión con los seis días del primer capítulo de Génesis. Esos actos subsiguientes parecería pues que Calvino los consideró como acciones creadoras en el sentido estricto.

Me parece que es mejor no detenerse más a estudiar este problema algo difícil para pasar a hablar de inmediato del origen del hombre.

En este punto al menos ﷓ es decir, en cuanto al origen del hombre ﷓ Calvino, como el Dr . Warfield señala, vio una obra creadora en el sentido más estricto de la palabra; y creo que el lector atento de la Biblia que acepte el relato bíblico como verdadero debe estar de acuerdo con él. El origen del hombre, según la Biblia, no se debió tan sólo a la acción providencial de Dios, gobierno por parte de Dios del curso de la naturaleza ya creado, sino que se debió a un acto de Dios que fue verdaderamente sobrenatural. Dios no ordenó el curso de la naturaleza de modo que se produjera el hombre, sino que El mismo lo creó.

A1 oír esto, quizá algunos den muestras de fastidio. "¿Quiere Ud. decirnos," dirían, "que sostiene esa anticuada teoría de la creación especial del hombre ? Si todo el mundo sabe hoy día que el hombre procede por evolución de animales inferiores ; incluso un estudio elemental de la estructura corporal del hombre en comparación con la de otros animales lo pone fuera de cualquier duda; la teoría de la evolución es ya algo definitivo, y quien la niega es un ignorante que no merece que se le preste ni un segundo de atención."

Bien, antes de que me cierren la beta de una forma tan sumaria, me pregunto si se me permitiría decir una o dos palabras respecto a la forma cómo yo veo que se plantea esa cuestión. No me siento en lo más mínimo competente para discutir la cuestión en forma exhaustiva. Para ello podría referirlos a colegas míos de nuestro seminario de profesores. Pero sí deseo decirles en forma muy breve cuál cree que es en el fondo la cuestión.

Lo que en realidad se discute es si en el origen del género humane hubo o no un acto sobrenatural de Dios.

Hemos visto que en realidad existe un curse natural. Las colas que produce este curse natural tienen a Dios come una causa primera, pero tienen causal segundas en el curse mismo de la naturaleza. Dios las produce, pero lo hace sirviéndose del curse de la naturaleza que El ha hecho.

También hemos visto que de vez en cuando Dios interfiere en el curse de la naturaleza de una manera directa ; entonces no se sirve del curse de la naturaleza ya hecho, sino que actúa en una manera esencialmente semejante a la manera en que actuó cuando hizo todas las colas de la nada con el poder de su palabra.

Cuando tales actos sobrenaturales de Dios ocurren en el mundo exterior en contraposición, por ejemplo, a la esfera oculta del alma, se llaman, come vimos, milagros.

Ahora bien los milagros de la Biblia a menudo están en íntima conexión con sucesos que no son milagrosos sino naturales. Así nuestro Señor pule los dedos en los oídos de un hombre cuando le curó la sordera. El poner los dedos en los oídos del hombre no fue ciertamente un milagro. Pero en íntima conexión con ese hecho perfectamente natural se produjo un milagro. No sabemos con exactitud dónde terminó lo natural y comenzó lo milagroso; pero sí sabemos que se produjo un milagro. Dios en este case sí se sirvió de medios naturales; pero estos medios por sí mismos no fueron suficientes para producir el efecto. Hubo también, además del empleo de medios naturales, un milagro.

Lo mismo ocurre, según la Biblia, en la creación del hombre. Se utilizó el curse natural ya establecido. La Biblia expresa esto en una forma sencilla cuando dice que "Dios formó al hombre del polvo de la tierra." Pero hubo también algo además del use del curse de la naturaleza ya establecido. La Biblia lo expresa en varias formal. Lo expresa, por ejemplo, cuando dice que Dios creó al hombre a su imagen. Parece claro que la palabra "creó" ha de tomarse en el sentido más estricto y excelso.

¿Pero time la razón la Biblia cuando dice esto? ¿Time razón cuando enseña que un acto sobrenatural de Dios intervino en el comienzo de la vida del género humane ?

Mucha gente dice que no. La ciencia moderna, afirman, ha demostrado con claridad que . el hombre es producto de la evolución.

Pero yo pregunto cómo lo ha demostrado. En respuesta a esto, se me dice que hay una semejanza exactísima entre la estructura del hombre y la de los animales inferiores. En este case se puede establecer una cadena ininterrumpida de generaciones que une al hombre con otras formal de la vida animal.

No voy a discutir los hechos que se alegan a este respecto. No me siento competente para ello, y por fortuna no me parece que tenga la obligación de hacerlo. Lo que discuto no es tanto los hechos cuanto la pertinencia de los mismos respecto a lo que realmente se ventila.

Veamos si podemos plantear la cuestión con claridad absoluta de modo que podamos estudiarla lo mejor posible.

A primera vista no parece lo suficientemente clara. Parece permanecer oculta en una región de gran misterio. El origen del primer hombre tuvo lugar hace mucho tiempo. No sabemos can exactitud cuándo tuvo lugar ; ni siquiera la Biblia en realidad nos lo dice. Ni tampoco sabemos dónde tuvo lugar. Parece, por tanto, algo muy alejado de nosotros. El percibir esa lejanía produce en nosotros una cierta confusión.

Muy bien, entonces, tomemos algo que está mucho más a mano. El origen del primer hombre, que los que creen en la Biblia afirman que fue un acto sobrenatural, está muy alejado; pero el origen de la villa humana de otro hombre, que los creyentes en la Biblia afirman que también es un suceso sobrenatural, recibe la luz plena de los tiempos históricos v ocurrió en un país que es perfectamente conocido.

Si uno va a las oficinas de una compañía marítima hoy día puede comprar un pasaje para un, pequeño país llamado Palestina, situado en la parte oriental del Mar Mediterráneo. La historia de ese país es bastante bien conocida. Ha habido períodos oscuros en su historia ﷓ por ejemplo, durante la Edad Media ﷓ pero hobo un período acerca del que poseemos información abundante. Fue el período civilizado y culto durante el cual Palestina estuvo bajo el Imperio Romano.

Para informarse acerca de los hombres y animales que vivieron en ese período, no hay que sacar deducciones de restos fósiles ; no hay que adquirir conocimientos acerca de la sucesión de hechos basados en la forma en que los estratos de la tierra están colocados.

No, poseemos esculturas bellísimas de ese período y otras todavía más bellas de un período algo anterior de Grecia. Poseemos además relatos históricos, y mochas descripciones vívidas de la clase de villa que los hombres de esa época llevaban. En Egipto se han descubierto mochas camas privadas que se escribieron en esos días. De todas estas fuentes de información sacamos la impresión bastante clara de que la gente de esa época no era muy distinta de la que vive hoy día. Eran seres muy iguales a los que ahora llamamos hombres.

En esa época que nos es tan conocida, vivió en un país que todavía podemos visitar hoy día, y en un tiempo que se puede precisar bastante, un hombre que fue conocido como Jesús de Nazaret. Ningún historiador serio niega que este hombre viviera. Vivió no en un período antiquísimo sino en tiempos históricos, y hoy día podemos contemplar los paisajes que él contempló cuando recorremos las orillas del Lago de Galilea.

¿Cuál fue el origen de la villa humana de este hombre llamado Jesús? ¿Descendió de hombres anteriores por generación normal ? ¿Fue producto de la evolución ?

Bien, si tuviéramos tan sólo el tipo de prueba en la que se basa la doctrina de la evolución, sin duda responderíamos en forma afirmativa a esa pregunta; diríamos sin duda que Jesús de Nazaret sin lugar a dudas procedió de hombres por generación. A nadie le dio la impresión de ser de apariencia anormal. Fue sorprendentemente diferente, en realidad, de otros hombres en índole moral y en poderes. Pero no creo que se pueda dudar que, si su cuerpo tal como era cuando vivió en la tierra, estaría en algún lugar enterrado en la tierra ﷓ lo cual, de hecho, no está y si algún arqueólogo o geólogo llegara a descubrir esos restos en algún lugar, esos restos serían sumamente similares a la estructura corpórea de los hombres que lo precedieron.

Qué conclusión se sacaría de ello si se empleara la misma forma de razonar que emplean los defensores del evolucionismo cuando argumentan en favor del origen del primer hombre de otras formas de vida animal? Sí, se deduciría que Jesús descendió naturalmente por generación de los hombres que vivieron antes de él sobre la tierra. La prueba de una descendencia corpórea ininterrumpida, que en el caso del primer hombre no es, después de todo, ni mucho menos completa, ya que, por lo menos, hay vacíos enormes entre los restos del hombre y los de otras formas de vida animal, en el caso del Jesús hombre parecería absolutamente completa. La prueba parecería ser abrumadora.

Sin embargo, a pesar de esa prueba, sostenemos, basados en el testimonio del capítulo primero de Mateo y en el primero de Lucas, que Jesús no descendió por generación normal de hecho de hombres que lo precedieron sino que al comienzo de su vida en la tierra intervino un acto creador de Dios, la concepción sobrenatural en el seno de la virgen María. Ni siquiera el cuerpo de Jesús, para no mencionar su alma, se produjo, pues, según nuestra creencia, sólo por evolución, sólo por generación normal en el curso normal de la naturaleza, sino que reprodujo también por un acto sobrenatural de Dios. Aquí tenemos un ejemplo de creación especial en medio de la misma historia.

Desde luego, mucha gente niega que el relato bíblico del nacimiento virginal sea verdadero . "Se equivocan," nos dicen, "en sostener que Jesús fue concebido por el Espíritu Santo en el seno de la virgen María. De hecho no fue más que el hijo de José; fue producto de generación normal después de todo."

Muy bien ; ya sé que hay gente que dice esto. Sé perfectamente bien que muchos niegan el nacimiento virginal de Cristo. Pero lo que ,yo digo es que cuando se niega, y cuando al negarlo rechazan la opinión que yo tengo acerca de ello, no pueden tenerme en menos por carecer de cierta cantidad de conocimientos que ellos poseen. No pueden decirme, como los evolucionistas lo hacen respecto al origen del primer hombre: "No sabe suficiente de biología y geología como para tener derecho a opinar; nosotros somos peritos en esas materias, y como tales le decimos que Jesús fue lo dijeran, harían el ridículo. Es obvio que en este asunto el experto en biología no es ni un ápice más competente para juzgar que el hombre ordinario. El parecido corporal entre Jesús y los hombres que vivieron antes de él en la tierra lo admiten todo el mundo. Pero a pesar de tal parecido, basados en lo que consideramos testimonio adecuado, sostenemos que Jesús no descendió de hombre por generación normal, sino que su vida humana la causó la intervención del poder inmediato de Dios en el curso del mundo.

Pero si hubo una intervención inmediata del poder de Dios en relación con el origen de la vida humana de Jesús, ¿por qué ,no puede haber también habido una intervención inmediata del hijo de José por generación normal." Si poder de Dios en el caso del primer hombre? Si el parecido en estructura corpórea no excluye el milagro en un caso, ¿por qué debería excluirlo en el otro?

Estoy perfectamente consciente del hecho de que hay una gran diferencia entre los dos casos ﷓ no sólo una diferencia entre los hombres que comenzaron a vivir en ambos casos como resultado del acto sobrenatural de Dios (ya que Adán fue sólo hombre y Jesús fue Dios hombre), sino también una diferencia en el acto sobrenatural mismo de Dios. Ni por un momento admito que los seres que vivieron antes del primer hombre sobre la tierra fueran parecidos al primer hombre en apariencia externa como los hombres que vivieron antes de Jesús fueron semejantes a él en cuanto al cuerpo. Sostengo que las lagunas que desde luego existen en la prueba de la continuidad entre los animales inferiores y el hombre son muy significativas y no creo que nunca se salvarán.

Pero lo que trato de decir es que la verdadera decisión en cuanto a la opinión que hay que tener acerca del origen del primer hombre no se toma basados en la consideración de las pruebas que aducen biólogos y geólogos. Si se llegara a la misma basados en el estudio de dichas pruebas, posiblemente el hombre ordinario nunca tendría derecho a formarse una opinión. Parecería entonces que se trata de una cuestión que sólo los expertos pueden debatir, y que al hombre ordinario no le queda más que aceptar el veredicto que los expertos emitan. Pero el hecho es que la decisión se alcanza basados en otras clases de pruebas, que entran tanto dentro del ámbito de la competencia del hombre ordinario como del de los expertos.

¿Hay un Dios, creador y señor del mundo? ¿Tiene poder para intervenir en forma creadora en el mundo que ha hecho? ¿Ha intervenido de hecho en forma creadora en el caso de la Persona de Jesucristo y en los milagros referidos en la Biblia?

Si se responde a estas preguntas en forma negativa, entonces no cabe duda que se tendrá una idea revolucionaria acerca del origen del hombre. La, prueba biológica y geológica es obvia que por sí misma no justifica tal idea. Hay, para no decir sino lo mínimo, lagunas asombrosas en la prueba y la pertinencia de la misma se puede poner en tela de juicio. Es obvio que hay que dar un salto al vacío para aceptar la hipótesis evolucionista. Pero ese salto parecerá algo del todo natural al hombre que no cree en un Dios personal y trascendente que es siempre libre frente al mundo que El mismo ha hecho, y al hombre que no cree que en la Persona de Jesucristo Dios ha intervenido de hecho en el curso del mundo con un acto inmediato y sobrenatural.

Por otra parte, para el que no comparte esos presupuestos naturalistas, al salto de la prueba en sí a la hipótesis evolutiva le parece un salto verdaderamente temerario. Para el que no cree que Jesucristo fue un producto de la evolución, sino que cree que vino a este mundo por un milagro estupendo, el testimonio en favor de un origen igualmente sobrenatural del primer hombre le parecerá abrumador. Esa persona dirá con gran confianza no que el hombre es un producto de la evolución sino que Dios lo creó.

***

www.iglesiareformada.com

Biblioteca
El Hombre
  por J. Gresham Machen

Capítulos 1-5
Capítulos 6-10 (aquí)
Capítulos 11-15
Capítulos 16-20