EL MATRIMONIO
por M. Lloyd-Jones
Efesios 5:22-33
Parte 1
  PRINCIPIOS BÁSICOS
  Efesios 5:22-33
  EL ORDEN DE LA CREACIÓN
  Efesios 5:22-24
  LA ANALOGÍA DEL CUERPO
  Efesios 5:22-24

Parte 2
  EL AMOR VERDADERO
  Efesios 5:25-33
  LA ESPOSA DE CRISTO
  Efesios 5:25-33
  LA PURIFICACIÓN DE LA ESPOSA
  Efesios 5:25-33

Parte 3
  LAS BODAS DEL CORDERO
  Efesios 5:25-33
  UNA CARNE
  Efesios 5:25-33
  LOS PRIVILEGIOS DE LA ESPOSA
  Efesios 5:25-33

Parte 4
  LOS DEBERES DEL ESPOSO
  Efesios 5:25-33
  RELACIONES TRANSFORMADAS
  Efesios 5:25-33

Parte 3--
  LAS BODAS DEL CORDERO
  Efesios 5:25-33
  UNA CARNE
  Efesios 5:25-33
  LOS PRIVILEGIOS DE LA ESPOSA
  Efesios 5:25-33

LAS BODAS DEL CORDERO
Efesios 5:25-33

Todavía estamos considerando esta afirmación por demás sobresaliente en la cual el propósito principal del apóstol es enseñar a los maridos sus deberes respecto a las esposas; y lo hace en términos de la relación del Señor Jesucristo con la iglesia. El apóstol pasa de un asunto al otro, pero nosotros decidimos que el mejor procedimiento para entender su enseñanza es tomar los temas por separado. Primero hemos considerado lo que dice acerca de la relación de Cristo con la iglesia, para que, habiendo visto esa doctrina en su totalidad y plenitud, estaremos en condiciones de aplicarla a los esposos en su relación con las esposas.
Hemos visto como el Señor murió por la iglesia, se dio a sí mismo por ella, y cómo, habiendo hecho eso, procede a separarla para sí mismo (santificarla, ponerla aparte, depositar su afecto peculiar en ella). Su propósito es limpiarla y continuar con ese proceso de purificación espiritual.
Hay todavía dos expresiones que debemos considerar en relación con este tratamiento continuo que nuestro Señor da a la iglesia. Ellas son las dos palabras que se encuentran en el versículo 29, donde leemos que: 'Nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia'. Pablo no dice que 'en el pasado él ha sustentado y cuidado a la iglesia'; todo su propósito es demostrar que el Señor sigue haciendo esa obra. Esto concuerda totalmente con lo que hemos estado diciendo acerca de la purificación, que evidentemente es un proceso continuo de santificación. Este sustentar y cuidar también es algo que continua y no una obra que se hizo de una vez para siempre en el pasado. Por eso me parece a mí que aquellas personas que quisieran limitar al pasado todo lo que hemos estado tratando hasta aquí respecto del versículo 26, están equivocando todo el sentido y la enseñanza de toda esta sección. La muerte de nuestro Señor ocurrió una vez para siempre, pero todo lo demás continúa teniendo en vista este objetivo final.
Entonces consideremos estas dos palabras; ellas son por demás interesantes. 'La sustenta'. Esta se explica por sí misma. Su significado esencial es el de alimentar, proveer comida, proveer alimento. Cristo está interesado en la salud, el crecimiento, desarrollo y bienestar de su iglesia, por lo tanto la alimenta. En cierto sentido el apóstol ha estado tratando este tema en el cuarto capítulo donde lo expresa de la siguiente manera: "Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros'. ¿Para qué? 'A fin de perfeccionar a los santos'. A fin de seguir este proceso continuo. Es algo que continúa, 'para la obra del ministerio, para la edificación'—la construcción—'del cuerpo de Cristo. Hasta que todos lleguemos...'. Allí vuelve a aparecer el objetivo final. De modo que aquí tenemos otra forma de decir lo mismo, y es maravilloso para nosotros comprender como miembros de la iglesia cristiana, que el Señor está sustentando así la vida de la iglesia.
Es una expresión de su amor hacia nosotros y de su cuidado por nosotros que él nos provea del alimento espiritual que necesitamos. La Biblia es dada por Dios, por el Señor Jesucristo, a través del Espíritu, como alimento para el alma. Es parte de su alimento para nosotros. Y todo el ministerio de la iglesia, según nos lo recuerda el capítulo cuatro, ha sido diseñado para el mismo fin. En otras palabras, la iglesia no tiene excusas para ser ignorante o subdesarrollada o débil o raquítica. Del mismo modo no hay excusa para el cristiano individual. El Señor mismo lo sustenta.
Pedro, en su segunda epístola, nos dice que se han provisto todas las cosas necesarias para vivir y ser piadoso. Por eso resulta tan seria la posición del cristiano que se queja. Nunca estaremos en condiciones de excusarnos con decir que no había suficiente comida porque estuvimos en un desierto. Hay alimento disponible, 'el maná celestial', ha sido provisto; todo aquello que una persona pudiera necesitar se encuentra acá en la Biblia. Aquí hay alimento concentrado, no adulterado, según lo expresa Pedro en 1 Pedro 2: "La leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación". El Señor la ha provisto. Esto, que el Señor esté alimentando a su iglesia, es algo maravilloso que podemos contemplar. El marido en su cuidado por su esposa trabaja y provee alimento y todo lo que ella necesita. Los padres cuidan que sus hijos tengan el alimento adecuado, y lo tengan en abundancia y en el momento necesario. ¡Cuánta preocupación muestran en ese sentido! El Señor está haciendo lo mismo por nosotros en una forma infinitamente mayor.
¿Cómo estamos respondiendo a ello? ¿Comprendemos que él nos está alimentando? Una parte de su cuidado por nosotros consiste en proveer cultos públicos de adoración. La adoración pública no es una institución humana, no es un designio del hombre. No es algo que se maneja como una institución; y la gente no asiste a la casa de Dios—al menos no debería hacerlo—para cumplir una obligación. Deberían venir por el hecho de comprender que de otra manera no pueden crecer. La gente viene para ser alimentada, para encontrar alimento para su alma—'sustento'. El Señor lo ha provisto. Dios sabe que yo no subo al pulpito simplemente porque se me antoja hacerlo. Si no fuese por el llamamiento del Señor no lo haría. Lo que sí hice, fue resistir ese llamamiento. Ese es su método. El llama a los hombres, él los separa, él les da el mensaje, y el Espíritu presente con ellos los ilumina. Todo esto es una parte de la forma en que el Señor alimenta a la iglesia.
Luego considere la palabra 'cuida'. Esta es una palabra que se usa sólo dos veces en el Nuevo Testamento. La palabra transmite una idea muy definida, por lo general la de vestimenta. Lo que el niño necesita por sobre todas las cosas es alimento y vestimenta. La novia, la esposa, necesita lo mismo. Estas dos cosas, el alimento y la vestimenta son lo primero que nos preocupa. Pero luego la palabra transmite otra idea, es decir, la de preocuparse por velar, guardar. Es una expresión de solícito cuidado. Cuando uno alimenta y cuida una a persona, muestra, mediante su constante observación, un cuidado y una ansiedad por ver que él o ella avance, se desarrolle y crezca. Estas son las ideas que aquí se comunican mediante este término 'cuidar' que se añade al término 'sustentar'.
Nuestro principal problema es que no tenemos un concepto claro del interés que el Señor tiene en nosotros y de su preocupación por nosotros. Esa es nuestra falta fundamental, nosotros no conocemos su amor. La gente con frecuencia está preocupada por su amor hacia Dios, y con razón; pero nosotros nunca lo amaremos hasta que conozcamos algo de su amor por nosotros. No se puede 'desarrollar' ese amor. Se puede desarrollar una excitación o algo carnal, pero no puede hacerlo con el amor. En el caso de la iglesia el amor siempre es una respuesta, una reacción: 'Nosotros lo amamos porque él nos amó primero'. Nosotros somos inermes hasta que repentinamente, él hace resplandecer sobre nosotros los rayos de su amor; y cuando lo comprendemos, empezamos a amarlo. Y comenzamos a comprenderlo de esta forma sumamente práctica, es decir, al entender algo de lo que él ha hecho por nosotros, de lo que él provee para nosotros en su 'sustento' y 'cuidado'. Cuanto más logremos verlo y comprenderlo, tanto más asombrados estaremos, y en respuesta tanto más le amaremos.
No debemos detenernos en la obra que él hizo por nosotros en la cruz. Comenzamos allí, pero luego vemos que, habiendo terminado esa obra, él continúa haciendo todas estas amplias y vastas provisiones por nosotros, cuidando de nosotros en su providencia, en cosas que nos ocurren, guiándonos y dirigiéndonos. De mil y una maneras él sustenta y cuida la vida de la iglesia por la cual murió. Esto no significa que olvidamos la cruz, o que le damos la espalda, sino que además comprendemos esta obra adicional hecha por nosotros.
¿Por qué hace el Señor todo esto? ¿Por qué murió por la iglesia? ¿Por Qué este proceso de santificación y purificación? ¿Por qué nos sustenta y nos cuida? ¿Cuál es el propósito de todo ello? La respuesta se encuentra en la tremenda declaración del versículo 27: "A fin de presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante,' sino que fuese santa y sin mancha". Cada una de las cosas han sido diseñadas con ese propósito. Todo lo que hemos estado considerando es el objetivo inmediato, objetivo que tiene en vista ese propósito último. Ese es el propósito, ese es el gran final para el cual el Señor ha hecho y sigue haciendo las cosas que hemos estado considerando.
Pero para captar la fuerza completa de esta expresión debemos modificar un poco la traducción. Sin duda la traducción más veraz es ésta: 'Para que él mismo pueda presentársela a si mismo'. Es preciso introducir allí un 'él mismo' adicional. Esta añadidura es precisa para que recordemos de inmediato que cualquier analogía, aun las analogías de las Escrituras son inadecuadas. Ellas no son sino intentos para darnos una leve idea del concepto de lo que la verdad realmente es. Pero ninguna ilustración es suficiente. Aquí el apóstol está ilustrando esta relación entre Cristo y la iglesia en términos de un esposo y su mujer; y sin embargo, de inmediato, encontramos algo que nos demuestra la insuficiencia de la analogía, que la analogía no es suficientemente extensiva. Todos sabemos que el procedimiento normal es que un tercero presente la esposa al esposo, puede ser el padre o un pariente o amigo. Durante la ceremonia éste trae a la esposa y la presenta al esposo. Habiendo recibido ayuda en todos sus preparativos de otro—en su crianza y educación y aun en su ropa y lo demás—la esposa es presentada al esposo por un tercero. Pero aquí no ocurre así. Aquí el Señor mismo se presentará a la esposa. 'Para que él mismo pueda presentársela a sí mismo'.
Esto es simplemente otra forma de subrayar el gran tema de toda la Biblia —que nuestra salvación en su totalidad es del Señor. Es obra suya. El incluso se presenta la esposa a sí mismo porque nadie más puede hacerlo, nadie sino él es adecuado para hacerlo. Sólo él puede hacerlo. Desde el comienzo hasta el fin él lo ha hecho todo por nosotros, y el fin será que él nos presentará a sí mismo en toda esta gloria que aquí se describe.
Por eso el cuadro ante nosotros es el de nuestro Señor y Salvador mirando hacia adelante, hacia el momento, hacia el día cuando él se presente la iglesia a sí mismo. ¿Y entonces a qué se asemejará la iglesia? Ella será una iglesia gloriosa—lo cual significa una iglesia caracterizada por la gloria. Aquí hay un término de las Escrituras que en su sentido individual nos es conocido. El destino final de cada uno de nosotros, el tema último de nuestra salvación individual es la glorificación—justificación, santificación, glorificación. A veces se la describe como 'redención' tal como ocurre por ejemplo, en la gran declaración que se encuentra en 1 Corintios 1:30: "Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención". Esto realmente significa 'glorificación'. O bien, como Pablo lo dice: "A los que justificó, a éstos también glorificó" (Ro. 8:30). Ese es el final. O como lo tiene expresado en la epístola a los filipenses al final del tercer capítulo: "Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder por el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas". Esto nos va a ocurrir individualmente; pero además, la iglesia como un todo será glorificada.
Ese es el significado de la frase 'iglesia gloriosa'. La condición de la iglesia será de gloria. El apóstol nos ayuda a comprenderlo describiendo primero su aspecto externo. Lo hace mediante dos términos negativos. En su gloria la iglesia no tendrá mancha ni arruga. No habrá impureza, no habrá cosa sucia. Esto nos resulta muy difícil comprender. Mientras la iglesia transita por este mundo de pecado y vergüenza es salpicada de lodo y cieno. Por eso hay manchas y suciedad en ella. Y es muy difícil librarse de ello. Todos los medicamentos que conocemos y todos los medios de purificación son inadecuados para quitar estas manchas e impurezas. Aquí la iglesia no es pura; si bien está en el proceso de la purificación, todavía hay muchas manchas en ella.
Pero cuando llegue a ése estado de gloria y de glorificación, no tendrá ni una mancha; no habrá ninguna impureza en ella. Cuando él se la presente a sí mismo a la vista de todos los principados y poderes y los variados rangos de las potencias del cielo mirando a esa cosa maravillosa, y escudriñando y examinándola, no habrá ninguna impureza en ella, no habrá ninguna mancha en ella. El examen más cuidadoso no será capaz de detectar el menor indicio de indignidad o pecado en ella. El apóstol ya nos ha introducido a esta idea en Efesios 3:10 donde dice: "Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales". Estos principados y poderes estarán mirando; y él, en su orgullo, no sólo se la presentará a sí mismo sino también a ellos. El esposo y la esposa estarán ante las huestes de la eternidad, y él los invitará a hacer su inspección. El los invitará a mirarla y ellos no podrán encontrar en ella una sola mancha o una sola impureza—'sin mancha'.
Sí, y gracias a Dios, 'sin arruga'—'que no tuviese mancha ni arruga'. Las arrugas como todos nosotros sabemos son una señal de edad, o una señal de enfermedad, o una señal de algún tipo de problema constitucional. Las arrugas son una señal de imperfección. Todos a medida que envejecemos adquirimos arrugas. La grasa desaparece de la piel. Una enfermedad también puede privarnos de esta capa de grasa y así darnos la apariencia de una vejez prematura. No importa cual sea su causa—cualquier tipo de problema o ansiedad puede causar arrugas. Siempre es una señal de agotamiento y decaimiento, de la edad que avanza y del fracaso; tiene una apariencia de vieja y entrada en años. Pero, gracias a Dios, Pablo dice que al llegar aquel gran día en el cual Cristo se presente a la iglesia a sí mismo en toda su gloria, no solo no habrá quedado ninguna mancha sino que además, no habrá que-dado arruga alguna. Todo habrá sido alisado, su tez será perfecta, entera y tersa. Es imposible describir esta perfección. En cierto sentido toda esta idea ya se sugiere en el Salmo 110:3 donde el salmista, mirando profética-mente hacia el futuro, nos da un indicio de este estado de perfección: "tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, en la hermosura de la santidad. Desde el seno de la aurora tienes tú el rocío de tu juventud". La iglesia habrá renovado su juventud. ¿Me permiten ponerlo de esta manera? El especialista de belleza habrá dado su toque final a la iglesia, el masaje habrá sido tan perfecto que no habrá quedado ninguna arruga. Se la verá joven, en la flor de su juventud, con sus mejillas llenas de color, su tez perfecta, sin mancha o arruga. Y en ese estado permanecerá por siempre jamás. El cuerpo de su humillación habrá desaparecido, habrá sido transformado y transfigurado en el cuerpo de su glorificación.
Esto es lo que aquí se nos dice en términos generales acerca de la iglesia. Pero permítanme recordarles otra vez que en Filipenses 3:20, 21 leemos que lo mismo nos ocurrirá en forma individual. Es maravilloso contemplar esto. Estos nuestros cuerpos individuales, el suyo y el mío, serán glorificados. No quedará debilidad alguna, ni vestigio de enfermedad o fracaso o signo de vejez; habrá una gran renovación de nuestra juventud. Y luego iremos a vivir en esa eternidad de juventud perpetua, sin decaimiento ni enfermedad, sin que mengüe la gloria que nos pertenece. Ese será el aspecto externo de la iglesia. No olvide que la idea que el apóstol trata de comunicar aquí es la del orgullo del esposo por su esposa. El la está preparando para 'el Día'. Entonces tendrá lugar su gran celebración; su propósito es mostrarla a todo el universo.
Pero este no sólo será el caso de su aspecto exterior, sino que en su interior ocurrirá lo mismo. El Salmo 145 es una sorprendente descripción Prof.-tica de esto: "Toda gloriosa es la hija del Rey en su morada". El salmista no se contenta con decir que 'de brocado de oro es su vestido' y que 'con vestidos bordados será llevada al Rey' sino que además enfatiza que 'toda gloriosa es la hija del Rey en su morada'.
Aquí el apóstol destaca que 'fuese santa y sin mancha'. Positivamente, será santa. La declaración del apóstol es esencialmente positiva. La santidad, la justicia de la iglesia no es una mera 'ausencia' de pecado y pecados; es también compartir la propia justicia del Señor. Aquí es donde los hombres meramente morales se quedan sin entender absolutamente nada. No conciben sino una moralidad negativa; para ellos la moralidad significa no hacer ciertas cosas. Eso no es lo que la Biblia quiere decir por justicia; el término bíblico significa ¡'ser semejante a Dios'! Dios es santo y la iglesia llega a ser santa con esta justicia positiva y resplandeciente, con esta perfección. Es mucho más que una mera ausencia del mal. Es una rectitud esencialmente positiva, veraz, bella, y todo lo que es glorioso en su esencia como es en Dios. La iglesia participa de eso. Ahora ella está vestida de la justicia de Dios. ¡Gracias a Dios que él ve ese aspecto y a nosotros! Pero después habrá más que eso. Ciertamente ella será semejante a él, positivamente, enteramente santa y justa.
Y entonces para estar seguro de que lo entendamos, el apóstol dice, 'sin mancha'—que significa, 'sin reproche'. El ya ha dicho todo esto en 1:42: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo'. ¿Para qué? 'Para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor'. Esta fue por así decirlo la obertura. Siempre oye los temas principales en la obertura. Ahora Pablo ha retomado el tema que acaba de mencionar, aquí en el quinto capítulo lo desarrolla más detalladamente. Entonces, la iglesia estará en este estado de gloria.
Permítanme resumirlo de esta manera. Los términos utilizados por el apóstol son diseñados a comunicar perfección de belleza física, salud y simetría, la perfección absoluta del carácter espiritual. Piense en la novia más hermosa que jamás haya visto. Multiplíquelo infinitamente y aún no habrá comenzado a entenderlo. Pero ese será el aspecto de la iglesia. En este mundo nunca hay una belleza perfecta. Quizás haya un rostro hermoso, pero manos feas. Siempre hay algo, alguna clase de mancha, ¿no es cierto? Pero allí no habrá ninguna. Y supongo que esa será la cualidad suprema de esta belleza que aquí se describe—su simetría, esta absoluta perfección en cada sentido.
Todos nosotros somos tan unilaterales. Algunas personas están llenas de conocimiento intelectual, conocimiento teórico de la doctrina, y nunca pasan de eso. Otros no tienen doctrina, pero hablan de sus actividades y de sus vidas—son igualmente defectuosas. Una persona que sólo posee entendimiento teórico de estas cosas, y que no demuestra su poder en la vida, es un representante muy indigno del Señor. ¡Y lo mismo ocurre con la otra persona! La así llamada persona práctica no tiene tiempo para doctrinas, la otra no tiene otra cosa sino doctrinas. Ambas están igualmente en falta. Dé gracias a Dios por un día, un día que se acerca, cuando todos seremos completos sin que nos falte nada, y proporcionados, y bien equilibrados. ¡Oh, qué gloriosa esta belleza que aquí se describe, y para la cual nuestro bendito Señor y Salvador nos está preparando día tras día, semana tras semana, mes tras mes y año tras año! Estoy hablando a los cristianos. ¿Sabía eso acerca de sí mismo? ¿Había visto que privilegio es ser miembros de la iglesia cristiana? ¡Esto es lo que significa ser cristiano! Usted que siempre está tan dispuesta a correr a su salón de belleza, ¿corre también al salón de belleza de Cristo? Es eso lo que la iglesia hace. ¿Tenemos nosotros un entendimiento auténtico de la iglesia como esposa de Cristo, por la cual él murió, y por la cual él continúa haciendo todas estas cosas? ¿Sabía que él le sustenta? ¿Sabía que su nombre está escrito en su corazón, así como sobre sus propias manos? El nos ha amado con un amor eterno, él ha muerto por nosotros, él nos ha apartado para sí mismo, él ha hecho todas estas provisiones para nosotros, como preparativos para aquel gran día cuando él se presente a sí mismo una iglesia no que tenga mancha, ni arruga, ni ninguna cosa semejante, para que seamos santos y sin mancha.
Este es el proceso que ahora está en marcha. Y permítanme recordarles otra vez que continuará hasta ser completo. Nada lo puede detener, no se permitirá que nada lo detenga, porque ella es su esposa. Y si me puedo permitir el siguiente antropomorfismo, diría que su orgullo propio y el orgullo por ella es tal que de ninguna manera puede permitir que algo impida la obra. Reitero, la obra continua y seguirá continuando. Aquí está la garantía bíblica. El apóstol ya nos la ha dado en 3:20, 21: "Y a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén". Ese es el poder que obra en nosotros, y que continuará la obra. El no se detuvo con su muerte; tampoco se detiene en la justificación. El continúa obrando en nosotros. El hace todo lo que el apóstol ha estado describiendo para que "a él sea gloria en la iglesia (y a través de ella) en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén".
Ese poder es irresistible. Por eso destacaría una vez más esta advertencia. Si realmente es un hijo de Dios y miembro de la iglesia, un miembro del cuerpo de Cristo, permítame advertirle que, a la luz de esta enseñanza exaltada y gloriosa, este cuerpo va a ser perfeccionado, será hecho perfecto. Por lo tanto no le resista, no resista los ungüentos, las emulsiones, la gentil enseñanza que él nos ofrece en sus instrucciones, tanto en la Palabra como de otras diversas maneras. Porque, ¡créame, si se mancha gravemente con el pecado, él tiene algunos ácidos muy poderosos que puede usar, y que usa a fin de limpiarlo del pecado! 'Porque el Señor al que ama, disciplina y azota a todo el que recibe por hijo'. Al acercarnos a la mesa del Señor estamos acostumbrados a recordar lo que el apóstol dice acerca de esto en 1 Corintios 11:12 y siguientes: "Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo". El argumento detrás de esto es que si nos examinamos y juzgamos a nosotros mismos no seremos juzgados; pero si dejamos de hacerlo será él quien lo haga, él lo hará por nosotros. No cabe duda al respecto; esto es algo totalmente categórico: "Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente...". Comer indignamente significa nacerlo de manera descuidada, sin pensar en lo que se está haciendo. Oh, sí, quizás el domingo piense un poco acerca del cristianismo, pero lo olvida durante seis días de la semana, y luego viene a la mesa del Señor porque es un miembro de la iglesia. Si lo hace de esta manera, dice el apóstol, cuídese: "Pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí". Y 'juicio' significa ser juzgado. No 'discernir el cuerpo del Señor' significa no entender lo que se está haciendo. 'Por esta causa'—por el hecho de no examinarse a sí mismos, por el hecho de no comprender que la iglesia es la esposa de Cristo y que él la va perfeccionar y glorificar—'por esta causa muchos están débiles y enfermos entre vosotros, y muchos duermen'. 'Muchos están débiles' significa que nunca se sienten perfectamente bien, y no saben por qué. 'Y muchos están enfermos', es decir que positivamente están enfermos. 'Por esta causa'—por el hecho de no examinarse a sí mismo, el Señor tiene ese otro modo de hacerlo. Lean las biografías de los santos y verán que muchos de ellos agradecen a Dios, al mirar hacia el pasado, por alguna enfermedad que les sobrevino. Para mí, uno de los mejores ejemplos de esto es el caso del gran doctor Thomas Chalmers, que probablemente nunca habría sido un predicador evangélico si no hubiera sido por una enfermedad que lo mantuvo de espaldas en su cama durante aproximadamente doce meses. Esa fue la forma en que Dios le hizo ver plenamente la verdad. 'Por esta causa hay muchos débiles y muchos enfermos entre vosotros'—sí—'y muchos duermen' —lo cual significa que están muertos. Se trata de un gran misterio, y yo no pretendo entenderlo, pero la enseñanza del apóstol es nítida y es clara. El dice: 'Si nos juzgáramos a nosotros mismos'—si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, si nos ocupáramos de nosotros mismos, y nos castigáramos—'no seríamos juzgados; mas siendo juzgados...'—¿Qué significa esto? —'.. .somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo'.
Todo esto interpretado significa precisamente lo que estoy tratando de decir—que la iglesia es la esposa de Cristo, y que él en su ambición por ella mira hacia el futuro, hacia aquel gran día cuando ella sea 'una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante'. En cambio ella se presenta santa y sin mancha ante él en amor. El prosigue con su obra hacia ese fin. Y si nosotros no le respondemos, y si no nos rendimos a su cariño y a las manifestaciones de su tierno amor y cuidado, afirmo, en su nombre, que él nos ama tanto que nos purificará y nos llevará a ese punto. Tal vez tenga que aplicarle el ácido de 'debilidad' o el ácido de 'enfermedad'; sin embargo, será para su propio bien. No me entienda mal. Esto no significa que cada vez que estemos enfermos necesariamente sea un castigo. No es eso lo que las Escrituras dicen; pero dicen que puede ser así. Ha ocurrido muchas veces. Puede encontrar muchos ejemplos en las Escrituras. Pablo comprendió que el aguijón en la carne le había sido dado para mantenerlo humilde y evitar que se exaltara demasiado a sí mismo (2 Co. 12:7-10). Hay personas necias y superficiales que afirman que el Señor nunca quiere que el hombre se enferme. Las Escrituras enseñan que 'el Señor castiga a quien ama' y la enfermedad es una de las formas—'por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros y muchos duermen'. Si realmente es un hijo de Dios, tenga cuidado, esté alerto. Puesto que pertenece al cuerpo del cual él es la cabeza, él le purificará, él le perfeccionará, él hará que llegue a ser lo que él quiere.
Esto nos presenta un interrogante final. ¿Cuándo van a ocurrir estas cosas? Aparentemente no hay dudas al respecto. Esto debe ser una referencia a la 'segunda venida' de nuestro Señor. Será cuando él venga y se lleve a la iglesia consigo. Esa es la enseñanza de las Escrituras. "Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis".
En la oración sacerdotal registrada en Juan 17 tenemos exactamente la misma enseñanza. Cristo quiere que la iglesia pueda ver "mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo". Eso es lo que nosotros como cristianos, hemos de ver. 'Hemos de verle como él es'. Ahora él tiene otra vez la gloria que había compartido desde la eternidad con el Padre. Cuando él estuvo aquí en la tierra había puesto aparte las señales de esa gloria. Por eso nunca apruebo los intentos de pintar retratos de nuestro Señor. Ellos son pura imaginación y, con seguridad, casi siempre son equivocados. No tenemos hechos respecto de su aspecto físico. Las Escrituras guardan silencio sobre este punto. El estuvo aquí 'en semejanza de carne pecaminosa' y luego tenemos aquel indicio que se encuentra en Juan 8:57 señalando que su aspecto era el de una persona mucho mayor. El dijo refiriéndose a sí mismo 'antes que Abraham fuese, yo soy'. Y ellos respondieron, 'aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?' En ese entonces era de aproximadamente treinta y tres años, pero ellos le asignaron cincuenta. Pero esto es de poca importancia; lo que importa es que al ascender al cielo volvió a tener su gloria, y que ahora vive en esa condición glorificada. En el camino a Damasco Pablo tuvo una leve idea de toda su gloria, fue algo tan maravilloso que cayó enceguecido a tierra. Pero, nosotros vamos a 'verlo como él es'. Antes tendremos que ser glorificados para poder resistir ese cuadro; pero, es algo que con toda certeza nos ocurrirá. 'Y he de verle cara a cara'. Como esposa de Cristo, hemos de estar allí junto a él compartiendo esta gloria.
¿Cuándo ocurrirá esto? Ocurrirá cuando todo haya sido completado, cuando haya sido salvada la plenitud de los gentiles y de Israel y la iglesia esté completa y entera. No faltará ninguna persona, ninguna estará ausente, ni una sola. Es algo que el diablo no puede frustrar; él es un enemigo ya vencido. El apóstol siempre se deleita en decir esto. Con tono glorioso lo dice en Filipenses 1:6: "Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día..." ¿Hasta qué día?’Hasta el día de Jesucristo'. 'El día de Jesucristo', 'el día de Cristo', el día de la coronación que se aproxima. O bien, como él lo ha expresado al final del tercer capítulo de dicha epístola: "Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al salvador, al Señor Jesucristo; el cual" 01 cuando él venga—"transformará el cuerpo de la humillación nuestra, "ara que sea semejante al cuerpo de la gloria suya por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas". Nada puede detenerlo. Otra vez, el apóstol, escribiendo en Romanos 8:22, 23: "Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción". ¿Qué es eso? 'La redención'—la glorificación—'¿e nuestro cuerpo'. Eso significa librarse de las manchas, impurezas y arrugas, y de toda cosa semejante y habitar completos y gloriosos en su presencia.
¿Ha notado esto en Apocalipsis 19:6-9?: "Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: Aleluya, porque el Señor nuestro Dios todopoderoso reina. Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero". ¡Oh, qué inmenso el privilegio de haber sido invitados a la cena de la boda del Cordero, a la ocasión cuando él se presente la esposa a sí mismo! Ella estará ataviada con estos vestidos de justicia externa, e interiormente será perfecta. ¡Oh, qué bendición la de estar presente en esa maravillosa fiesta de bodas! No nos sorprende que Judas finalice su breve epístola diciendo: "Y a aquél que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con su gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén".
¿Cómo deberíamos sentirnos? Deberíamos sentirnos exactamente como se siente cualquier mujer que cierra su compromiso matrimonial. Deberíamos anhelarlo y vivir para él. Esto debería ocupar el centro de nuestras vidas con exclusión de cualquier otra cosa. Deberíamos sentirnos animados por esto, estimulados e impulsados por ello mirando siempre hacia ese futuro—¡hacia el día de bodas, la ceremonia, a los amigos que estarán presentes, a la festividad, el asombro y la gloria y el esplendor de todo ello!
'A fin de presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga'. ¡El, mirando a los ojos de ella, ella mirando a los ojos suyos! Ese fue el propósito de nuestro bendito Señor cuando vino a la tierra Y vivió y murió y resucitó otra vez. Ese es su propósito para con nosotros. ¡El murió por nosotros para que nosotros pudiéramos llegar a eso! ¡El nos ha separado para que pudiéramos llegar a ello! ¡Para eso nos está purificando! ¡Con ese propósito nos cuida! ¡Quiera Dios darnos la gracia para comprender el privilegio de ser un miembro de la iglesia cristiana! Quiera Dios que también tengamos la gracia y la fuerza y el entendimiento para comprender algo de esa gloria que nos espera para que en ello cifremos nuestros afectos, ¡y no en cosas terrenales!


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UNA CARNE
Efesios 5:25-33

Todavía estamos considerando la doctrina de la relación de Cristo con la iglesia. Es algo que no termina, ni siquiera con lo que hemos visto. Aún debemos proseguir; y hemos de ver que la doctrina del apóstol se eleva a alturas aun mayores. Podrían haber pensado que no hay nada más exaltado que aquel versículo 27 donde se nos da una idea de lo que nos espera como esposa de Cristo, como miembros de la iglesia cristiana. Pero, la doctrina se extiende aun más allá; hay algo aun más maravilloso, y más increíble; esta es la extraordinaria doctrina de la unión mística entre Cristo y la iglesia. El argumento del apóstol es que nosotros no entendemos cabalmente el significado del matrimonio hasta entender la doctrina de la unión mística de Cristo y la iglesia. Hemos de ver que cada una de estas doctrinas ayuda a arrojar luz sobre la otra. La unión mística entre Cristo y la iglesia nos ayuda a comprender la unión entre marido y mujer; y la unión entre marido y mujer a su vez nos da cierta luz sobre la unión mística entre Cristo y la iglesia. La analogía y la ilustración humanas nos ayudan a comprender la verdad divina, pero en el análisis final es el entendimiento de esta verdad divina la que nos capacita a entender todo lo demás; de modo que el apóstol pasa de una a la otra.
Hemos de dirigir, pues, nuestra atención a esta exaltada doctrina de la unión entre Cristo y la iglesia. Sin duda todos nosotros somos confortados por lo que el apóstol dice en el versículo 32: 'Grande es este misterio'. En efecto, esto es un gran misterio. Por eso debemos acercarnos con mucho cuidado y debemos enfocarlo con mucha oración. Es totalmente cierto que aparte de la investidura y de la unción que sólo el Espíritu Santo puede dar, de ninguna manera seremos capaces de entender esto. Para la persona no regenerada, no convertida, para el mundo, esto carece totalmente de sentido; V es precisamente lo que el mundo dice al respecto. Incluso para el cristiano es un gran misterio. Pero, gracias a Dios, el uso del término 'misterio' en el Nuevo Testamento nunca tiene la connotación de algo que no puede ser entendido de ninguna manera. 'Misterio' significa algo que la mente humana sin ninguna ayuda no puede entender. No importa cuan grande sea la capacidad de esa mente. La más grande de las mentes del mundo, el filósofo mayor, si no es una persona regenerada, no sólo es nada más que un principiante, es menos que un bebé; en efecto, espiritualmente hablando, está muerto. No tiene absolutamente ningún entendimiento de un tema como éste Esta es una verdad espiritual y puede ser entendida solamente en forma espiritual. El mejor comentario para todo esto es, una vez más, lo que encontramos en 1 Corintios 2:6 hasta el final. Por lo tanto, no es de sorprenderse que un tema tan elevado como éste, muchas veces haya sido mal entendido y mal entendido en forma muy drástica.
Tómese por ejemplo la enseñanza de la Iglesia Católica-romana en este respecto. La palabra que en la Reina Valera (Revisión 1960) se traduce por 'misterio', la iglesia Católica-romana la traduce por 'sacramento'. Ellos leen 'este es el gran sacramento', y partiendo de esta declaración es que ellos elaboran su doctrina del matrimonio como uno de los siete sacramentos. Ellos hablan acerca de los 'siete sacramentos'—no solamente los dos reconocidos por todos los evangélicos, es decir, el bautismo y la cena del Señor —y uno de ellos es el matrimonio. La supuesta prueba es el presente versículo. Esta es la clase de fundamento sobre el cual ellos introducen su concepto del matrimonio como un sacramento y que por ese motivo sólo puede ser oficiado por un sacerdote. Esto es simplemente una ilustración de la forma en la que elevan el sacerdocio e introducen un elemento mágico en el cristianismo. Todo ha sido diseñado con ese propósito. Pero ello demuestra cómo se pueden pervertir las Escrituras, cómo se las puede dar un mal uso y cómo uno puede apropiarse de ellas por el interés de alguna teoría central que sirve como base de partida. Si comienza exaltando a su iglesia y al sacerdocio, debe defender su posición en todas las formas posibles; y eso es lo que ellos hacen. La 'extrema unción' también es algo que sólo puede ser administrado por un sacerdote, y así es un sacramento; y así sucesivamente. Todas estas cosas son diseñadas para sostener este poder sumamente artificial del sacerdote. Me refiero a esto solamente para demostrar cómo se puede malinterpretar una afirmación como ésta. Lo que finalmente demuestra cuan entera y completamente equivocada está la interpretación católica-romana es precisamente lo que el apóstol afirma a continuación en este mismo versículo—'mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia'. A ese misterio es al que se refiere. Este misterio arroja su luz sobre el matrimonio humano entre un hombre y una mujer, pero él está hablando de 'Cristo y la iglesia'. De manera que el verdadero misterio es la relación entre Cristo y la iglesia. Por lo tanto, los católico-romanos están realmente comprometidos a creer que la relación entre Cristo y la iglesia es un sacramento. Sin embargo, no es eso lo que ellos dicen porque sería necio hacerlo. De todos modos ésta es una de las formas en que el asunto puede ser totalmente mal interpretado.
Rechazando el concepto romanista, volvamos a considerar esta frase: 'Grande es este misterio'. Pablo quiere decir que este es un asunto muy profundo, un asunto que requerirá todas nuestras capacidades, y que muestra la necesidad de aquello por lo que el ya oró en favor de ellos en el capítulo uno: 'Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento' mediante el Espíritu Santo. Si no lo enfocamos de esta manera, es decir, ungidos por el Espíritu, nos enfrentaremos a tres peligros principales. El primero es dejarlo completamente a un lado. Lamentablemente, esta es la posición de muchas personas cristianas. Dicen "Ah, este asunto es muy difícil" y por el hecho de ser difícil no intentan entenderlo, y se apresuran hacia la siguiente declaración, por cierto, no tenemos necesidad de detenernos en esa actitud. Es una actitud que nunca se puede defender, es algo que nunca se debe hacer. El solo hecho de haber dificultades en las Escrituras no quiere decir que debamos pasarlas por alto. Están allí para nuestro estudio y para nuestra instrucción y por muy difíciles que puedan ser, debemos hacer todo lo posible para entenderlas y comprenderlas. Esa es una de las razones para la existencia de la iglesia cristiana. Por eso el Señor ha constituido 'a algunos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros' y así sucesivamente. El propósito es instruirnos en estas cosas; el propósito es que podamos usarlas. No debemos decir, "Ah, esto es demasiado difícil", y apresurarnos a pasar a otra cosa. Nunca comprenderá su propio matrimonio, si es casado, a menos que trate de entender esto. El apóstol escribió esto para ayudarle a entenderlo.
El segundo peligro consiste en tratar el asunto de tal forma que le quitemos o reduzcamos su elemento de misterio. Muchas personas lo han hecho así, inclusive comentaristas. Esas personas han tenido tanto temor de esta 'unión mística' y esta enseñanza sobre ella, que la han reducido a un asunto de mera semejanza general, a una simple unidad de intereses, y así por el estilo. Pero esto es eliminar sencillamente el 'misterio' del asunto. Ellos dicen, "este es sólo una hipérbole, este es un lenguaje altamente dramático que el apóstol utiliza''. Pero eso no toma en cuenta que Pablo nos dice deliberadamente que se trata de un 'gran misterio'. No debemos reducir el 'misterio', no debemos convertirlo en algo ordinario. Este es un peligro que nos sale al encuentro en muchos puntos de la vida cristiana, y de la enseñanza cristiana. Es el peligro que nos confronta en conexión con nuestros dos sacramentos— ¡en nuestro temor de decir demasiado, decimos demasiado poco! Debemos evitar ese peligro.
El tercer peligro consiste en querer desarrollar todo esto en forma demasiado detallada. Convencidos de nuestra tarea de encarar el asunto y tratar de comprenderlo y de desarrollarlo, lo desarrollamos de tal manera que finalmente no dejamos nada del misterio. Obviamente esto también es un error porque el apóstol mismo dice: 'Grande es este misterio'. Eso no significa, repito, que no entendamos nada de él, pero sí significa que no lo entendemos perfectamente, que no lo entendemos totalmente, que aún le queda algo que nos elude, algo que nos deja asombrados y maravillados.
Tratemos entonces de evitar estos errores particulares al proceder a enfocar este gran misterio. Esta es una verdad maravillosa, y al considerarla nos elevamos a esas raras alturas que sólo se encuentran en las Escrituras.
¿Cuál es la enseñanza del apóstol acerca de la relación mística entre Cristo y la iglesia? Podemos comenzar con algo que nos es sumamente conocido, porque ya lo hemos visto antes en esta epístola. La primera cosa que él nos dice es que la iglesia es el 'cuerpo' de Cristo: 'Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos' (v. 28). Luego añade en el versículo 29: 'Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia'. Y luego en forma más particular: 'Porque somos miembros de su cuerpo'. Al final del primer capítulo ya había introducido esta enseñanza y la había reiterado en 4:16. Pero el apóstol tiene cuidado de recordárnoslo porque está ansioso de destacar el principio del carácter íntimo de la relación. Se trata de la relación entre la cabeza y los miembros de un cuerpo. Lo que a él le preocupa subrayar es que la relación entre marido y mujer no es una mera relación externa. Existe una relación externa, pero hay mucho más que eso. La característica esencial del matrimonio no es simplemente que dos personas vivan juntas. Ese es sólo el comienzo; hay muchas cosas que trascienden eso; y aquí hay algo mucho más profundo, algo mucho más maravilloso. La iglesia, afirma Pablo, realmente es una parte de Cristo. Así como los miembros del cuerpo son una parte del cuerpo, del cual la cabeza es la parte principal, así Cristo es la cabeza de la iglesia. Como Pablo lo expresa al final del primar capítulo: "Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo". Y, nuevamente, en el capítulo cuatro: "Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor". Debemos ser fieles a este principio, puesto que es una introducción esencial para poder entender la doctrina de la unión mística.
Pero eso es sólo la introducción. El apóstol se extiende más allá, y en el versículo 30 añade: 'Porque somos miembros de su cuerpo'—y luego sigue con este extraordinario agregado: 'De su carne y de sus huesos'. El apóstol está hablando de la relación de la iglesia con el Señor Jesucristo. Es aquí donde realmente entramos al misterio. El concepto de la iglesia como cuerpo de Cristo, si bien es difícil, no es tan difícil como este agregado: 'De su carne y de sus huesos'. Algunos han tratado de evitar totalmente esta expresión señalando que en ciertos manuscritos no existe tal agregado; pero, en términos generales, todas las autoridades en el tema concuerdan en que el agregado se encuentra en los mejores manuscritos. De esa manera entonces, no podemos resolver el problema. Y, en efecto, todo el contexto y las siguientes citas tomadas de Génesis 2 señalan la importancia esencial de mantener este agregado aquí, y que de lo contrario no habría sentido ni propósito en la cita. Como he de demostrar, allí el apóstol se refiere claramente a Génesis 2 y ciertamente está haciendo lo mismo aquí.
Aquí estamos tocando el corazón mismo del misterio. Debemos recordar que la intención del apóstol, su propósito, es todavía el mismo. Si el apóstol se hubiera limitado a decir que la iglesia es el cuerpo de Cristo, correríamos el peligro de pensar que se trata de un agregado sin conexión con el resto, por supuesto, no debemos pensar de esa manera porque cualquiera que conoce algo acerca del cuerpo sabe que no consiste de la unión casual de un número de partes. Nunca se puede insistir demasiado en que el cuerpo no consiste de un número de dedos conectados a una mano, y una mano conectada a un antebrazo y así sucesivamente. ¡No! El aspecto esencial de un cuerpo es su unidad orgánica y vital. Y a fin de subrayar y salvaguardar ese principio, el apóstol hace este agregado diciendo: 'Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos'.
A mi parecer, la única forma de resolver el problema es seguir la indicación que nos da el mismo apóstol y volver a la declaración que el toma del Génesis 2:23: "Dijo entonces Adán"—refiriéndose a la mujer—"esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne''. Aquí hay otra declaración que se ha interpretado equivocadamente. Hay aquellos que afirman que el apóstol en Efesios 5:30 se está refiriendo a la encarnación. En su concepto es una forma de decir que al venir el Señor Jesucristo a este mundo tomó sobre sí la naturaleza humana, en otras palabras, que tomó sobre sí nuestra carne y nuestros huesos. Pero semejante interpretación es totalmente imposible. Lo que el apóstol está diciendo no es que el Señor Jesucristo, la segunda persona de la bendita Santa Trinidad, haya tomado 'nuestra' carne y huesos; lo que él dice es que 'nosotros' tomamos su carne y sus huesos, que 'nosotros somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos'. Aquí dice exactamente lo contrario; de manera que ésta no es una explicación.
También ha habido un lamentable malentendido de este asunto en términos del sacramento de la Cena del Señor. Hay quienes han dicho que el apóstol al escribir 'porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos' se está refiriendo al cuerpo glorificado de nuestro Señor. El cuerpo que adoptó el Señor Jesucristo ha sido glorificado y ellos afirman que nosotros somos literalmente partes y miembros de su cuerpo glorificado. Pero sin lugar a dudas hay una consideración que invalida esto de una vez para siempre y es que dicho cuerpo glorificado está en el cielo. Entonces, de ninguna manera puede aplicarse a nosotros. Pero, yendo aun más allá, según vengo diciendo, ellos han introducido aquí todo el tema de la comunión, de la Cena del Señor. Los católico-romanos dicen que no hay dificultad al respecto aquí. Según su enseñanza, en la mesa de la comunión el sacerdote realiza un milagro, transforma un trozo de pan en la misma 'carne y huesos' del Señor Jesucristo. Esa es la doctrina de la transubstanciación. Lo que está sobre el plato tiene el aspecto de pan, pero eso es sólo un 'accidente', la 'substancia' ha sido transformada. El color blanco permanece, pero lo que se ofrece a quien toma la comunión ahora es, en realidad, el cuerpo de Cristo. De modo que cuando come, está comiendo 'su carne y sus huesos', y de esa manera llega a ser una parte suya. A fin de sostener esta doctrina ellos apelan a la enseñanza de Juan 6.
Luego está la doctrina luterana, que no es la transubstanciación, sino lo que ellos llaman 'consubstanciación' que al fin viene al ser casi la misma cosa. Ellos afirman que el pan realmente no es transformado en el cuerpo de Cristo, sino que el cuerpo glorificado de Cristo entra al pan, de modo que su presencia esté allí. De modo que tiene el pan y además el cuerpo glorificado de Cristo, y come a ambos.
Sin duda, debe ser evidente que todo esto es para significar algo que de ninguna manera está sugerido por el apóstol, ni en el versículo, ni en todo el contexto. Es un intento de explicar el misterio de una forma inconsistente con el contexto; y en el análisis final, casi siempre elimina el misterio del asunto.
Sin lugar a dudas, si seguimos la dirección del propio apóstol arribaremos a la auténtica explicación. Obviamente está citando a Génesis 2:23: 'Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne'. Evidentemente su analogía es la de Adán y Eva, y Cristo y la iglesia. De manera que es correcto decir de la iglesia que 'somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos'.
¿Pero qué nos sugiere esto? Debemos introducirnos aun más en el misterio. ¿No es esto como caminar en alguna caverna donde se encuentra la primera cámara, y luego ve que se abre otra? Entra en esa, y continúa; y en la cámara que se encuentra en el centro mismo de la caverna se encuentra el gran tesoro. ¿A qué se refiere el apóstol? Eso depende del significado de Génesis 2:23. La respuesta es claramente que la mujer ha sido tomada del hombre. ¿Notó la construcción exacta de las palabras de Génesis 2:23? "Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona". ¿Pero por qué ha de ser llamada 'Varona'? La respuesta es ésta: 'porque fue tomada del hombre'. La verdadera definición de mujer es alguien que ha sido tomada del hombre. Ese es el verdadero significado de la palabra 'mujer'. Mujer (Varona)* por definición, por origen, por su nombre, es alguien que ha sido tomado del hombre. Pero observe nuevamente en la forma en que esto fue hecho. "Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él" (v. 18). (Nota del traductor: en adelante seguiremos usando "mujer" en lugar de Varona).
Nuevamente al final del versículo 20 se nos dice, "mas para Adán no se halló ayuda idónea". Los animales habían sido creados y los animales son maravillosos, pero ninguno de ellos es una ayuda idónea para el hombre. Hay una diferencia esencial entre el hombre y el animal. Después de todo el hombre es una creación especial, no es alguien que surgió por evolución de entre los animales. El más desarrollado de los animales es esencialmente diferente al menos desarrollado de los hombres; pertenece a un orden diferente, a un reino totalmente distinto. El hombre es único, ha sido hecho a la imagen de Dios. De modo que si bien los animales son maravillosos, no hubo ninguno que pudiera ser compañero del hombre, el compañero que el hombre necesita. De modo que, prosiguiendo, leemos: "Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras este dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer". La mujer es tomada del hombre, es tomada de su sustancia, de 'su carne', 'sus huesos'. Dios toma una parte del hombre y de esa parte hace una mujer. ¿Entonces, qué es la mujer? Ella es de la misma sustancia del hombre, 'de su carne y de sus huesos'. Dios realizó la operación. El hombre fue sumido en un profundo sueño y entonces fue ejecutada la operación, fue extraída la parte, y de ella se hizo aquella mujer.
'Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia'. 'Somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos'. ¿Cómo? En el principio la mujer fue el resultado de una operación que Dios realizó en el hombre. ¿Cómo llegó a existir la iglesia? Ella es resultado de una operación que Dios realizó en el monte Calvario en el Segundo Hombre, su amado Unigénito Hijo. Un profundo sueño cayó sobre Adán. Un profundo sueño cayó sobre el Hijo del Hombre. El entregó su espíritu, expiró, y allí en esa operación la iglesia fue extraída de él. Así como la mujer fue extraída de Adán, la iglesia es tomada de Cristo. La mujer fue extraída del costado de Adán; y la iglesia proviene del costado herido y sangrante del Señor. Ese es su origen; y de esa forma ella es 'carne de su carne, y hueso de sus huesos'. 'Grande es este misterio'.
¿Se había dado cuenta de esto? No es una casualidad que al Señor Jesucristo, en el Nuevo Testamento, se le llama el 'Segundo Hombre' o el 'postrar Adán'. El apóstol nos enseña aquí que esto también es cierto de él en el mencionado sentido. Normalmente pensamos que nuestra relación con él es algo individual, y es cierto. Tómese la enseñanza referida a la relación del cristiano con el Señor Jesucristo, tal como se encuentra en Romanos 5, y allí vuelve a tener esta comparación entre el primer hombre y el Segundo Hombre; se nos dice allí cómo todos estamos implicados en la trasgresión de Adán, y cómo todos estamos implicados en la justicia de Cristo. Como con uno, así con el otro. Allí el acento está sobre el aspecto personal. Aquí está en términos de la iglesia como un todo, la relación comunal; y en ello consiste la misteriosa verdad que Pablo está enseñando. Así como es correcto decir que la mujer fue extraída del costado del hombre, de su propia substancia, 'su carne y sus huesos', así la iglesia es extraída de Cristo, y nosotros somos parte de él como miembros de su cuerpo y de sus propios huesos El es el postrer Adán, él es el Segundo Hombre. Y así como Dios operó en el primer hombre para proveerle su esposa, su ayuda idónea, así operó en el Segundo Hombre para el mismo propósito, pero, en una forma infinitamente más gloriosa.
Pero, vayamos aun más allá. Lo hacemos con temor y temblor; pero como sea, prosigamos. El apóstol está subrayando que nosotros somos parte de la propia naturaleza de Cristo. Nótese que él usa las palabras 'a sí mismo' en el v. 28: "Nadie" dice el apóstol, "aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama". ¡Seguimos aun con la misma idea! El cuerpo es una parte del hombre, y por eso cuando presta atención a su cuerpo, se está prestando atención a sí mismo. No puede divorciarse de sí mismo. Lo que él hace por su cuerpo lo está haciendo a favor de sí mismo; lo hace porque su cuerpo es una parte de sí mismo. Esa es la relación entre Cristo y la iglesia. Eso no significa que nosotros seamos divinos. Debemos tener cuidado con eso. Nosotros los cristianos no somos dioses ni somos divinos. Pero sí significa que el Señor Jesucristo formó y comenzó una nueva humanidad. Una humanidad comenzó con Adán, una nueva humanidad comenzó con el Señor Jesucristo. Somos partícipes de esto. Somos copartícipes. Por ese motivo encontramos a Pedro diciendo en 2 Pedro 1:4 que somos 'participantes de la naturaleza divina'. Somos participantes de esta naturaleza que ahora tiene el mediador, después de haber pasado por la encarnación y habiendo hecho cuanto se había propuesto hacer en su venida. De él derivamos nuestro ser, y realmente somos parte de él.
Pero, debemos dar el paso final e ir a los versículos 31 y 32: "Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia". Aquí, otra vez, sólo podemos entender el sentido del apóstol volviendo al segundo capítulo de Génesis. Este versículo es una cita directa de Génesis 2:24. Pero ¿qué significa exactamente? Hay muchas personas que se atemorizan en este punto y dicen: "Ah, este es un gran misterio y nosotros debemos cuidarnos de no interpretarlo demasiado". Entonces ellos afirman que el apóstol introdujo estas palabras: 'Y los dos serán una sola carne', la cita que proviene de Génesis 2:24, con el simple propósito de redondear su cita. Pero, el apóstol no hace ese tipo de cosas; el apóstol no toma una cita a menos que tenga un objeto y un propósito al tomarla. Ellos dicen, "por supuesto, es evidente que esto nada tiene que ver con el Señor Jesucristo y la iglesia. Aquí Pablo realmente está hablando de maridos y mujeres; en este punto no se está refiriendo a la iglesia". Pero, no puedo aceptar eso, puesto que Pablo dice: 'Este'—lo que acabo de mencionar— ^Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia'.
Yo creo que esta expresión referida a 'una carne' se aplica a la relación de Cristo y la iglesia, tanto como a la relación entre el esposo y la mujer. Pero, tengamos cuidado, porque este es un gran misterio. No quiero ni pretendo decir que yo lo entiendo totalmente, pero, al mismo tiempo no quiero apartarme del misterio. Yo quiero apropiarme de la enseñanza referida a esta relación mística, a esta extraordinaria unidad, a esta unidad de la cual está hablando Pablo. Creo que la explicación está en lo que sigue. Vuelva a Génesis 2 y encontrará esto. Originalmente, Adán fue uno solo, un hombre perfecto y completo. Sin embargo, tenía una especie de carencia, no hubo ayuda idónea para él. Se nos dice, entonces, que Dios realizó la operación, y este hombre que había sido uno comienza a ser dos—Adán y Eva, el hombre y la mujer. La mujer fue tomada de él, de manera que ella es una parte suya; ella no fue creada a partir de la nada como ocurrió con el hombre. Ella fue extraída del hombre, de modo que es una parte de él. Pero el proceso no se detuvo allí—y es aquí donde yo veo la esencia de este misterio. En cierto sentido, ellos ahora eran dos, pero, en otro sentido no eran dos: 'Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne'. Esa es la esencia misma del misterio. En cierto sentido ellos son dos, pero, en cierto sentido ellos no son dos. Nunca debemos olvidar esta unidad, esta particularidad de ser uno, esta idea de 'una carne'.
Elevémonos, entonces, a la cumbre más alta del misterio. Adán sin Eva era incompleto. La deficiencia, la carencia fue compensada por la creación de Eva. Entonces, en cierto sentido podemos decir que Eva constituye la 'complementación' de Adán, ella constituye la provisión de lo que estaba faltando en Adán. Y eso es exactamente lo que el apóstol dice acerca de la iglesia en su relación con Cristo. Somos afortunados porque esto ya lo había dicho en 1:23 donde leemos: 'la cual es su cuerpo'. El está hablando de la iglesia, "lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquél que todo lo llena en todo". La iglesia es la 'plenitud' de Cristo. La iglesia, dice el apóstol Pablo, es la que constituye, por así decirlo, esta plenitud de Cristo. Ahora yo sugiero que aquí en el capítulo cinco el apóstol simplemente repite aquella verdad. Así como Adán y Eva llegaron a ser una carne, y así como Eva constituye la plenitud de Adán, así la iglesia constituye la plenitud de Cristo. Las autoridades en el tema concuerdan en que ese es el significado de la palabra 'plenitud' a lo largo del Nuevo Testamento. Cristo no es la plenitud de la iglesia, sino la iglesia constituye su plenitud, 'la plenitud de aquél que todo lo llena en todo'.
Podemos considerar el asunto de la siguiente manera. El Señor Jesucristo, corno eterno Hijo de Dios, es perfecto, completo y entero y siempre lo ha sido desde toda la eternidad—'en él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad'. El es y siempre ha sido coigual y coeterno con el Padre. Toda la plenitud de la deidad está en cada una de las tres Personas. No hay carencia alguna, no hay nada que compensar, no hay ninguna falta de plenitud Pero en su carácter de mediador Cristo no está completo sin la iglesia Ahora bien, éste es el misterio, el más glorioso de todos los misterios. Jesucristo en su carácter de mediador no tendrá toda su plenitud ni estará completo y entero hasta que cada alma por la cual él murió haya sido reunida con él—'la plenitud de los gentiles' y 'todo Israel'. Sólo entonces estará completo, sólo entonces se habrá cumplido su plenitud.
Este es el gran misterio de la salvación, y por eso debemos ser tan cuidadosos. Pero la doctrina de la salvación sugiere esto que el bendito eterno Hijo de Dios, a fin de salvarnos, se ha impuesto él mismo una limitación. Al tomar sobre sí la naturaleza humana, se impuso una limitación. El sigue siendo eternamente Dios—no hay limitación a esto, no hay reducción en su deidad. Se trata de un gran misterio y no debemos tratar de entenderlo en su sentido último. No puede ser entendido. Pero, esta es la enseñanza. Allí está él, el Único, inmutable. Es cierto, pero se hizo hombre y fue sujeto a ignorancia y debilidad cuando estuvo en este mundo, 'hecho a la semejanza de carne de pecado'. Y en su carácter de mediador, reitero, no estará completo hasta que la iglesia esté completa. El tiene una esposa a la cual será unido y ambos serán 'una carne'. Cuando el Señor Jesucristo retornó al cielo no dejó su cuerpo aquí, lo llevó consigo. Esa naturaleza humana está con él ahora, y siempre lo estará. El todavía sigue siendo la Segunda Persona en la bendita Santa Trinidad, sin embargo, esta naturaleza humana que nosotros poseemos está allí con él, y nosotros hemos de estar en él eternamente. El mismo se ha sujetado a algo. Yo me atrevo a decir algo que casi es una especulación, pero el apóstol cita estas palabras: 'Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne'. Sin forzar los detalles, afirmo lo siguiente—el Señor Jesucristo dejó las cortes de la gloria y vino a este mundo y a esta tierra en busca de su esposa. En este caso hubo un 'dejar' como el caso del hombre que deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa. Sí, él dejó las cortes de gloria—tal como Carlos Wesley nos lo recuerda:

¡El trono del Padre dejó arriba,
tan grande, tan infinita su gracia fue!

Por amor a su esposa dejó el cielo y las cortes de su gloria. Hubo un terrible momento cuando exclamó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" en ese momento quedó separado de su Padre. ¿Y por qué? Oh, para poder comprar y salvar esta esposa suya que ahora, como resultado de dicho acto, es una parte de su cuerpo, de su carne, y de sus huesos.
Esto es, reitero, el supremo misterio. Nada hay más maravilloso, nada hay más glorioso que esto. Nosotros somos participantes de su naturaleza humana, estamos unidos a él y así estaremos con él durante toda la eternidad es por eso que se nos dice en las Escrituras que estaremos encima de los ángeles y los 'juzgaremos'. "¿O no sabéis", dice Pablo en 1 Corintios 6, "que los santos han de juzgar al mundo... a los ángeles?" Aun a los Ángeles ¿Por qué? Porque somos elevados a una posición superior a la de ellos; nosotros estamos en el Hijo, somos parte de él, unidos a él, 'una carne' con él La iglesia es la esposa de Cristo y cuando pensamos en esta relación siempre debemos contemplar este misterio y comprender que 'somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos'. Pero sobre todas las cosas, comprendamos lo que él hizo para que nosotros pudiéramos ser suyos. Dejó el trono de su Padre arriba, 'se humilló a sí mismo, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse'—esa es la forma en que amó a la iglesia. 'Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella'.

***

LOS PRIVILEGIOS DE LA ESPOSA
Efesios 5:25-33

Nos hemos estado abriendo camino a través de esta gran declaración cuyo propósito principal es la edificación de los maridos, pero, como hemos estado viendo, también tiene un mensaje glorioso para todos los cristianos. Esto se debe a que el apóstol al dar su mensaje a los maridos lo hace utilizando la comparación de la relación entre Cristo y la iglesia. Esa es la analogía que los maridos siempre deben recordar.
Sin embargo, hay una cosa más que debemos hacer antes de considerar la aplicación de la enseñanza a las responsabilidades particulares de los maridos respecto de sus mujeres. En lo que el apóstol ha estado diciendo hay algo implícito que será de gran importancia cuando lleguemos a la aplicación práctica, pero que también nos es de inestimable valor a cada uno de nosotros como personas cristianas, al comprender nuestra relación con el Señor Jesucristo y comprender que juntos somos la esposa de Cristo. Permítanme explicarme.
Todo lo que hemos estado considerando nos lleva a la deducción obligada de que el esposo concede ciertos bienes a su esposa; entonces, ahora vamos a considerar los bienes que el Señor Jesucristo como esposo de la esposa, la cual es la iglesia, le ha concedido a ella. Al hacerlo veremos una vez más el glorioso privilegio que es ser cristianos y miembros de la iglesia cristiana. Y llamo su atención a esta verdad porque estoy cada vez más y más profundamente convencido de que el principal problema, el principal mal de nuestros días es que nosotros los cristianos no llegamos a comprender el privilegio y la dignidad de ser miembros de la iglesia cristiana y del cuerpo de Cristo. Yo sé, y reconozco que está bien preocuparse por el estado del mundo. No podemos ser cristianos sin esa preocupación; pero, no comprendo como algunas personas pueden estar conformes con el estado de la iglesia. Sin lugar a dudas, la explicación final para el estado del mundo es el propio estado de la iglesia. Para mí, lo más triste y lo más grave de la actualidad es que los cristianos no llegan a comprender lo que el Nuevo Testamento nos dice acerca de nosotros, y lo que significa ser miembros del cuerpo de Cristo. En un mundo que asigna tanta importancia a los honores, a las glorias y posiciones ¿no es asombroso que podamos considerar nuestra membresía en la iglesia tal como lo hacemos? Algunos parecen considerarla casi como una especie de dignidad que confieren a la iglesia, sin comprender que se trata del privilegio más alto y glorioso que alguien pueda tener o conocer. Otros consideran su membresía en la iglesia como una tarea o una obligación, y están más bien complacidos consigo mismos por el hecho de cumplir alguna función. Ahora bien, esto demuestra una falta total de entendimiento de lo que realmente significa ser miembros de este cuerpo, que es la esposa del Señor Jesucristo mismo.
Por lo tanto consideremos algunos de los bienes que él nos concede, algunas de las cosas que son ciertas en nosotros como cristianos y miembros de la iglesia. Si la iglesia solamente comprendiera estas cosas, dejaría de ser apologética, languideciente, escasa, y no presentaría un espectáculo tan miserable; en cambio, estaría llena de un sentido de orgullo de gozo y de gloria.
¿Cuáles son las cosas que él nos concede? Lo primero es su vida. Ya hemos estado considerando esta verdad, pero debo mencionarla nuevamente en conexión con esto. El nos da una parte de su propia vida—nosotros nos convertimos en participantes de su propia vida. Eso es lo que ocurre cuando un hombre contrae matrimonio ¿no es cierto? Hasta el momento vivía su propia vida, pero en adelante ya no vive exclusivamente su propia vida; su esposa se convierte en participante de su vida. En la medida en que ella es parte de él, ella es participante de su vida, de su actividad y de todo lo que realmente le concierne. Lo primero que un hombre casado debe aprender es que al hacer frente a diversas situaciones debe hacer algo completamente nuevo. Anteriormente su principal problema era, ¿Cómo me afecta esto a mí, cuál debe ser mi reacción? Pero, ahora ya no puede limitarse a esto. Ahora también debe pensar en cómo va a afectar a su esposa. Ya no está viviendo una vida aislada, por su propia cuenta. Ahora tiene que considerar siempre a otra persona que es participante de su vida. Tal vez haya algo que pueda afectarle a él, pero siempre hay alguien más a quien ahora tiene que considerar.
Yo podría desarrollar este tema; yo podría hablar, en base a una larga experiencia pastoral, de los problemas y dificultades que he debido enfrentar porque los maridos habían olvidado precisamente este punto. Permítanme darles una ilustración de ello. Lo menciono porque se trata de algo que he visto con mucha frecuencia, un caso en el cual he sido muy malinterpretado. Pero, corriendo ese riesgo, lo menciono de nuevo a fin de ilustrar este punto. Vino un hombre para decirme que se sentía llamado a ir al campo misionero en el exterior. Muy bien, eso es excelente. Pero, luego tengo que hacerle esta pregunta, y siempre la hago si se trata de un hombre casado: ¿Qué dice su esposa al respecto? Algunas veces he tenido que tratar con hombres que aparentemente no parecen preocupados por esto y patentemente consideraban el asunto como una decisión netamente personal. ¡Pero no lo es! Un hombre no tiene derecho de aislarse a si mismo de su esposa respecto a un asunto como este. Puesto que los dos son una carne, él debe considerar las opiniones de su esposa. Ya hemos tratado los deberes de las esposas respecto de sus maridos. De ese lado también son muchas las cosas que hay para decir; pero el punto que quiero dejar establecido es que la persona que dice: "si yo me siento llamado a realizar un trabajo particular, no importa lo que diga mi esposa" esa persona es un cristiano muy deficiente. La opinión de la esposa importa. Lo contrario sería malinterpretar totalmente esta enseñanza.
Pero, miremos el asunto de este otro aspecto para comprender que somos participantes de la vida del Señor Jesucristo. Es algo extraordinario pensar que tenemos derecho de decir que siempre estamos en su mente; que en todos sus propósitos tenemos nuestra parte y nuestro lugar. Nosotros estamos 'en Cristo', somos participantes de su vida. El apóstol, escribiendo a los Colosenses 3:4 utiliza esta frase extraordinaria: "Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste". El es 'vuestra vida', que no es sino otra forma de decir que somos participantes de su vida. Ahora bien, no hay nada más grande que ello. En realidad, estuvimos viendo esto al estudiar la declaración 'nosotros somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos'. Ahora lo estamos considerando desde un ángulo un poco distinto; no tanto desde el punto de vista de la unión mística, sino desde el punto de vista de la propia conciencia que el Señor tiene de que él está dando su vida, de que la está compartiendo, y que nosotros somos introducidos en ella, y llegamos a ser parte íntegra de su vida.
Pero, prosigamos para demostrar esto en sus diversas manifestaciones. Una de ellas consiste en que él nos concede su nombre. Nosotros adoptamos su nombre porque él nos lo otorga. Somos llamados 'cristianos' y esa es la más grande de las verdades acerca de nosotros. Ya no somos lo que éramos antes, hemos cambiado nuestros nombres. Una mujer que contrae matrimonio cambia su nombre. ¡Qué importante llega a ser esto para ayudarnos a comprender la enseñanza del gran apóstol en este quinto capítulo de esta epístola a los efesios! Cuántas cosas se nos dicen aquí también sobre este necio movimiento moderno llamado 'feminismo'. Cuando una mujer contrae matrimonio renuncia a su nombre, y adopta el de su esposo. Eso es bíblico y también es una costumbre de todo el mundo. Eso nos enseña acerca de la relación entre marido y mujer. No es el marido quien cambia su nombre, sino la esposa. En tiempos recientes hemos visto una impresionante ilustración de esto. Me refiero a ella porque espero que ayude a grabar estas verdades en nuestras mentes. Toda la nación sabe lo que ha ocurrido en el caso de la princesa Margarita, como, al mencionársela, también se menciona siempre el nombre de su esposo; y esto está bien. Sería contrario a las Escrituras no hacerlo. Es el nombre del esposo que se toma, y no el de la esposa. No importa quienes sean ellos, esta es la posición de las Escrituras.
Pero considérese todo esto desde nuestro punto de vista como miembros de la iglesia cristiana. Cristo nos ha dado su propio nombre. No hay mayor cumplido que se nos haya podido hacer que éste. He aquí la expresión más clara de esta relación matrimonial. Es algo que se nos presenta de muchas maneras en el Nuevo Testamento. 'Ya no hay judío o gentil, bárbaro, excita, esclavo o libre'. Antes solía haberlos. Esos eran nuestros nombres. Pero ya no lo son. Ahora somos cristianos, tenemos un nombre nuevo. O bien considérelo en la forma en que el mismo apóstol lo pone en 2 Corintios 5: "De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne". "Yo solía conocer a la gente según la carne", dice el apóstol; "como judío solía decir, ¿qué es aquél hombre? ¿es un judío? si no lo es, no es más que un perro". El apóstol sigue, "Pero ya no pienso conforme a esas categorías, ahora utilizo otros términos. Lo que quiero saber es esto, '¿es este hombre un cristiano?' No me importa lo que su antiguo nombre haya sido; el nombre que ahora me interesa es éste— ¡'cristiano'! ¿Ha adoptado esta persona el nombre de Cristo?" De esta manera descubrimos que el Señor Jesucristo nos concede su propio nombre. El apóstol, escribiendo a los gálatas dice que es algo tan real que, 'ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí'. Esa es la idea. En cierto sentido Pablo ya no existe, y continua diciendo: "Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". ¡Qué maravillosa declaración es ésta sobre la relación matrimonial! En cierto sentido toda la vida del cristiano está en el esposo, y sin embargo, él mismo no está completamente perdido, él todavía está allí: 'lo que ahora vivo en la carne'.
Existe el gran misterio de la relación matrimonial. Pero nosotros debemos aferramos a la gran realidad de que el nombre de Jesucristo está sobre nosotros. Lo que importa y lo que debería importarnos a cada uno de nosotros es que hemos cambiado de nombre. Aquí, en el reino de la iglesia, los otros nombres no tienen ninguna importancia. No importa cual sea el nombre de una persona, no importa cual sea su posición u oficio, lo que sea su habilidad o cualquier otra cosa. Lo único que importa ahora es que el nombre de Cristo esté en ella. Allí todos somos uno, todos estamos juntos en él. El nos ha reunido consigo; la iglesia es la esposa de Cristo. En efecto, él nos dice, "olviden ese antiguo nombre, usen mi nombre; ustedes me pertenecen". Encontramos esto en Apocalipsis 3:12: "Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios". ¡Eso es!
Escribe tu nuevo nombre en mi corazón, tu nombre nuevo y mejor de tu amor. Este es el acontecimiento maravilloso que ha ocurrido a todos los que son cristianos, a todos los que son miembros de este cuerpo, que es la esposa de Cristo. Ha recibido un nombre nuevo del Príncipe de gloria y ¡maravilla sobre maravilla! se trata de Su propio nombre. No hay mayor honor o gloria que esta. Está metido en un nuevo nombre, y se trata del más alto de todos los nombres. Leemos que se aproxima el día cuando, "en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra"—y ese es el nombre que nos ha sido dado a nosotros que fuimos constituidos en esposa de Cristo.
Luego vemos que como resultado de todo ello somos participantes de su dignidad, de su posición grande y gloriosa. En el capítulo dos, el apóstol ya nos lo dijo, allí nos declaró la asombrosa verdad de que 'El nos resucitó (en Cristo) y nos hizo sentar en los lugares celestiales en Cristo Jesús'. Esa es ahora la verdad acerca de nosotros. Si realmente somos cristianos, estamos 'en Cristo' y eso significa que estamos 'sentados con él en los lugares celestiales'. Dondequiera se encuentre el esposo allí también está la esposa, y la condición, la dignidad y la posición que son propios de él también pertenecen a ella. No importa lo que ella haya sido; desde el momento en que ella es su esposa comparte todas las cosas con él. Y ¡ay de aquél que no se someta a su posición y dignidad! No hay mayor insulto para el esposo que el de una persona que se rehúsa a honrar a la esposa. Esta es la verdad, dice el Nuevo Testamento, acerca del cristiano. Esto es algo que se nos dice repetidas veces. Una de ellas ocurre en Juan 17:22 donde el Señor dice: 'La gloria que me diste, yo les he dado'. La gloria, dice el Señor, que el Padre le había dado ahora la ha concedido a su pueblo. Esto es algo que ocurre invariablemente en un matrimonio; la esposa, siendo una parte del esposo, y llevando su nombre, comparte con él la totalidad de su posición. "La gloria que me diste, yo les he dado".
Pero, considérese esta otra declaración del asunto. El Señor Jesucristo dijo acerca de sí mismo, 'Yo soy la luz del mundo'. Eso es lo que él pretende ser, y no hay nada mayor que él pudiera pretender. Sin mí el mundo está en tinieblas, dice el Señor. Yo soy la única luz que el mundo puede recibir, todo lo demás no será sino un intento de los hombres por descubrir la luz; y los hombres, sin excepción, fracasan. Sin Cristo no hay luz. Sin embargo, nótese lo que el Señor dice acerca de nosotros: 'Ustedes son la luz del mundo'. En otras palabras, porque él es lo que es, y en virtud de nuestra relación con él, nosotros también nos convertimos en la luz del mundo. Nos resulta muy difícil comprender esto, ¿no es cierto? Somos solamente un pequeño número de personas en este país pagano, solo diez de cada cien pretendemos ser cristianos, y sólo la mitad de ellos asisten a la casa de Dios. En consecuencia, somos apologéticos y un tanto avergonzados de nosotros mismos. Pero, la verdad acerca de esto es: ¡Nosotros somos la luz del mundo! Esto lo que dijo el Señor Jesucristo. Este mundo oscuro y malo no conoce luz, no tiene luz sino aquella luz que nosotros estamos diseminando en él.
Pero considérese el asunto desde el punto de vista de nuestra dignidad, de nuestra gloria. El hace de nosotros lo que él mismo es. Debido a nuestra relación con él esto es inevitable. Hay muchas otras declaraciones sumamente maravillosas de esto. Oiga otra vez al Señor en el libro de Apocalipsis dirigiéndose a la iglesia de Laodicea, si se imagina: "Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono". Puesto que la iglesia es la esposa de Cristo, ella va a sentarse con él en Su trono. Ahora usted dirá 'pero ella es de los comunes'. Es cierto, pero no importa; ella está casada con el príncipe, y ella comparte el trono con él. ¡Esa es la dignidad, ese es el privilegio que él nos confiere!
Luego preste atención a esto. El apóstol Pablo, tratando de enseñar a los miembros de la iglesia en Corinto algo de esta grandeza y gloria, lo expresa así en 1 Corintios 6:2: '¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?' y luego: '¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?' Eso se refiere a nosotros. Mire a esos miserables miembros de la iglesia de Corinto. '¿Qué les pasa a ustedes?', pregunta el apóstol. "¿Por qué tienen disputas entre ustedes? ¿Por qué se jactan de este hombre o de aquel, o de aquel otro, y se están llevando unos a los otros a las cortes en sus disputas? ¿No comprenden que cada uno de ustedes, como cristiano, está en tal relación con Cristo que va a juzgar al mundo, que va a juzgar a los ángeles?" Esta es la dignidad que nos corresponde.
Permítanme expresarlo de esta manera. Considere al cristiano en su relación con los ángeles. ¿Sabía que nosotros estamos destinados a una posición superior a la de los ángeles? Los ángeles son seres maravillosos, 'excelentes en fuerza'; pero ¡nosotros estamos destinados a una posición superior a la de ellos! El autor de la epístola a los hebreos lo expresa de esta manera: "Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando; pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el Hijo del Hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos; todo lo sujetaste bajo sus pies" (He. 2:5-8). "Pero", dice alguien, "yo todavía no veo que todas las cosas están sujetas al hombre. ¿De qué está hablando?" "Oh, no", dice el autor de la Epístola, "todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra" (v. 9). Estas palabras significan que nosotros vamos a estar en esa Posición. Ante los ojos de Dios ya estamos en ella; no lo vemos, pero ahora mismo es una realidad en cada uno de nosotros. Estamos por encima de los ángeles porque somos la esposa de Cristo; y él está por encima de ellos en los lugares celestiales, e inclusive ahora tenemos esa dignidad, esa grandeza y esa misma posición.
Esto nos conduce al aspecto que sigue: nosotros no sólo compartimos su vida, sino también sus privilegios. En el instante que una mujer se convierte en esposa de un hombre, comparte sus privilegios. Cualesquiera sean estos privilegios, ella se convierte en participante de ellos y los comparte. Aquí el apóstol está diciendo que esto es cierto en cuanto a la iglesia. ¿Qué es lo que compartimos? Compartimos el amor del Padre. Hay un versículo que en muchas maneras me resulta ser el versículo más asombroso de toda la Biblia. Se encuentra en Juan 17:23. El Señor dice: "Para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado". El propósito de esta declaración es indicar que Dios el Padre nos ha amado a los cristianos como ha amado a su propio Hijo. Esto significa que en virtud de nuestra relación con Jesús nosotros gozamos de la misma relación con Dios. Imagínese a un hombre, sin hijas, cuyo hijo se ha casado. Ahora dice a la novia de su hijo: "Tú eres mi hija. Nunca antes he tenido una hija, pero ahora tú eres mi hija". Y entonces la considera como tal. Ella es una con su hijo, por eso él le concede su amor paternal—'Para que el mundo conozca... que los has amado a ellos como también a mí me has amado'. En eso consiste el privilegio. El resultado es el siguiente: gracias a ese privilegio, ahora tenemos acceso al Padre. Un padre siempre está dispuesto a recibir la novia de su hijo. Antes ella no tenía ese acceso; faltaba esa relación; pero desde que ella se ha casado con el hijo ella tiene el derecho de aparecer en la presencia del padre. Así como un padre está dispuesto a recibir a su hijo y darle privilegios que él no daría al más favorito de sus siervos ni al de mayor confianza, así ahora los concede a la novia por el hecho de ser la esposa de su hijo. Pueblo cristiano, ¿hacemos uso de este gran privilegio? ¿Comprendemos que tenemos derecho a entrar en su presencia, que tenemos acceso a la presencia del Padre? Aunque él es quien gobierna todo el universo, si tiene una necesidad, recuerde que le asiste el derecho de entrar a su presencia. Por amor a su Hijo, él no le rechazará. Esposa de Cristo, él siempre te escuchará, él siempre tendrá tiempo para ti. No hay mayor privilegio que éste. El nos ama como ama a Su Hijo, y nos da este derecho de ir a él y de tener entrada a su santa presencia.
Sin embargo, yo les estoy dando solamente los encabezamientos de temas que deberían motivarles a la meditación. Deberíamos dedicar más de nuestro tiempo a estos temas, pensando en ellos. Cuando se arrodille para orar, no comience a hablar inmediatamente; deténgase y piense. Piense aún antes de arrodillarse. Sea consciente de lo que está haciendo; recuerde quién es, y porqué es quién es, recuerde su ser verdadero y los derechos y privilegios que le han sido concedidos. Luego considere las posesiones que el Señor nos da. Somos participantes de sus posesiones. En una extraordinaria declaración escrita a la iglesia de Corinto, el apóstol Pablo dice: "¿Por qué se están afanando? ¿Por qué están divididos entre ustedes y celosos los unos de los otros, y envidiándoos? ¿Qué es lo que les pasa? Todo es vuestro". ¡Todas las cosas! No me importa lo que ellas sean, dice Pablo, todas son vuestras. ¿Por qué? 'Porque vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios'. Estudien esto cuidadosamente al final de 1 Corintios 4.
Vuelvo a preguntar: ¿No tengo razón al decir que en la actualidad la verdadera tragedia de la iglesia es no comprender la realidad acerca de sí mismo? 'Todo es vuestro'—¡Todo! En un sentido, el cosmos es nuestro porque pertenecemos a Cristo. El apóstol estaba entusiasmado por este conocimiento; y la prueba de nuestra fe cristiana, y la prueba de nuestra espiritualidad es que estas cosas nos motivan y nos entusiasman. Quizás tengamos que vivir tiempos difíciles, quizás la gente se ría por el hecho de ser cristianos. ¿Sabemos lo que hemos de decirnos a nosotros mismos? Hemos de decir, "Somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo" (Rom. 8:17). Poca importancia tiene lo que el mundo pueda pensar o decir de nosotros. 'Todo es vuestro', los cristianos son 'coherederos con Cristo'.
Pero, yo tengo preferencia especial por la forma en que esto es expresado por el Escritor de Hebreos 2:5. Ya lo he citado, pero vuelvo a hacerlo: "Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando". Es lamentable que la Versión Reina-Valera lo haya traducido de esta manera. Es una traducción tosca, es una negativa rara. 'Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando'. Esto significa que 'El no ha sujetado al mundo venidero del cual hablamos a los ángeles, sino a nosotros'. ¿Qué significa 'mundo venidero' del cual está hablando? El 'mundo venidero' del cual está hablando es este mundo antiguo en el cual vivimos actualmente nosotros. ¡Sí! es el mismo mundo, pero no en las mismas condiciones. Es este mismo mundo, pero, después que haya venido Cristo y haya destruido a todos sus enemigos y a todo el mal y a todo vestigio de maldad; después que haya ocurrido el gran juicio, la purificación, la regeneración, y cuando haya 'cielos nuevos y una tierra nueva' en los cuales moren la justicia. Ese es el 'mundo venidero' del cual está hablando. Esto constituye una parte vital de la esencia del mensaje cristiano. El mundo que habitamos en este momento es solo un mundo pasajero; no es e1 mundo real, no es el mundo que durará para siempre. El mundo que vemos ahora es el resultado de lo que el hombre ha hecho con él. Vemos el caos que el hombre ha producido. El mundo en sí, por supuesto, está muy interesado en lo visible y en el presente; y todo el mundo se pregunta qué consecuencias tendrá la consulta internacional más reciente: ¿habrá desarmamiento, será eliminada la guerra, será todo perfecto por el resto de la historia? Pero, todo ello es vanidad. Este es un mundo malo, y el mal y el pecado se seguirán manifestando en él hasta que llegue la hora del juicio establecido por Dios. Pero, hay un 'mundo venidero'; es la nueva Jerusalén que descenderá del cielo, este mundo antiguo restaurado a su gloria prístina, este viejo mundo tal como Dios lo hizo en el comienzo, pero con mayor gloria aun. Esto ocurrirá en la segunda venida de Cristo. El mismo habitará en este mundo, él y su esposa con él. Ese es el 'mundo venidero acerca del cual estamos hablando' ¿Quiénes van a habitar ese mundo, quiénes van a heredar ese mundo? Bien, dice la epístola, no serán los ángeles: 'Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero acerca del cual estamos hablando' sino a nosotros. Nosotros somos los herederos de esta gloria venidera. Pueblo cristiano, ¿alguna vez se ha imaginado esto? ¿Alguna vez se lo ha recordado? Pueden estar teniendo dificultades al luchar contra el mundo, la carne y el diablo; pueden estar enfrentando dificultades y obstáculos. ¡Apártense de eso! ¡No miren eso solamente! "No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (2 Co. 4:18). ¡Levanten las cabezas, ustedes comparten la herencia de Cristo, sus posesiones! Ustedes están casados con él—o mejor dicho, él se ha casado con ustedes—y él pone estas cosas en sus manos. Ustedes son participantes de sus posesiones.
Permítanme acentuar nuevamente que nosotros somos participantes de sus intereses, de sus planes y propósitos. 'Colaboradores con Dios'. No piense en su iglesia local o en alguna otra iglesia en simples términos de lo que usted es o lo que hace. Lo mismo se aplica a su denominación o movimiento. Elévese por encima de ello y considere los intereses del Señor. Vuelvo a citarlos: 'Vosotros sois la luz del mundo'. El Señor tiene un propósito con este mundo y nosotros estamos implicados en él y somos participantes de ese propósito. El esposo le dice todo a su esposa. Ella conoce todos sus secretos, todos sus deseos, toda ambición, toda esperanza y todo proyecto que alguna vez pasa por sus pensamientos. Ella es uno con él. El le comenta cosas que jamás le comentaría a otra persona; él comparte todo con ella, no hay nada guardado, no hay nada oculto. Esa es la relación de esposo y esposa. Esa también es la relación de Cristo y la iglesia; somos socios suyos en este negocio de salvar a los hombres. ¿Conoce ese interés suyo? ¿Siente esto, piensa acerca de ésto, aprecia el privilegio de participar en el secreto? ¿Siente algo de la carga, y está ayudándole? Ese es el propósito de un cristiano, para eso también existe la esposa—una ayuda idónea— y la iglesia es la esposa de Cristo. ¿Cuántas veces ora por el éxito de la predicación del evangelio? ¿En qué medida está preocupado por el mensaje evangelístico de la iglesia? ¿Piensa acerca de esto, se siente parte de ello, ora por ella? Una esposa digna de ese nombre no necesita ser exhortada para interesarse en los asuntos de su marido; para ella es el mayor privilegio ser de ayuda a su esposo; para ella es de interés vital todo lo que él hace, y su éxito. La iglesia es la esposa de Cristo; él comparte todo con nosotros. Seamos conscientes de estas cosas y elevémonos a la dignidad y al privilegio de todo ello.
Pero permítanme mencionar algo que, en mi opinión, es uno de los aspectos más fascinantes y encantadores de todo esto. El Señor no solamente comparte sus posesiones, sus intereses, sus planes y sus propósitos con nosotros; también comparte sus servidores con nosotros. Quizás haya sido una cenicienta, la iglesia toda fue una cenicienta, en sus harapos, sirviendo de esclava y teniendo una vida dura y dificultosa, haciendo todos los trabajos de las otras hermanas. Pero, la cenicienta se casó con el príncipe. ¿Y qué ocurre? En vez de ser esclava, ella ahora tiene sus propios sirvientes. ¿Los sirvientes de quién? ¡Los sirvientes de su esposo! Por haberse convertido en la esposa del príncipe, todos sus siervos ahora son siervos de ella; y ellos le obedecen así como le obedecen a él. ¿Se había dado cuenta de que todo esto se aplica a nosotros? Volvamos una vez más a Hebreos 1. El escritor está comparando y contrastando al Señor Jesucristo con los ángeles, y he aquí la forma de expresarlo: "Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?" Luego dice: "¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?"
Lo que esto significa es que por el hecho de ser cristianos los ángeles de Dios son nuestros siervos. Así es como la epístola describe a un ángel. Y un ángel es un 'espíritu ministrador' enviado para servir y ministrarnos a nosotros los herederos del 'mundo venidero' del cual él está hablando. Me temo que nosotros descuidamos el ministerio de los ángeles; no lo consideramos lo suficientemente. Pero, seamos conscientes de ello o no, existen los Ángeles que se preocupan por nosotros; ellos están alrededor de y sobre nosotros. Nosotros no los vemos, pero eso no importa. No vemos las cosas de mayor importancia sino que solamente vemos lo visible. Sin embargo, estamos rodeados por ángeles; y éstos han sido designados para protegernos y ministrarnos a nosotros, ángeles guardianes. No pretendo comprenderlo todo; no sé más de lo que la Biblia me dice—pero sí sé esto, que los siervos del Señor, los ángeles, son mis siervos. Ellos nos están rodeando completamente, ellos nos protegen y ellos manipulan las cosas en nuestro favor de una forma incomprensible para nosotros. Y yo también sé que llegada la hora de morir, ellos nos llevarán al lugar designado para nosotros. Es el mismo Señor Jesús quien enseñó este hecho en la parábola del rico y Lázaro en Lucas 16. Se nos dice que el hombre rico murió y fue sepultado. Pero ¿qué ocurrió con Lázaro? Fue 'llevado por los ángeles al seno de Abraham'. ¿Somos conscientes de que los ángeles de Dios nos están ministrando porque nosotros somos la esposa del Hijo? Desde el comienzo ellos le han estado ministrando a él, y 'e han servido; y en virtud de la nueva relación ellos son nuestros servidores, ministrándonos a nosotros. ¡Quiera darnos Dios la gracia de comprender Que estamos rodeados por tales ministerios, y servicios, y tales ministros! Nada puede dañarnos; ellos están presentes, enviados por él para ocuparse de nosotros.
Pero recuerden que también participamos en sus problemas y preocupaciones y en su sufrimiento. El dijo, 'Si ellos me han perseguido a mí, también los perseguirán a ustedes'. Incluso habló de odio. ¿Compartimos algo de sus problemas? ¿Somos conscientes de esto? "Hijitos míos" dice Pablo a los gálatas, "por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros". El percibía algo del dolor. Pero él lo dice de una forma mucho más impresionante en Colosenses 1:24: "Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia". El apóstol Pablo era tan consciente de esta relación con el Señor Jesucristo que decía estar cumpliendo en su carne 'lo que falta de las aflicciones de Cristo'. Una esposa digna de ese nombre sufre cada vez que su marido sufre; ella sufre en su corazón cuando lo ve a él sufriendo; ella lo comparte con él, ella lo soporta con él. Así el apóstol Pablo cumplió en su propia carne algo de lo que faltaba del sufrimiento de Cristo al desarrollar éste su propósito en el mundo, el apóstol cumplió algo de la agonía del Hijo de Dios que continuará hasta el 'día de coronación'. La iglesia es la esposa de Cristo. ¿Conocemos nosotros como parte y porción del cuerpo algo de esta agonía, de este sufrimiento, del sufrimiento de la Cabeza?
Finalmente, nosotros participamos en toda la gloria del futuro. Una vez más me refiero al 'mundo venidero'. "Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros seréis manifestados con él en gloria" (Col. 3:4). "Una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha"—cuando él venga en su gloria. Si para ese entonces nosotros hemos muerto vendremos con él; si aún vivimos seremos transformados y arrebatados para reunimos con él en el aire. Nosotros compartiremos la gloria eterna con el Hijo de Dios. Esta es la oración especial de Jesús al Padre (Jn. 17:24): "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado. La gloria que me diste, yo les he dado". Nosotros la compartiremos con él a lo largo de toda la eternidad. ¿Hay algo que se compare a esto, a ser miembros del cuerpo de Cristo, a ser como partes de la iglesia, la esposa de Cristo?
Qué vergüenza nuestra debilidad, nuestra impotencia, nuestras quejas, nuestro letargo, la semi envidia que sentimos del mundo y de la así llamada vida maravillosa que tiene, de su gozo y de los así llamados deleites. Este es un mundo agonizante; es un mundo malo; está bajo condenación; y va a desaparecer. Ya está desapareciendo. Pero nosotros tenemos esta gloria a futura, la gloria que en aquel gran día hemos de compartir con el Señor Jesucristo. La gloria de ese 'mundo venidero' es indescriptible; y en ella hemos de vivir y reinar con él.
Habiendo tomado por esposa a la iglesia, él le concede todo esto. Su futuro es nuestro, su gloria es nuestra, todas las cosas son nuestras. 'Los mansos recibirán la tierra por heredad'. Hemos de reinar con él sobre todo el universo, hemos de juzgar a los ángeles. ¡Nosotros! ¡Eso es el cristiano! ¡Esa es la iglesia cristiana como esposa de Cristo!

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